Otilia Alonso González: la primera mujer asturiana que sube a los altares.
Por
Don Ángel Garralda. 23/10/2007.
Si dominico fue el primer
santo asturiano, San Melchor de Quirós, dominica de la Anunciata será el próximo
28 de octubre la primera asturiana que sube a los altares.
Natural de Nembra (Aller), un pueblo que en 1936 no llegaba a los mil
habitantes, y que había entregado a la Iglesia alrededor de cien sacerdotes,
religiosos y religiosas. Una de ellas es Otilia, huérfana de madre a los dos años.
Su padre, Hermenegildo (Gildo) contrajo segunda nupcias y su nueva esposa,
Esperanza, a la que tuve la suerte de conocer, fue una madre cariñosa con
Otilia y le dio once hijos a Gildo, de los cuales viven nueve, cuatro de ellas
religiosas del Santo Ángel. Los nueve estarán en la plaza del Vaticano
presenciando la beatificación de su hermana.
Otilia hizo los estudios de Primaria en las Dominicas de la Anunciata en Caborana. De allí partirá para Vic en 1932 donde, concluido el noviciado, tras su primera profesión, es destinada a Barcelona para cursar los estudios de Magisterio.
Asaltado su convento de la calle Trafalgar los primeros días de la guerra, los milicianos no encuentran dinero ni alhajas ni armas. Apresadas las cinco religiosas entre risas e insultos de la gente que esperaba en la calle, fueron llevadas a varios comités en plan de diversión como cuando Cristo estuvo en el patio de Caifás.
Los milicianos se fijaron preferentemente en Otilia, la más joven, pretendiéndola cautivados por su hermosura; pero tuvieron que rendirse ante la entereza, dignidad, constancia e intrepidez con que todas defendían su virginidad consagrada. Todas fueron admirables y se animaban mutuamente al martirio que veían cerca.
El día 27 de julio, a los nueve días de estallar la guerra, y en vista de que ninguna quiere disfrutar de la vida, las suben al camión de la FAI para devolverlas al convento. Pero, viendo las hermanas que el camión marchaba rumbo al Tibidabo, comprendieron que había llegado la hora final y se dispusieron al martirio animándose unas a otras con serenidad heroica.
Iba una miliciana en el convoy. El jefe de la cuadrilla no quitaba ojo de Otilia cautivado por su hermosura de 19 años. Apoyado en su arma quiso conquistarla. Estableció un diálogo intenso proponiéndola salvarla y llevarla a su casa natal con sus papás. «¿Te vienes conmigo?» La respuesta de Otilia fue un no solemne refugiándose en la madre superiora, prefiriendo mil veces el martirio. ¡Qué ejemplo a seguir para la juventud con tanta oportunidad ante la tentación de tirarlo todo por la borda!
En un lugar próximo a Vallvidrera, a unos cinco kilómetros de este pueblo, dieron la orden de apearse en un recodo denominado «El Fero». Ya están impacientes por matar. Separan a las tres mayores, que murieron instantáneamente. La miliciana dijo que le dejasen a ella los dos jóvenes, disparándoles al vientre para que sufrieran más. Las dos, Otilia y Ramona, quedaron malheridas, tendidas al lado de los tres cadáveres. Su agonía iba a ser larga y dolorosísima. El camión se perdió en la oscuridad de la noche. Ellos creían haber triunfado. Y mañana, más.
Pero siendo la zona un lugar preferido para perpetrar muchos asesinatos, un grupo de médicos decidió instalar un hospital provisional de sangre, para poder auxiliar a las víctimas que quedaban malheridas. Era en la quinta de San Salvador, propiedad del doctor don Luis Vilar, donde funcionaba un retén de la Cruz Roja.
Al oír esa noche del 27 de julio los disparos, pronto localizaron las víctimas que llevan al retén para prestarles los primeros auxilios. Mientras el doctor Serra atendía a Otilia y el doctor Luis Vilar a Ramona, el señor Fernández tomaba nota de cuanto quisieron decir las dos mártires. Por su testimonio personal conocemos al detalle su acta martirial.
Los doctores, viéndose impotentes para reanimarlas por la gravedad de sus heridas, escucharon de ellas toda su tragedia. De la hermana Otilia dijo el doctor Serra: «Al verme impotente y descorazonado, me miraba agradecida y decía no sufra doctor, como muero por Dios estoy contenta. Murió perdonando: «Les perdono de todo corazón». Murió como una santa, rezando y conformándose con la voluntad de Dios. Me dio la dirección de su casa, para que yo visitase a sus papás y les dijera que moría conformada y pura totalmente». Sobrevivió unas dos horas y recuerda el doctor que «murió como una santita, besaba el rosario y la medalla».
Durante esos mismas días, su padre Hermenegildo había ingresado en la cárcel de Nembra por ser «muy rezador» y adorador nocturno. Sufrió torturas a palos en el recinto de la iglesia, hasta que, por influencia de un primo suyo de Moreda, le soltaron por ocho días; tiempo que aprovechó para largarse a zona nacional, León, con varios compañeros de fatigas. Cuando se liberó Asturias pudo besar al nuevo hijo que vino al mundo y cuando se liberó Barcelona se enteró de que su hija Otilia había entrado triunfalmente en el cielo con la palma del martirio.
Hoy, Roma, después de 71 años, la beatifica junto con 497 mártires de nuestra cruzada. Y el monolito que se levantó en su memoria en el lugar del martirio y que conocí, supongo que habrá desaparecido por los que quieren borrar la historia para escribirla a su manera.
Noticia extraída de: http://www.generalísimofranco.com