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 La Cultura narrativa

Desde luego, la cultura española anduvo en los primeros años de la posguerra ferozmente encorsetada y sólo mediando los sesenta consiguió libertades de expresión que jamás debieron haberse limitado. Podrá decirse por ello que, en otro clima más propicio, se hubiera desarrollado aún mejor. Lo cual, obviamente, supone un juicio sin refutación posible, pero también sin prueba; una ucronía. La realidad es que, si se quiere, a pesar del régimen, la actividad cultural española alcanzó cotas muy destacadas e incluso, en algunos géneros, brillantísimas.

 Por ejemplo: en la narrativa. Podemos ya hablar de una generación novelística, la de los cuarenta, quizá la más importante de toda nuestra historia literaria. Ya es curioso que surgiera, precisamente, en los años de mayor represión, de menores libertades. Sin embargo;

Camilo José Cela -1942- (La familia de Pascual Duarte), que confirma su éxito inicial con sus siguientes títulos: Pabellón de reposo, Nuevas andanzas y desventuras del Lazarillo de Tormes, Viaje a La Alcarria. 

Carmen Laforet,( primer premio Nadal) con el sensacional aldabonazo de Nada (1944).

Ignacio Agustí, el maestro Azorín ha dicho de él,  «Por fin tenemos un novelista.» y es que el espléndido escritor catalán ha publicado Mariona Rebull y El viudo Rius (1943, 1944).

De este mismo período son, asimismo, firmas tan eminentes y decisivas como:

José María Gironella (Un hombre, 1946),

Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada, 1948), 

Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre, 1954), 

Rafael García Serrano (La fiel Infantería, 1943), 

Elena Quiroga (Viento del Norte, 1951), 

Torcuato Luca de Tena (Edad prohibida, 1957), 

Cecilio Benítez de Castro (Se ha ocupado el kilómetro 6, 1945), 

Sebastián Juan Arbó (Sobre las piedras grises, 1948), 

Tomás Salvador (Cuerda de presos, 1953).

Todos ellos continuaron desarrollando, a lo largo del franquismo, una espléndida tarea literaria y varios han llegado a la Real Academia. Por lo que creo de justicia que se les considere (y así se hará en el futuro) integrantes de un grupo generacional de narradores auténticamente excepcional, que fue a los años 40 lo que pudo suponer para el 27 su generación poética.

Andando el tiempo, otros nombres irían incorporándose al censo de novelistas de categoría.

 - Rafael Sánchez Ferlosio, 

 - Mercedes Salisachs, 

 - Marta Portal, 

 - Fernández de la Reguera, 

 - Mercedes Fórmica, 

 - Ledesma Miranda, 

 - Fernández Santos, 

 - Dolores Medio, 

 - García Hortelano, 

 - García de Pruneda, 

 - Suárez Carreño, 

 - Emilio Romero, 

 - Mercedes Ballesteros, 

 - José A. Jiménez Arnau, 

 - Juan Marsé, 

- Gonzalo Torrente Ballester, 

 - Ángel Palomino,

 - J. M. Souviron,

 - Pombo Angulo,

 - Álvaro de Laiglesia,

 - Luis de Castresana,

 - Luis Romero,

 - Ramón Solís,

 - Luisa Forrellad,

 - A. Núñez Alonso,

 - Carmen Martín Gaite,

- José L. Sampedro,

- Alonso Zamora,

- Terenci Moix,

- García Pavón,

- Francisco Umbral,

- Pedro de Lorenzo,

- Carmen Conde,

- Manuel Barrios,

- José Luis Olaizola,

- Alfonso Grosso,

- Ángel María de Lera,

- Sánchez Silva,

- Luys Santa Marina,

- Carlos Rojas,

- Bartolomé Soler,

- Mauricio Serrahíma,

- José V. Foix,

- Fernando Díaz-Plaja,

- Juan Benet,

- Luis Martín-Santos,

- Ana María Matute,

- Fernando Quiñones,

- José Ag. de Goytisolo,

- Carlos, Barral,

- José L. Martín Abril,

- Leopoldo Azancot...

Sin duda, omito otros nombres, también dignos de ser recordados; discúlpeseme, por la extensión de una lista llena de calidades y méritos contrastados.

He citado (vuelvo a decir que sólo parcialmente) novelistas surgidos después de la guerra civil, en pleno franquismo. Pero no se olvide que otras ilustres plumas, algunas ya veteranas en la gloria literaria, seguían escribiendo entonces en España:

 - Pío Baroja,

 - Concha Espina,

 - Ramón Pérez de Ayala,

 - Azorín,

 - Wenceslao Fernández Flórez,

 - Julio Camba,

 - Ramón Gómez de la Serna 

   (pese a su alejamiento físico),

 - Juan A. Zunzunegui,

 - Ramón de Garciasol,

 - Agustín de Foxá,

 - Manuel Halcón,

 - Sainz de Robles,

 - Tomás Borrás,

 - Giménez Caballero,

 - Rafael Sánchez-Mazas,

 - César González Ruano,

 - Miguel Pérez Ferrero,

 - José Pla,

 - Emilio Carrere,

 - Julio Caro Baroja,

 - José M. Salaverría,

 - Mourlane Michelena.

¿Que faltaban otros nombres, no menos ilustres, desterrados forzosa o voluntariamente en su exilio político? Evidente. Pero ello no permite despreciar ni siquiera minimizar la impresionante nómina de escritores de novela que (parcialmente) acabo de recoger. Todos los cuales crecían y daban ubérrimos frutos de su inteligencia en el supuesto páramo.

Hecho tan irrebatible ya está siendo reconocido incluso por escritores enfrentados de forma total con el franquismo. En una conferencia pronunciada en el Club DM, de Palma de Mallorca, en 1980, Leopoldo Azancot dijo (según versión publicada en el diario Última Hora): «El período franquista no supuso un especial empobrecimiento de la novela española, sino que, al contrario., permitió que se creasen las bases de una nueva novela. Los años 40 estuvieron dominados en la novela por la figura de Cela.» Figura, por cierto, que Azancot considera totalmente negativa. Allá él.


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