En el Centenario del Grupo Parlamentario Socialista

Pablo Iglesia Posse, Fundador del Partido Socialista Obrero Español

Por Eduardo Palomar Baró.     

Pablo Iglesias Posse nació el 18 de octubre de 1850 en El Ferrol (La Coruña). A los nueve años, al morir su padre –un humilde peón municipal–, se trasladó a vivir a Madrid con su madre, Juana Posse, y su hermano menor, Manuel. Hicieron el viaje a pie y tirando de un pequeño carromato en el que llevaban sus pertenencias.

Instalada la familia en Madrid, por la escasez de recursos que le ofrecía su trabajo como sirvienta, la madre se vio obligada a ingresar a sus hijos en el Hospicio de San Fernando. Allí Pablo –Paulino, como le llamaban familiarmente– acabó los estudios primarios y aprendió el oficio de tipógrafo. Después de numerosas escapadas del centro para visitar a su madre, a los doce años abandonó definitivamente el Hospicio para empezar a trabajar en una imprenta.

Ya con los primeros salarios comenzó a cultivar su afición por la lectura que aplicó especialmente al conocimiento del movimiento obrero mundial. Asistía a clases nocturnas y aprendió francés, lo que le serviría para leer las obras de algunos clásicos de la ciencia política y, con el paso del tiempo, traducir a los socialistas franceses y entenderse en los congresos internacionales en los que participaría.

Inteligente y laborioso, el joven Paulino pronto alcanzó un buen nivel de instrucción y ejerció su profesión en diferentes imprentas. A los dieciocho años, sin embargo, fue despedido por participar en una huelga. Sufrió de nuevo la miseria y la desgracia. Su hermano Manuel murió de tuberculosis.

Aprovechando las libertades de la Constitución de 1869, la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores, la Internacional, organizó una serie de conferencias en Madrid. Pablo Iglesias asistiría a ellas y en 1870 ingresaba en la sección de tipógrafos de la Federación Madrileña de la Internacional. Formó parte del Consejo Federal de la Región Española de la misma en 1871. En aquellas fechas, Iglesias conoció a Paul Lafargue, el yerno de Karl Marx, que había venido a España huyendo de la represión de los que participaron en la Comuna de París. En estos años, Iglesias sufrió persecuciones, condenas de cárcel y fue despedido de varias imprentas. Por esa época, Iglesias publicó su primer artículo –titulado “La Guerra”– en “La Solidaridad”, periódico de la Internacional, uniéndose también al Comité de Redacción de “La Emancipación”, semanario en que se difundieron algunos escritos de Marx, como la primera traducción española de “El Manifiesto Comunista”, en 1871. Iglesias iniciaba de esta forma una larga labor periodística, que desarrollaría hasta el final de su vida y que empleó para difundir el ideal socialista.

Después de la ruptura de los anarquistas con Marx, Iglesias en 1873 abandonó la condición estricta de obrero para convertirse en político profesional, encargándose de la primera organización socialista de importancia, la Asociación General del Arte de Imprimir, pasando a ser su Presidente desde 1874 a 1885. La existencia de la Asociación podía plantear problemas legales de no escasa importancia. Por ello, Iglesias recurrió a Felipe Ducazcal, un político de carácter siniestro y ya sobradamente famoso por haber organizado un grupo de matones que recibía el nombre de “banda de la porra” y que gozaba de buenas relaciones con Romero Robledo, entonces ministro de la Gobernación. Ducazcal, que también había sido cajista, miraba con simpatía la existencia de la Asociación. Sin otro tipo de consideración que el corporativismo, intercedió ante Romero Robledo y logró que la entidad presidida por Pablo Iglesias no sufriera molestias.

Desde esta nueva plataforma preparó durante varios años de trabajo clandestino, la creación del segundo partido obrero de los que se constituirían en el mundo. El 2 de mayo de 1879 Iglesias, con 28 años, fundaba el Partido Socialista Obrero Español que presidiría hasta su muerte. La fundación del PSOE tuvo lugar en una comida de fraternidad organizada en la taberna Casa Labra, en la calle Tetuán de Madrid, a la que asistieron 25 personas: 16 tipógrafos, cuatro médicos, un doctor en ciencias, dos joyeros, un marmolista y un zapatero. Se acordó elegir una comisión para redactar el programa y se anunció la esperanza de fundar un periódico que difundiera los ideales socialistas y cuyos trabajos fueran ratificados por un congreso obrero. La comisión quedó integrada por Pablo Iglesias, Victoriano Calderón, Alejandro Ocina, Zubiaurre y Jaime Vera. Salvo los dos primeros que habían trabajado en tipografía, los demás eran médicos. Ciertamente, la composición no era en su mayoría de extracción obrera y siquiera en parte esa circunstancia explica que Jaime Vera no considerara necesario añadir el calificativo de obrero al recién creado partido, pero Iglesias sostuvo una opinión contraria y la impuso conociéndose el partido como democrático socialista obrero.

Una vez redactado el programa, fue defendido por Iglesias en una reunión celebrada el 20 de julio de 1879 en una taberna de la calle de la Visitación de Madrid. Fue un texto teñido de un acentuado dogmatismo marxista en lo que se refería al análisis de la sociedad, que emanaba directamente de los escritos de Karl Marx y de Jules Guesde (articulista del periódico L’Égalité a través del cual difundió las ideas marxistas en Francia) pero que tenía escasísimo contacto con la realidad española donde el proletariado era minúsculo y la burguesía muy reducida numéricamente. Ambos segmentos sociales, de hecho, muy lejos de representar la totalidad social posiblemente no habrían llegado ni siquiera a la décima parte de la misma.

Curiosamente el Partido Socialista surgió en sus comienzos sin la E de español, ya que absolutamente fundamentado en el pensamiento marxista, no podía contemplar con agrado la idea de nación especialmente cuando su visión del mundo –errónea por otra parte– era la de una sociedad dividida únicamente en dos clases antagónicas, la burguesía y el proletariado. La E acabaría apareciendo pero siempre a regañadientes por su dificultad para encajarla en la ortodoxia marxista.

Pablo Iglesias participó también en la constitución de la Federación Tipográfica Española, en 1882, de la cual fue Presidente a partir de 1885.

Iglesias viajará a Valencia para curar su maltrecha salud y será allí donde conozca a Amparo Meliá, su futura compañera, entonces casada y con un hijo, que más tarde Pablo tomará como si fuera suyo.

Mientras, el PSOE iba experimentando un lento crecimiento –los anarquistas le denominaban el “partido microscópico”– y no consiguió alguna notoriedad hasta 1886. Su afiliación sufría altibajos relacionados con la actitud del PSOE, más revolucionario o más colaboradora en el republicanismo burgués.

En varias ocasiones, Pablo Iglesias sufrió cárcel, la primera por una huelga en 1882; en 1909, como consecuencia de la represión por la Semana Trágica de Barcelona; y la última vez cuando tenía sesenta años. En todas las ocasiones rechazó las peticiones de indulto. También sería víctima de la represión particular de los patronos, que le negaban el trabajo “para evitar problemas”, dado que por sus ideas era un “indeseable”.

El 12 de marzo de 1886, de la mano de Iglesias, sale a la calle el primer número de “El Socialista”, ubicado en la madrileña calle de Hernán Cortés. El sueldo que recibe como impresor, redactor y director de este periódico, van a salvarlo de sus estrecheces económicas. Para ahorrar, Pablo traslada su cama y sus enseres a la imprenta del semanario. Salvo un corto periodo de tiempo, entre 1913 y 1915, Iglesias quedaría vinculado al órgano portavoz del PSOE hasta el final de sus días.

El 12 de agosto de 1888, los socialistas se reúnen por primera vez en Barcelona, donde se acuerda la creación de la Unión General de Trabajadores (UGT), nombre propuesto por el propio Iglesias. El primer presidente del sindicato fue Antonio García Quejido, sustituido  en el congreso de 1889 por Pablo Iglesias, que estará en el cargo hasta su fallecimiento. García Quejido será posteriormente biógrafo de su compañero.

En el año 1889 su actividad es incesante a pesar de su salud. Asiste en París en representación del PSOE al Congreso Fundacional de la II Internacional, acudiendo posteriormente a cuantos se celebraron hasta 1910.

El año 1890 es un año importante en la biografía del fundador del PSOE. Es el año en que se celebró por primera vez en España la jornada de lucha del Primero de Mayo. Iglesias encabezó una impresionante manifestación en Madrid y fue el encargado de entregar al Gobierno las reclamaciones de la clase obrera, entre ellas, la reducción de la jornada laboral a ocho horas. Es el 8-8-8; 8 horas de trabajo, 8 de descanso y 8 de ocio, que hacen las 24 horas del día. Y también la prohibición de emplear niños en el trabajo.

En junio de 1890 se promulgó la ley que establecía el sufragio internacional. Del 29 al 31 de agosto de éste mismo año se celebró en Bilbao el II Congreso socialista en el curso del cual se acordó que el Partido Socialista acudiría a la lucha electoral. Iglesias y sus seguidores necesitarían dos décadas para lograr algún resultado.

Entre 1894 y 1895, Pablo Iglesias y Federico Engels –colaborador y mano derecha del ya entonces fallecido Marx– mantienen una intensa correspondencia sobre el ascenso del movimiento obrero en Europa y la adhesión de los socialistas de Europa a los congresos del PSOE. Iglesias, en una intensa actividad epistolar trata con Jules Guesdes, Paul Lafargue, Kart Kaustky, Wilhelm Liebknecht y Albert Thomas.

En las elecciones municipales de 1895 obtuvieron un puesto de concejal tres socialistas, sumándose al joven movimiento Miguel de Unamuno, el cual acabó hartándose de un partido que le parecía no sólo intelectualmente muy pobre sino vivencialmente sectario. Al poco de ingresar, escribía a su amigo Pedro Mújica:

«Soy socialista convencido, pero, amigo, los que aquí figuran como tales son intratables: fanáticos necios de Marx, ignorantes, ordenancistas, intolerables, llenos de prejuicios de origen burgués, ciegos a las virtudes y servicios de la clase media, desconocedores del proceso evolutivo. En fin que de todo tienen menos sentido social. A mí empiezan a llamarme místico, idealista y qué sé yo cuántas cosas más. Me incomodé cuando les oí la enorme barbaridad de que para ser socialista hay que abrazar el materialismo. Tienen el alma seca, muy seca, es el suyo un socialismo de exclusión, de envidia y de guerra, y no de inclusión, de amor y de paz. ¡Pobre idea! ¡En que manos anda el pandero!»

En pandero andaba en manos de Pablo Iglesias y en las elecciones legislativas de abril de 1896 el fracaso electoral volvió a repetirse.

Fue en 1905 Pablo Iglesias, junto a los también socialistas Francisco Largo Caballero y Rafael García Ormaechea, salieron elegidos concejales en el Ayuntamiento de Madrid. Cincuenta y ocho concejales socialistas más saldrán elegidos en otros ayuntamientos de España, lo que supone un primer avance contra el sistema de caciques, que hasta ahora habían dominado la época de la Restauración. En 1908, el PSOE y la UGT plantan cara a los grandes capitales: la inauguración de la Casa del Pueblo de Madrid en un antiguo palacio ducal en la calle del Piamonte, se convirtió en un acontecimiento de gran importancia. En ella se domiciliaron un gran número de sociedades y organizaciones obreras. La Casa del Pueblo será propiedad conjunta de los obreros de Madrid. Contra los patronos, el socialismo cuenta ahora con una gran sede, que tiene en lo alto una sola bandera, la roja. En el interior, despachos y más despachos, una sala de cine y teatro que también vale para mítines, una biblioteca y la sede del primer seguro médico gestionado por los obreros de Madrid, la conocida Mutualidad, que protege al trabajador y a su familia en una época sin Seguridad Social y que tiene un dispensario que ofrece al afiliado medicinas gratis. El ejemplo de la Casa del Pueblo de Madrid cunde por toda España, que pronto se ve plagada de estas “sucursales”, sobre todo en Asturias y País Vasco.

Los obreros tienen así algo que es de sí mismos, donde además se les enseña a leer y a escribir, pero también se les da a los más avanzados enseñanzas propias de una universidad popular.

En el año 1909, Pablo Iglesias fue detenido como consecuencia de la represión por la Semana Trágica de Barcelona.

Uno de los capítulos más gratos en la vida de Iglesias, por el contrario, se produciría en las elecciones de junio de 1910, cuando gracias a la alianza republicano-socialista –a la que en principio se opuso Iglesias– el fundador del PSOE salió elegido con el respaldo de 40.899 votos, como el primer diputado socialista que entraba en el Congreso español. Saldría reelegido en cuantas elecciones se celebraron posteriormente (1914, 1916, 1918, 1919, 1920 y 1923), aunque su delicado estado de salud le impediría asistir a muchas sesiones parlamentarias en los últimos años.

En 1914 trata de evitar, junto con otros socialistas de la II Internacional, que la Primera Guerra Mundial separe al movimiento obrero.

En el año 1915, Pablo Iglesias, completamente emocionado, apenas podrá pronunciar unas palabras en el entierro de Tomás Meabe –fundador de las Juventudes Socialistas de España, organización juvenil del PSOE y director de La Lucha– que murió víctima de tuberculosis a los 36 años de edad.

También a consecuencia del agravamiento de sus enfermedades, Pablo Iglesias  dejó de participar activamente en la vida organizativa de las entidades socialistas –desde 1916 parcialmente y, a partir de 1919 –cuando contrae una grave pulmonía– totalmente, aunque no deja su labor de propagandista a través de su pluma –escribiendo cartas y artículos– y sin renunciar de ser en todo momento un referente ético y moral para los socialistas españoles.

Su salud se resintió muy especialmente a raíz de la escisión en el seno del PSOE, en 1921, cuando Iglesias se opuso al ingreso en la III Internacional fundada por Lenin. El Partido designa a Fernando de los Ríos y a Daniel Anguiano para que estudien el problema de las dos Internacionales. De los Ríos se escandaliza ante la frase que le dice el propio Lenin en una entrevista: “Libertad, ¿para qué?”. Se decide con el apoyo de Iglesias la adopción de la línea socialdemócrata del SPD alemán en contra de la III Internacional. Este hecho conllevará la creación del Partido Comunista Obrero Español (PCOE), más tarde PCE al fusionarse con el PC. La división será mortal para la salud del viejo dirigente.

En 1923 sale elegido diputado por última vez, firmando el manifiesto contra la Dictadura y suscribiendo junto a sus compañeros de la minoría en el Congreso, la conocida carta a don Melquíades Álvarez:

“Habiendo tenido lugar hechos políticos de gravedad extrema, hechos a los efectos conculcados quedan clara y suficientemente subrayados con solo destacar, primero, el acto personal de la realeza invistiendo los plenos poderes a un general, y, segundo, la utilización que de ellos ha hecho al punto el investido para suspender por una orden circular las garantías constitucionales, esta minoría socialista parlamentaria cree que es en ella un deber inexcusable dirigirse a usted a fin de saber si, como autoridad que perdura de un régimen constitucional agonizante, no considera a su vez que, por razón de su cargo y significación personal, debe tomar alguna iniciativa encaminada a defender, frente a conculcadores de toda alcurnia y rango, un nuevo régimen civil de libertades efectivas”.

Pablo Iglesias falleció en Madrid el 9 de diciembre de 1925. Se había terminado la confección de “El Socialista” e iba a dar comienzo la tirada cuando el viejo amigo de Iglesias, Matías Gómez Latorre –coincidieron en algunas de las primeras ejecutivas del PSOE– llegó a la redacción de la revista con la noticia. Iglesias pensó en “El Socialista” hasta los últimos instantes de su vida ya que en un cajón de su humilde despacho, en su casa de la madrileña calle Ferraz, dejó un sobre con 1.000 pesetas y una nota destinando ese dinero, fruto de sus colaboraciones en la prensa, a “El Socialista”.

El cadáver de Iglesias fue embalsamado y expuesto durante dos días en una capilla ardiente, instalada en la Casa del Pueblo, por la que desfiló un continuo río de gente.

Una bandera del Arte de Imprimir y otra de la Agrupación Socialista formaban un palio bajo el cual se colocó el féretro que, tras un cristal, permitía contemplar el rostro de Pablo Iglesias. El pequeño salón se fue llenando de coronas y flores recibidas de toda la Península. Pronto hubo que habilitar otra sala para depositarlas.

Mientras, la mayoría de los periódicos, con las colaboraciones de destacados intelectuales y políticos, rindieron un unánime y cálido homenaje al dirigente socialista desaparecido.

A primeras horas del domingo 13 de diciembre de 1925, los abanderados de las sociedades se fueron situando en los lugares indicados para reunir a los afiliados, pero la afluencia desbordó cualquier intento de agrupamiento.

Al entierro abría paso un grupo de la Guardia municipal a caballo, detrás 49 coches con flores y coronas, destacando una gran aureola de rosas rojas enviada por la Internacional. Detrás el coche fúnebre y la presidencia del duelo compuesta por Francisco Largo Caballero, Lucio Martínez, Juan Almela Meliá (hijo adoptivo de Pablo Iglesias), Manuel Vigil, Andrés Saborit y Julián Besteiro.

El entierro constituyó una de las manifestaciones más multitudinarias de la historia de España en mucho tiempo. El Gobierno concedió autorización para celebrar el acto y más de 150.000 ciudadanos acompañaron el féretro hasta el Cementerio Civil de Madrid.

A pesar de que Pablo Iglesias tuviese una escasa formación, su producción intelectual alcanzó una envergadura y una amplitud de gran repercusión en la vida del país. Desde su primer artículo “La Guerra”, publicado el 5 de diciembre de 1870 en “La Solidaridad”, hasta el último, “El proletario vencerá”, aparecido el 5 de diciembre de 1925, escribió unas dos mil colaboraciones en periódicos y revistas de España y del extranjero.

En “El proletario vencerá” decía Iglesias: “El ideario de los proletarios está dictado por la razón e inspirado por la justicia, y hagan lo que hagan sus enemigos, vencerá, como viene venciendo desde que los opresores han adquirido conciencia bastante de su valer y de su fuerza”.

Escribió libros en los que se recopilaba sus artículos: “El programa de nuestro partido”, “Discursos”, “Las organizaciones de resistencia”, “El programa socialista”, “Comentarios” y “Propaganda socialista”. 

Otros fueron publicados tras su muerte: “Exhortaciones a los trabajadores”, “Páginas escogidas”, “Reformismo social y lucha de clases”, “El Partido Socialista y las reformas sociales”, “Escritos”, “Artículos”, “Escritos y discursos” y “Antología crítica”.

 

Cien años del grupo parlamentario socialista

El grupo parlamentario socialista, celebró el 10 de junio de 2010 sus 100 años de existencia en el Congreso de los Diputados, encabezado por el presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el ex presidente Felipe González. Los socialistas cerraron filas en torno a Zapatero, que ha expresado su confianza en que España salga de la crisis “mejor que otros”.

El grupo parlamentario socialista fue creado el 10 de junio de 1910 con la llegada al Congreso del fundador del PSOE y de la UGT, Pablo Iglesias Posse.

González, en su intervención, se situó en la “militancia pura y dura” del PSOE, asegurando que en momentos de crisis “tan angustiosa” como la actual es cuando más próximo se siente a su partido y ha aconsejado “taparse la yugular” ante el PP para gobernar 6 años más.

El ex presidente de Gobierno explicó que suele mantener “una distancia crítica” cuando la situación va bien y una “militancia pura y dura”, sin renunciar a decir lo que piensa, cuando va mal.

González hizo notar la “depre colectiva” que se detecta cuando las cosas van mal, pero enfatizó que incluso hoy, en plena crisis, España tiene un producto per cápita “un poquito superior a Italia”.

Y advirtió que, aún estando “mal”, es mucho peor “tirar "piedras” contra nuestro propio tejado “como hace irresponsablemente el PP”, porque en otros países están peor “pero no se autoflagelan” y la oposición se siente solidaria con el Gobierno.

“Aquí, si te ve la yugular al descubierto, el PP muerde sin compasión”, alertó antes de apuntar: “Vamos a taparnos la yugular y a trabajar, para que esperen no dos años, José Luis, sino para que esperen otros seis más”.

A ello le respondió Zapatero: “Felipe, de ‘depre’ nada, no estamos nada deprimidos los socialistas”.

Acto seguido el Presidente del Gobierno recordó un SMS que González le envió tras anunciar las medidas para recortar el déficit, las más duras de la democracia. “Hoy más que nunca tienes todo mi apoyo. Gobernar es esto: tomar decisiones difíciles y duras”, decía el texto, según manifestó Zapatero.

La reforma laboral, la del sistema de pensiones y la reestructuración del sistema bancario son los tres ejes en los que se apoya España para superar la crisis, explicó Zapatero. “Si hacemos bien esta tarea, tengo el convencimiento de que podremos salir mejor que otros de la crisis, siendo capaces de recuperar empleo”.

Como era lógico no se mencionó para nada el “democrático” discurso que hizo Pablo Iglesias en el Congreso, el 7 de julio de 1910, ahora hace cien años…

 

Primer discurso de Pablo Iglesias en el Congreso, el 7 de julio de 1910

Pablo Iglesias subió por vez primera a la tribuna de oradores del Congreso, el 7 de julio de 1910. Su intervención demostró su talante revolucionario y antidemocrático hasta el punto de amenazar de muerte al jefe del partido conservador, Antonio Maura.

El Congreso debatía el proyecto de “contestación al discurso de la Corona”. En aquellos momentos, España trataba de salir de la conmoción que había producido el año anterior la llamada “Semana Trágica” de Barcelona. El 26 de julio de 1909 se declaró una huelga general para protestar contra el envío de soldados de reemplazo a la guerra de Marruecos. En Barcelona, el embarque de los soldados provocó gravísimos disturbios, que comenzaron con la quema de iglesias y conventos y se saldó con la muerte violenta de un centenar de personas. Hubo una durísima represión ejecutándose al anarquista Francisco Ferrer Guardia, a quien se le consideró responsable de los disturbios.

El presidente del gobierno Antonio Maura cayó en desgracia por estos hechos tan aciagos y el rey Alfonso XIII lo destituyó poco después. Al año siguiente, el monarca nombró a José Canalejas, presidente del Consejo de Ministros.

 En este contexto se produjo el debate de 7 de julio de 1910, que pasará a la historia del parlamentarismo español como una jornada especialmente vergonzosa sobre la que se ha intentado, con notable éxito por cierto, tender un tupido velo, y en la que Pablo Iglesias intervino para justificar la postura del Partido Socialista en estos sucesos. De su discurso extraemos los siguientes párrafos:

«El partido al que yo represento aspira a concluir con los antagonismos sociales, a establecer la solidaridad humana, y esta aspiración lleva consigo la supresión de la Magistratura, la supresión de la Iglesia, la supresión del Ejército, y la supresión de otras Instituciones necesarias para ese régimen de insolidaridad y antagonismo».

«El partido socialista viene a buscar aquí lo que de utilidad puede hallar, pero la totalidad de su ideal no está aquí; la totalidad entiende que ha de obtenerse de otro modo. Es decir, que este partido… estará en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad, como han estado todos los partidos, cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones».

Quedaban así sentadas las bases de lo que iba a ser la actuación del socialismo español durante las siguientes décadas.

A las 18:25, el presidente de la Cámara, Conde de Romanones, vuelve a dar la palabra a Pablo Iglesias, que 40 minutos antes había pedido un descanso por hallarse fatigado.

Pablo Iglesias.- Y el compromiso adquirido por esta conjunción (republicano-socialista) cuando el señor Maura seguía en el mando era derribarle del poder, considerarle un peligro para los intereses del país, para la libertad, para todo lo que aquí debemos defender. Y no solamente derribarlo, sino trabajar para impedir que Su Señoría (en adelante SS) pudiera volver a él. Y como entendíamos que podía no bastar esto y que además había otras razones, como garantía de que SS no vuelva al poder, ya que SS entiende que no se debe retirar de la política, viendo la inclinación del Régimen hacia SS, comprometernos para derribar ese Régimen.

El presidente.- Orden, orden, Sr. Iglesias, no se puede discutir el Régimen.

Pablo Iglesias.- Hagan las protestas que hagan, lo mantengo…Tal ha sido la indignación producida por la política del Gobierno presidido por el Sr. Maura en los elementos proletarios, que nosotros, de quienes se dice que no estimamos a nuestra nación, que no estimamos los intereses de nuestro país, amándolo de veras, sintiendo las desdichas de todos, hemos llegado al extremo de considerar que antes que SS suba al poder debemos llegar hasta el atentado personal.

El presidente.- ¡Orden, orden, señor Iglesias! SS no puede ampararse en la inmunidad parlamentaria para cometer un delito. Por lo tanto SS tiene que retirar esas palabras y darlas por no dichas. No puede continuar SS mientras no rectifique sus palabras. ¡No faltaba más! ¡Orden, orden señores diputados! Señor Iglesias, ruego a SS que oiga las indicaciones de la Presidencia.

A partir de aquí tiene lugar un diálogo surrealista, en el que Romanones trata de hacer entender una y otra vez a Pablo Iglesias que las amenazas de muerte son incompatibles con los usos parlamentarios y el diputado socialista se afirma una y otra vez en lo dicho.

Pablo Iglesias.- Manifestaba antes que yo no quería venir con nada que significase… Recordaba esto, citaba esto para demostrar el estado de ánimo, no mío solamente, sino de las fuerzas que yo represento, y para que no se creyera que esto que había dicho fuera del Parlamento no tenía la sinceridad de decirlo aquí.

(…)

Lo he dicho por esa razón.

El presidente.- A mí no me importa la razón de haberlo dicho. SS tiene que darlo por no dicho.

Pablo Iglesias.- Lo he dicho por esa razón.

El presidente.- (…) Señor Iglesias, invito a SS por última vez a que retire esas palabras (…)

Pablo Iglesias.- ¿Por qué?

El presidente.- Porque no ha debido pronunciarlas.

Pablo Iglesias.- Voy a explicarlas.

El presidente.- Hay que retirarlas.

Pablo Iglesias.- ¿No puedo explicarlas? Pues no las retiro.

El presidente.- Señor Iglesias, SS tiene suficiente dominio de la palabra para poder acceder a esta petición, sin mengua ninguna de sus prestigios. Su señoría ha dicho una cosa que no podía decir, y tengo la seguridad de que ahora estará pesaroso de haberla dicho, porque aquí la inmunidad parlamentaria no está para venir a cometer delitos y lo que ha dicho SS constituye un delito.

Pablo Iglesias.- Su señoría ha hablado de retirarlas y yo he hablado de explicarlas.

 

Un diputado pide que se lea el artículo 148 del Reglamento, se establece una discusión sobre si es aplicable al caso, que finalmente parece que no lo es, intervienen varios diputados, entre los que destaca el presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, que medió en dos ocasiones para que Pablo Iglesias aceptara tener por no enunciada la amenaza de atentado contra Antonio Maura, y Eduardo Dato que recriminó a Pablo Iglesias su intervención.

 

Atentado a Antonio Maura

El 22 de julio de 1910, quince días después de esta sesión, Antonio Maura sufrió un atentado, cuando se encontraba en la estación de Francia de Barcelona, procedente de Madrid. El joven socialista Manuel Posa Roca, disparó contra él, resultando herido en una pierna y un brazo.

Al día siguiente se formulaba una protesta en el Congreso a la que, lógicamente, Pablo Iglesias, no se adhirió.

En aquel entonces corrió la siguiente frase: “Pablo Iglesias apuntó al objetivo y Posa disparó contra él”.

Durante los meses siguientes, la labor de Iglesias se centró en desgastar no sólo al gobierno reformador de Canalejas sino también el sistema constitucional.

El verano de 1910 fue verdaderamente crispado y las huelgas, que llegaron al número de 246, tuvieron una carga política evidente.

 

Citas y frases de Pablo Iglesias

«Queremos la muerte de la Iglesia… para ello educamos a los hombres, y así les quitamos la conciencia… No combatimos a los frailes para ensalzar a los curas. Nada de medias tintas. Queremos que desaparezcan los unos y los otros».

(En el VI Congreso del PSOE en Gijón)

«No nos interesa hacer buenos obreros y empleados, buenos comerciantes. Queremos destruir la sociedad actual desde sus comienzos».

«El Partido Socialista es la entera emancipación de la clase trabajadora: es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores libres e iguales, honrados e inteligentes».

Cuando el 8 de agosto de 1897 Cánovas del Castillo fue asesinado por el anarquista Michele Angiolillo Folli, en el balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa), Iglesias dijo: «Condenamos los crímenes de abajo tanto como los de arriba, aunque algunas veces los primeros sean corolarios de los segundos». Y añadía: «No contribuyamos a convertir esta sociedad, inarmónica ya por antagonismo de intereses, en una sangrienta lucha de fieras».

El 8 de marzo de 1921, Eduardo Dato Iradier, tras salir del Senado y dirigirse en el coche de la presidencia a su domicilio, fue tiroteado y acribillado a balazos en la plaza de la Independencia por tres anarquistas catalanes, Ramón Casanellas, Luis Nicolau y Pedro Mateu, que realizaron los disparos desde una moto con sidecar. Pablo Iglesias expresaba con mayor claridad aún su pensamiento: «La violencia, por si sola, no resolvió nunca nada: es cosa adjetiva. En España es esencialmente reaccionaria, lo mismo si la ejercen los gobiernos que si la practica el anarquismo. La fórmula salvadora es libertad y justicia. No hay otra».

«¿Qué es la guerra? volvemos a repetir. Un crimen de lesa humanidad. Sí, un crimen que todos, absolutamente todos, y especialmente nosotros, los obreros, pues somos sus principales víctimas, debemos combatir».

«Sois socialistas no para amar en silencio vuestras ideas ni para recrearos con su grandeza y con el espíritu de justicia que las anima, sino para llevarlas a todas partes».

(Cita inscrita en la parte posterior de los carnés de militancia del Partido Socialista Obrero Español.

«Quienes contraponen liberalismo y socialismo, o no conocen el primero o no saben los verdaderos objetivos del segundo».

[...] «Nosotros defendemos el sufragio universal por ser un excelente medio de agitación y propaganda para nuestras ideas, pero le negamos la virtud de poder por sí mismo emancipar a la clase proletaria».

(Comentarios al programa socialista, Madrid, 1910).  

[...] «Es cierto que aspiramos a llevar representantes de nuestras ideas al municipio, a la diputación y al parlamento, pero jamás hemos creído, ni creemos que desde allí pueda destruirse el orden burgués y establecer el orden social que nosotros defendemos».

(Comentarios al programa socialista, Madrid, 1910).

«Los socialistas no mueren: los socialistas se siembran».

«Nosotros estamos dispuestos a vencer –¿se entiende?–, no a defendernos. A matar y a dejarnos matar. A todo».

(Pablo Iglesias en la Revista "El Socialista" el 17 de Octubre de 1923).

«Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos».

(El Liberal, de Bilbao, 20 de enero de 1936).

«La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución».

«La transformación total del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas... estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia».

 

Epílogo

Todas esas frases son sin duda una lección de tolerancia, talante y espíritu democrático. Desde luego Pablo Iglesias no fue un dechado de democracia ni de actuaciones respetuosas con la vida de los ciudadanos.

Actualmente es verdaderamente reprobable que el Partido Socialista Obrero Español heredero del que fundara Pablo Iglesias no haya hecho todavía examen de conciencia por los numerosos y graves errores cometidos en el pasado y, sin embargo se permita el lujo de estar reprochándole a los demás los suyos.

La izquierda española todavía no ha realizado un verdadero proceso de “transición” a la modernidad democrática. De ahí que siga sintiéndose orgullosa incluso de aquella parte de su pasado que debería ser enérgicamente repudiada.

Lo de la mal llamada Ley de Memoria Histórica, o las recientes declaraciones de progresistas como Almudena Grandes –paradigmático ejemplar de esta izquierda cerril y rencorosa que se ha impuesto en nuestro país– reclamando volver al leninismo para refundar la izquierda, lo demuestra de modo palmario.

El estadista, historiador, escritor, militar y primer ministro británico, Sir Winston Churchill dijo:

«El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia y la prédica de la envidia; su virtud inherente es la mentira y la distribución igualitaria de la miseria» 

 

Documento extraído de la página: www.generalisimofranco.com