Crónica de la plaza de Oriente.
19/11/2006.
La Plaza de Oriente un año más,
era el segundo punto de reunión en las celebraciones propias del 20-N. Si el día
anterior, en el Valle de los Caídos, había
triunfado el silencio y la oración; en el centro de Madrid era momento de alzar
la voz. Así lo hicieron José Luis Corral, Cantalapiedra, Miguel Menéndez Piñar,
el Presidente de la Hermandad de Excombatientes y el siempre reconocido mejor
orador que hay en España, Blas Piñar.
La situación de nuestra Patria
planteada sin tapujos, la denuncia de lo que se nos trata de ocultar y
enmascarar, la inmigración, el aborto, el divorcio, la religión, los
nacionalismos independentistas, la negociación con ETA, la justicia, la
libertad, la memoria histórica… Una denuncia del Gobierno que padecemos.
El análisis claro y profundo del
modo en que ataca el enemigo de España, mellando y anulando los tres pilares de
todo individuo: su memoria, su inteligencia y su voluntad. Acusaciones claras
hacia los partidos políticos y responsabilidades reclamadas a autoridades del
Estado. Y un examen de conciencia en el que el silencio, la falta de voluntad,
la comodidad, el conformismo eran nuestra parte de culpa.
Sin embargo, no quedó todo en
una denuncia pesimista del devenir de España. Por el contrario, en la plaza de
Oriente, frente a un número reducido de auténticos españoles se lanzó un
mensaje claro. Una invitación a hacer un himno único y unificador, a crear una
fuerza a partir de nuestras fuerzas, a empuñar la espada y la cruz, a no
permitir que el enemigo ataque nuestra voluntad hasta el punto de lograr en
nosotros la pasividad. Blas Piñar consiguió así que los asistentes se unieran
en una sola voz, en un único grito, en una palabra que habrá de ser el
comienzo de nuestro himno. Entonces la Plaza de Oriente oyó el nombre de la
Patria, cuando a la voz de Blas Piñar, se unieron los asistentes repitiendo
varias veces “España, España, España, España…”. Las banderas marcaban
el ritmo, agitadas al viento.
El acto concluyó con el Himno
Nacional, el Cara al sol y el Oriamendi, uniendo
de nuevo las voces y demostrando así que aún a pesar del número de
asistentes, la autenticidad de su amor a Dios y Patria les hacía multiplicarse,
les daba fuerzas y les unía en la voluntad de luchar por España, manteniendo
siempre vivo el legado del Caudillo.
Noticia extraída de: http://www.generalisimofranco.com