FRANCO, ESE HOMBRE.

 

Biografía tomada del periódico «Libertad» Diario Nacional - Sindicalista. Fundado por Onésimo Redondo en 1931 - Valladolid, Jueves, 20 de Noviembre de 1975

 

A comienzos del siglo XIX., El Ferrol era ya una ciudad de trazado reticular. Seis largas calles y dos plazas, simétricamente situadas, canalizaban el devenir del pueblo. La Iglesia de San Francisco tiene una fachada fría, neoclásica, sobria. En ellas bautizaron a Francisco Franco. Fue el 17 de diciembre de 1892. Una placa conmemora aquella jornada.

Al neófito se le impusieron los nombres de Francisco, Paulino, Hermenegildo, Teódulo ... Sus padrinos fueron don Paulino y doña Hermenegilda, tíos suyos. A Franco le bautizaron, concretamente, trece días después de su nacimiento. Era lo tradicional en aquellas fechas. Su partida de nacimiento data del día 7 del mismo mes.

Realmente han sido muy pocas las figuras universales contemporáneas que han suscitado el interés, el apasionamiento y la curiosidad que Francisco Franco Bahamonde.  En torno a su figura se han centrado los objetivos de muchos biógrafos, ensayistas, novelistas y autores en general. Hay que repetir, por enésima vez, que el Jefe del Estado español ha sido, es, uno de los personajes más tratados de la vida mundial en muchos lustros. Como anécdota, baste recordar que durante los tres últimos años, sólo en un país -Gran Bretaña- se han escrito cinco biografías suyas.

Ascendientes

Se ha hablado, se ha escrito y se ha inventado mucho en torno a la ascendencia de la familia Franco. Lo que sí parece demostrado es que el origen mediato de la familia es andaluz, concretamente gaditano, de Puerto Real y Puerto de Santa María. Don Juan Franco, primero de la familia de quien se poseen documentos exactos, nació en la primera de las localidades citadas y después, acompañado por su mujer e hijos, se trasladó e instaló en Galicia. Murió en La Graña (La Coruña) en 1738-.

Don Nicolás Franco Salgado-Araujo y doña Pilar Bahamonde Pardo de Andrade tuvieron cinco hijos: Nicolás, Paz, Pilar, Francisco y Ramón, don Nicolás Franco Salgado-Araujo era contador de navío y contrajo matrimonio con doña Pilar -diez años más joven que él- en la Iglesia de San Francisco, en El Ferrol, el 24 de mayo de 1820. Ella era hija de un intendente general de la Armada, don Ladislao Bahamonde Ortega de Castro-Montenegro y Medina.

La infancia

El segundo hijo del matrimonio Franco Bahamonde, Francisco, pasa sus primeros catorce años en su Ferrol natal. Ingresa en el Colegio del Sagrado Corazón y poco después, una vez concluida la educación primaria, en el Colegio de la Marina. Tenía doce años Francisco Franco inició su preparación profesional. El aliento familiar, los aires de su tierra y la vocación infantil, le orientaron hacia la Marina. A este respecto, el general Millán Astray, que le trató como jefe, compañero y subordinado en el transcurso de los tiempos, escribió "Franco, por el lugar en que nació, por la sangre que corre en sus venas y por su íntima vocación, es marino."

En 1928, el Barón de Mora, en una entrevista para "Estampa", preguntó al ya joven General: "Si no hubiera seguido la profesión militar, ¿cuál hubiera preferido?" Franco contestó: "Arquitecto o marino. Sin embargo, a los catorce años ingresé en Toledo en la Academia de Infantería."

Don Nicolás, poco después del ingreso de su hijo en la Academia, se instalo definitivamente en Madrid.

Un cadete de catorce años

«Franquito, has aprobado». La noticia le llegó al joven aspirante en un café de la Plaza de Zocodover. Estaban concluyendo las obras en el Alcázar cuando una mañana medio millar de muchachos esperaban los resultados de los exámenes. Era el mes de junio.. Los nombres de los admitidos aparecieron en una Real Orden de 9 de julio. El 13 de octubre, jura de bandera: «¿Juráis a Dios y prometéis al Rey seguir constantemente sus banderas, defenderlas hasta verter la última gota de vuestra sangre y no abandonar al que os estuviere mandando en función de guerra o preparación para ella?» «Sí, juramos». Era la XIV promoción del Arma de Infantería.

En el desfile que cerraba el acto, todos los cadetes marcharon con su fusil al hombro, incluso aquellos que, al principio, sólo pudieron disponer de un pequeño mosquetón. Entre estos últimos se encontraba Franco.

La vida de Francisco en Toledo se asemejaba a la de los demás cadetes. La primera novatada de sus compañeros fue la de esconderle los libros. Por aquel entones Franco estaba convencido ya que este tipo de bromas constituía una verdadera estupidez. Así que el jovencito gallego reaccionó al llegar al dormitorio, lanzando una palmatoria sobre el grupo de bromistas, que se escondían. Se desencadenó la "luchas" y todo acabó en un parte contra Franco: tuyo que presentarse ante el Director. Pronto se supo que la falta de sanciones a sus compañeros se debía a que el gallego se había hecho responsable de los incidentes ...

El 30 de diciembre de 1908 Franco recibe su primera condecoración. Se trataba de una distinción colectiva y casi simbólica. Al cumplirse el primer centenario de los sitios de Zaragoza, se concede a todos los militares en activo la medalla de plata conmemorativa. Ese mismo año los monarcas de España y Portugal visitan el Alcázar. El 13 de julio de 1910 es una fecha importante en la vida de Franco: se le concede el grado de teniente de Infantería. La promoción entera había pedido marchar a Melilla. Franco tuvo que conformarse con regresar a El Ferrol, al cuartel de Los Dolores. Sin embargo, un día, Franco y el Alcázar volverían a encontrarse.

En Galicia, Franco comienza a recibir cartas. Hablan de las hazañas de sus compañeros de promoción en África. Durante 1911 cayeron cinco tenientes de esa promoción. Al crearse el Cuerpo de Regulares, Franco sabe del nombramiento de su antiguo director, Villalba, para la jefatura del Regimiento-Modelo número 68. El y sus amigos más próximos de la Academia, Camilo Alonso-Vega y Francisco Franco Salgado-Araujo, mueven todas las influencias posibles en Madrid; quieren ir a África. El 6 de febrero se firma la orden por la que los tres jóvenes militares son destinados a Melilla, en situación de excedentes, es decir a disposición del alto mando militar. El 12 de marzo de 1912, los tres segundos tenientes de Galicia desembarcan en el muelle exterior de Melilla y se dirigen a la comandancia. Tres meses antes, Franco había cumplido diecinueve años.

La espera

Durante una semana, Franco esperó la llamada para incorporarse al frente. Una semana de acercamiento a Melilla, misterio, tradición, encrucijada y beso de civilizaciones. Franco está ya en esa "guerra de África" de la que tanto se ha hablado y escrito, y que de forma intermitente gravitaba sobre la tranquilidad española desde los años cincuenta del siglo XIX. Franco está ante su director, ante el coronel Villalba. Es un héroe vivo quien le manda. El día 24 recibe la primer orden de marcha. Franco comienza a tomar lecciones prácticas. El contacto de la realidad africana le enseña algo irrefutable y primordial: «Todas las normas teóricas no sirven prácticamente para nada ante un enemigo dispuesto a no cumplir, por su parte, reglamente alguno». El día de San José toma el mando de una sección, dentro de una pequeña columna, para efectuar un reconocimiento hacia el frente. La columna ha de sostener un combate contra partidas de difícil localización. Cuando vuelven a la base, el joven Francisco Franco atesora ya en su ánimo un recuerdo imborrable en cualquier militar: su primer mando en acción de guerra.

El día 1 de febrero de 1914 se libra el combate de Beni Salem. Oficiales, jefes y soldados prueban su valor. Entre ellos Franco. Un año después, recibe su ascenso a capitán, precisamente con antigüedad de 1 de febrero de 1914, por méritos de guerra. Es el más joven de todos los capitanes del ejército español.

La guerra se recrudece. Los combates son aterradores. El país vive en el descontento: casi un tercio del presupuesto se destina a África. Veintinueve de junio. Combate de el Biutz. Recuerdo imborrable: Franco cae herido, gravísimamente, en el vientre. Nadie era optimista, ni él mismo. Hace llamar al capellán castrense para que le preste los auxilios espirituales. Sin embargo, tanto en el parte oficial de la operación a que se le sometió, como en el expediente seguido para recompensar su acción con la Cruz de San Fernando, consta que el capitán Franco fue herido "en el pecho". Una curiosa confusión.

El 29 de mayo de 1928, "La Estampa" publica las siguientes palabras de Franco, contestando a una pregunta del barón de Mora: "¿Ni entonces, ni después, en la Legión, fue usted herido?":

- «En la Legión, no; pero sí en Regulares. Fue en el combate de Boutz, siendo capitán. Por cierto que el famoso moro El Ducali me recogió en sus brazos, mientras mis soldados moros se lanzaban, unos a la bayoneta contra el enemigo y otros me rodeaban para evitar que fuese nuevamente herido por el nutridísimo fuego. De aquel día conservo esta escara, perteneciente al caid rebelde, un moro corpulento, vestido con una magnífica chilaba blanca y azul, que al ser muerto por mis Regulares, se la arrancaron». En febrero del 17, también por méritos de guerra, Franco asciende a comandante.

El comandante Franco, con la llegada del verano, acepta acudir a una romería en Asturias. En ella conoce a una jovencita de diecisiete años, que aún no ha abandonado el colegio. Se llama Carmen Polo y Martínez Valdés. En octubre de 1923 contraen matrimonio. Y una anécdota más: Carmen Polo es una de las pocas mujeres cuya edad se conoce con exactitud a través de sus propias declaraciones.

El joven comandante conocería también, por aquellas fechas, al primer movimiento auténticamente revolucionario de la España contemporánea: la revolución de agosto. Después, Franco volvería la mirada hacia África. Durante esos doce años, apenas nada: sólo un nombramiento burocrático. Jornadas de nada, vísperas de mucho. El 6 de junio asiste en Madrid, en representación de las guarniciones asturianas, a la Jura de Bandera del príncipe de Asturias, don Alfonso. Durante dos semanas, Franco se entrevista con Millán Astray y se compromete con él ante el futuro de la Legión, si es que el proyecto obtiene el beneplácito ministerial. La fecha fundacional es la del 4 de septiembre. Franco recibe, simultáneamente, dos noticias trascendentales en su vida: el padre de su novia consiente, para que contraigan matrimonio, y, por orden de 27 de septiembre, se le destina al Tercio de Extranjeros, con base inicial en Ceuta. Poco después, Franco realizaría, como jefe, su gran labor legionaria. En 1924, el nombre del ya teniente coronel ocupa el primer plano de la actualidad nacional con su decisiva acción en "el año de Xauen".

Cuando Primo de Rivera viaja a África, reclama la presencia continua del teniente coronel Franco en su séquito. Después, los acontecimientos desembocarían en el accidentado almuerzo de Ben  Tieb. Primo de Rivera concluyó sus palabras diciendo: «A pesar de todo, he de considerar que es una oficialidad mala...» Franco replicó: «Mi general, yo la he recibido buena. Si la oficialidad es mala, la he hecho mala yo». Muchos escritores y periodistas especularon con si el dictador había quedado resentido con Franco. El Jefe del Estado, cincuenta años después, dio la respuesta: «No, era un caballero».

«El principio del fin»

En 1925, Millán Astray veía satisfecho parcialmente su sueño terminológico, al acortarse el "Tercio de Extranjeros", simplemente a Tercio. El desembarco de Alhucemas puede interpretarse, en muchos sentidos, como el "principio del fin", en muchos aspectos de la vida española, entre los que, naturalmente, hay que incluir la guerra de Marruecos. Franco había cubierto una etapa decisiva en su vida contribuyendo fundamentalmente al logro de muchas metas propuestas. Y de África a Madrid. Dos años en la capital , de 1926 a 1928. Pero el militar se aburre en un destino que le convertía, según su primo Franco Salgado, en "figura de despacho". Después marcha a Zaragoza. Le espera la Academia Militar.

La época en que el General Franco es director de la Academia General de Zaragoza concluye el 30 de junio de 1931, cuando pocos meses después de proclamada la II República, el Gobierno publica un decreto disolviendo el citado centro.

En 1933, Franco es nombrado comandante militar de Baleares, y un año después se ve ascendido a general de División. Luego han de pasar los penosos meses en que la España republicana sufre los avatares bajo la ley de los partidos políticos, y el desenlace, la única salida posible, está en el levantamiento que se prepara y ha de estallar en julio de 1936. Para entonces, Franco y Mola ya están comprometidos en la tarea; se trata de salvar a la Patria, Franco, que en febrero de 1935 ha sido nombrado jefe de las fuerzas militares de África, es ahora comandante militar en las Islas Canarias, y a las dos de la tarde del 18 de julio de 1936 emprende vuelo de Las Palmas a Tetuán. El Movimiento ha comenzado.

Tres años han de pasar antes del parte final: "La guerra ha terminado". Tres años cargados de ilusión, de sacrificios, de fe en la victoria. No es este lugar para desmenuzar una labor bélica tan extensa en actos de servicio como gloriosa en pro de España. Pasemos, pues, a esa segunda etapa del Jefe del Estado, antes de ese 1 de abril de 1939, en que la guerra, efectivamente, ha terminado.

La guerra

La guerra -al igual que posteriormente la paz- tiene un nombre clave: Franco.

Todos los españoles que deseaban que cambiase la situación caótica del país, estaban sensibilizados con la necesidad de una acción; sin embargo necesitaban a alguien con clara visión y decidida determinación que aglutinase y dirigiese esos deseos. Este hombre fue Francisco Franco, que desde el primer momento se constituyó en la pieza clave del alzamiento.

En aquellos primeros días de julio, Franco recibe informes de la marcha de la conspiración y la noticia de que, como general más autorizado, ha sido elegido para que se ponga al frente del Ejército de África. Aparentemente, fue en estos momentos cuando Mola recibió, por fin, el compromiso categórico de Franco para intervenir en la rebelión.

Franco comunica su decisión a los conspiradores mediante tres cartas en clave. Más que comunicar esa decisión, la concreta y desciende a consejos que toman ya el aire de órdenes de operaciones.

Franco, al margen de lo que pudieran pensar otros, pronosticaba que una confrontación súbita entre los españoles no sería simple pronunciamiento, sino cruenta y desmesurada guerra civil. Esta idea, recordada aún hoy por diversos testigos presenciales, constituía en aquellas semanas una verdadera obsesión para el Comandante General de Canarias, que seguía esperando la respuesta al encubierto ultimátum dirigido tres semanas antes ante su paisano el jefe del Gobierno.

Desde estos momentos de comunicación en clave y conversaciones telefónicas, que para cualquier persona ajena a los términos empleados constituían un verdadero diálogo de sordos, Franco organiza toda la acción militar, y aun cuando, con previsión de futuro, prepara el alzamiento en África, procura por todos los medios agotar las hipotéticas posibilidades de una solución menos cruenta.

Los días 18 y 19 de julio son los más largos de la historia de España; una tremenda tensión política llena, sin excepción cada minuto de las veinticuatro horas.

La Guerra Civil Española, en sus primeras horas, es, ante todo, una guerra de informaciones y comunicaciones. Según los indicios más fidedignos, apenas habían sonado las doce -hora cero del 18 de julio-, el subsecretario de Comunicaciones informa telefónicamente al gobernador de Las Palmas sobre el "movimiento monárquico" que acaba de estallar en África.

Poco después, el coronel González Peral se pone en comunicación desde Tenerife con la Comandancia de Las Palmas, con el comandante García González. Este avisa a Franco, y media hora más tarde, antes de las tres de la madrugada, el General Franco, con su familia y compañeros, además de Orgaz, que residía también en el Hotel Madrid, sale de éste para trasladarse a la Comandancia. Con la precipitación no le queda tiempo para pagar la factura, que los propietarios del establecimiento conservan orgullosamente hasta hoy.

De esta forma se frustra un intento de secuestra a Franco por parte del Frente Popular. Aún vive un miembro del grupo que intentaba neutralizar a Franco aquella noche y recuerda vívidamente los hechos, tras permanecer más de treinta años escondido, después de aquella noche.

Este intento de neutralizar a Franco demuestra cómo también los del bando contrario intuyeron la trascendencia de la actuación del Generalísimo para el feliz desenlace de la contienda.

Pero este intento frustrado no acabó aquí. Franco, por orden del Gobierno republicano, es "buscado vivo o muerto".

El comienzo oficial de la guerra española parece ser a las tres y cuarto de la madrugada del 18 de julio, dato que figura al pie del «manifiesto de Las Palmas» y que responde al instante en que Franco comunica por todos los medios a su alcance la orden de sublevarse a las guarniciones de las islas, a las comandancias africanas, a las divisiones orgánicas y a todos los buques de la flota. Esta orden es históricamente capital, porque, por su alcance, Franco actúa virtualmente como Jefe Supremo del Alzamiento en toda España.

Mientras tanto, "Mundo Obrero", órgano central del partido comunista español, comenta: "Se ha frustrado un nuevo intento criminal contra la República" y pide un escarmiento ejemplar contra Franco y Gil Robles, a quienes acusa de responsables.

Se trataba de un intento de ocultar y desvirtuar la realidad de los hechos. Nuevamente se reconocía la importancia de Franco en el desarrollo de los acontecimientos futuros. Convenía dar a entender que no existía una cabeza rectora. Franco era temido porque se reconocía su valor de estratega y militar.

Una vez organizadas las fuerzas en África, y antes de cruzar el Estrecho, hay algunos informes que reflejan cómo el hombre y el militar llegan a formar una sola persona en Franco. La gravedad del momento y la responsabilidad histórica que sobre él se cierne no le impide actuar con una clara visión de que está mandando hombres y que debe tratarlos como tales y animarlos con los estímulos precisos.

En Ceuta arenga a los legionarios, y además de los motivos patrióticos que los  que intenta y consigue arrastrarlos tras la causa nacional, aumenta en una peseta la soldada reglamentaria de los mismos, que aun así no llegaba a cuatro pesetas, lo cual suponía menos de la mitad de lo que cobraron  luego los milicianos.

Algunos comentaristas políticos consideraban que éste fue el primer decreto de Franco.

El segundo se dicta una hora más tarde y reviste la mayor importancia porque se trata de un decreto-ley, acto típico y consciente de Jefe del Estado.

Concede, mediante este decreto, la primera Laureada de guerra, y se la concede precisamente a un moro: al gran visir Sidi Ahmed Ben el Hach Abd ol Krim el Gamnia, por su heroica contención del pueblo musulmán, desmandado el día anterior tras el ataque aéreo de Madrid.

Franco y la Prensa

Otro aspecto que conviene resaltar es precisamente el de las relaciones de Franco con la Prensa durante la contienda civil. Franco, consciente de la importancia de los medios de comunicación social y de la trascendencia de los mismos en el desarrollo de la propaganda durante la guerra, hizo un inteligente uso de los mismos. Unos, a favor de la postura de derechas, informaban de los aciertos del Ejército "revolucionario"; otros -partidarios de la República- no podían evitar, de una forma u otra, el reflejo de las actividades de las derechas.

El día de Santiago, 25 de julio del 36, es importante en la trayectoria de Franco: el primer periódico de la España sublevada titulará: «La patriótica alocución del caudillo (con minúscula) a la radiada en esta fecha por la emisora de Tetuán». Hay en ella una nueva alusión de tipo religioso en medio de un catálogo de atrocidades enemigas: «Málaga la mártir, con sus templos quemados y sus virtuosos sacerdotes martirizados».

El día primero de agosto, "El Adelanto", de Salamanca, hace honor a su cabecera y bajo el titular "¿Dónde se encuentran las tropas de Franco?" anticipa la marcha sobre Madrid en veinticuatro horas, a la vez que comenta: "De Franco no se sabe nada, y es natural que nada se sepa por el secreto en que se deben llevar las operaciones militares".

A lo largo de toda la contienda civil, el gran estadista Francisco Franco demuestra que su visión política sabe aglutinar todos los elementos útiles para el fin que persigue.

A pesar de que a Franco toda la Prensa lo califica y define como "Jefe del Ejército del Sur", incluso la Prensa extranjera, es a él a quien se dirige para solicitarle una entrevista y recabar del general Franco su opinión sobre lo que será el nuevo Estado español.

Este dato vuelve a confirmar -a pesar de las apariencias y de los deseos de quienes no deseaban el triunfo de la España de derechas- que todos intuían y presentían la futura y ya casi presente Jefatura del Estado en Franco.

Por otro parte, la primera vez que durante la guerra se alude a Franco como "Jefe del Movimiento Nacional Español" es en Rió de Janeiro. La Cámara de Diputados brasileña rinde, puesta en pie, un homenaje a los defensores del Alcázar de Toledo y acuerda telegrafiar su adhesión al General Franco, "Jefe del Movimiento Nacional Español". Agradecido, responde el General  con un ferviente telegrama que se cierra con un "¡Viva Brasil!".

Durante las fechas siguientes, hasta el primer intento de conquistar Madrid, existen numerosos informes y anécdotas que retratan a Franco en su faceta de político y "diplomático".

Cada vez más, va siendo reconocido como jefe del alzamiento nacional, y sectores significados de diversos países se dirigen a él para manifestarle su adhesión y simpatía.

El cardenal primado de Toledo, don Isidro Gomá, remite al General Franco el donativo de treinta y dos mil libras, que fascinados por la gesta del Alcázar, le enviaban los católicos irlandeses. Por otra parte, el ya existente "eje Berlín-Roma", reconoce y apoya a Franco.

El fracaso ante la toma de Madrid, hace que Franco se interese por la opinión que la frustrada operación militar le ha merecido al frente popular, detalle que una vez más refleja el talante de un buen militar político que sabe valorar al enemigo con el que se enfrenta.

Franco, durante los discursos que tiene ocasión de pronunciar, aunque sin tiempo para demasiados matices en la redacción de los mismos, expresa ya su preocupación social por el futuro Estado español. Durante la contienda, ya piensa en el trabajo de rehacer el país que ahora sufre y se destruye.

Y tal como definiera Millán Astray a Franco durante un discurso de guerra -«arquetipo de la patria española por creyente, por soldado, por sabio, por arrojado, por bueno»-, el ya "Generalísimo de los ejércitos", demuestra su condición de creyente al ir acompañado siempre por la reliquia de la mano de Santa Teresa de Jesús, desde el día que fue recuperada en Sevilla.

Por otra parte hay detalles reveladores en una entrevista registrada en el diario del embajador italiano, Roberto Cantalupo, con Franco. En ella habla de su rival, el general Miaja, calificándole de «bravo general, valiente y español, capaz y serio como él, Franco». Elogia luego el propio Caudillo a las brigadas internacionales, "«que se baten por un ideal y saben morir». Habla de ellos como si fueran sus soldados, y añade: "«Esta es una guerra de reconquista, pero de carácter espiritual antes que militar. España no es el enemigo, es mi patria».

Cantalupo queda muy impresionado después de esta conversación con Franco, y compara su "visión firme y verídica de las cosas" y la "voluntad de no dejarse controlar ni guiar por extranjeros, incluso si son amigos y colaboradores", con la desviación, las nubes y las confusiones de Roma.

Otro dato que refleja Cantalupo es el de la simpatía de Franco por las fuerzas de Marruecos. Franco sale hacia Sevilla el 2 de abril para recibir a los peregrinos de La Meca, de feliz regreso.

"Aquella era su vida", recuerda el embajador italiano al describir las escenas de Franco entre los cuatrocientos peregrinos marroquíes, a los que se habían agregado otros seiscientos más, presididos todos por el gran visir. Franco les habla y, en medio de su ambiente africano trasplantado a Sevilla en el mes de mayor tensión política de las dos zonas de guerra, invoca el común nombre de Dios: "Dios nos permitirá vencer al enemigo rojo".

Franco, durante la guerra, perdió muchos colaboradores y amigos, colaboradores a los que consideró piezas clave no sólo durante la guerra, sino también para la futura paz, y así lo declaró con motivo de la muerte de Mola: «Una gran pérdida, pero no sólo para la guerra. Aquí podemos reemplazarle. En la paz, en cambio, temo que ello no sea posible y lo echaremos mucho de menos».

A pesar de la ayuda que Franco recabó y recibió de varias potencias extranjeras durante la contienda civil, no obstante supo mantener en todo momento su independencia.

A pesar de las presiones ejercidas por Alemania mediante su embajador en Madrid, consigue Franco que el citado embajador vuelva a Alemania como "persona non grata" y ante la decisión de Mussolini de bombardear Barcelona, presenta una muy fuerte protesta ante el Duce, "aconsejándole" que no vuelva a intervenir directamente en asuntos de guerra nacional.

Por un decreto de 3 de mayo se restablece la Compañía de Jesús en España. Agradecida respuesta de los jesuitas, la Compañía concedía de Franco los máximos honores y beneficios espirituales en la categoría de fundador -contadas veces otorgada en cuatro siglos de historia. «A la hora de su muerte -rezaba la carta del padre general, Wladimir Lodochiwski, ardiente partidario del Caudillo- los treinta mil jesuitas del mundo ofrecerán tres misas por su alma».

En vísperas marineras del Carmen, el almirante Cervera se dirige a Franco en nombre de toda la Marina para que "acepte el cargo honorífico de Almirante de la Armada". Franco acepta, pero no con carácter honorífico, sino efectivo; el inmediato Consejo de Ministros restablece la dignidad de Capitán General del Ejército y la Armada para él.

Una vez más hay que reflejar la preocupación de Franco por construir la paz durante la guerra.

El 20 de septiembre de 1938 se proclama la Ley de Enseñanza del "38", que planifica los estudios de un nuevo plan de enseñanza.

La guerra europea, que ya se preparaba, hace que los responsables de los diversos Gobiernos que participarían en ella se interesen en la posible participación de la "España de Franco". En aquellos mismos momentos, el Generalísimo ya hace patente la actitud de neutralidad que mantendría nuestro país.

Esta respuesta indigna al Duce.

El 29 de octubre, Franco viajaba hacia el frente del Ebro. Un contacto de Burgos, detuvo su coche y le entregó un telegrama. Al leerlo, le dijo a su acompañante: «No es nada que afecte a las operaciones. Se trata de mi hermano Ramón». Ramón había muerto. Aquel día Franco ocupó su puesto en el coll del Moro con la mirada serena, dando de lado a su íntimo y callado dolor.

Durante los últimos días de la contienda, a pesar de la firmeza de Franco en cuanto a términos exigidos de una rendición incondicional, se refleja continuamente la postura de actuar con justicia, ofreciendo concesiones que garanticen las libertades individuales a quienes no hayan cometido crímenes. Hay un ferviente deseo y una enorme voluntad de tranquilizar a quienes nada deben temer.

La última anécdota de Franco durante la guerra, la más importante y conocida, está fechada en Burgos, el día primero de abril del 39.

«En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales los últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.

El Generalísimo Franco».

Primero de abril

«La guerra ha terminado». Franco, tras casi tres años de actividad ininterrumpida y de tensión constante, puede ya permitirse "el lujo" de coger una gripe y pasar en cama la primera semana de abril de 1939: la primera semana de la paz El desfonde físico que la dirección de la contienda ha operado sobre la vigorosa salud del Caudillo, no le impide seguir, desde la propia cama, los numerosos problemas con que la España de aquella hora ha de enfrentarse. En medio de esos problemas es confortador para Franco el dictamen oficial y solemne de la Iglesia española, en forma de un nuevo telegrama del Cardenal Primado, monseñor Gomá, con el texto siguiente: «Dios ha hallado en V.E. digno instrumento de sus planes providenciales sobre la Patria.»Días después, Franco contestará al Cardenal: «Nuestra lucha tuvo caracteres de Cruzada».

Desde la cama, Franco firma la última orden general a sus Ejércitos: «En los momentos en que con la victoria final recogemos los frutos de tanto sacrificio -y heroísmo, mi corazón está con los combatientes de España y mi recuerdo con los Caídos para siempre en su servicio».

Los alemanes tienen prisa para que España publique la adhesión española al pacto "antikomintern" y no comprenden -dice la Wilhelmstrasse- «qué objeción pueda hacer todavía el Ministro de Asuntos Exteriores». Berlín exige la publicación «el próximo miércoles», pero Jordana sigue dando largas y, en nombre de Franco, pide a la Embajada y a Canaris «paciencia por algún tiempo». Los alemanes esperan y el 7 de abril, Viernes Santo, Franco, ya recuperado, hace pública la adhesión, meramente simbólica de España al pacto "antikomintern".

Unos días antes, Franco sí tienen tiempo, a pesar de su enfermedad, para responder a la espontánea felicitación del Papa Pío XII por la victoria. Los periódicos del día 4 de abril publican el mensaje del Caudillo: «Intensa emoción me ha producido paternal telegrama Vuestra Santidad con motivo victoria total nuestras armas, que en heroica cruzada han luchado contra enemigos de la religión cristiana». Dos semanas después, Pío XII ratifica su felicitación en un mensaje en el que «con inmenso gozo -dice el Papa- nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la católica España, para expresaros nuestra paternal congratulación por la paz y la victoria con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y vuestra caridad».

A mediados de abril, Franco inicia una serie de visitas personales a las diferentes personales a las diferentes regiones españolas y en Andalucía rinde homenaje al Ejercito del Sur. Entre las diferentes vivencias de estos días andaluces en Cádiz, en Málaga -adonde llega a bordo del "Canarias"-, en Granada, en Córdoba..., hay un momento especialmente emocionante para el Caudillo cuando, a su paso por el Santuario de la Virgen de la Cabeza, lee uno de los 115 nombres de los caídos que yacen enterrados en el cementerio de guerra. Ante lo que aquellos hombres hicieron, en su aislamiento, hasta el 1 de mayo de 1937, a Franco se le escapa esta frase: "Esto lo culmina todo."

Después de Andalucía. Valencia -la capital del bando vencido, que le recibe en olor de triunfo-, donde Franco preside el desfile del Ejército de Levante y anuncia desde la Lonja: «Yo os juro que mantendré esta unidad». Poco tiempo después  hablará con toda claridad a sus paisanos de La Coruña: «Vengo a prometeros un trabajo duro». Comienza el año número uno de la reconstrucción nacional.

Las entrevistas con Hitler y Petain

Son tiempos muy difíciles, que exigen a Franco una actividad incesante. Sin embargo, su extraordinaria sensibilidad le permite hacer compatibles las incesantes tareas del Estado con el cultivo de la cultura y de las artes. Al comienzo de 1940 el Generalísimo presencia, con su esposa, desde un palco del Teatro Calderón de Madrid, la primera representación de ópera en el Madrid de la postguerra, con la puesta en escena de "el barbero de Sevilla". El 7 de febrero Franco realiza una visita privada, también en compañía de doña Carmen, al Museo del Prado y ante el cuadro de "las Meninas" comenta, utilizando símiles de su tierra natal marinera: "Esta sala es como el norte de la brújula." Pide que se instalen asientos, para que pueda ser admirada con mayor detenimiento por los visitantes esta obra maestra de la pintura universal.

1940 es el año de las grandes entrevistas de Franco con personalidades internacionales. Si sobre la que posiblemente celebrara con Oliveira Salazar en la frontera española no hay pruebas ni documentación alguna, salvo el artículo de Henry Taylor en el "Washington Daily News" el 4 de octubre de 1968, son rigurosamente históricas las mantenidas con Pétain antes de que éste abandonara la Embajada francesa en Madrid para volver a su país, y la más trascendente con Adolfo Hitler, que tuvo lugar un Hendaya.

El propio Franco contaba al Director del diario "Arriba", el 25 de febrero de 1951 su entrevista con Pétain quien le dio la razón al Caudillo, antes de regresar para hacerse cargo de una nación derrotada. Y el Generalísimo le ofrecía un consejo: "No vaya, mariscal. Escúdese en sus muchos años; que los que perdieron la guerra la liquiden y firmen el armisticio". Gracias a Dios, estaba usted -al margen de su indudable trascendencia política para España, que logra salvar su neutralidad- del talante humano de Francisco Franco, quien logró impacientar al Führer, cuya espera en la estación de Hendaña se le hizo larga y enervante. Según ha contado muchos años después el Caudillo, Franco notó a Hitler erguido, envarado "un tanto artificialmente". Luego, en el coche-salón "Erike", Hitler intenta convencer a Franco sobre la tesis de que Inglaterra está vencida, ofreciendo al Jefe del Estado español la fruta deseada de Gibraltar a cambio de la participación española en la guerra a favor de las armas alemanas. Franco, a quien Hitler habla de Gibraltar, contesta hablando de trigo (cien mil toneladas que España necesita), amén de un imprescindible suministro masivo de armamento moderno, hasta que Adolfo Hitler se va poniendo cada vez más nervioso y observa que Franco contradice sus tesis estratégicas, sus planes bélicos.

A las nueve de la noche, Hitler le invita a cenar en su coche restaurante, y a continuación vuelve a reunirse con Franco durante dos horas (en total, la entrevista Hitler-Franco duró nueve horas), hasta que, pasada la medianoche, Hitler despide a Franco al pie de su tren, y el Caudillo de España parte sin  haber firmado nada, sin haberse comprometido a nada. Hitler esperaba contar en Franco a un "latino charlatán" y se encontró a un "gallego irreductible", que le dio "sopas con onda" en beneficio del pueblo español.

Los años de la postguerra

Dice Ricardo de la Cierva en su obra biográfica "Francisco Franco. Un siglo de España", que contra quienes pensaron que la unificación de 1937 no era más que un expediente provisional de guerra, Franco logró hacer de la F.E.T. un instrumento político que sirvió con eficacia a sus fines, sobre todo en los difíciles tiempos de la postguerra.

Y ciertamente fueron harto difíciles esos años en los que, cancelada nuestra propia guerra, hubimos, de la mano de Francisco Franco, de capear primero una contienda mundial, en la que todos trataban de implicarnos, y después un bloqueo internacional con el que casi todas las naciones de la tierra querían, o parecían querer, que España pagase por los pecados ajenos.

Son años difíciles en el terreno de la economía interior y en el de la maltrecha política exterior, pero el Generalísimo ha empeñado su palabra en la reconstrucción española y tiene tras de sí un pueblo unido que apoya su brazo fuerte y su decisión férrea.

Se apuntala el Bloque Ibérico y la gestión de Franco a favor de la paz no ceja. Su anuncio de la Ley constitutiva de las Cortes (julio de 1942) se produce cuando no hace cinco meses que su padre, don Nicolás Franco, ha muerto; pero él sigue trabajando. Llega julio de 1945 y firma el "Fuero de los Españoles": sigue poniendo, piedra a piedra, los cimientos que han de fortalecer la todavía maltrecha España.

Por eso, porque el trabajo no le deja un momento para pensar en sí mismo, cuando las Naciones Unidas recomiendan el bloqueo español y la retirada de embajadores, el pueblo se lanza a la calle, abarrota la Plaza de Oriente de Madrid (9 de diciembre de 1946) y le grita a Franco que "no importa". Los hechos posteriores terminarán por darnos la razón.

Se vuelven atrás

La frontera francesa, cerrada a raíz de las "recomendaciones" antiespañolas, vuelve a abrirse el 9 de febrero de 1948 y poco más de dos años más tarde las Naciones Unidas retiran su peregrino bloqueo. Cuando los embajadores extranjeros comienzan a regresar a Madrid...., ya hay en la capital 14 jefes de misión diplomática.

En el interior, Franco ha seguido laborando en busca de una maquinaria constitucional que funciona. Se somete a referéndum la Ley de Sucesión (aprobada por casi un 93 por 100 de votos a favor y España se convierte así en un Reino, reservándose el propio Caudillo el momento de proponer a las Cortes el hombre que ha de sucederle a título de Rey.

Económica y socialmente, el trabajo es más duro. Las duras condiciones industriales, agrícolas, las cartillas de racionamiento y la baja renta "per cápita" pesan hasta principio de los años cincuenta sobre el pueblo español. Pero  todo va hacia arriba. En 1952 se han suprimido las cartillas de racionamiento y, lentamente, el erario se va recuperando.

Nuevamente en el plano exterior, Franco logra en esta década colocar tres piedras fundamentales que han sido calificadas en todas las ocasiones como valiosos respaldos exteriores del régimen del 18 de Julio: se trata de la figura de un nuevo Concordato con la Santa Sede y de la firma de los Acuerdos de Amistad y Cooperación con los Estados Unidos (ambos logrados en 1953), y del ingreso de España en las Naciones Unidas (diciembre de 1955).

Hacia un desarrollo económico

El año 1956 ofrece al Jefe del Estado, desde sus comienzos, una variada gama de problemas de orden interior y exterior. Ya apunta, si bien lejano, el desarrollo español. La industrialización comienza a llevar gentes de las zonas rurales a las ciudades y la falta de viviendas da paso a suburbios y chabolas, lacras sociales que a toda costa es necesario evitar y, sobre todo, cortar su proliferación. Hay que hacer que el país siga la senda de un desarrollo largo tiempo soñado, pero al mismo tiempo se ha de buscar una tranquilidad y un bienestar social que sean base de ese desarrollo. Por eso, el nuevo Gobierno que forma Franco en 1957 apunta claramente hacia el terreno económico: Mariano Navarro Rubio, Alberto Ullastres, han de ser los pilares de esta línea a seguir. Son los tiempos del ingreso de España en la OCDE, en el Fondo Monetario Internacional; los tiempos de nueva reglamentación fiscal y de otras medidas que palien en lo posible la acuciante falta de reservas propias.

En 1961, la España que está construyendo Franco con ayuda de todo el pueblo, recibe su primer impulso hacia el desarrollo total, con la visita de una comisión de expertos del Banco Mundial, que asesoran sobre el futuro. En 1962 se nombra el primer Comisario del Plan de Desarrollo, la batalla principal por el progreso ha comenzado. El timón que con mano segura Francisco Franco empuña, lleva la nave patria hacia escalas económicas, sociales y políticas de mayor calidad.

Tampoco se descuida el futuro. Franco trabaja en silencio y prepara a don Juan Carlos de Borbón para sucederle, para que la obra del 18 de Julio no se quiebre.

La unión de los españoles en torno a su persona y a su obra se puede resumir en una anécdota ocurrida un mes de mayo, lamento no recordar el año, cuando llovía a mares y una Demostración Sindical a celebrar en el Estadio "Bernabéu" parecía estar a punto de fracaso por culpa de los elementos. Franco fue consultado sobre la conveniencia de suspender el espectáculo al aire libre. Su respuesta fue rápida: "Si ellos quieren actuar (los trabajadores participantes), yo voy a verles, aunque diluvie". Y diluvió. Pero nadie estaba en aquella fiesta pendiente del agua, incapaz por sí sola de palidecer el magno certamen. Franco estaba allí, y su España le seguía respaldando.

Los últimos años

Es como decir adiós a un amigo con el que nos hemos criado. Repasar la obra, la figura humana de Francisco Franco en los últimos años, es tarea fácil, porque en la mente de todos está aún fresca su actuación en este tiempo.

El hombre que a lo largo de más de treinta años se ha permitido el lujo de estar enfermo únicamente en tres ocasiones, ha empleado el resto de su tiempo, lo mejor de su vida y de su ser, en servir y engrandecer a España.

Repetido hasta la saciedad queda ya que el futuro está «ataco y bien atado», porque él fue quien, nudo a nudo, trama por trama, tejió esa red que nos arropa de cualquier caída.

Cumplió hasta el final, porque cada año nos recordaba, en las entrañables fiestas de Navidad y Año Nuevo: «Mientras Dios me dé fuerzas continuaré al servicio de España».

Quien desee contemplar su legado no tiene sino recorrer las zonas industriales, repasar la legislación constitucional del Reino (modelo de previsión cara al futuro). En fin, echar una ojeada a la España de los años setenta.

 

Libertad, Valladolid, jueves, 20 de Noviembre de 1975.-


VOLVER