Nació en Madrid
el 25 de diciembre de 1894 en el seno de una familia conservadora y de alto
nivel social. Como hijo de un capitán de infantería, Manuel Matallana Gómez
siguió también la carrera castrense. Entre 1909 y 1912 realizó sus estudios en
la Academia Militar de Infantería de Toledo, participando posteriormente en la
campaña de Marruecos durante varios periodos alternos. En 1923 marchó a la
Escuela Superior de Guerra de Madrid, donde estuvo cursando sus estudios de
Estado Mayor durante 3 años, licenciándose con el Diploma de Estado Mayor.
Se encontraba
destinado en la Capitanía General de Galicia en La Coruña cuando se produjo, el
14 de abril de 1931, la proclamación de la Segunda República española, a la que
juró fidelidad. Por sus anteriores servicios en la Campaña de Marruecos, fue
condecorado con la Gran Cruz de San Hermenegildo. Aunque durante ésta época se
mantuvo en la carrera castrense y continuó con su formación militar, también se
interesó por la Jurisprudencia y en 1934, tras realizar sus estudios, obtuvo la
Licenciatura de Derecho.
Al estallar la
Guerra Civil española, se hallaba destinado en la plana mayor de la II Brigada
de Infantería, de guarnición en Badajoz. Se mantuvo, no obstante sus ideas
conservadoras y derechistas, fiel al Gobierno republicano, ocupando en los
primeros meses de la contienda diversos puestos burocráticos de poca
importancia, quizá porque no inspiraba demasiada confianza a sus superiores. El
21 de mayo de 1937 sustituyó a Vicente Rojo en la jefatura del Estado Mayor del
Grupo de Ejércitos Centro-Sur, aunque volvió a colaborar con él nuevamente a
propósito de la planificación de la Ofensiva de Brunete. Aunque el ataque
republicano fracasó, en septiembre de 1937 fue ascendido a Coronel.
El 30 de abril
de 1938, tras el corte en dos de la zona republicana, pasó a ocupar la jefatura
de Estado Mayor del recién creado Grupo de Ejércitos de la Región Central (GERC),
y desde allí planificó la defensa de Valencia frente a la nueva amenaza del
Ejército nacional que se cernía sobre la capital levantina.
ARRIBA
A principios de 1938 el ejército republicano
se había agotado en una serie de cruentos combates por
Teruel. La ofensiva de Aragón lanzada por Franco en marzo de
ese año y que tuvo su continuación en la de Levante, fue una
de las operaciones decisivas de la guerra. Dividió a la
República en dos zonas, desmoralizó a sus dirigentes y
mostró la superioridad del Ejército nacional en un frente
que los republicanos habían considerado más bien
secundario.
El 22 de febrero
de 1938 los nacionales reconquistaron Teruel. Finalizaba así una batalla que
había durado algo más de dos meses. El resultado para los republicanos fue el
mismo que Brunete o Belchite, éxito inicial, contención del avance y retirada
final con gran cantidad de pérdidas en hombres y armamento. Ante la débil
posición sostenida ahora por la República en Aragón, Franco decidió iniciar una
ofensiva general en todo el frente. Sabía que ante él se encontraba un ejército
republicano desmoralizado e insuficientemente armado.
El ataque
comenzó el 7 de marzo de 1938 y ya en sus primeros momentos se advirtió lo débil
que era la resistencia republicana. La ofensiva partiría de dos posiciones, una
al norte del Ebro y la otra al sur. En el sur el frente se rompió por varios
puntos. El 10 de marzo se reconquistaba Belchite. La superioridad aérea era
aplastante a favor de los nacionales lo que posibilitaba un avance rápido. El 17
de marzo cayó Caspe ante el empuje de tres divisiones nacionales que arrollaron
a las Brigadas Internacionales enviadas para resistir. En 10 días el ejército
nacional se encontraba a 110 km. de su posición inicial de partida. En el norte
la ofensiva dio inicio el 22 de marzo en las líneas de Zaragoza y Huesca ante
las posiciones ocupadas por fuerzas catalanas desde 1936. En un sólo día Huesca
fue liberada de su cerco y al norte de Zaragoza se conquistó Alcubierre y
Tardienta. Desde el sur el Cuerpo de Ejército Marroquí con el general Juan Yagüe
Blanco al frente cruzó el Ebro y conquistó Pina.
El 25 de marzo
de 1938 Yagüe ocupó Fraga y entró por primera vez en suelo catalán. Ante sí se
encontraba la ciudad de Lérida que tardó una semana en ocuparse, el 3 de abril
de 1938, tras duros combates con la fuerte resistencia republicana de Valentín
González “El Campesino”. Por el norte se ocupó Barbastro pero los Pirineos
constituían una zona ideal para la defensa y el avance era más lento. Al sur los
frentes se habían desplomado y la desbandada republicana era general. En este
avance nacional participaban también unidades italianas del CTV (Corpo Truppe
Volontarie). A principios de abril el avance por el norte de Cataluña ya obtenía
sus frutos. El 8 de ese mes cayeron Balaguer, Camarasa y Tremp lo que dejaba las
plantas hidroeléctricas que abastecían a Barcelona en manos nacionales.
En el mes de
abril parecía que la guerra iba a llegar a su fin. Los nacionales alcanzaron el
Mediterráneo por el pueblo castellonense de Vinaroz el 15 de abril de 1938. El
31 de mayo de 1938 el Generalísimo Franco pasó revista en el puerto de Vinaroz a
una agrupación táctica formada por el cañonero “Canalejas”, el minador “Júpiter”
y una flotilla de destructores, acompañado por el Almirante Jefe de Estado Mayor
de la Armada, Juan Cervera Valderrama.
Con la toma de
Vinaroz habían dividido en dos la zona republicana y aislado completamente a
Cataluña. Ante ellos se encontraba un frente prácticamente inexistente. El
general Juan Yagüe pidió autorización para continuar el avance hacia el interior
de Cataluña y tomar sin dificultades una indefensa Barcelona. Pero Franco
decidió detener la ofensiva durante unos días, debido al cansancio que mostraban
las tropas que habían avanzado sin parar desde marzo y en la férrea defensa de
la bolsa republicana de Bielsa (Huesca) en donde los nacionales, en una
operación envolvente, quedaron cercados por espacio de tres meses la 43 División
del ejército del Frente Popular que mandaba el teniente coronel de milicias
Antonio Beltrán Casaña, y algunos elementos de la 32, de los cuales unos 4.000
hombres consiguieron cruzar la frontera y refugiarse en Francia. Así pues, en el
norte se habían distraído fuerzas necesarias para la continuación de la
ofensiva. Además cuando ya estuvo preparado para seguir avanzando, Franco
decidió que la dirección de la ofensiva debía ser conquistar Valencia y no
Barcelona.
A finales de
abril dio comienzo por tanto la ofensiva de Levante que debía culminar con la
caída de Valencia, la nueva capital republicana de guerra. Pero los republicanos
resistían con firmeza y valor en las alturas del Maestrazgo por lo que el avance
era muy lento. Castellón resistió hasta el 14 de junio de 1938. Para romper
definitivamente el frente se realizó una amplia concentración de unidades
nacionales que inició su avance en dirección a Valencia el 5 de julio de 1938.
El frente empezó
a derrumbarse como ya ocurriera en Aragón durante la primavera y las divisiones
nacionales avanzaron hacia el sur 95 kilómetros en cinco días. Valencia parecía
estar al alcance pero antes debían tomar el pueblo de Viver unos pocos
kilómetros al norte de la capital. El 18 de julio llegaron a sus inmediaciones
pero ante ellos se extendía la línea de fortificaciones mejor construida de la
guerra, la llamada Línea XYZ o Línea Matallana que, ocupada por dos cuerpos de
ejército republicanos, resistió todos y cada uno de los ataques llevados a cabo
por los nacionales entre los días 18 y 23 de julio de 1938 y que les costaron
alrededor de 20.000 bajas sin ganancia alguna de terreno. Valencia se había
salvado. Los ataques se interrumpieron debido al agotamiento y a partir del día
25 otro frente concentró toda la atención de la guerra, los republicanos
atacaban por el Ebro.
ARRIBA
Como parte del dispositivo defensivo Manuel
Matallana dirigió, durante el año 1938, las obras para la
construcción de la Línea XYZ, un sistema de defensa en
profundidad que se alargaba desde la provincia de Teruel
hasta el Mar Mediterráneo, con el fin de defender Valencia
contra los ataques de las tropas nacionales, enmarcados
dentro de la conocida como Ofensiva o Campaña de Levante.
Un rasgo
importante de la Línea XYZ es que no estaba formada por una franja de fortines o
refugios hechos con cemento reforzado como había sido el Cinturón de Hierro de
Bilbao en el año 1937 (y como también la Línea Maginot en Francia), sino que era
una “defensa en profundidad” constituida por una red de trincheras y refugios
excavados para aprovechar el terreno áspero de las colinas que rodean Valencia
por el norte y el noreste. Así pues, no era un completo sistema de búnkeres y
fortificaciones de hormigón armado, sino un sistema de trincheras y defensas en
profundidad, que aprovechaban las dificultades orográficas, especialmente las de
la zona, como el Maestrazgo.
En toda la
línea destacaba la presencia de fortificaciones, trincheras y, en algunos casos,
blocaos que en determinados puntos se encontraban rodeados de alambre de espino,
si bien en su mayoría estas fortificaciones se encontraban en posiciones
elevadas o con grandes desniveles que las hacían inexpugnables a un asalto de
infantería e impracticables para el asalto de blindados y tanques.
La línea se
extendía desde la costa del mar Mediterráneo, a la altura de Nules, hasta llegar
a Santa Cruz de Moya (Cuenca), constituyendo una enrevesada línea de posiciones
que serpenteaba por las provincias de Valencia, Castellón y una parte de Teruel
hasta entrar en Cuenca. Su extraordinaria longitud se debía a que estaba
diseñada para proteger a Valencia tanto de un asalto frontal, en un avance por
la costa, como por el Oeste a través del frente de Teruel. Fue diseñada y
ejecutada bajo la dirección de Manuel Matallana, que se había hecho cargo de las
tropas republicanas en el Levante y, en definitiva, de la defensa de Valencia
frente al avance de los nacionales.
ARRIBA
Así pues, se establecieron una serie de
líneas de contención y fortificaciones entre el sur de
Castellón y el norte de Valencia con el objetivo de esperar
hasta la llegada de los ejércitos nacionales en caso de que
las tropas republicanas no pudieran detenerlos más al norte.
Tras conquistar Castellón el 14 de junio de 1938 por las
tropas del general Antonio Aranda Mata, el 5 de julio se
lanzó la ofensiva final para alcanzar Valencia, con gran
despliegue artillero y aéreo. El plan del bando nacional era
fijar el frente en la línea Segorbe-Sagunto para luego
avanzar hacia Valencia. Las tropas nacionales habían
avanzado un total de 95 km al sur durante toda la ofensiva,
hasta hallar un nuevo obstáculo en la Línea XYZ que protegía
Valencia, la cual iba desde la Sierra de Javalambre, pasando
por la Sierra del Toro hasta la localidad de Almenara, junto
al mar, con su centro en la población de Viver donde se
atrincheraban dos cuerpos de ejército republicanos al mando
del general Manuel Matallana, sumando siete divisiones. Lo
que desconocían los soldados nacionales es que era este el
núcleo principal de las defensas republicanas en la zona.
Las tropas
nacionales lanzaron su primer ataque masivo contra esta línea el 13 de julio,
pero resultó del todo estéril frente a la resistencia del Ejército Popular; la
aviación nacionalista no logró inutilizar las defensas republicanas en terreno
montañoso, adecuadamente ocultas a los aviones nacionales, incluso a la Legión
Cóndor o la Aviación Legionaria. Tales trincheras disponían de acertados
sistemas de comunicación entre sí, permitiendo a los defensores neutralizar los
avances enemigos, los cuales podían ser repelidos con fuego cruzado de
ametralladoras desde muy diversas posiciones, gracias a que las trincheras
republicanas aprovechaban muy bien las irregularidades del terreno. Las fuerzas
nacionales lanzaron diversos ataques frontales con gran despliegue de tropas,
pero este esfuerzo fue inútil, más aún por cuanto las tropas atrincheradas de
los rojos tenían ventaja táctica sobre los nacionales, imposibilitados de lanzar
ataques sorpresa, y donde la toma de una trinchera podía ser tan sangrienta como
inútil en tanto ello no aseguraba la dislocación del sistema defensivo. Las
tropas del bando nacional contaban con superioridad numérica en artillería, pero
pese a batir constantemente el terreno enemigo por tres días, desde el 20 de
julio de 1938, sus ataques no desordenan el orden de defensa de los
republicanos, que mantuvieron sus posiciones.
ARRIBA
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El 25 de julio de 1938 los republicanos
cruzaron el Ebro, unos 100 km. al norte de Sagunto, en una
importante ofensiva del Ejército rojo con el objetivo de
aliviar la presión de sus camaradas del levante. A partir de
entonces el frente quedó en relativa calma exceptuando
algunos tiroteos y combates de carácter local, porque una
vez que terminó la Batalla del Ebro los estrategas
franquistas seguían concentrados en el frente catalán y
dieron carpetazo final a sus planes de ofensiva en el
Levante.
Esta situación llegó a su punto final en marzo de 1939, cuando
se produjo la Ofensiva final de las tropas franquistas, en el
contexto de la descomposición de la España republicana tras el
Golpe de Estado del Coronel Segismundo Casado López. La en otro
tiempo inexpugnable Línea XYZ, en aquellos momentos del 28 de
marzo de 1939 no era más que una posición abandonado y
silenciosa. No obstante hubo algunas resistencias aisladas por
parte de grupos de soldados, con el objeto de dar tiempo a
escapar a aquellos que lo desearan, pero el 29 de marzo de 1939,
las tropas de Franco ya controlaban la capital valenciana y todo
el entramado defensivo de la Línea XZY.
El asalto de los nacionales, largamente esperado, comenzó en
junio con una gran concentración de unidades militares y aunque
lanzaron numerosas acometidas, las tropas rojas lograron
resistir la embestida. Por la reciente victoria defensiva en
Valencia, el 16 de agosto Matallana fue ascendido al Generalato.
En los últimos meses de 1938 estuvo colaborando con Vicente Rojo
Lluch y encargado de la planificación y organización del “Plan
P”, una proyectada ofensiva republicana sobre los frentes de
Extremadura y Andalucía que contaría con un desembarco señuelo
en Motril.
El “Plan P” constituía una operación militar para atacar la zona
del frente situado en las provincias de Cáceres y Badajoz en una
ofensiva hacia el oeste, hasta alcanzar la frontera con
Portugal. El propósito era dividir en dos partes el área
controlada por el bando nacional en la zona de Extremadura,
separando Andalucía y León bajo el dominio de los nacionales.
Matallana, que al principio colaboró plenamente en su
planificación, terminó oponiéndose abiertamente y después de
poner numerosas quejas y negativas, el “Plan P”, después de tres
intentos, se suspendió finalmente. El fracasado “Plan P” fue
sustituido por una ofensiva menor en el Frente de Extremadura,
comenzada el 5 de enero de 1939, pero a pesar de los avances y
el territorio conquistado, el resultado fue decepcionante y a
principios de febrero las tropas republicanas habían vuelto a su
punto de partida. La deficiente actuación del Ejército Popular
en esta ofensiva volvió a plantear numerosas dudas sobre
Matallana, cuyo Cuartel General había emitido numerosas órdenes
contradictorias, en especial, prohibiendo nuevas ofensivas y
ralentizando el avance. Matallana, por otra parte, mantenía cada
vez más una actitud derrotista, en especial después del
descalabro republicano en la Batalla del Ebro y la Campaña de
Cataluña. Lo cierto es que desde comienzos de año la Quinta
columna madrileña venía tanteando la lealtad de Matallana y
otros oficiales. Matallana empezaba a contactar con agentes
secretos del servicio secreto franquista.
El 16 de febrero asistió a una reunión en el Aeródromo de Los
Llanos (Albacete) entre el presidente del Gobierno Juan Negrín y
los principales dirigentes militares republicanos, a la que
asistieron los generales Leopoldo Menéndez López, José Miaja
Menant, Antonio Escobar Huertas, Domingo Moriones Larraga y el
Almirante Miguel Buiza Fernández-Palacios. Se expuso la
necesidad de negociar con Franco el final de la guerra, en vista
de la pésima situación militar de la República.
Matallana, en dicha reunión, manifestó: “Pueblo y Ejército
coinciden en la necesidad de que la guerra termine
inmediatamente; el hambre obliga a tomar una decisión; la moral
es de derrota. El Ejército carece de materias primas, vestuario
y equipo para la tropa; la desmoralización es casi total. Las
reservas son escasas; poca y desgastada la artillería; ausencia
casi absoluta de morteros; reducida cantidad de armas
automáticas; la Aviación, sin eficacia, y lo mismo ocurre con
los carros blindados y material antitanque y antiaéreo. El
problema de los transportes es pavoroso y se carece de los
repuestos y accesorios necesarios. El enemigo se encuentra en
inmejorables condiciones para abatir a un Ejército integrado por
fuerzas débiles y mal dotadas”
Si bien no se decidió el final de la guerra, algunos militares
republicanos liderados por el Coronel Casado estaban conspirando
contra el Gobierno y el presidente Negrín para dar un golpe de
estado, hacerse con el control del resto de la España
republicana y negociar el final de la guerra con Franco. Hacia
finales de febrero la actividad de Matallana fue intensa, en
especial en el envío de informes al Cuartel general de Franco,
en los que informaba de cuáles serían los puntos de menor
resistencia en caso de lanzarse una ofensiva general contra el
Grupo de Ejércitos de la Región Central.
Cuando la planeada sublevación se produjo finalmente el 5 de
marzo de 1939, con la proclamación del Consejo Nacional de
Defensa, Matallana se encontraba junto a Juan Negrín en su
cuartel general de Elda (Alicante), sin manifestar entonces al
presidente su connivencia con los golpistas aunque después se
uniera abiertamente a ellos. El 9 de marzo 1939, en vista de la
resistencia de las unidades comunistas frente a la sublevación
casadista, Matallana confesó a los agentes franquistas, “casi
con lágrimas en los ojos”, que esperaba que una ofensiva general
de Franco liberara Madrid.
El golpe de estado, no obstante, triunfó finalmente y a partir
de entonces él y Casado se convirtieron en los principales
interlocutores con agentes franquistas. En las últimas semanas
de marzo se encargó de la represión de los comunistas
participantes en la resistencia contra el golpe de Casado y
cuando se produjo la Ofensiva final del Ejército Nacional, el 29
de marzo emitió las órdenes y disposiciones finales por las que
ordenaba la rendición de los Ejércitos republicanos, lo que
facilitó en gran medida el avance de las tropas nacionales, y el
final de la guerra.
ARRIBA
Detenido en Valencia el 29 de marzo de 1939.
El 9 de agosto fue juzgado por un Consejo de Guerra
sumarísimo. La sentencia que se dictó contra Matallana,
decía: «…Tanto de la prueba testifical como de la
documentación aportada, aparece que el procesado es persona
de antecedentes inmejorables, de ideas derechistas, amante
del orden y afecto, al parecer, al Movimiento Nacional.
Según consta de lo actuado, a fines de 1937, el procesado
estableció contacto con los representantes y agentes de la
España Nacional en zona roja, procurándoles algunas
informaciones, y siendo partidario de la rendición sin
condiciones de la Zona Central, aún en poder de los
marxistas, para lo cual trabajó intensamente y que a
principios de 1939, procuró a un agente de la España
Nacional un superponible de las fuerzas en línea y en
reserva del Ejército rojo, para que fuera pasado a la España
Nacional y estas fuerzas pudieran atacar por donde mejor
conviniera.
También se ha puesto completamente en claro que
el procesado reprimió enérgicamente la intentona comunista de
1939 y facilitó en gran manera la rendición total de la zona
roja a la España Nacional. Consta igualmente que el procesado
obtuvo el ascenso automático a teniente coronel a fines de 1936,
el de coronel en septiembre de 1937 y, en el mismo de 1938 el de
general, que debe admitir forzosamente…»
Rechazado por Franco como interlocutor válido para
gestionar la paz, fue hecho prisionero en Valencia por las
tropas nacionales, tras cumplir la penosa misión de rendirse al
frente de sus hombres.
Condenado a doce años de prisión, pero por órdenes de
Franco el 5 de julio de 1940, la pena le fue reducida
considerablemente.
Después de cumplir la pena de cárcel, pasó sus últimos
años de vida entre estrecheces económicas y miserias. En 1952
intentó que se le reconociera su graduación militar en el
Ejército Popular aduciendo a que su causa había prescrito ya,
pero todo en vano, ya que no consiguió ningún cambio. Moriría
poco después, en 1952, en Madrid, cuando solo contaba con 58
años de edad.
ARRIBA
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