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El
cine español, en cambio, carecía de
importancia antes de la guerra civil. Durante el período mudo, sólo
una película (La aldea maldita, de Florián Rey) alcanzó categoría
internacional. En los años treinta surgió una industria ciertamente
esperanzadora (Cifesa, Filmófono, Ufilms,
Procines), pero dedicada mayormente a la manufacturación de
películas de mero consumo. El mejor título de este período (La
traviesa molinera) fue dirigido por un francés, Abbadie d'Arrast.
Florián Rey y Benito Perojo no pasaron de niveles simplemente
decorosos en sus mejores películas (Nobleza baturra, La verbena de
la Paloma) y Luis Buñuel, quizá desencantado porque la censura de la
Segunda República (no es error) prohibió su magnífico mediometraje
Las Hurdes-Tierra sin pan, estaba dedicado a la producción comercial
más vulgar, hasta el punto de pedirá otros que firmasen sus filmes.
(Así, en ¡Centinela, alerta!, La hija de Juan Simón, Don Quintín el
amargao)
Sintió el Nuevo Estado (como por entonces se denominaba al régimen
de Franco) una inmediata preocupación por la industria
cinematográfica, cuya incidencia política y social era (ya lo es
menos) especialmente importante. Por eso, desde 1940, se dedicó a
estimularla, mediante distintos sistemas proteccionistas, no siempre
afortunados. Lo curioso fue que jamás contó el franquismo con un
cine oficial, corno ocurría en Alemania, en Italia y en la URSS.
Ni
siquiera con un cine político: bien lo denunció
Juan Antonio Bardem en su
Manifiesto de las I Conversaciones Cinematográficas de Salamanca
(1955): «el cine español -escribió- es políticamente ineficaz». Lo
cual se comprueba fácilmente, repasando los títulos producidos en
España desde 1939 hasta 1975. Ahora, en cambio, sí que se realiza un
cine que, en numerosos casos, resulta rabiosamente político. y
partidista, claro está. ¿Habrá que decir de qué signo? Piénsese en
títulos corno éstos: Operación Ogro, El proceso de Burgos, Companys,
Comando Txikia, Caudillo, Camada negra, Miedo a salir de noche,
Siete días de enero, etc.)
Pero entre películas de baja calidad o fatuas superproducciones
históricas, unos cuantos directores acreditaron pronto su valía:
- Rafael Gil,
- José Luis
Sáenz de Heredia,
- Antonio
Román, |
- Antonio
del Amo,
- José A.
Nieves Conde,
- Arturo
Ruiz Castillo. |
Consiguiendo títulos más que estimables, cuya calidad sigue vigente.
Se creó en 1949 el Instituto de Investigaciones y Experiencias
Cinematográficas, del que surgieron dos nombres básicos para la
historia del cine español:
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- Luis García
Berlanga |
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- Juan Antonio
Bardem |
Convertida más tarde en Escuela Oficial de Cinematografía, impulsada
por José María García Escudero en su época de director general de
Cinematografía (1962), dirigida por Sáenz de Heredia y después por
Fernández Cuenca, lanzaría a la actividad profesional a un grupo de
jóvenes (entonces) realizadores, que abrirían brecha en los mercados
extranjeros y obtendrían importantes premios internacionales:
- Carlos
Saura,
- Manuel
Summers,
- José L.
Borau,
- Miguel
Picazo,
- Basilio
Martín Patino,
- Javier
Aguirre, |
- Víctor
Erice,
- Mario Camús,
- Francisco
Regueiro,
- Antonio
Eceiza,
- Julio
Diamante.
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De
esta misma época (aunque de distinta procedencia) son también:
- Jaime
Camino,
- Jorge
Grau,
- José María
Forn,
- Pedro
Portabella,
- Vicente
Aranda,
- Pedro
Balañá, |
- Alfonso
Ungría,
- Eloy de la
Iglesia,
- Angelino Fons,
- Narciso
Ibáñez Serrador,
- Gonzalo
Suárez,
- Jaime de
Armiñán. |
En
una generación intermedia -la de los años 50- deben ser citados
(entre otros directores):
- José M.
Forqué,
- Rovira
Beleta,
- Fernando
Fernán Gómez,
- Antonio
Isasi,
- Julio
Coll,
- Marco
Ferreri (aunque italiano,
hecho en España), |
- César
Fernández Ardavín,
- Julio
Salvador,
- José A. de
la Loma,
- Luis
Lucia,
- Vicente
Escrivá...
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