Por don Fernando
Vizcaíno Casas.
En testimonio personal al
autor de este libro, el escritor gallego Luis Moure Mariño ha afirmado que, a lo largo
del período franquista, la cultura gallega se desenvolvió con ABSOLUTA
LIBERTAD, aunque ahora una ridícula, huera y pedante minoría quiera
decir lo contrario.
Basta repasar el catálogo de la editorial
Galaxia para comprobarlo y el catálogo de libros ISBN, publicado por
el INLE, en su edición de 1979. Además de la ya citada, otras varias
editoriales (Xistral, Do Castro, Castrelos, etc.) publicaron de continuo
obras en lengua vernácula. El libro de versos más divulgado de Celso
Emilio Ferreiro (Longa noite da pedra) apareció durante el
franquismo.
Alvaro Cunqueiro (As crónicas do
sochantre, Escola do manciñeiros), Filgueira Valverde, Blanco Amor (La esmorga), Neira
Vilas, Otero Pedrayo, no cesaron de producir (y publicar) artículos, ensayos y
libros en lengua gallega. La obra de Alfonso Rodríguez Castelao sufrió
restricciones, en cuanto tenía de separatista; pero parte de su
producción pudo también leerse. Por supuesto, el citado Moure Mariño
(son sus propias palabras) se hartó de publicar artículos
periodísticos y libros en gallego: como, por ejemplo, Sempre
matinando.
Desarrolló una importante labor en pro de
la cultura vernácula el Seminario de Estudios Gallegos Padre
Sarmiento. A las tradicionales masas corales, ya existentes, se unieron
otras nuevas, como la de Monforte de Lemos, independientemente de la
difusión del folklore gallego que llevó a cabo (como en toda España)
la Sección Femenina, en sus Coros y Danzas. Se fundó el Ballet de
Rey de Viana, hoy consagrado internacionalmente. Y, en definitiva,
todas las manifestaciones culturales autóctonas mantuvieron un
desarrollo normal y sin restricciones.
En resumen
En los meses inmediatos a la terminación de la guerra civil,
el Estado franquista reprimió duramente las manifestaciones de las
culturas regionales, especialmente en Cataluña y el País Vasco. En
1941 se inicia una política de tolerancia, que desde 1945 es cada vez
mayor. A partir de los 50, cesan muchas limitaciones. En la década de
los 60 y hasta el final del régimen, se normaliza la situación e
incluso se fomentan las tradiciones, el folklore y las lenguas
regionales: recuérdese su reconocimiento escolar en la Ley de Educación,
del ministro Villar Palasí. Con el condicionamiento, ya único, de no
deriva," su exaltación hacia los separatismos.
En este
sentido, los famosos sucesos de mayo de 1960, en el Palau de la Música de
Barcelona, fueron consecuencia de una total falta de tacto de la
autoridad, frente a un evidente desafío del grupo catalanista (y
separatista) encabezado por el presidente de la Generalitat,
Jordi Pujol.