Recordando a Franco.

 

Los antifranquistas no pueden vivir sin Franco.


Por Eduardo Palomar Baró, 20/11/2008.  


Los ataques a Franco y a su Régimen se van incrementando en los últimos tiempos de una forma reiterativa y obsesiva, llegando a altísimas cotas con el peor gobierno que ha sufrido España (dixit Stanley Payne) del sonriente y talentoso Rodríguez Zapatero, que está secuestrado políticamente por el tripartito catalanista-independentista-comunista, que son los que realmente desgobiernan lo que hasta el momento aún es España.

Ante el 33 aniversario del fallecimiento del inolvidable Generalísimo Francisco Franco, como si se tratase de alguna “misteriosa” consigna o confabulación generalizada por los pseudohistoriadores -la mayoría socialistas de la Gran Bretaña, izquierdosos de Irlanda.- y el resto compuesto por individuos de ese llamado ‘país’, y que son los hijos y nietos de los perdedores en la guerra civil, y que ante tamaña paliza, aún están rezumando bilis, revanchismo, rencor y odio, a través de los medios de comunicación del Sistema liberal, independiente y democrático, tanto escritos como audiovisuales.

Con estas enfermizas actuaciones, dan la razón al gran escritor, periodista Ángel Palomino (fallecido el 21/II/2004), que en la primera página de su libro Caudillo, y tras dedicarlo “a mis amigos escritores antifranquistas”, escribía lo siguiente:

«Desesperadamente, los antifranquistas nos muestran a diario su nostalgia y su miseria; sin Franco no pueden vivir. Franco, desde la historia y desde que Dios amanece, nos recuerda lo que hizo de España. Los antifranquistas se ponen como atacados de los nervios, porque les recuerda que los malos de la película son ellos, compañeros de viaje, tontos útiles o pesebreros de un antifranquismo que se paga bien. Lo pagan señores que se malborraron de Franco y todo les parece poco para lavar su imagen. Y encima se les han caído las estatuas de Lenin sin darles tiempo a tirarlas ni una mala piedra mientras gastaban sus energías en inventar a un dictador en casa. Esa sensación diaria de ridículo, no les deja vivir sin Franco. Son incapaces de enfrentarse con el decepcionante presente sin nombrar a Franco. Repiten una y otra vez su gorigori: “El franquismo fue sepultado en Cuelgamuros. Franco está muerto”.

Este libro es pura vitamina para mis queridos colegas los escritores que aún no han aprendido a vivir sin Franco. Que lo lean porque en él hablo de sus temas predilectos; que lo lean con toda la mala intención posible; que lo lean como yo he leído sus libros, aunque les irrite tanto como una manifestación en la plaza de Oriente. Que lo lean, se desintoxiquen y empiecen a vivir de otras cosas, de otros recuerdos, de su infancia feliz, de su juventud feliz que desembocó en esta madurez obsesiva y tonta. Que cuenten sus dramas de película a nuestros contemporáneos checos, rusos, húngaros, croatas y rumanos, verán qué risa. Pero a los españoles no: los españoles siempre estuvimos de este lado del muro de Berlín».

Entre la copiosa lista de personajillos que no pueden vivir sin Franco, cabe destacar a una pléyade de rojos, tales como el recientemente fallecido, Javier Tusell; Paul Preston y su compañera Gabrielle Ashford; Suso de Toro; Carlos Blanco Escolá; Juan Pablo Fusi; Enrique Moradiellos; Gabriel Cardona; Ian Gibson; Hugh Thomas; Luis María Anson; José Luis de Vilallonga (fallecido), Andrés Trapiello; Diego Carcedo; Daniel Sueiro; Julio Busquets; Luis Otero; García de Cortázar; Josep Fontana; el monje Hilari Raguer; Gabriel Jackson; Emilio Silva y Santiago Macías (fundadores de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y autores de un libro panfletario); el conocido como Paco Umbral, cuyo verdadero nombre era el de Francisco Pérez Martínez (e.p.d.); Santos Juliá; Francisco Espinosa; Alberto Reig Tapia; Eduardo Pons Prades (fallecido), a casi todos los colaboradores de ‘La Vanguardia’ (antes Española y propiedad del franquista Carlos Godó Valls, Conde de Godó (1899-1987), encabezados por su director José Antich, el adjunto Alfredo Abián; Baltasar Porcel; un tal Josep Maria Sòria; Gregorio Morán; Màrius Carol; Eulalia Solé, etc. etc., que se dedican, aún después de 33 años del fallecimiento del Caudillo, a denostarle y zaherirle, en una demostración de su enorme valentía y arrojo, ante una persona que ya no se puede defender. Seguro que todas esas ‘celebridades’ no se acuerdan tanto de sus difuntos progenitores... ¡Y es, que sin Franco, no pueden vivir!

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com