Vamos a transcribir cronológicamente las acciones y actuaciones
más notables del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) desde su fundación,
debida a Pablo Iglesias Posse,
hasta el final de la Guerra Civil española el 1 de abril de 1939.
1879
Pablo Iglesias el 2
de mayo de 1879, con 28 años, fundaba el Partido Socialista Obrero Español
(PSOE) que presidiría hasta su muerte. La fundación del PSOE tuvo lugar en una
comida de fraternidad organizada en la taberna Casa Labra, en la calle
Tetuán de Madrid, a la que asistieron 25 personas: 16 tipógrafos, cuatro
médicos, un doctor en ciencias, dos joyeros, un marmolista y un zapatero. Se
acordó elegir una comisión para redactar el programa y se anunció la esperanza
de fundar un periódico que difundiera los ideales socialistas y cuyos trabajos
fueran ratificados por un congreso obrero. La comisión quedó integrada por Pablo
Iglesias, Victoriano Calderón, Alejandro Ocina, Gonzalo H. Zubiaurre y Jaime
Vera. Salvo los dos primeros que habían trabajado en tipografía, los demás eran
médicos. Ciertamente, la composición no era en su mayoría de extracción obrera y
siquiera en parte esa circunstancia explica que Jaime Vera no considerara
necesario añadir el calificativo de obrero al recién creado partido, pero
Iglesias sostuvo una opinión contraria y la impuso conociéndose el partido como
democrático socialista obrero.
El Programa del PSOE.
El Partido Socialista Obrero Español declara que su aspiración
es:
Abolición de clases, o sea, emancipación completa de los
trabajadores. Transformación de la propiedad individual en propiedad social o de
la sociedad entera. Posesión del poder político por la clase trabajadora.
Y como medios inmediatos para acercarnos a la realización de
este ideal, los siguientes:
Libertades políticas. Derecho de coalición o legalidad de las
huelgas. Reducción de las horas. Prohibición del trabajo de los niños menores de
nueve años y de todo trabajo poco higiénico o contrario a las buenas costumbres,
para las mujeres. Leyes protectoras de la vida y de la salud de los
trabajadores. Creación de comisiones, elegidas por los obreros, que visitarán
las habitaciones en que éstos vivan, las minas, las fábricas y los talleres.
Protección a las Cajas de socorros mutuos y pensiones a los Inválidos del
trabajo. Reglamento del trabajo de las prisiones. Creación de escuelas gratuitas
para la primera y segunda enseñanza y de escuelas profesionales en cuyos
establecimientos la instrucción y educación sean laicas. Justicia gratuita y
Jurado para todos los delitos. Servicio de las Armas obligatorio y universal y
milicia popular. Reformas de las leyes de inquilinato y desahucios y de todas
aquellas que tiendan directamente a lesionar los intereses de la clase
trabajadora. Adquisición por el Estado de todos los medios de transporte y de
circulación, así como de las minas, bosques, etc. y concesión de los servicios
de estas propiedades a las asociaciones obreras constituidas o que se
constituyan al efecto. Y todos aquellos medios que el Partido Socialista Obrero
Español acuerde según las necesidades de los tiempos.
Madrid, 9 de julio de 1879. Alejandro Olcina, Gonzalo H.
Zubiaurre, Victoriano Calderón, Pablo
Iglesias.
Una vez redactado el programa, fue defendido por Iglesias en una
reunión celebrada el 20 de julio de 1879 en una taberna de la calle de la
Visitación de Madrid. Fue un texto teñido de un acentuado dogmatismo marxista en
lo que se refería al análisis de la sociedad, que emanaba directamente de los
escritos de Karl Marx y de Jules Guesde (articulista del periódico L’Égalité
a través del cual difundió las ideas marxistas en Francia), pero que tenía
escasísimo contacto con la realidad española donde el proletariado era minúsculo
y la burguesía muy reducida numéricamente. Ambos segmentos sociales, de hecho,
muy lejos de representar la totalidad social posiblemente no habrían llegado ni
siquiera a la décima parte de la misma.
Curiosamente el Partido Socialista surgió en sus comienzos sin
la E de español, ya que absolutamente fundamentado en el pensamiento marxista,
no podía contemplar con agrado la idea de nación especialmente cuando su visión
del mundo –errónea por otra parte– era la de una sociedad dividida únicamente en
dos clases antagónicas, la burguesía y el proletariado. La E acabaría
apareciendo pero siempre a regañadientes por su dificultad para encajarla en la
ortodoxia marxista.
El crecimiento del PSOE fue lento y difícil. En 1886 apareció el
semanario del partido “El Socialista”. El 12 de agosto de 1888 funda
Iglesias la UGT (Unión General de Trabajadores) en Barcelona durante un Congreso
que tuvo lugar en el Teatro Jovellanos de la ciudad, coincidiendo con la
Exposición Universal de Barcelona de 1888. La UGT nació en íntima relación con
el socialismo marxista, a pesar de su apoliticismo estatuario.
ARRIBA
Tuvo lugar la
Semana Trágica de Barcelona, acontecimiento acaecido entre
el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909, como protesta por
la guerra de Marruecos, fue organizada por socialistas,
radicales, anarquistas y sindicalistas, con múltiples
disturbios y desmanes entre los que destacaron el asesinato
de clérigos y profanación de tumbas.
Francia y España habían acordado en la Conferencia de Algeciras
de 1906 repartirse el territorio marroquí –para impedir la entrada de otras
potencias europeas– de la siguiente manera:
El interés de España era estratégico y económico (explotación de
minas y obras públicas). Los militares lo consideraban como una compensación por
la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Sin embargo los nativos o rifeños,
organizados en Cabilas combatían a las tropas españolas causando numerosas
bajas. El Gobierno decidió enviar más tropas a la zona, que debían embarcar en
el puerto de Barcelona el 18 de julio de 1909.
Grupos de republicanos, socialistas y anarquistas se amotinaron
en el puerto para evitar el embarque de dichos soldados y protestar contra la
guerra. Una semana después, el día 24 se reunía un comité de huelga formado por
dichos grupos para convocar una huelga general en Cataluña. A la huelga
siguieron barricadas y duros enfrentamientos con las fuerzas del orden, asalto
de fábricas y quemas de iglesias y conventos, unos 80 en total.
El gobierno de Antonio Maura declaró el estado de guerra y
ordenó patrullar al ejército. A finales de mes se controló la situación.
Fueron detenidos y juzgados por rebelión más de 1.500 personas.
Los tribunales militares dictaron más de 15 condenas a muerte, siendo ejecutados
cinco, entre ellos el maestro pedagogo –simpatizante anarquista– Francisco
Ferrer Guardia, acusado de haber inspirado y apoyado la rebelión. Ferrer Guardia
había sido el creador de la Escuela Moderna que tenía como lema “la destrucción
del todo” y “viva la dinamita”, fue calificado por Miguel de Unamuno como
“tonto, loco y criminal cobarde”, incitador del atentado frustrado contra
Alfonso XIII el día de su boda, –ejecutado por su compañero de Escuela Mateo
Morral–, y sospechoso de ser el instigador del asesinato de Antonio Cánovas del
Castillo, ocurrido el 8 de agosto de 1897 en el balneario de Santa Águeda, en el
municipio de Mondragón (Guipúzcoa) por el anarquista Michele Angiolillo.
Ferrer Guardia fue fusilado el 13 de octubre de 1909 en el foso
de Santa Amalia de la prisión del castillo de Montjuich de Barcelona.
Esta actuación del Gobierno fue muy criticada por un sector de
la prensa nacional y europea. Consecuencia de ello Antonio Maura presentó su
dimisión al rey Alfonso XIII, que le fue aceptada, nombrando Presidente a
Práxedes Mateo Sagasta, líder del Partido Liberal.
Los grupos nacionalistas catalanes buscan un entendimiento
político con los republicanos catalanes, surgiendo así un nacionalismo de
carácter republicano que posteriormente se denominará Esquerra Republicana. Por
su parte los socialistas se aproximan a este bloque para ir en coalición en
futuras elecciones para derrotar a los dos partidos monárquicos tradicionales:
el Liberal y el Conservador. Y los anarquistas tratan también de consolidar su
acción creando a nivel nacional la CNT (Confederación Nacional de Trabajo), gran
sindicato obrero anarquista. |
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ARRIBA
Pablo Iglesias
reconoce su implicación en la Semana Trágica, defiende la
figura de Ferrer Guardia, reconoce que la legalidad le
interesa sólo mientras le beneficie, y amenaza con atentar
contra el presidente del Gobierno Antonio Maura.
Primer discurso de Pablo Iglesias en el
Congreso, el 7 de julio de 1910
Pablo Iglesias
subió por vez primera a la tribuna de oradores del Congreso, el
7 de julio de 1910. Su intervención demostró su talante
revolucionario y antidemocrático hasta el punto de amenazar de
muerte al jefe del partido conservador, Antonio Maura. El
Congreso debatía el proyecto de “contestación al discurso de la
Corona”. En aquellos momentos, España trataba de salir de la
conmoción que había producido el año anterior la llamada “Semana
Trágica” de Barcelona.
El presidente del
gobierno Antonio Maura cayó en desgracia por estos hechos tan
aciagos y el rey Alfonso XIII lo destituyó poco después. Al año
siguiente, el monarca nombró a José Canalejas, presidente del
Consejo de Ministros.
En este contexto
se produjo el debate de 7 de julio de 1910, que pasará a la
historia del parlamentarismo español como una jornada
especialmente vergonzosa sobre la que se ha intentado, con
notable éxito por cierto, tender un tupido velo, y en la que
Pablo Iglesias intervino para justificar la postura del Partido
Socialista en estos sucesos. De su discurso extraemos los
siguientes párrafos:
«El partido
al que yo represento aspira a concluir con los antagonismos
sociales, a establecer la solidaridad humana, y esta
aspiración lleva consigo la supresión de la Magistratura, la
supresión de la Iglesia, la supresión del Ejército, y la
supresión de otras Instituciones necesarias para ese régimen
de insolidaridad y antagonismo».
«El partido
socialista viene a buscar aquí lo que de utilidad puede
hallar, pero la totalidad de su ideal no está aquí; la
totalidad entiende que ha de obtenerse de otro modo. Es
decir, que este partido… estará en la legalidad mientras la
legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la
legalidad, como han estado todos los partidos, cuando ella
no le permita realizar sus aspiraciones».
Quedaban así
sentadas las bases de lo que iba a ser la actuación del
socialismo español durante las siguientes décadas.
A las 18:25, el
presidente de la Cámara, Conde de Romanones, vuelve a dar la
palabra a Pablo Iglesias, que 40 minutos antes había pedido un
descanso por hallarse fatigado.
Pablo
Iglesias.- Y el compromiso
adquirido por esta conjunción (republicano-socialista)
cuando el señor Maura seguía en el mando era derribarle del
poder, considerarle un peligro para los intereses del país,
para la libertad, para todo lo que aquí debemos defender. Y
no solamente derribarlo, sino trabajar para impedir que Su
Señoría (en adelante SS) pudiera volver a él. Y como
entendíamos que podía no bastar esto y que además había
otras razones, como garantía de que SS no vuelva al poder,
ya que SS entiende que no se debe retirar de la política,
viendo la inclinación del Régimen hacia SS, comprometernos
para derribar ese Régimen.
El
presidente.- Orden, orden,
Sr. Iglesias, no se puede discutir el Régimen.
Pablo
Iglesias.- Hagan las protestas
que hagan, lo mantengo…Tal ha sido la indignación producida
por la política del Gobierno presidido por el Sr. Maura en
los elementos proletarios, que nosotros, de quienes se dice
que no estimamos a nuestra nación, que no estimamos los
intereses de nuestro país, amándolo de veras, sintiendo las
desdichas de todos, hemos llegado al extremo de
considerar que antes que SS suba al poder debemos llegar
hasta el atentado personal.
El
presidente.- ¡Orden, orden, señor
Iglesias! SS no puede ampararse en la inmunidad
parlamentaria para cometer un delito. Por lo tanto SS tiene
que retirar esas palabras y darlas por no dichas. No puede
continuar SS mientras no rectifique sus palabras. ¡No
faltaba más! ¡Orden, orden señores diputados! Señor
Iglesias, ruego a SS que oiga las indicaciones de la
Presidencia.
A partir de
aquí tiene lugar un diálogo surrealista, en el que Romanones
trata de hacer entender una y otra vez a Pablo Iglesias que
las amenazas de muerte son incompatibles con los usos
parlamentarios y el diputado socialista se afirma una y otra
vez en lo dicho.
Pablo
Iglesias.- Manifestaba antes que
yo no quería venir con nada que significase… Recordaba esto,
citaba esto para demostrar el estado de ánimo, no mío
solamente, sino de las fuerzas que yo represento, y para que
no se creyera que esto que había dicho fuera del Parlamento
no tenía la sinceridad de decirlo aquí.
(…)
Lo he dicho por
esa razón.
El
presidente.- A mí no me importa
la razón de haberlo dicho. SS tiene que darlo por no dicho.
Pablo
Iglesias.- Lo he dicho por
esa razón.
El
presidente.- (…) Señor Iglesias,
invito a SS por última vez a que retire esas palabras (…)
Pablo
Iglesias.- ¿Por qué?
El
presidente.- Porque no ha debido
pronunciarlas.
Pablo
Iglesias.- Voy a explicarlas.
El
presidente.- Hay que retirarlas.
Pablo
Iglesias.- ¿No puedo explicarlas?
Pues no las retiro.
El
presidente.- Señor Iglesias, SS
tiene suficiente dominio de la palabra para poder acceder a
esta petición, sin mengua ninguna de sus prestigios. Su
señoría ha dicho una cosa que no podía decir, y tengo la
seguridad de que ahora estará pesaroso de haberla dicho,
porque aquí la inmunidad parlamentaria no está para venir a
cometer delitos y lo que ha dicho SS constituye un delito.
Pablo
Iglesias.- Su señoría ha hablado
de retirarlas y yo he hablado de explicarlas.
Un diputado
pide que se lea el artículo 148 del Reglamento, se establece
una discusión sobre si es aplicable al caso, que finalmente
parece que no lo es, intervienen varios diputados, entre los
que destaca el presidente del Consejo de Ministros, José
Canalejas, que medió en dos ocasiones para que Pablo
Iglesias aceptara tener por no enunciada la amenaza de
atentado contra Antonio Maura, y Eduardo Dato que recriminó
a Pablo Iglesias su intervención.
Atentado a
Antonio Maura
El 22 de julio
de 1910, quince días después de esta sesión, Antonio Maura
sufrió un atentado, cuando se encontraba en la estación de
Francia de Barcelona, procedente de Madrid. El joven
socialista Manuel Posa Roca, disparó contra él, resultando
herido en una pierna y un brazo.
Al día
siguiente se formulaba una protesta en el Congreso a la que,
lógicamente, Pablo Iglesias, no se adhirió.
En aquel
entonces corrió la siguiente frase: “Pablo Iglesias apuntó
al objetivo y Posa disparó contra él”.
Durante los
meses siguientes, la labor de Iglesias se centró en
desgastar no sólo al gobierno reformador de Canalejas sino
también el sistema constitucional.
El verano de
1910 fue verdaderamente crispado y las huelgas, que llegaron
al número de 246, tuvieron una carga política evidente.
Citas y frases
de Pablo Iglesias
• «Queremos la
muerte de la Iglesia… para ello educamos a los hombres, y
así les quitamos la conciencia… No combatimos a los frailes
para ensalzar a los curas. Nada de medias tintas. Queremos
que desaparezcan los unos y los otros».
(En el VI Congreso del PSOE en Gijón)
• «No nos
interesa hacer buenos obreros y empleados, buenos
comerciantes. Queremos destruir la sociedad actual desde sus
comienzos».
• «El Partido
Socialista es la entera emancipación de la clase
trabajadora: es decir, la abolición de todas las clases
sociales y su conversión en una sola de trabajadores libres
e iguales, honrados e inteligentes».
• Cuando el 8
de agosto de 1897 Cánovas del Castillo fue asesinado por el
anarquista Michele Angiolillo Folli, en el balneario de
Santa Águeda, Iglesias dijo: «Condenamos los crímenes de
abajo tanto como los de arriba, aunque algunas veces los
primeros sean corolarios de los segundos». Y añadía: «No
contribuyamos a convertir esta sociedad, inarmónica ya por
antagonismo de intereses, en una sangrienta lucha de
fieras».
ARRIBA
El PSOE apoya
la huelga general revolucionaria
El demócrata y
defensor de la paz, Pablo Iglesias y su partido, que defendían
la dogmática del marxismo puro, la lucha de clases, el
Manifiesto Comunista, la dictadura del proletariado, la
destrucción de la Iglesia, el Ejército, los Jueces, etc., no
tuvo reparos en apoyar en 1917 la huelga general revolucionaria
a imitación de la soviética de Octubre en medio de un clima de
crisis y de crispación social casi sin precedentes.
El 13 de agosto de
1917 con la proclamación de la Huelga General Revolucionaria, se
inicia en España un movimiento revolucionario que resultó ser
precursor del movimiento también revolucionario bolchevique que
terminó con la Monarquía Zarista y que dio lugar al nacimiento
de la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS): la
Revolución de Octubre de 1917 en San Petersburgo.
La Revolución de
1917 en España se inicia con numerosas huelgas, bien coordinadas
en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia y Bilbao. El movimiento
revolucionario es especialmente violento en Madrid y en el medio
rural.
A comienzos de 1917
los síntomas de la economía española hacían presagiar lo que se
iba a producir meses más tarde. Una floja cosecha de trigo y la
crisis industrial, hacen que se produzcan enfrentamientos
revolucionarios en la base social agrícola e industrial de
España. El aumento de precios durante los primeros meses de 1917
fue desproporcionada.
La batalla de
Verdún parecía indicar falsamente el final de la I Guerra
Mundial y el miedo a las pérdidas de pedidos industriales
acrecentaba la recesión económica. Para completar el panorama,
el 15 de marzo, abdica el Zar en Rusia y se inicia la etapa
burguesa de Kerenski, que terminaría desembocando en la
revolución de los soviets en octubre.
El PSOE y la CNT lo
tuvieron fácil gracias al desprestigio del Gobierno del
conservador Eduardo Dato. El Gobierno era incapaz de dar
respuesta adecuada al clima de desorden y enfrentamiento
motivados por las huelgas revolucionarias organizadas por los
agitadores socialistas y anarquistas. En agosto de 1917 las
detenciones fueron numerosas.
Los sindicatos
militares, organizados en las Juntas de Defensa, también
tuvieron influencia en el movimiento revolucionario. Estas
organizaciones reclamaban mejores condiciones económicas y
cambios en el sistema de ascensos en el Ejército y la Armada.
Los cuarteles estaban muy infiltrados por los activistas
socialistas y había un estado evidente de insubordinación.
Para terminar de
cuadrar el ambiente revolucionario, la situación social de
obreros y campesinos era muy penosa. En tal estado de cosas,
fundamentalmente los dirigentes del PSOE y ciertos sectores
anarquistas, influidos ya unos y otros de una nítida tendencia
hacia las soluciones de carácter revolucionario, tal y como se
venían propugnando en Rusia, creen llegado el momento de dar el
paso definitivo y lo hacen a través de las huelgas parciales y
sectoriales que concluyen en la proclamación de la huelga
General Revolucionaria en toda España.
El PSOE apoya la
huelga general revolucionaria. Su fundador y dirigente, Pablo
Iglesias, defensor del marxismo puro, la lucha de clases, el
Manifiesto Comunista, la dictadura del proletariado, la
destrucción de la Iglesia, el Ejército, los Jueces, etc. , no
tuvo reparos en apoyar la huelga general revolucionaria en medio
de un clima de crisis y de crispación social casi sin
precedentes .
Lo relevante y
peculiar de este movimiento no son los fines laborales, ni mucho
menos, sino claramente políticos, pues no es el de 1917 un
movimiento reivindicativo de origen y finalidad social, sino que
bajo tal apariencia sus fines son la toma del poder, el
derrocamiento del régimen monárquico y su sustitución por otro
de claro matiz revolucionario.
El 27 de marzo de
1917, se publica un manifiesto de socialistas, anarquistas,
las Juntas Militares de Defensa y los catalanistas de Cambó. En
la proclama firmada por sus líderes y distribuida por toda la
nación se dice textualmente que el objetivo de todos los paros,
manifestaciones y enfrentamientos es:
“...la
constitución de un Gobierno provisional que asuma los
poderes ejecutivos y moderador, la elección de Cortes
constituyentes... y en definitiva, el cambio completo de
régimen...”
Se trataba de
destruir el sistema legalmente establecido, es decir, la
Monarquía, a través de la violencia y la presión en la calle,
para instaurar otro sistema distinto, de claro matiz
revolucionario y bolchevique. En Rusia ocurrió lo mismo dos
meses después.
El 19 de julio de
1917. Se disuelve la Asamblea de parlamentarios. Se detiene al
comité de huelga formado por Andrés Saborit Colomer, Julián
Besteiro Fernández, Francisco Largo Caballero y Daniel Anguiano
Munguito. Otros dirigentes republicanos como Alejandro Leroux se
escondían y huían fuera de España. Los catalanistas de Francesc
Cambó i Batlle se arrugaron y cínicamente condenaron a
anarquistas y socialistas.
El 13 de agosto de
1917 tiene lugar la huelga general en toda España. El día 17
está controlada la situación, las fuerzas de seguridad y del
Ejército devolvieron la calle a la legalidad vigente. Es verdad
que la mayoría de la población no secundó las huelgas e incluso,
algunos grupos de jóvenes “mauristas”, se organizaron en torno a
José Calvo Sotelo, quien irá adquiriendo gran importancia con el
paso de los años, oponiéndose abiertamente a los huelguistas y
colaborando de manera activa en impedir el colapso total de los
servicios públicos y de suministro de artículos de primera
necesidad, reventando la eficacia de los paros obreros de
transportes y abastecimientos en alguna que otra ciudad. El
Gobierno actuó con celeridad y los dirigentes del comité de
huelga Anguiano, Largo Caballero, Besteiro y Saborit, acabaron
en la cárcel.
El balance de este
levantamiento revolucionario se saldó con 100 muertos, de los
cuales una treintena lo fueron en Barcelona, catorce en Madrid y
cerca de veinticinco en Bilbao. Fueron detenidos y condenados a
cadena perpetua sus líderes más destacados, aunque como tantas
otras veces, indultados más tarde por el siguiente Gobierno.
Los socialistas
Julián Besteiro, Anguiano, Saborit y Francisco Largo Caballero
tuvieron un debut político no muy deseable. Sus argumentos no
estaban basados en el diálogo, la tolerancia y el respeto a la
legalidad, sino que lo hicieron como agitadores, justificando la
violencia. Esta actitud permanecería en los dirigentes del PSOE
incluso tras la caída de la Monarquía en 1931.
En Rusia, en
octubre del mismo año, sí triunfa el movimiento revolucionario
de Lenin. Tras una sangrienta guerra civil, los bolcheviques
toman el poder y seguirán después de sangrientas purgas y
persecuciones de sus enemigos, adversarios o simplemente
ciudadanos sin filiación política, convertirán a Rusia en la
URSS y en la cuna de la dictadura del proletariado.
En el mes de
noviembre de 1917 tuvo lugar una campaña a favor de amnistía de
los revolucionarios. Fueron elegidos concejales por Madrid los 4
miembros del comité de huelga. El sistema constitucional sirvió
para burlar la acción de la justicia.
En febrero de 1918
se produjo la disolución de las Cortes y la convocatoria de
elecciones siendo elegidos diputados Indalecio Prieto por
Bilbao, Besteiro por Madrid, Anguiano por Valencia, Saborit por
Asturias y Largo Caballero por Barcelona. El sistema trató con
benevolencia a los revolucionarios (anarquistas, socialistas,
catalanistas y republicanos), pero no se integraron en el
sistema. El nuevo Parlamento quedó repleto de grupúsculos
políticos, obteniendo actas de diputados Indalecio Prieto y los
cuatro miembros del PSOE del Comité organizador de la Revolución
de 1917. La paradoja convierte al sistema parlamentario español
en una forma de gobierno cuando menos “peculiar” pues los presos
de un día, serán diputados al siguiente y viceversa.
ARRIBA
Después de los
sucesos de 1917, España entró en una etapa revolucionaria
durante la cual se consumó la descomposición del sistema
canovista. Entre 1917 y 1923, se vivieron años de intenso
malestar social, manifestado en huelgas (como la de Correos
o “La Canadiense”) y en la violencia de las agitaciones del
campesinado (especialmente el Andalucía). Los trabajadores
se afiliaron a los sindicatos y se lograron en estos
momentos algunas ventajas laborales, como: la jornada de 8
horas, salarios fijos, etc.; sin embargo, la Federación
Patronal de Barcelona reaccionó estableciendo el cierre de
empresas por quiebra económica.
La efervescencia
del mundo obrero español también se debió a la influencia de la
Revolución Bolchevique triunfante en Rusia, aunque la afiliación
a la III Internacional, promovida por los soviéticos, fue
rechazada por la CNT, la UGT y el PSOE (de donde se formó por
escisión el PCE en 1921). El ejemplo bolchevique intensificó la
violencia y la acción del pistolerismo, siendo Barcelona la más
afectada por estos acontecimientos. La dura represión llevada a
cabo por el gobernador civil Severiano Martínez Anido y los
asesinatos del abogado sindicalista Francisco Layret Foix y del
anarquista Salvador Seguí, complicaron más el problema.
El 8 de marzo de
1921 unos anarquistas asesinaban al jefe de gobierno actual,
Eduardo Dato, y en julio del mismo año se producía el Desastre
de Annual en la guerra de Marruecos. Ambos sucesos conmovieron a
la opinión pública, de forma que el general Miguel Primo de
Rivera, desde Barcelona, no tuvo nada más que redactar un
telegrama para dar el golpe de estado el 13 de septiembre de
1923.
El contexto
internacional de esta época estuvo marcado por la crisis de las
democracias liberales terminada la I Guerra Mundial, a las que
se les acusó de culpables de la contienda. El estado liberal se
vio atacado por el socialismo y el fascismo. El primero defendía
la existencia de un estado fuerte regido por la dictadura del
proletariado, y el fascismo un estado autoritario.
Tras el golpe del
13 de septiembre, Alfonso XIII encargó a Primo de Rivera que
formara gobierno, constituyendo así un régimen autoritario: el
dictador suprimió el sistema parlamentario, la Constitución de
1876 y disolvió las Cortes, terminando así con el sistema
inspirado por Cánovas y Sagasta. La dictadura no fue mal
recibida, tuvo el apoyo de la masa neutra, cansada ya del caos
civil y político, y al manifestar Primo de Rivera que era una
dictadura transitoria, algunos sectores como la burguesía
catalana, los socialistas y los republicanos de Alejandro
Lerroux también le dieron su apoyo.
En la dictadura se
distinguen dos fases: el Directorio Militar (1923-1925) y el
Directorio Civil (1925-1930) La primera se caracteriza por la
consecución de la paz social, el orden público y la ordenación
de la administración central, provincial y municipal y el fin de
la guerra de Marruecos, gracias a la ayuda de Francia, que
colaboró en el desembarco de Alhucemas en pleno dominio de las
cabilas rifeñas lideradas por Abd-el-Krim. Tras estos logros
Primo de Rivera decidió continuar con la dictadura, incluyendo
en el gobierno algunos políticos civiles. Se forma así el
Directorio Civil en el que se destacan las figuras de Calvo
Sotelo y del conde de Guadalhorce. La decisión de continuar con
el régimen despertó el rechazo y las críticas de muchos, como
Unamuno, que acabó exiliado en París.
La dictadura se
justificó por sus realizaciones, ya que no contaba con soporte
ideológico. A las ya citadas hay que añadir otras:
• Creación de
los Comités Paritarios, que estaba integrados por obreros y
patronos para la regulación del empleo. Contaron con el
apoyo del PSOE y del líder socialista Largo Caballero.
• Política
económica intervensionista para superar la crisis de la
posguerra. Se aumentó la protección arancelaria y se fomentó
la producción nacional con ayudas fiscales y crediticias.
Todo ello provocó un incremento de la concentración
económica y de los monopolios: se creó la CAMPSA como
monopolio del petróleo.
Las industrias
básicas como la siderúrgica, la química pesada y el cemento,
aumentaron su producción. También se favoreció el incremento del
turismo.
Se emprendió
también una decidida política de obras públicas, creando una
amplia red de carreteras, mejorando los ferrocarriles y
abordando el problema del agua (Confederaciones y Plan
Hidráulico)
Esta política
económica se vio favorecida por los felices años 20 en el
contexto internacional, pero los enormes gastos (Exposición
Universal de Barcelona y la Iberoamericana de Sevilla)
aumentaron la deuda pública. De forma que cuando cambió el
contexto internacional favorable, el capital extranjero
invertido se retiró y la peseta se despreció, provocando una
caída general de la economía.
Colaboración con
la Dictadura de Primo de Rivera
Analicemos
brevemente la estrecha colaboración que el PSOE mantuvo con el
régimen antiliberal de Miguel Primo de Rivera, el dictador que
dominó la esfera política nacional durante el sexenio 1923-1929.
Tan trascendental
fueron los años del colaboracionismo entre el socialismo
marxista y el corporativismo organicista que, gracias a ellos, a
decir de la práctica totalidad de historiadores solventes, el
PSOE y la UGT se convirtieron en las fuerzas izquierdistas
españolas hegemónicas de la política y el sindicalismo. En
definitiva, durante aquellos años, el PSOE logró dos cosas
decisivas: el Gobierno persiguió duramente al movimiento
anarquista, cuyo crecimiento quedó suficientemente castrado como
para que durante los años republicanos la CNT y la FAI fueran a
remolque de la izquierda marxista en las luchas sociales. Y,
además, el PSOE adquirió la notoriedad suficiente como para
abortar el crecimiento del PCE que, durante la II República,
apenas pudo colar un diputado en las Cortes en 1933.
Aunque Miguel Primo
de Rivera era partidario de la superación de la lucha de clases,
éste no dudó en buscar la colaboración del entonces partido
marxista, para mejorar las deplorables condiciones de vida de
los trabajadores españoles. Desde el lado socialista, y emulando
la actitud que tuvo el SPD alemán con Bismarck, el PSOE tuvo un
acercamiento no exento de oportunismo hacia el Directorio,
mientras otros grupos como los cenetistas y los hombres de la
restauración (liberales y conservadores) eran prácticamente
borrados del mapa político. A los pocos días de iniciarse el
Directorio militar, el general Duque de Tetuán visitaba la Casa
del Pueblo de Madrid, desde donde emitió emocionadamente estas
palabras: “en este centro se da al obrero una orientación
de buena ciudadanía”. Con esta visita, el sorprendente
matrimonio entre socialismo y primorriverismo, parecía quedar
asegurado.
A pesar de la
oposición del sector liderado por Indalecio Prieto Tuero, la
mayoría del Partido Socialista y de la UGT, de la mano de
Francisco Largo Caballero, el futuro Lenin Español, decidió
colaborar definitivamente con el Directorio militar. Esta
colaboración, constante y continuada a lo largo de toda la
dictadura, fruto quizá de un cierto temor mutuo, fue ratificada
en los congresos del partido y del sindicato en 1928. La doble
colaboración –política y sindical– del PSOE y de la UGT,
consiguió que ambas organizaciones gozaran de una mayor cohesión
y operatividad, amén de librarlas de sospechas gubernativas. Los
políticos del PSOE inspiraban la abundante legislación social
del régimen, mientras la UGT gozaba prácticamente del monopolio
de la actividad sindical.
Ya desde el segundo
día del Directorio, las huestes socialistas decidieron no
secundar la huelga cenetista apoyada por el PCE. Por el
contrario, destacados dirigentes socialistas ocuparon cargos de
gran relevancia en el sexenio primorriverista: vocalías del
Consejo de Estado y del Consejo Interventor de Cuentas del
Estado, asientos en el nuevo Consejo Superior del Trabajo y en
la Comisión de Corporaciones del Ministerio de Trabajo,
consejerías del INP, del Consejo de Información Telegráfica
Comercial, del Consejo Superior Ferroviario, representantes
gubernamentales en la OIT, representantes en los comités
paritarios, en la Oficina Internacional de Ginebra, etc. El
propio Largo Caballero logró entrar en el mismísimo Consejo del
Estado. Largo Caballero, con el visto bueno de Julián Besteiro,
aprobó y perfeccionó los proyectos del general Primo de Rivera
sobre los jurados mixtos y el arbitraje imparcial.
Particularmente
interesantes fueron las distintas entrevistas que Miguel Primo
de Rivera mantuvo con el dirigente de la UGT Manuel Llaneza. El
socialista Andrés Saborit, entonces miembro de la Comisión
Nacional Corporativa, señalaba en el XII congreso ordinario del
PSOE celebrado en 1928 que “la justicia obliga a reconocer
que Primo de Rivera atendió la mayor parte de las reclamaciones
formuladas por Llaneza”. En este sentido, cabe aquí
recordar, por lo que a Asturias se refiere, la financiación de
la compra de la mina de San Vicente para la explotación, en
régimen de cooperativa, por el sindicato minero asturiano, al
que Primo de Rivera concedió, además, una subvención de 25
céntimos por tonelada de carbón explotada con la condición de
que los fondos se destinaran a obras benéficas.
Asimismo, la
dictadura subvencionó la creación de Casas del Pueblo
Socialistas. Curiosamente, la organización corporativista de los
comités paritarios permitió que la UGT durante la Dictadura
pasara de 208.170 afiliados en 1822 a 238.501 en 1929,
permitiendo la propaganda marxista, sueldos y dietas para sus
militantes que participan en el tinglado paritario.
Años después, en
una de las sesiones parlamentarias más radicalizadas de nuestra
Historia, la cual tuvo lugar el 15 de abril de 1936, varios
diputados socialistas arremetieron descabelladamente contra la
Dictadura de Miguel Primo de Rivera. Calvo Sotelo tuvo que
recordar a estos, los viejos socios del dictador lo mucho que
habían colaborado con el Marqués de Estella. El ambiente se
caldeó, pero Calvo Sotelo se había limitado a decir la verdad.
De hecho, cuesta encontrar dirigentes socialistas entre los
conspiradores antidictatoriales, entre otras cosas, porque las
iniciativas antidictatoriales solían partir de los círculos
liberales, los ateneos republicanos y las logias jacobinas. Por
el contrario, las Casas del Pueblo administraban su particular
luna de miel con la Dictadura, haciendo caja y fomentando las
afiliaciones.
ARRIBA
El PSOE
abandona al dictador, se niega a colaborar con una República
burguesa, y luego se suma a la causa republicana.
Cuando la dictadura
de Primo empezaba a declinar, los socialistas consideraron
oportuno abandonar el barco y pasarse a la oposición al régimen
que tanto les había beneficiado.
Pese a la caída de
la dictadura y la crisis de la monarquía la dirección del PSOE
se opuso a colaborar en la instauración de una república
burguesa –democrática y parlamentaria–, para después, a partir
de septiembre de 1930, colaborar en las huelgas revolucionarias
que la demandaban. Varios altos miembros del PSOE acudieron al
Pacto de San Sebastián de agosto de 1930 junto a otros grupos
prorrepublicanos.
El Pacto de San
Sebastián tuvo lugar en la capital donostiarra el 17 de agosto
de 1930 bajo la presidencia del representante de Unión
Republicana, Fernando Sasiaín. Se realizó una reunión impulsada
por Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura, concurriendo a ella
casi todos los defensores de la República. El objetivo era
derrocar a la monarquía, encarnada en la figura de Alfonso XIII,
sistema que se consideraba causante de la crisis que vivía el
país, a pesar de haber sido derrocada la dictadura de Primo de
Rivera, el 29 de enero de 1930.
El nuevo Jefe de
Gobierno y también Ministro de guerra elegido por el Rey, fue
Dámaso Berenguer, a partir del 30 de enero de 1930. Si bien
comenzó su gobierno otorgando una amplia amnistía política,
pronto se convirtió en un nuevo dictador, en lo que se conoció
como “dictablanda”. Su convocatoria a elecciones inmediatas fue
resistida por los partidos, desarticulados durante la dictadura
de Primo de Rivera.
Por ello, y ante la
situación sin salida que vivía el país, el pacto de San
Sebastián significaba una esperanza de que la República cambiara
el destino de los oprimidos y la libertad fuera algo más que una
utopía.
El partido
Republicano Radical, estuvo representado por Alejandro Lerroux,
que junto a Manuel Azaña, por Acción Republicana, habían
conformado la Alianza Republicana.
Manuel Carrasco
Formiguera, lo hacía por Acción Catalana, mientras que el
Partido Radical-Socialista envió a tres figuras representativas:
Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Ángel Galarza.
Fueron dos los
enviados por la Derecha Liberal Republicana: Niceto
Alcalá-Zamora y Miguel Maura, como hemos dicho, promotores del
encuentro. La Acción Republicana de Cataluña envió a Matías
Mallol Bosch, Estat Català a Jaume Aiguader y la Federación
Republicana Gallega, a Santiago Casares Quiroga.
El Partido
Socialista, no envió representación. Concurrieron a título
personal: Eduardo Ortega y Gasset, Indalecio Prieto, Fernando de
los Ríos y Felipe Sánchez Román. Gregorio Marañón no pudo estar
presente, por hallarse en Francia, pero se adhirió por carta.
Luego de almorzar
en el Hotel de Londres, estos 15 republicanos se dirigieron a
los Salones de Casino de Unión Republicana. Luego de una hora y
media de deliberaciones se sucedieron varios encuentros más, y
aunque los acuerdos fueron secretos y no quedó constancia
escrita, trascendieron los siguientes puntos tratados:
Con relación a la
autonomía de Cataluña, y otras regiones que reclamaban este
derecho, se acordó la presentación por esta región, y en su
caso, las demás, de un Estatuto propio y particular, ante unas
Cortes Constituyentes elegidas por sufragio universal.
Se formó un Comité
Revolucionario, con contacto con organizadores militares, cuyo
presidente fue Alcalá-Zamora. El objetivo era establecer la
República por medio de un pronunciamiento militar,
Sin embargo, antes
de que dicho Pacto pudiera plantearse como una verdadera
alternativa pacífica al cambio de sistema, los partidarios más
acérrimos de la instauración de la República intentaron la vía
golpista. Estimulada por diversos círculos militares (la U.M.R.
Unión Militar Republicana) la guarnición de Jaca, con el capitán
Fermín Galán y el teniente García Hernández al frente se
sublevaron contra la Monarquía y proclamaron la República. Su
principal error estribó en no romper las comunicaciones con
Francia, por lo que el Gobierno, enterado del levantamiento,
pudo tomar las medidas necesarias para sofocarlo. Aislados los
rebeldes, fueron hechos prisioneros y sus cabecillas, Fermín
Galán y Ángel García Hernández fueron fusilados. La República
había conseguido así a sus mártires.
Los firmantes del
Pacto de San Sebastián fueron perseguidos. Manuel Azaña y
Alejandro Lerroux permanecieron en Madrid, sin ser vistos, y
evitaron la represalia. La prisión fue el castigo para Maura,
Alcalá Zamora, Fernando de los Ríos, Largo Caballero, Casares
Quiroga y Álvaro Albornoz y Liminiana, mientras que Marcelino
Domingo, Indalecio Prieto, Nicolau d’Olwer y Martínez Barrio,
lograron huir a Francia.
La jefatura de
gobierno, al dimitir Berenguer, fue ejercida por el almirante
Aznar en febrero de 1931.
ARRIBA
El rey Alfonso
XIII decidió poner a prueba a la opinión pública convocando
elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. La
escasa popularidad de la Monarquía quedó patente en la
victoria de las candidaturas republicanas en todas las
principales ciudades españolas. Los datos oficiales
señalaron 22.150 concejales monárquicos frente a 5.775
republicanos, pero en aquella época los votos de las
ciudades eran los que decidían y éstas habían votado
mayoritariamente por la República.
La proclamación de
la República tuvo lugar el 14 de abril de 1931 y fue acogida con
euforia por la mayoría de la población. Para estas multitudes la
República representaba la esperanza de una nueva España moderna
y más justa. Mientras el país celebraba la proclamación de la
República, Alfonso XIII abandonaba el Palacio rumbo a un exilio
voluntario. Antes de marcharse dejó a los españoles esta
proclama:
“Las
elecciones celebradas el domingo, me revelan claramente que
no tengo hoy el amor de mi pueblo [...]. Hallaría medios
sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz
forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente,
quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota
contra otro, en fraticida guerra civil [...]. Espero conocer
la auténtica y adecuada expresión de la conciencia
colectiva, y mientras habla la Nación, suspendo
deliberadamente el ejercicio del poder real y me aparto de
España, reconociéndola como única señora de sus destinos”.
La República quedó
instaurada inmediatamente y a ojos de la opinión mundial pudo
considerarse como un maravilloso ejemplo de civismo y madurez
política. Su primer jefe de gobierno fue Niceto Alcalá Zamora,
pero en el nuevo gabinete ya podía identificarse un alto
componente de miembros de corte anticlerical o que ejercían
profesiones liberales, representantes de la Institución Libre de
Enseñanza. Los ministros de ese primer gobierno republicano
fueron: Alejandro Lerroux García (Estado), Miguel Maura Gamazo
(Gobernación), Fernando de los Ríos Urruti (Justicia), Santiago
Casares Quiroga (Marina), Álvaro de Albornoz y Liminiana
(Fomento), Marcelino Domingo Sanjuán (Educación), Manuel Azaña
Díaz (Guerra), Indalecio Prieto Tuero (Hacienda), Diego Martínez
Barrio (Comunicaciones), Francisco Largo Caballero
(Trabajo-Previsión Social) y Luis Nicolau d’Olwer (Economía).
Nada más formarse
este nuevo gobierno la República tuvo su primer problema ante la
reaparición del catalanismo político, que debía su fuerza a una
combinación de la expansión económica catalana y su renacimiento
literario (Jocs Florals). Desde el balcón de la Generalitat su
líder, Francesc Macià, proclamó la República Catalana como
Estado Integrante de la Federación Ibérica. Varios ministros
viajaron rápidamente de Madrid a Barcelona para persuadir a
Macià de que abandonara su idea y se mostrara favorable a la
adopción de un estatuto de autonomía promulgado por las Cortes,
a lo que accedió.
Sin embargo, menos
de un mes después de la proclamación de la República, el 11 de
mayo de 1931, el anticlericalismo que ésta había desatado se
convirtió en violencia callejera. Después de un enfrentamiento
entre monárquicos y republicanos el día anterior, los
partidarios de la República prendieron fuego a seis iglesias en
Madrid. La policía republicana no hizo nada para impedir la
quema de los conventos. Manuel Azaña, futuro presidente de la
República, dijo ese día: “Todos los conventos de Madrid
no valen la vida de un republicano”. Los católicos
practicantes no olvidaron ni perdonaron esta actitud de las
autoridades, los republicanos por su parte, promulgaron una Ley
de Defensa de la República.
El 28 de junio de
1931 se celebraron elecciones con un notable índice de
participación que superaba el 70%. El sistema electoral, que
primaba las mayorías otorgó un rotundo triunfo al Gobierno
provisional formado tras las elecciones de abril y dio el
siguiente resultado en escaños:
FORMACIONES CENTRO-IZQ.
ESC.
PSOE
117
P.
R. RADICAL-SOCIALISTA 36
ESQUERRA CATALANA 32
ACCIÓN REPUBLICANA 27
ORGA
(Nacionalistas gallegos) 16
AGRUP. AL SERVICIO DE LA REP. 14
FEDERALES 14 |
FORMACIONES CENTRO-DER. ESC.
PARTIDO
RADICAL 93
PARTIDOS MONÁRQUICOS 59
P.
REP. CONSERVADOR 27
PARTIDO AGRARIO 26
VASCONAVARROS 14
LLIGA REGIONALISTA 3
OTROS PARTIDOS CENTRO-DER. 6 |
Las elecciones
dieron la mayoría de los escaños a los socialistas y
republicanos, los partidos que pertenecían a la izquierda y al
centro. Manuel Azaña, fue elegido nuevo jefe de gobierno.
Instaurado un
gobierno izquierdista, el PSOE formó parte de él hasta 1933. Se
redactó una nueva Constitución sectaria, se persiguió a la
Iglesia Católica (el PSOE estuvo al frente de esta actitud), se
quemaron conventos, se expulsó a la Compañía de Jesús, las
huelgas se multiplicaron, así como los crímenes políticos, se
reprimieron violentamente diversos conflictos sociales que
llevaron al PSOE a ser tachado de contrarrevolucionario y
reaccionario.
Se persiguió y
acosó a la disidencia de derechas a la que se tachaba de
monárquica y pro fascista, y se cerraron multitud de
publicaciones derechistas con cualquier excusa.
ARRIBA
Las Juventudes
Socialistas protagonizan la violencia callejera. Francisco
Largo Caballero crea un Grupo Deportivo entre las Juventudes
Socialistas, entrenado con espíritu paramilitar para
combatir en la calle a la “amenaza fascista”. Portaban
pañuelos rojos, puños en alto y entonaban canciones
belicosas sembrando el terror entre los grupos de derechas y
especialmente los falangistas, a los que hicieron objeto
predilecto de sus ataques. Entre noviembre de 1933 y junio
de 1934, José Antonio Primo de Rivera se negó a contestar a
la violencia con violencia, pese a la casi decena de muertos
entre los militantes de FE a manos de los “chíbiris”
socialistas, lo que motivó la sorna de la izquierda, la
derecha moderada y el ABC, que motejaron a José Antonio de
“San Simón el enterrador” y a su FE de Franciscanismo
Español o Funeraria Española.
Los “batallones de
chíbiris” se formaban en los barrios donde había personal
suficiente para ello, de ideología socialista o comunista. Eran
adiestrados para la “lucha final que comienza”. Cada batallón
contaba con un número muy variable de elementos, por lo general
entre 300 y 600, de ambos sexos, y los días de fiesta se reunían
en un lugar determinado de cada barrio. Marchaban en formación y
lo hacían marcando el paso al son de una canción de aquellos
tiempos, de letra y música pegadizas y de una zafiedad extrema,
que llamaban “El Chíbiri”.
Era norma que los
chíbirís fueran acompañados por la familia y acampaban, y
comían, en el lugar elegido para sus propósitos, expresamente
buscado por los asesores militares. Unos, en la Casa de Campo,
otros en El Pardo, donde recibían instrucción de combate,
impartida por oficiales del ejército de ideología afín. Entre
estos estaban el capitán de Ingenieros don Carlos Faraudo,
destinado en la Guardia de Asalto y muerto en atentado en mayo
de 1936; el capitán de la Guardia Civil don Fernando Condés, que
organizó el asesinato de don José Calvo Sotelo y murió
combatiendo en el Alto del León, en los primeros días de la
guerra civil. También era instructor de “chíbiris” el teniente
de infantería, destinado en la Guardia de Asalto, don José del
Castillo, autor del disparo que hirió al tradicionalista Luis
Llaguno, durante el entierro del alférez de la Guardia Civil,
Anastasio de los Reyes. Castillo fue muerto en atentado el 12 de
julio de 1936, lo que según algunos historiadores fue lo que
provocó, como represalia, el asesinato de José Calvo Sotelo.
El 10 de junio de
1934, tras un atentado contra el líder de Falange Española y el
salvaje ensañamiento contra el joven falangista Cuéllar (cuya
cara quedó desfigurada), muerto a manos de los chíbiris
socialistas en Cuatro Vientos tras una concentración falangista,
es cuando la Falange decidió contestar a la violencia, y en 1936
las cifras de muertos de ambos bandos se habían equilibrado. No
fue la Falange quien inició la violencia callejera, ya que no
contestó durante 7 meses y 8 muertos, sino el propio PSOE.
El 23 de julio de
1933 Largo Caballero les dijo a sus Juventudes Socialistas que
el PSOE aspiraba a conquistar legalmente el poder, pero que de
encontrar obstáculos iría a la creación de una República
socialista y revolucionaria.
Discurso de
Largo Caballero: Vamos a la conquista del poder
«Además, hay
quien dice: «Ya la República está en marcha, y, como es
República, debemos gobernarla los republicanos. (Risas.)
¿Pero qué somos nosotros? ¿Es que porque somos socialistas
no somos republicanos? Hace poco hacía referencia al primer
punto de nuestro programa mínimo: supresión de la monarquía.
Nosotros, por ser socialistas, somos republicanos; si es
simplemente por el título de republicanos, tenemos el mismo
derecho que puede tener otro cualquiera a gobernar el país.
Pero hay quien dice: «No, no; ustedes son un partido de
clase. Y como son un partido de clase, no pueden, no deben
ustedes gobernar con los partidos republicanos.» ¿Qué
significa esta declaración? Porque nosotros no negamos que
defendemos a la clase trabajadora principalmente, al mismo
tiempo que defendemos los intereses generales del país. Pero
esa declaración quiere decir que si nosotros somos
defensores de los intereses de la clase obrera, ellos serán
defensores de los intereses de la clase burguesa. Si
nosotros, por defender más principalmente los intereses
proletarios, estamos incapacitados de gobernar los intereses
del país, los del lado contrario estarán, a la inversa en la
misma situación. Claro que no es ésa la realidad; la
realidad es todo lo contrario, pues en un Gobierno como el
actual se hace una política de transacción. Pero ellos
argumentan así: somos un Partido de clase. ¿Qué quiere decir
eso? ¿Es que a la clase obrera no se le va a permitir
gobernar, siempre que lo haga con arreglo a la Constitución
y a las leyes del país? ¿Es que se le repudia, por ser clase
obrera, para la gobernación del Estado, si esta clase obrera
procede con arreglo a la Constitución y a las leyes
vigentes? ¡Ah!, esto es muy grave. ¿Es que vamos a volver
otra vez a los partidos legales e ilegales, ya que no en la
Constitución, en la práctica de cada día? A nuestro Partido,
por ser partido obrero, partido de clase, como ellos dicen,
¿se le repudia para la gobernación del Estado, permitiéndolo
la Constitución, permitiéndolo las leyes? ¿A dónde se le
empuja? De una manera inconveniente, están haciendo una
labor anarquizante que asombra. Nosotros vamos a la
conquista del Poder. (Muy bien. Gran ovación.) Si vamos a la
conquista del Poder, nuestro propósito es lograrlo según la
Constitución nos lo permite, según las leyes del Estado nos
lo consientan».
Fragmentos del
discurso pronunciado por Francisco Largo Caballero en Murcia y
recogido en “El Socialista” el 15 de noviembre de 1933.
(En plena campaña electoral, las elecciones fueron el 19 de
noviembre de 1933).
“¡Templad el
ánimo para la batalla!”
“Nosotros no
hemos dicho nunca que se pueda socializarse todo de un día
para otro. Por eso en nuestra táctica aceptamos y
propugnamos un período de transición durante el cual la
clase obrera, con sus manos, realiza la obra de la
socialización y del desarme económico y social de la
burguesía. Eso es lo que nosotros llamamos la dictadura del
proletariado, hacia la cual vamos. Y ese período de
transición desembocará luego en el Socialismo integral. Pero
cuando hablamos de la dictadura del proletariado, camaradas,
los enemigos, recordando que está establecida en Rusia y que
la preconizó Marx, se asustan. Algunos de ellos creen que la
dictadura proletaria es una especie de dictadura de Primo de
Rivera.
No es así
como la entendemos. La dictadura proletaria no es el poder
de un individuo, sino del partido político expresión de la
masa obrera, que quiere tener en sus manos todos los
resortes del Estado, absolutamente todos, para poder
realizar una obra de Gobierno socialista [...]
El solo
hecho de que haya una mayoría burguesa en el Parlamento es
una dictadura [...]
Sólo ha
habido un Gobierno, con participación socialista, que se
haya atrevido a meter en la cárcel a banqueros y a
generales. Pero en cuanto se han ido los socialistas, el
gobierno ha dejado de hacer esto. [...]”
Fragmentos del
discurso pronunciado por Francisco Largo Caballero el 2 de
diciembre de 1933 y publicado en la revista “Renovación”.
(Dos semanas después de la victoria de la CEDA).
“Lo primero que
tiene que hacer la clase trabajadora, si quiere el poder
político, es prepararse en todos los terrenos”
“Lo primero
es el poder político, que es lo fundamental. ¿Y qué hay que
hacer después? [...]
Por mí, la
cosa es sencilla: se tiene el Poder político, y el número
uno es este: inutilizar al adversario [...]
Lo primero
que tendríamos que hacer es desarmar al capitalismo. ¿Cuáles
son las armas del capitalismo? El ejército, la Guardia
Civil, las Guardias de Asalto, la policía, los Tribunales de
justicia. Y en su lugar, ¿qué? esto: el armamento general
del pueblo. [...]
Yo digo que
si la clase trabajadora conquista el poder político, tiene
que ir al armamento general del pueblo...Yo no negaré que si
al pueblo se le arma, pueda cometer atropellos. Más esto
sucede en toda revolución. Pero se puede remediar en cuanto
la clase trabajadora logre que se atiendan sus
reivindicaciones. [...]
Yo declaro
que habrá que ir a ello, y que la clase trabajadora no
cumplirá con su deber si no se prepara para ello. Si la
clase trabajadora quiere el poder político, lo primero que
tiene que hacer es prepararse en todos los terrenos. Porque
eso no se arranca de manos de la burguesía con vivas al
Socialismo. No. El estado burgués tiene en sus manos
elementos de fuerza para evitarlo todo. Y sería ilusión
creer que pudiéramos llegar a
realizar nuestras ideas rogándoles que nos respetasen.
¿Quiere decir esto que vayamos a hacer locuras? Lo que
quiere decir es que en la conciencia de la clase trabajadora
hay que dejar grabado que para lograr el triunfo es preciso
luchar en las calles con la burguesía, sin lo cual no se
podrá conquistar el poder [...] habrá que esperar el momento
psicológico que nosotros creamos oportuno para lanzarnos a
la lucha cuando nos convenga a nosotros y no al enemigo.
[...]
¿Y qué más
nos espera en el Parlamento? Todo lo que ahí se haga será en
contra nuestra; porque las derechas, con una fuerte mayoría,
se disponen a cumplir su programa. En el Parlamento no
podremos evitarlo, y la clase trabajadora tendrá que pensar
en algo muy importante. Si nos sujetamos justamente a la
legalidad que nosotros contribuimos a crear, pero que no
tenemos por qué respetar siempre, ya que al hablar de
revolución social, ésta ha de saltar por encima de la
legalidad, yo os digo que nos veremos empujados a salirnos
de la legalidad. [...]”
Ley de Vagos y
Maleantes
El penalista
socialista Luis Jiménez de Asúa –que había participado en la
redacción del Código Penal de 1932– creó el 4 de agosto de 1933
la “Ley de Vagos y Maleantes”, inspirada en la doctrina alemana
de la provocación del delito, introduciendo en España las
Medidas de Seguridad, de tan lamentables resultados. Se proponía
conseguir establecimientos idóneos en los que se condujera a los
sujetos peligrosos para tratar de, mediante la educación y el
trabajo, lograr su resocialización, pero sus ideas no sólo no
tuvieron consecuencias positivas sino que sirvieron para dar
lugar a un medio de represión social en manos de algunos jueces,
quienes sólo lo empleaban para enviar a las cárceles a aquéllos
en los que veía “una conducta reveladora de inclinación al
delito”.
ARRIBA
En noviembre de
1933 la derecha de la CEDA de José Mª Gil Robles ganó las
elecciones, pero la izquierda declaró que no aceptaría que
formase gobierno, por lo que éste se entregó al Centro
Radical de Alejandro Lerroux.
Los socialistas
prepararon durante todo el año 1934 la sublevación armada
esperando el momento oportuno:
¡Atención al
disco rojo!
El 3 de enero de
1934, “El Socialista”, y con el título: “No puede haber
concordia. Atención al disco rojo”, daba estado público y
oficial al proyecto revolucionario. Respondía a una lamentación
del diario “El Debate” –portavoz de la CEDA de José Mª
Gil Robles–, sobre la imposibilidad de que hubiera concordia en
la política catalana con Companys en la presidencia de la
Generalitat. Escribía “El Socialista”:
«Ahora piden
concordia, es decir, una tregua en la pelea, una
aproximación de los partidos, un cese de hostilidades. Eso
antes, cuando el Poder presentaba todas las ejecutorias de
la legitimidad... ¿Concordia? ¡No! ¡Guerra de clases! ¡Odio
a muerte a la burguesía criminal! ¿Concordia? Sí: pero entre
los proletarios de todas las ideas que quieran salvarse y
librar a España del ludibrio. Pase lo que pase, ¡atención al
disco rojo!».
Francisco Largo
Caballero preparaba desde febrero de 1934 la gran subversión
para la que el instrumento clave debía ser las Alianzas Obreras,
que agrupasen a socialistas, anarquistas y comunistas. Al mismo
tiempo activaba los enfrentamientos armados “antifascistas”;
denominando antifascista a todo lo que le convenía. Los
socialistas creyeron que sólo podían retornar al poder por el
camino de la violencia.
Santiago Carrillo
Solares fue nombrado en 1933 director de la publicación
“Renovación”, órgano de la Federación de Juventudes
Socialistas de España. En la edición del 17 de febrero de 1934,
y debajo de la cabecera se publicó el «Decálogo del joven
socialista», toda una incitación al terrorismo y a la violencia.
1. Los jóvenes
socialistas deben acostumbrarse a las movilizaciones
rápidas, formando militarmente de tres en fondo.
2. Cada nueve
(tres filas de tres) formarán la década, añadiéndole un
jefe, que marchará al lado izquierdo.
3. Hay que
saludar con el brazo en alto –vertical– y el puño cerrado,
que es un signo de hombría y virilidad.
4. Es necesario
manifestarse en todas partes, aprovechando todos los
momentos, no despreciando ninguna ocasión. Manifestarse
militarmente para que todas nuestras actuaciones lleven por
delante una atmósfera de miedo o de respeto.
5. Cada joven
socialista, en el momento de la acción, debe considerarse el
ombligo del mundo y obrar como si de él y solamente él
depende la victoria.
6. Solamente
debe ayudar a su compañero cuando éste ya no se baste a
ayudarse por sí solo.
7. Ha de
acostumbrarse a pensar que en los momentos revolucionarios
la democracia interna en la organización en un estorbo. El
jefe superior debe ser ciegamente obedecido, como asimismo
el jefe de cada grupo.
8. La única
idea que hoy debe tener grabada el joven socialista en su
cerebro es que el socialismo sólo puede imponerse por la
violencia, y que aquel compañero que propugne lo contrario,
que tenga todavía sueños democráticos, sea alto, sea bajo,
no pasa de ser un traidor, consciente o inconscientemente.
9. Cada día, un
esfuerzo nuevo, en la creencia de que al día siguiente puede
sonar la hora de la revolución.
10. Y sobre
todo esto: armarse. Como sea, donde sea y “por los
procedimientos que sean”. Armarse. Consigna: Ármate tú, al
concluir arma si puedes al vecino, mientras haces todo lo
posible por desarmar a un enemigo.
Al comenzar el
verano de 1934, Largo Caballero consiguió ser reconocido como
jefe sin disputa del socialismo en España. Una escalada de
huelgas y el descubrimiento de varios depósitos de armas, puso
en alerta al Gobierno, aunque, pese a las evidencias y los
efectos, parecía poco decidido a tomar medidas tendentes a
evitar lo presumible.
En “Renovación”
del 28 de julio de 1934, se podía leer lo siguiente:
«¡Arriba el
puño, jóvenes camaradas! El Estado burgués se aterra de su
energía y quiere prohibir que nuestros brazos en alto tracen
una línea rebelde sobre España. ¡Arriba el puño! En nuestras
manos cerradas, que se alcen a compás, va el anatema contra
el capitalismo, contra el Gobierno, contra la República
burguesa. Van nuestros afanes revolucionarios. Nuestras
ansias de luchas. Nuestro ardor de combate. El puño es
símbolo de fuerza creciente, y sus músculos respaldan la
energía con que cogerá el proletariado revolucionario las
culatas de los fusiles para acabar con toda esta podredumbre
que ahoga a España. Nuestro puño es nuestra fortaleza. Vean
cómo penden de él todos los fantoches que alienta el Estado
burgués: clérigos, terratenientes, fascistas, monárquicos. A
una se conciertan para abatirlo. Les duele en los ojos, en
la carne y en el alma. Y mandan a su lacayo que acabe con
esta visión. Salazar Alonso, perro sucio de la burguesía,
manda y ordena a sus secuaces que nos impidan alzar el puño,
anatemizar a la sociedad burguesa con el brazo tenso. No
importa. Jóvenes socialistas, el puño en alto: ¡Frente a la
burguesía! ¡Frente al Gobierno! ¡Por la revolución!»
Durante los meses
de julio y agosto de 1934, se sucedieron las huelgas, asesinatos
y otros actos de violencia a ritmo creciente, alcanzando su
grado máximo en el mes de septiembre. El día 8 de este mes fue
clausurada la Casa del Pueblo de Madrid porque en ella se
encontraron depósitos de armas de consideración. José María Gil
Robles tenía anunciada una concentración de sus seguidores en
Covadonga para el día 9, siguiendo a la gran fiesta de la
patrona asturiana, y las izquierdas dieron orden de impedirlo
recurriendo a todos los procedimientos a su alcance: huelga
general revolucionaria, tachuelas y barricadas en las
carreteras, insultos y golpes a los que a ella se dirigían y
amenazas a posteriori.
Ese mismo día 9 de
septiembre de 1934, la Guardia Civil descubrió un importante
alijo de armas transportadas a bordo del barco de nombre
Turquesa, fondeado para tal menester en la ría asturiana de
Pravia. Una parte de las armas había sido ya desembarcada y,
siguiendo órdenes de Indalecio Prieto, conducida en camiones a
la Diputación Provincial controlada a la sazón por el PSOE.
El del buque
Turquesa fue el alijo más importante de entre los hallados
por el Gobierno, incluidos los numerosos depósitos de armas.
La Policía
descubrió el alijo cuando estaba siendo cargado en camiones de
la Diputación Provincial, dominada por los socialistas, que
tenían por consiguiente carácter oficial. Cuando las fuerzas de
Orden Público interceptaron el alijo del Turquesa
–huyendo este barco hacia el puerto de Burdeos– estaban allí
Indalecio Prieto y Juan Negrín, que no fueron detenidos. Era
inevitable que se entendiese que esta operación no era sino
preparativo para un inmediato alzamiento socialista: un
escándalo que alcanzaba al PSOE cuyos jefes, inquietos,
comenzaron a pelear entre sí sacudiéndose responsabilidades.
Esta significativa captura de armas también permitió la
revelación de otros depósitos.
La finalidad del
alijo capturado a bordo del Turquesa no era otra que la
de armar a los socialistas preparados para la insurrección
violenta. No en vano, el 25 de septiembre “El Socialista”
anunciaba: «Renuncie todo el mundo a la revolución pacífica,
que es una utopía; bendita la guerra». Dos días después,
remachaba el mismo periódico: «El mes próximo puede ser
nuestro octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras. La
responsabilidad del proletariado español y sus cabezas
directoras es enorme. Tenemos nuestro ejército a la espera de
ser movilizado». Antes de concluir el mes, el Comité central
del PCE anunciaba su apoyo a un frente único con finalidad
revolucionaria.
El 1 de octubre la
CEDA retiró los votos con los que apoyaba y sostenía al
Gobierno. Era necesario formar un nuevo gobierno. Las izquierdas
reiteraron su advertencia: si aparecían ministros de la CEDA (la
formación política que había ganado las elecciones) provocarían
la revuelta armada. En la lista que Alejandro Lerroux (Partido
Radical), nuevo Presidente del Gobierno, presentó a Niceto
Alcalá Zamora, Presidente de la República, en la tarde del 3 de
octubre, figuraban tres miembros de aquella agrupación de
derechas: el regionalista navarro Rafael Aizpún, para la cartera
de Justicia; el sevillano Manuel Giménez Fernández que se había
declarado expresamente republicano y que defendía la puesta en
marcha de la reforma agraria, para la de Agricultura; y el
catalán y antiguo catalanista José Anguera de Sojo, en Trabajo.
Cuando la CEDA
reclamó su derecho a entrar en el Gobierno el PSOE dio el golpe
de Estado revolucionario con las armas conseguidas por Indalecio
Prieto y con ayuda de la CNT.
El 5 de octubre,
tras la mencionada entrada de los tres nuevos ministros
pertenecientes a la CEDA, en muchas ciudades se convocó como
protesta una huelga general, que fue seguida de manera desigual.
Asturias y Cataluña fueron los núcleos más importantes del
movimiento. En Asturias adquirió un cariz revolucionario,
llegando los insurrectos a asumir funciones básicas del Estado:
abolición de la moneda y de la propiedad privada, control de la
producción y abastecimientos, formación de un ejército
proletario. La Alianza Obrera, integrada en Asturias por todas
las fuerzas de izquierda (socialistas, comunistas y
anarquistas), dirigió el movimiento, que tuvo como centros de
irradiación las zonas mineras de Mieres, Sama y La Felguera
(estas dos últimas, pertenecientes al municipio de Langreo) y
culminó con el dominio de casi toda la ciudad de Oviedo, excepto
algunos focos gubernamentales como la catedral, el Gobierno
Civil y el cuartel de Pelayo.
El gobierno envió a
Oviedo al general Eduardo López Ochoa, quien entre los días 10 y
17 de octubre tomó la ofensiva y consiguió la rendición de los
revolucionarios asturianos el día 19. El general Francisco
Franco había propuesto al ministro de la Guerra, Diego Hidalgo
Durán, de quien actuaba como asesor, el envío de la Legión y
aconsejó que el teniente coronel Juan Yagüe la dirigiese, como
así fue, a partir del día 7. El número de víctimas de la
revolución de Asturias llegó a 71, pero el de represaliados fue
muy superior: algunos de aquéllos incluso fueron fusilados sin
instrucción de causa. Entre los principales detenidos se
encontraban los socialistas Ramón González Peña (destacado
dirigente minero de la Unión General de Trabajadores en
Asturias) y Francisco Largo Caballero.
Indalecio Prieto
Tuero que tuvo una participación muy activa en la preparación de
la huelga general revolucionaria de octubre de 1934, lo expuso
públicamente con toda sinceridad, años después, en una
conferencia pronunciada en Méjico y editada más tarde en un
libro de su autoría:
«Me declaro
culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y
ante España entera, de mi participación en aquel movimiento
revolucionario [de octubre de 1934]. Lo declaro, como culpa,
como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad
en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su
preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría
socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño
del Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el
Teatro Pardiñas, el 3 de febrero de 1934, en una conferencia
que organizó la Juventud Socialista, lo que creí que debía
ser el programa del movimiento. Y yo –algunos que me están
escuchando desde muy cerca, saben a qué me refiero– acepté
misiones que rehuyeron otros, porque tras ellas asomaba, no
sólo el riesgo de perder la libertad, sino el más doloroso
de perder la honra. Sin embargo las asumí».
En Cataluña, la
actitud del gobierno presidido por Lerroux en contra de la Ley
de Contratos de Cultivo, aprobada por el Parlamento catalán,
precipitó la participación del gobierno de la Generalitat en el
movimiento revolucionario. El 6 de octubre, el presidente Lluís
Companys proclamó el Estat Català dentro de la República Federal
española. Los dirigentes nacionalistas desconfiaban de la
Alianza Obrera, que no fue armada y, además, la
anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT) no
se sumó al movimiento, lo cual facilitó la represión de los
insurrectos a manos de las tropas del general Domingo Batet: el
7 de octubre el gobierno de la Generalitat era detenido y se
suspendía el Estatuto de Autonomía catalán. Asimismo resultó
encarcelado el propio Azaña, que en aquellas fechas, sin
conexión con la sublevación pero acusado de instigador, se
encontraba en Cataluña.
En toda España
murieron 1.335 personas, de las cuales más de un millar eran
revolucionarios. Muchos obreros fueron detenidos: se calcula que
en total hubo 30.000 presos. La dura represión debilitó la
alianza de gobierno del Partido Radical con la CEDA. La
solicitud de amnistía para los obreros encarcelados fue una de
las consignas electorales de la coalición izquierdista llamada
Frente Popular, que venció en los comicios de febrero de 1936.
Estos sucesos revolucionarios, así como la represión de los
mismos, se encuentran entre las causas que acabarían por
desembocar si no en la Guerra Civil (1936-1939) sí en la
comisión por ambos bandos de actos de crueldad, especialmente en
la retaguardia, durante el conflicto
El republicano
Salvador de Madariaga levantó acta de lo que acababa de suceder
con aquella revolución frustrada:
“El alzamiento de 1934 es
imperdonable. La decisión presidencial de llamar al poder a la
CEDA era inatacable, inevitable y hasta debida desde hace ya
tiempo. El argumento de que el señor Gil Robles intentaba
destruir la Constitución para instaurar el fascismo era, a la
vez, hipócrita y falso. Con la rebelión de 1934, la izquierda
española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar
la rebelión de 1936”.
ARRIBA
Tras las
elecciones de 1936 en las que Largo Caballero había
prometido la guerra civil como remedio a todos los males y
defendido la bolchevización del PSOE (lo que le serviría
para ser Presidente del Gobierno en septiembre), el PSOE se
convirtió en el principal partido del Frente Popular (con
comunistas y azañistas), se indultó a los presos de 1934 y
se encarceló a José Antonio Primo de Rivera por tener una
pistola en su casa.
Se alzaba junto a
los comunistas la bandera del 34 y se solicitaba a la URSS la
ayuda para “la conquista del poder por medio de la insurrección
armada”. El PSOE nunca defendió la República, sino que sólo la
usó para lo que le convenía y la violó cuando le venía en gana.
La victoria de la
izquierda en 1936 fue arrolladora en la segunda vuelta tras
haberse entregado el poder a Azaña tras la primera (que había
estado bastante igualada). No dejaba de ser sorprendente el
cambio en el voto en tan mínimo tiempo.
A Largo Caballero
se le conocía ya como el Lenin español y tenía su estatua en la
Plaza Roja de Moscú.
La rivalidad entre
Largocaballeristas y prietistas fue aumentando y se discutía a
bofetadas en el Retiro entre Araquistáin y Zugazagoitia, cuando
no a tiros (la escolta de Prieto, la Motorizada, tuvo que
defenderle en un par de ocasiones pistola en mano de los
largocaballeristas). Éste era un modo habitual de resolver los
debates en el seno de los partidos democráticos.
El 2 de mayo se
forma el Batallón de la Guardia Republicana, absorbiendo la
Escolta Presidencial y la Banda de Alabarderos. Al celebrarse la
festividad del día, ante el obelisco de la plaza madrileña de la
Lealtad, se producen graves incidentes. Un oficial del Ejército
dispara contra un grupo de izquierdistas que –según una de las
versiones– hostilizaban a unos elementos derechistas.
El día 3 de mayo,
una mujer del madrileño barrio de las Ventas hace correr el bulo
de que su hijo ha huido de un colegio de monjas en el que se
obligaba a los niños a tomar caramelos envenenados. La especie
no tiene base alguna y es, en sí y por sí, toda una estupidez.
Pero los nervios desatados y, sobre todo, la crasa incultura de
una gran parte del público madrileño de la periferia, hace que
el rumor se convierta en un clamor y el clamor en oleaje de
pasiones. Una muchedumbre recorre las calles asaltando templos y
linchando monjas o simplemente mujeres que entran o salen en las
iglesias. La jornada registra numerosas víctimas.
Así pues, en mayo
de 1936 estaba todo dispuesto para la revolución socialista,
cuyo inicio se fue aplazando hasta el 31 de agosto. El plan era:
toma del palacio de Comunicaciones de Madrid y de algunos
ministerios, paralización del tránsito ferroviario, simulación
de un ataque fascista contra un centro comunista como pretexto
para la revuelta, supresión violenta de todos los elementos no
revolucionarios del Frente Popular, detención de los que, aun
siendo revolucionarios, no se adhiriesen o secundasen el
alzamiento, expulsión de todos los elementos indeseables,
detención de todos los oficiales del Ejército no comprometidos,
aparentemente para garantizarles la vida, pero en realidad era
para ejecutarlos.
El 13 de julio de
1936 un grupo armado de guardias de Asalto de base socialista,
acude a casa del líder de la derecha republicana José Mª Gil
Robles, al que no encuentran en casa. Seguidamente, acuden a la
01.30 de la madrugada al domicilio del líder de la derecha
monárquica, José Calvo Sotelo, al que se llevan arrestado en un
furgón, y en el que el militante socialista Condés le dispara
dos tiros en la cabeza, abandonando el cadáver en el cementerio
del Este. Este hecho fue el detonante final para el golpe de
1936, que ya se venía preparando.
Cuando Condés,
meses más tarde cayó muerto en el frente de Madrid durante la
guerra civil que se desató el 18 de julio de 1936, se le rindió
un homenaje, como a un héroe, en la sede del PSOE
El 21 de diciembre
de 1936 Stalin, junto con Molotov y Voroshilov, enviaron a Largo
Caballero, una carta que resume incomparablemente los puntos de
vista del dictador soviético respecto a España, puntos de vista
que el Partido Comunista se esforzó en aplicar con la máxima
fidelidad.
La carta, dirigida
al camarada Largo Caballero, jefe del Gobierno de la República
española, dándole consejos de amigo, decía así:
«...Consideramos que es nuestro deber, dentro de nuestras
posibilidades, ayudar al gobierno español, que dirige la
lucha de todos los trabajadores, de toda la democracia
española, contra la camarilla militar y fascista, que no es
otra cosa que un instrumento de las fuerzas fascistas
internacionales...
La
revolución española discurre por caminos que, en muchos
aspectos, son muy distintos del recorrido por Rusia. Así lo
determinan las distintas condiciones sociales históricas y
geográficas, las necesidades de la situación internacional,
muy diferentes de las que tuvo frente a sí la revolución
rusa. Es muy posible que la vía parlamentaria resulte en
España un procedimiento de desarrollo revolucionario más
eficaz de lo que fue en Rusia.
Convendría
dedicar una especial atención a los campesinos, que tienen
tanto peso en un país agrario como es España. Sería deseable
la promulgación de disposiciones legales de carácter agrario
y fiscal protectoras de los intereses de estos trabajadores.
También
convendría atraer a dichos campesinos al ejército y
constituir con ellos, en la retaguardia de los ejércitos
fascistas, grupos de guerrilleros.
Convendría,
también, atraer al lado del Gobierno a la burguesía pequeña
y mediana de las ciudades o, en todo caso, darle la
posibilidad de que adoptase una actitud de neutralidad que
favoreciese al Gobierno, protegiéndoles contra las
tentativas de confiscación y asegurándoles, en la medida de
los posible, la libertad de comercio. No hay por qué
rechazar a los dirigentes de los partidos republicanos, sino
que, por el contrario, hay que atraérselos, aproximarlos y
asociarlos al esfuerzo común del Gobierno.
Es necesario
evitar que los enemigos de España vean en ella una República
comunista, previniendo así su intervención declarada, lo
cual constituiría el peligro más grave para la España
republicana. Debería buscarse la ocasión de declarar por
medio de la Prensa que el Gobierno de Madrid no tolerará que
se atente contra la propiedad y los legítimos intereses de
los extranjeros residentes en España».
Francisco Largo
Caballero contestó a la carta, agradeciendo el interés de sus
camaradas soviéticos y prometiendo tener en cuenta las
advertencias que se le hacían.
ARRIBA
El sábado 5 de
septiembre de 1936, al Secretario General del PSOE Francisco
Largo Caballero, se le nombra Presidente del Gobierno,
formándose un gabinete de concentración con mayoría
socialista.
Durante su Gobierno
las checas del PSOE, creadas a imitación de las soviéticas,
asesinan, violan y roban. Ser sospechoso de reaccionario, haber
acudido a misa con regularidad, o leer el ABC eran motivos
suficientes.
Ángel Galarza Gago,
marxista recalcitrante, pasó en 1933 a militar en el PSOE, en
cuyo partido obtuvo en 1936, acta por Zamora
En agosto de 1936,
en un acto público celebrado en Menorca, entre otras cosas,
dijo: «A mí…el asesinato de Calvo Sotelo me produjo un
sentimiento…el sentimiento de no haber participado en su
ejecución».
El sábado 5 de
septiembre de 1936 fue nombrado ministro de la Gobernación en
uno de los gabinetes presididos por Francisco Largo Caballero
Ángel Galarza fue
protagonista principal de los desmanes cometidos en territorio
sometido al gobierno de la República desde el 5 de septiembre de
1936 hasta el 18 de mayo de 1937. Este periodo de ocho meses fue
terrible por lo que a la persecución política, civil y religiosa
se refiere. Se produjeron, por parte de los republicanos, miles
de «paseos» y fusilamientos, incluidos los crímenes de
Paracuellos de Jarama. Galarza también permitió las famosas
sacas de los detenidos en las prisiones, que fueron fusilados
sin juicio previo, por razones políticas y religiosas.
Ya antes de la
revolución se había revelado desde su cargo de director general
de Seguridad como hombre sanguinario y perseguidor de los
elementos de la derecha y al llegar el periodo revolucionario
extremó sus acciones, siendo el eficaz organizador de las checas
de las MVR (Milicias de Vigilancia de la Retaguardia) y el gran
amparador de todas las demás.
La tristemente
afamada checa de la calle del Marqués de Riscal, nº 1 de Madrid
fue una de las checas más sangrientas, establecida por unas
milicias del Círculo Socialista del Sur, convertidas más
adelante en la 1ª Compañía de Enlace de la Inspección General de
Milicias Populares, bajo la inmediata dependencia de Ángel
Galarza, y dedicadas al servicio de escolta personal del mismo y
a la protección del edificio del Ministerio de la Gobernación.
Aprovechándose de
su cargo, encontró cauce hacedero para vengar su antigua
enemistad política y, al parecer, personal –vinculada a un
asunto de faldas, de una pretendiente compartida– con los
hermanos Luis y Rosendo Calamita Ruy-Wamba.
Muy vinculado a
Galarza fue Ángel Pedrero García, paisano suyo, a quien Galarza
encargó el Servicio de Información Militar del denominado
“Ejército del Centro” y por cuya seguridad personal y para que
no fuera molestado en sus tareas, se preocupó el Ministro de
Gobernación, creador también de las denominadas Milicias de
Retaguardia.
Ángel Galarza mucho
tuvo que ver con la creación del Departamento Especial de
Información del Estado, que fue utilizado convenientemente por
el entonces Ministro de Gobernación en defensa de la República.
La relación de los
chequistas con el ministro Galarza fue muy estrecha hasta el
punto de que cuando en noviembre de 1936 éste abandonó Madrid
con el resto del gobierno del Frente Popular, a causa de la
cercanía del Ejército Nacional, la mayoría le acompañaron en
calidad de guardia personal. En el momento de la huida del
gobierno frentepopulista hacia Levante, los chequistas,
siguiendo órdenes del ministro Ángel Galarza, procedieron a
cargar los objetos de valor en maletas y llevarlos consigo.
Llegaron con su preciosa carga hasta Barcelona donde sus planes
se vieron frustrados, ya que milicianos de la CNT detuvieron a
los chequistas y les arrancaron el botín. La pérdida del caudal
no fue acompañada por una pareja disminución del poder de la
checa. Una vez en Valencia, Ángel Galarza encomendó a sus
componentes la formación de la denominada checa de Santa Úrsula.
Es en la capital
valenciana donde nace el DEDIDE o Departamento Especial de
Información del Estado. El DEDIDE fue un antecedente del SIM
creado por Indalecio Prieto. Por eso, cuando se creó este último
y como consecuencia de la destitución de Galarza, ambos, DEDIDE
y SIM, se refundieron formando una única organización.
El organismo creado
por Galarza tuvo sus funciones de proteger edificios y
personajes oficiales, la represión de alzamientos de la CNT en
todo el Levante y, por supuesto, la dirección de las checas. La
Compañía de Milicias de Retaguardia de Madrid que era la escolta
personal de Galarza en Madrid, se trasladó a Valencia con el
ministro de Gobernación. Los miembros de esta Compañía, habían
cometido desde el comienzo de la guerra civil toda clase de
crímenes en la ya mencionada checa de la calle del Marqués de
Riscal, 1, de Madrid.
El primitivo núcleo
del DEDIDE en Valencia instaló las checas de Bailía y Santa
Úrsula. Las torturas empleadas allí eran un reflejo de las
realizadas en la de la calle del Marqués de Riscal de la capital
de España.
Agapito García
Atadell, afiliado al PSOE en el año 1928, mantuvo una buena
relación de amistad con Indalecio Prieto. Al estallar la Guerra
Civil creó y organizó en Madrid la Brigada de Investigación
Criminal, también llamada Milicias Populares de Investigación,
con las que cometió robos, saqueos y asesinatos, con el
beneplácito de las autoridades republicanas. Organizó la llamada
“checa Atadell”.
Ya Largo Caballero
como Presidente del Gobierno y ante el avance de Franco hacia
Madrid se decreta el fusilamiento de miles de presos civiles en
Paracuellos del Jarama, actos de cuya responsabilidad recaban en
Santiago Carrillo.
El 13 de
septiembre de 1936 se dictó el Decreto reservado firmado por el
presidente de la República, Manuel Azaña y por el ministro de
Hacienda, Juan Negrín, por el cual se permitía el embargo del
tesoro guardado en el Banco de España y su posterior traslado a
diversos lugares del extranjero. La publicación de este Decreto
venía dada, según los responsables de la República, por la
intención de “salvaguardar el tesoro español, llevándolo a lugar
más seguro”. Así comenzaba la historia vergonzosa del “oro de
Moscú”. Pero no solamente fue la capital rusa la receptora del
tesoro español, ni tampoco fue el preciado metal el único sujeto
de su apropiación, ya que valores, joyas, dinero, cuentas
corrientes y divisas se repartieron por Francia, Méjico y Rusia.
En aquel entonces España ocupaba el cuarto lugar mundial en
cuanto a reservas de oro: 257.000.000 de pesetas del mismo
habían sido enviados a París para liquidar ciertos atrasos en la
etapa anterior a la guerra, y desde entonces se habían hecho
regularmente envíos sustanciosos, que a finales del mes de
octubre de 1936, sumaban 302.000.000 de pesetas. Aunque la
mayor parte de aquél permanecía custodiado en los sótanos del
Banco de España en Madrid. Gran cantidad del oro español se
guardaba en forma de monedas: luises de oro, soberanos, dólares,
etc.
El Decreto que “legalizó” la
expoliación decía así:
“Ministerio de Hacienda.
Excmo. Sr.: Por su excelencia el Presidente de la República,
y con fecha 13 del actual, ha sido firmado el siguiente
Decreto reservado de este Departamento ministerial. La
anormalidad que en el país ha producido la sublevación
militar aconseja al Gobierno adoptar aquellas medidas
precautorias que considere necesarias para mejor
salvaguardar las reservas metálicas del Banco de España,
base del crédito público. La índole misma de la medida, y la
razón de su adopción exigen que este acuerdo permanezca
reservado. Fundado en tales consideraciones, de acuerdo con
el Consejo de Ministros, y a propuesta del de Hacienda,
vengo en disponer, con carácter reservado, lo siguiente:
Artículo 1º. Se
autoriza al Ministerio de Hacienda para que en el
momento que lo considere oportuno, ordene el transporte,
con las mayores garantías, al lugar que estime de más
seguridad, de las existencias que en oro, plata y
billetes hubiera en aquel momento en el Establecimiento
Central del Banco de España.
Artículo 2º. El
Gobierno dará cuenta en su día a las Cortes de este
Decreto.
Lo que comunico a V.E. para
su conocimiento y efectos oportunos.
Madrid, trece de septiembre
de mil novecientos treinta y seis. Juan Negrín López- Manuel
Azaña”.
Con motivo del 20
aniversario de la Revolución de Octubre, la Puerta de Alcalá fue
engalanada, con el consentimiento de las autoridades municipales
republicanas, por la Asociación de Amigos de la Unión Soviética,
con retratos de Stalin, Litvinov y Voroshilov, en los tres arcos
de medio punto, el escudo de la Unión Soviética, por encima de
la inscripción Real de Carlos III y ocultando la misma, y un
letrero con la leyenda “Viva la URSS”.
Largo Caballero
transformó radicalmente el modo de llevar la guerra, lo que
abrió una lucha interna en el bando republicano. Sin un ejército
regular de las dimensiones del de los sublevados que oponer a su
avance, Largo alimentó su fama de Lenin español con la decisión
de levantar en muy corto espacio de tiempo un ejército
republicano al estilo del Ejército Rojo, formado de la nada por
los bolcheviques para defender la Revolución en la guerra civil
contra los Ejércitos Blancos. Para ello, Largo pretendía basar
la fuerza del ejército republicano en la alianza de los
sindicatos UGT y CNT, como únicas fuerzas capaces de movilizar a
las clases trabajadoras en favor de la República.
Frente a esta idea
se encontraba buena parte del Partido Socialista y, sobre todo,
el Partido Comunista, fuerza minúscula al comienzo de la guerra
pero con una gran capacidad de dirección en la guerra y con la
influencia que le otorgaba ser el receptor directo de la ayuda
en material militar que llegaba procedente de la URSS. Ambas
fuerzas pretendían concentrar todo el poder en el estado –y los
partidos políticos que lo sostenían–, arrebatando el control de
la contienda a los sindicatos.
Ante el cerco del
ejército nacionalista a Madrid, el gobierno de la República y
las Cortes abandonaron la capital y se instalaron en Valencia.
Allí reunidas, las Cortes aprobaron el estatuto de autonomía
vasco, que apenas pudo tener aplicación ante la caída de su
territorio bajo el control de los alzados. La importancia dada
por Largo Caballero a las centrales sindicales permitió que la
CNT y la FAI llevaran a cabo una revolución social paralela al
desarrollo de la guerra. Esta revolución se materializó en la
expropiación y colectivización de industrias y tierras de
cultivo, sin el consentimiento, pero también sin la oposición
real del gobierno; las zonas más afectadas por esta revolución
social fueron Cataluña, donde la CNT llegó a controlar cerca del
70% de las empresas, y la parte de Aragón aún en manos
republicanas, donde se implantó una reforma agraria
colectivizadora.
Frente a la opción
tomada por Largo Caballero, tanto el Partido Socialista como el
Comunista entendieron que la victoria en la contienda civil
dependía de la capacidad de entendimiento entre ambas fuerzas
políticas y la participación de todos los defensores de la
República. A este conjunto resultaban ajenos los anarquistas,
primero porque buena parte de ellos pretendían realizar –tal
como estaban haciendo en Cataluña– una verdadera revolución
interior e implantar un comunismo libertario radicalmente
opuesto a la legalidad constitucional republicana; en segundo
lugar porque su falta de disciplina y la negación de sus líderes
de militarizar sus tropas estaban evidenciado su ineficacia en
los frentes. El acuerdo entre socialistas y comunistas triunfó
inicialmente en Cataluña con la creación del Partido Socialista
Unificado de Cataluña (PSUC), que pretendía eliminar a la CNT y
el POUM, lo que produjo sangrientos enfrentamientos en las
calles de Barcelona en mayo de 1937. La negación de Largo
Caballero de ilegalizar al POUM le enfrentó a los dirigentes de
su propio partido y al cada día más poderoso PCE, lo que le
condujo a la dimisión.
Le sustituyó al
frente del Gobierno el también socialista Negrín, y tomó la
cartera de Defensa Prieto; inmediatamente, no sólo se ilegalizó
el POUM, sino también se exigió a la CNT que integrara en la
disciplina militar a sus tropas. El gobierno Negrín trató de
cambiar la dirección política y económica de la República
beligerante, lo que se materializó en una disminución del peso
de los sindicatos y su práctica revolucionaria y un aumento de
la presencia de los partidos políticos, en especial del
socialista, pero cada vez más del comunista. La influencia del
Partido Comunista creció tanto por ser el interlocutor directo
de la Unión Soviética (de donde procedían las armas que recibía
la República) como por su labor de control sobre los mandos
militares y la policía. Al mismo tiempo, el gobierno Negrín
pretendió retomar el control de la economía, en especial para
conseguir una mayor producción de todos los órdenes que paliara
la creciente carencia de víveres y pertrechos civiles y
militares. Fue esta carencia y los reveses continuos en la
guerra lo que fue reduciendo la capacidad operativa del Gobierno
hasta el final de la guerra. Llegado éste, sus miembros, como
una parte importante de los ciudadanos fieles a la República,
debieron emprender el camino del exilio.
Tras la derrota en
la Guerra Civil, los líderes socialistas en el exilio
continuaron con sus interminables disputas. Especialmente agria
fue la polémica mantenida por Prieto y Negrín en cartas
cruzadas. Así, el primero acusaba al segundo de ser el máximo
responsable de la derrota sufrida. Negrín sostenía que era gran
mérito suyo el haberla retrasado y casi haber conseguido enlazar
la contienda española con la Guerra Mundial. No obstante, el
principal punto de desacuerdo era la administración de los
cuantiosos fondos situados en el extranjero. Desde antes de
finalizar la guerra, Negrín se había preocupado de expatriar el
producto de los robos y saqueos llevados a cabo: joyas, oro,
plata, bonos, títulos, obras de arte... Parte de estas requisas,
cargadas a bordo del yate Vita, cayeron en manos de
Prieto en Méjico, en una maniobra que Negrín juzgó ilegítima y
exigió la devolución del fabuloso tesoro. Devolución a la que se
negó Prieto amparándose en el apoyo de la fantasmal Diputación
Permanente de las Cortes.
Con las riquezas
robadas, Negrín puso en funcionamiento el SERE (Servicio de
Evacuación de los Refugiados Españoles). Como contrapartida,
Prieto creó la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos
Españoles). Ambas concedían subsidios a ciertos exiliados,
fundamentalmente a las élites, con miras interesadas y en
función de la militancia política, lo que provocó numerosas
críticas y malestar. De hecho, para recibir ayudas del SERE era
necesario suscribir un documento condenando la actuación de la
Junta de Defensa Nacional. Largo Caballero opinaba sobre Negrín
y el SERE “(...) se ocupó de preparar el tinglado (...)
colocando fondos en varios sitios y a nombre de diferentes
personas. El oro depositado en Rusia (...) en Francia e
Inglaterra se convertiría en francos y libras (...) Con estos
medios económicos constituyó Negrín el SERE. Creyó que
volveríamos pronto a España y procuró sostener una clientela que
le sirviese de apoyo después de la repatriación”. Palabras
demostrativas, por otra parte, de que había más opciones que la
URSS para colocar el grueso de las reservas de oro españolas
durante el gobierno del propio Largo. Según Cipriano Mera el
propósito de Negrín era “(...) seguir manejando sin rendir
cuentas a nadie los fondos sacados de España e intentar
imponerse mediante la coacción económica a los miles de
refugiados españoles”. Tanto el SERE como la JARE no tardarían
en desaparecer.
Mientras tanto
continuaban las discordias en el seno del PSOE, con dos
comisiones ejecutivas reclamando la representatividad del
partido. Negrín seguiría actuando como presidente del gobierno
en el exilio hasta 1945, en que fue sustituido por Giral.
Posteriormente sería expulsado del PSOE.
ARRIBA
Desde que un puñado de rigurosos tipógrafos alumbrara su
partido en tabernas y cafés decimonónicos, hasta los
vaivenes del posmoderno socialismo español, unas mismas
siglas han mordido el polvo y se han coronado de laurel, han
sangrado y ensangrentado, han dado doctrinarismo y
pragmatismo, intentos de golpes de Estado y sacrificios
heroicos, revoluciones armadas y alineamiento occidental,
sovietismo y atlantismo, probidad y corrupción, exilios
exasperantes y gobiernos inexpugnables. El partido de los
asesinos de Calvo Sotelo y del chequista García Atadell es
el de los profesores Julián Besteiro y Fernando de los Ríos.
Indalecio Prieto, que preparaba la guerra en 1934, instará a
los maquis a abandonar en el 1946. Bajo el gobierno de
Felipe González, España entró en Europa y se generalizó la
corrupción, permanecimos en la OTAN (después de la campaña
socialista de “OTAN, de entrada No”), y se organizó el
terrorismo de Estado. Las siglas del PSOE, significan
demasiadas cosas a la vez, predominando en gran manera el
fracaso más absoluto y rotundo, evidenciado claramente por
el aún presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero…
ARRIBA
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