José Serra nació en una masía de Villafranca del Panadés
(Barcelona) en 1893, de familia campesina.
Fue reclutado para combatir en las posesiones españolas del
norte de África en 1914, sirviendo durante tres años. Un período que marcó
decisivamente su vida. Aparte de los horrores que sobrellevó en el Rif, como
tantos otros, allí se familiarizó con las armas y su reparación.
De vuelta a casa, no tardó en trasladarse a Barcelona en busca
de nuevas oportunidades. Su pasión por la mecánica le llevó a trabajar en los
talleres de La Hispano Suiza de 1917 a 1927. Esta profesión, junto
con los conocimientos sobre armamento, sellaron su destino cuando empezó a
militar, primero en las filas del anarcosindicalismo hacia 1917 y luego al
formar parte del núcleo duro de los grupos que se enfrentaron con la policía y
los pistoleros del Sindicato Libre, en la guerra social desatada en Barcelona
tras el fin de la Primera Guerra Mundial.
Serra que pertenecía a los grupos más radicales del sindicato
anarcosindicalista, lleva la vida de un pistolero, frecuenta con sus compañeros
el barrio chino de la Ciudad Condal y se aficiona a la buena vida, al juego, a
la bebida y a las mujeres de compañía. Desarrolla labores de transporte de armas
y explosivos, de vigilancia y propina palizas a los enemigos del sindicato.
Perpetra el primero crimen, de una larga serie de asesinatos, en
1919 contra una persona que “ejercía de chivato del patrón y la policía”. José
se convirtió en un profesional del crimen: “Vivía de esto y para esto”, formando
parte de un ambiente radical en el que “los límites entre la acción
revolucionaria y la rapiña eran cada vez más difusos”.
ARRIBA
En julio de 1927 se fundó la Federación Anarquista Ibérica (FAI)
en la playa de El Saler de Valencia, como continuación de dos organizaciones
anarquistas, la portuguesa, Unión Anarquista Portuguesa y la española Federación
Nacional de Grupos Anarquistas de España, teniendo de ésta forma un ámbito de
actuación ibérico. Sus integrantes salieron de las filas más radicales de la
Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Con ello pretendían conservar la
pureza ideológica del sindicato y luchar por una revolución social que acabaría
con la proclamación del comunismo libertario.
Serra se integró de inmediato. Entretanto desarrolló trabajos de
chofer para las obra de la Exposición Internacional de Barcelona –que tuvo lugar
del 20 de mayo de 1929 al 15 de enero de 1930 en la montaña de Montjuich– y
cuando concluyeron alquiló un almacén dedicándolo a taller mecánico de
automóviles, donde colaboraba como ayudante su ahijado Mauricio. A lo largo de
la dictadura de Miguel Primo de Rivera participó en numerosos atracos y asaltos
a casas de burgueses, así como también durante la República.
ARRIBA
Cuando estalla el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936,
la FAI de Barcelona estaba alerta y llevaba meses preparando su estrategia,
planificando las acciones a seguir. En esta situación fue importante la reunión
de los jerifaltes de la FAI en junio de 1936, en el taller de José situado en
Pueblo Nuevo. Allí acudió la plana mayor, una veintena de hombres, entre los que
se contaban Buenaventura Durruti, Juan García Oliver, Gregorio Jover, Antonio
Ortiz Ramírez, Ricardo Sanz... Se decidió que había que armarse a gran escala,
los enfrentamientos no serían con policías o pistoleros, sino con militares, y
ya que no podía esperarse que las instituciones republicanas les cedieran armas,
el dinero necesario se conseguiría fácilmente asaltando las iglesias, que
contaban con numerosos objetos de valor.
José Serra y Tomás García, su compinche, dedicaron los
siguientes días a elaborar una suerte de censo de los edificios y sus
pertenencias, lo cual sería de enorme utilidad cuando se desató el vendaval
revolucionario en el que José, Tomás y Mauricio actuaron como patrulleros a las
órdenes del Comité de Defensa. Mientras se combatía en las calles, con un camión
requisado, se dedicaron a asaltar los templos y rapiñar todo aquello que habían
inspeccionado, al tiempo que José y Tomás se quedaban para sí parte de lo más
valioso para depositarlo a buen recaudo en su taller, por si venían malos
tiempos. |
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ARRIBA
El 21 de julio
de 1936 fue creado por el presidente de la Generalidad de
Cataluña, Luis Companys el Comité Central de Milicias
Antifascistas de Cataluña, bajo la presión ejercida por las
centrales sindicales anarquistas CNT y FAI, que habían
capitalizado la lucha obrera en las calles de Barcelona,
consiguiendo doblegar a los militares sublevados el 18 de
julio. El Comité presentaba un claro predominio de las
organizaciones anarquistas, si bien también se encontraban
representadas en el mismo todas las fuerzas del Frente
Popular.
Se trataba de
anular políticamente a la Generalidad y empezar la revolución.
El Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña se hizo cargo de
la política de seguridad creando el Comité Central de Patrullas
e Investigación, dirigido por Aurelio Fernández Sánchez, de la
CNT-FAI, que “se encargó de la persecución de los colaboradores
y simpatizantes de la sublevación”. Aurelio Fernández,
anteriormente, en 1922, se había adherido al grupo Los
Solidarios, participando en el asalto del Banco de España de
Gijón en septiembre de 1923. Fue consejero de Sanidad y
Asistencia Social del Gobierno de la Generalidad de Cataluña,
puesto que ocupó del 16 de abril al 5 de mayo de 1937. Después
de los Hechos de mayo de 1937 fue procesado por estafa. Se
exilió en Francia con Joan García Oliver y después en México, de
donde ya no volvió.
Del Comité de
Patrullas e Investigación nació el departamento de Patrullas de
Control, a cargo de José Asens, también de la CNT-FAI, “que eran
una policía obrera, revolucionaria, una garantía para todos los
trabajadores, de que la contrarrevolución no levantara cabeza en
la retaguardia, y de que la revolución caminaría hacia
adelante”.
Todos los registros
y detenciones fueron autorizados y documentados oficialmente por
José Asens o por su secretario, Gutiérrez. Salvador González
representante de la UGT en el Comité, fue encargado de
inspeccionar las actividades de todas las secciones de
Patrullas.
A partir de
noviembre del 1936 las acciones violentas de las patrullas
fueron más limitadas. Durante la primera mitad del 1937 era
difícil discernir las acusaciones lícitas de abusos de la contra
propaganda proveniente sobre todo de los comunistas. En la
práctica, las Patrullas de Control eran la principal fuerza
armada organizada del anarquismo en Cataluña y un importante
instrumento de la CNT-FAI para mantener su poder político.
La mitad de los
hombres de estas patrullas pertenecían a la CNT-FAI y ahí
estaban encuadrados José Serra, Tomás García y Mauricio. Aparte
de los asaltos a edificios religiosos y hogares burgueses, con
objeto de saqueo y registros, los patrulleros actuaban como
escuadrones de la muerte, encargándose de ejecutar las órdenes
de Manuel Escorza del Val, empeñado en “limpiar la retaguardia
de Cataluña de curas y burgueses”. Escorza del Val les
proporcionaba listas de detenciones y luego les ordenaba su
ejecución.
ARRIBA
Manuel Escorza
del Val era hijo de un miembro de la CNT, sufriendo de
pequeño poliomielitis que le obligó toda la vida a utilizar
muletas para desplazarse. Militante de las Juventudes
Libertarias participó al inicio de la Guerra Civil española
en la asamblea de la CNT-FAI donde defendió el uso del
gobierno de la Generalidad de Cataluña como instrumento para
legitimar la socialización de la industria y la
colectivización del campo.
Desde julio de 1936
fue el máximo responsable de los Servicios de Investigación de
la CNT-FAI, realizando tanto tareas de espionaje y de
información como de las acciones represivas por delegación de la
Organización Confederal de la CNT a través de las temibles
Patrullas de Control, las cuales cometieron miles de asesinatos,
especialmente entre el mes de julio de 1936 y mayo de 1937. Esta
represión no se limitó sólo a los supuestos facciosos
(sospechosos de simpatizar con el bando nacional, pese a no
disponer de ningún tipo de juicio imparcial para determinarlo),
sino que también fueron víctimas militantes cenetistas como José
Gardenyes, del ramo de la construcción y Manuel Fernández,
presidente del Sindicato de la Alimentación, acusados de haber
utilizado el asesinato para vengarse de sus acusadores durante
la Dictadura de Primo de Rivera. Joan García Oliver, dirigente
de la CNT, calificó a Escorza en su autobiografía El eco de
los pasos como un “tullido de cuerpo y alma”.
ARRIBA
Desde el verano
al otoño de 1936, siguiendo las órdenes del Comité, llevaron
a cabo operaciones de crímenes selectivos ordenados por
Escorza, Fernández o Asens, que eran quienes decidían la
suerte de los detenidos en el antiguo convento de San Elías
de Barcelona. La única legalidad estribaba en “la carta
blanca otorgada por los jefes correspondientes y en la
cobertura de unas siglas”. Generalmente los asesinatos se
llevaban a cabo al romper el alba y los cadáveres se dejaban
abandonados, sin identificación alguna, en determinadas
zonas, donde eran recogidos por la Cruz Roja. Cuando corrían
riesgo de ser reconocidos por algún familiar, los
patrulleros hacían desaparecer los cuerpos. Además de
arrojarlos al mar, un recurso muy utilizado, gracias a los
consejos de destacados miembros de Esquerra Republicana de
Cataluña (ERC) fue la incineración, para lo que emplearon
los hornos de la fábrica de cemento Asland de
Moncada, controlada por gente de la CNT.
Era la continuación
del pistolerismo a gran escala. Entre acción y acción, se
pegaban la buena vida.
Con el tiempo, la
fuerza de los anarquistas fue amainando, poco a poco, las
instituciones republicanas, Generalidad incluida, fueron
recuperando la dirección de los asuntos e imponiendo cierto
orden en los procedimientos de detención, su control y la
aplicación de la pena máxima mediante los Tribunales Populares.
No obstante, pues se trataba de una etapa de transición, los
anarquistas todavía prosiguieron con sus asaltos y ejecuciones,
sin bien en menor grado e intensidad.
ARRIBA
El declive
definitivo se produjo en Barcelona con los hechos de mayo de
1937, a partir de los cuales se disolvieron las Patrullas de
Control y cesó la hegemonía de la CNT-FAI en el “frente
interior”. Desencantados por cómo era juzgada a la sazón su
labor “revolucionaria” y viendo lo mal que marchaba la
guerra, José y Tomás prepararon su exilio. Repartiéndose el
botín con un brigadista inglés llamado Steven, y a cambio de
papeles que les permitieran residir en Gran Bretaña,
organizaron el envío de todo su material a Londres. Allí
José, pues Tomás había caído en el camino durante un ataque
aéreo, llevó una vida desahogada hasta su muerte.
ARRIBA
“Recuerdo
que uno de éstos detenidos, antes de morir, nos dijo que no
sabía porqué le matábamos. Pero le hicimos callar porque
nuestro trabajo era matar y el suyo morir”.
Éste es uno de los alardes del criminal José Serra, que
volcó en un bloc de páginas amarillas, con su ruda letra de
semianalfabeto. Un diario de 58 páginas numeradas en las que
narra los crímenes cometidos por él, y otros iguales que él,
durante la Guerra Civil.
Ahí, en ése
cuadernillo, Serra evoca los cuarenta frailes maristas a los que
terminó ametrallando, junto con un puñado de camaradas en el
cementerio de Moncada (Barcelona), y cuyo viaje hacia el fin se
inició la noche del 7 de octubre de 1936. Muchos años después,
desde su confortable seguridad londinense, el pistolero no sólo
recordaba con congoja su carrera criminal, sino que se deleitaba
en los detalles...
“Sacamos al
grupo de frailes de los calabozos de la primera galería y
algún otro para transportarlos en vehículos al cementerio de
Moncada. Cuando llegamos les hicimos bajar de los vehículos
y caminar hasta las paredes del cementerio y les obligamos a
ponerse de cara a la pared para ejecutarlos”.
El caso es que los
maristas fusilados, habían pagado previamente al pistolero y sus
compinches de la FAI, para que los dejasen ir a Francia. Los
anarquistas cobraron el dinero y los dejaron salir de sus
escondites, con la falsa promesa de un visado para el vecino
país. Luego los reunieron en el puerto de Barcelona, y desde
allí, al paredón.
“Recuerdo
que era un día de mucho calor cuando llegaron los autobuses
con más de 100 frailes maristas, unos 30 patrulleros les
esperábamos armados con fusiles de los que llamábamos
naranjeros. E hicimos bajar a los frailes de los autobuses
en medio de una confusión ya que con tantos frailes los
patrulleros les gritábamos: manos arriba y a caminar en fila
de tres, y en grupos les obligábamos a subir al patio
interior del centro en donde los patrulleros les atamos las
manos y los hicimos poner uno al lado del otro de pie”.
El pistolero
anarquista tenía en aquel entonces 43 años, y era conductor de
uno de los camiones de las Patrullas de Control, la policía
miliciana que la FAI articuló para apoderarse del Orden Público
en Barcelona. “Teníamos carta blanca para practicar
registros, detenciones y confiscaciones de cualquier sospechoso
de comulgar con el levantamiento militar”. La
patrulla de Serra recibía órdenes de Manuel Escorza del Val, que
tenía su cuartel general en el convento de San Elías, expropiado
por los anarquistas a las monjas Clarisas.
“A primera
hora de la tarde llegaron al centro de detención Aurelio
Fernández, Antonio Ordaz y Dionisio Elores que eran los
cabecillas de las Patrullas de Control, que nos saludaban a
los patrulleros para felicitarnos por la caza de frailes que
habíamos hecho y que ya nos divertiríamos luego cazando a
éstos conejillos afinando bien la puntería y a los frailes
les dijeron que los anarquistas no se venden por dinero y
nadie se burla de la CNT-FAI”.
Los maristas
abandonaron sus escondites y acudieron a la orden de presentarse
la tarde del 7 de octubre de 1936 para embarcar en el barco
“Cabo San Agustín”.
“Estos
frailes maristas pagaron 200.000 francos franceses pero solo
consiguieron salir a Francia un centenar de frailes. Los
otros cien que tenían que salir con un barco desde el puerto
de Barcelona, al final los llevaron al centro de detención
de San Elías”. Los carceleros que los recibieron pronto
disiparon sus esperanzas de salir con vida... “Estos son
los cuervos negros que querían escaparse en barco a Francia
para ir a difundir el opio religioso y ahora los tenemos
enjaulados, algún día comeremos salchichón o filete de
fraile”.
El 9 de octubre
quedaban en San Elías 55 maristas. Los 46 restantes los había
subido Serra de madrugada en su camión, hacia el fusilamiento en
el cementerio de Moncada. Para no dejar huellas del crimen, los
cadáveres se cargaron de nuevo en el camión y los quemaron, tal
como hemos mencionado más arriba, en los hornos de la fábrica de
cemento Asland. Serra tenía que haber cubierto otros dos
viajes con igual carga, pero uno de los patrulleros dio aviso a
un teniente llamado Esteve… “tu hermano se encuentra entre los
frailes detenidos” y el militar logró parar las ejecuciones.
ARRIBA
Hermano Salvio
(Victoriano José)
El 8 noviembre de
1884 nació Victoriano en Villamorón (Burgos). Era hijo de una
sencilla familia del labrantío castellano. Ingresó en el
seminario marista de Burgos en 1896. En 1902 emitió el voto de
obediencia. Y se entregó al Señor definitivamente mediante la
profesión perpetua el 28 de agosto de 1907.
Después de su
tiempo de formación, los lugares donde estuvo destinado fueron:
la localidad de Alella (Barcelona), San Andrés de Palomar
(Barcelona), Pamplona, Artziniega (Álava) y Les Avellanes
(Lérida), donde le sorprendió la persecución de 1936.
El 3 de octubre,
después de varias peripecias en escondites de los alrededores
del monasterio, el hermano Salvio acudió a la llamada de los
superiores para intentar pasar a Francia, deseo que se vio
truncado por la traición de la FAI. El día 7 de octubre fue
detenido con 107 hermanos maristas en el barco Cabo San
Agustín por las patrullas de la FAI y conducidos a la checa
de San Elías. De aquí se llevaron a un grupo de 46 maristas,
entre ellos el Hermano Salvio, al cementerio de Moncada y los
asesinaron en la noche del 8 de octubre
Los testigos son
unánimes en resaltar su humildad, su sencillez en las palabras y
en el afecto. Su habitual sonrisa transparentaba una serenidad
constante en su relación con Dios y con los hombres. Esta
sonrisa no le abandonó jamás, ni siquiera cuando tuvo que estar
postrado en cama, herido por una hemiplejia. Los jóvenes veían
en él un ejemplo continuo de virtud
Decía abiertamente:
Deseo obtener la gracia del martirio, o al menos su
compensación: poder morir mártir de amor como Teresa del Niño
Jesús.
Sus restos mortales
descansan en la iglesia del Monasterio de Nuestra Señora
de Bellpuig de Les Avellanes (Lérida).
Hermano
Virgilio (Trifón Nicasio Lacunza Unzu)
Nació en Ciriza
(Navarra), el 3 de julio de 1891. Cuando terminó los estudios
universitarios se le pidió que compusiera un libro de Historia
Universal y en adelante ya no cesaría de colaborar en las
publicaciones de la Editorial FTD (luego Luis Vives).
El 17 de marzo de 1903, su hermano
mayor, el H. Sixto, le llevó al juniorado de Vich. Brillante en
los estudios, obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras,
Sección de Historia y Geografía, en 1923. En octubre de 1908 fue
destinado al colegio de Burgos en el que permaneció hasta 1935.
En 1925 fue nombrado director del colegio burgalés que contaba
con 638 alumnos.
Se había
especializado en el trabajo de “operador de cine” y en las
interminables tardes dominicales de invierno, cuando era
imposible salir de paseo, proyectaba a los alumnos interesantes
películas, a las que hacía seguir de un diálogo sobre su valor
artístico y moral. Insistió ante los superiores para adquirir
los mejores proyectores de cine sonoro en cuanto estuvieron
disponibles en el mercado.
En el colegio tenía
organizadas la asociación del Apostolado de la Oración, la
Archicofradía del Niño Jesús de Praga, la Santa Infancia
misionera y la asociación de Tarsicios.
En 1933 se pusieron en práctica las
leyes persecutorias contra la enseñanza católica. Ante la
amenaza inminente, el H. Virgilio creó la sociedad civil “La
Cultural” y, por contrato, pasó a esta sociedad el control
del Colegio, que tomó el nombre de “Liceo Zorrilla”.
El personal docente estaba constituido por profesores seglares y
hermanos “secularizados”. Entre enero y junio de 1936 estuvo en
Murcia, sustituyendo al director del colegio. Era intención de
los superiores prepararle para reemplazar al H. Laurentino. El
19 de julio de 1936, el H. Virgilio se encontraba en Barcelona.
En el mes de septiembre, el Hermano Provincial le encargó que
organizara la salida de los formandos hacia Francia. Logró, el 5
de octubre de 1936, hacer pasar la frontera
francesa a 117 estudiantes.
En cambio, los 107 Hermanos que se habían reunido con él
en el buque Cabo San Agustín, anclado en el puerto de
Barcelona, fueron conducidos traicioneramente a la prisión de
San Elías. En la noche del 8 de octubre, 46 de ellos, entre
ellos el H. Virgilio, de 45 años de edad, fueron asesinados en
el cementerio de Moncada (Barcelona).
Hermano
Epifanio (Fernando Suñer Estrach)
El 26 de marzo de
1874 nació Fernando en Taialà (Gerona). Sus padres eran
trabajadores del campo. El 21 de septiembre de 1888 ingresó en
el juniorado de Saint-Paul-Trois-Châteaux (Francia), dos años
después de la llegada de los hermanos maristas a España. Emitió
el voto de obediencia en 1890. Y el 19 de septiembre de 1895
hizo la profesión perpetua.
El hermano Epifanio
fue alumno del primer colegio fundado en nuestro país y pidió al
Hermano Hilario, director a la sazón, su ingreso en la
congregación. Fue un excelente educador. Tuvo el cargo de
director en Lloret, Malgrat, Igualada, Logroño, Manresa y
Lérida. Y más tarde, en el colegio de la calle Lauria, 38 de
Barcelona. Aquí le sorprendió la guerra civil. En cuanto
comenzaron las revueltas en la ciudad, la comunidad se dispersó
en busca de algún cobijo apropiado. El director, preocupado por
la casa, tuvo la infortunada idea de volver al colegio para
tratar de salvar algunos objetos. Fue entonces cuando dieron con
él y lo encerraron en la cárcel. Poco después quedó libre y
buscó alojamiento de fonda en fonda hasta que cayó de nuevo en
manos de los revolucionarios, quienes lo encarcelaron por
segunda vez. Epifanio fue uno de los que recelaron desde un
principio de la buena fe de Aurelio Fernández Sánchez y su
gente, pero se inclinó finalmente al deseo de los superiores y
embarcó el día 7 de octubre de 1936, para luego ser trasladado a
la checa de San Elías de donde lo sacaron al cementerio de Las
Corts, donde fue asesinado. Sus restos fueron llevados a Les
Avellanes (Lérida).
Hermano
Victorino José (José Blanch Roca)
Nació el 23 de
febrero de 1908 en Torregrossa (Lérida), donde sus padres se
dedican al cultivo de la tierra. A la edad de once años entró en
el seminario marista de Vich (Barcelona). En 1924 emitió los
primeros votos en Les Avellanes (Lérida) e hizo la profesión
perpetua el 15 de agosto de 1929.
El hermano
Victorino José desempeñó su labor apostólica en una serie de
colegios de la Provincia marista de España tales como Mataró,
Sabadell, Alcoy, Alicante, Gerona, Barcelona (Sants) y desde
1935 nuevamente Mataró.
Siempre fue un
hombre de modales sencillos. Su odisea personal es digna de
inscribirse en los episodios martiriales del cristianismo.
Acudió al barco Cabo San Agustín el 7 de octubre
de 1936. En lugar de pasar a Francia, aquellos 107 hermanos
fueron traicionados y conducidos a la checa de San Elías. A 46
de ellos los sacaron en la noche del 8 de octubre con destino a
los cementerios de Moncada y Las Corts. El hermano Victorino
José recibió la descarga de los fusiles junto con sus compañeros
y cayó a tierra. Pero siguió milagrosamente con vida. Cuando los
asesinos abandonaron el lugar, logró incorporarse y se arrastró
como pudo hasta una casa próxima que resultó ser de una buena
familia pero que estaba bajo amenaza. “Aquí está usted en
peligro –le dijo la dueña de la casa–, en este momento también
andan buscando a mi marido que es ferroviario para matarlo”. Y
le indicó por dónde se podía llegar a Barcelona. Ya en camino,
llamó a otra casa, pero éstos en lugar de señalarle la dirección
para ir a la ciudad, le delataron al comité revolucionario. Fue
nuevamente detenido y lo asesinaron en el cementerio de Moncada.
Hermano
Ángel Andrés (Lucio Izquierdo López)
Nació en Dueñas
(Palencia) el 4 de marzo de 1899. En 1914 tomó el hábito de
hermano marista con el nombre religioso de Ángel Andrés. Ejerció
su tarea apostólica en Logroño, Mataró, Barcelona y Madrid.
Hombre de gran erudición, se graduó en 1930 en la Facultad de
Filosofía y Letras. Los últimos años de su vida trabajó en la
editorial FTD de los hermanos maristas con sede en Barcelona.
Fue el autor, entre otras obras, de “El santo de cada día”
y de una edición didáctica del Quijote, de Miguel de Cervantes.
El no se fiaba de
las promesas de la FAI. No creía que los anarquistas fueran
realmente a permitir a los maristas salir hacia Francia en
barco. “Nos van a traicionar”, dijo en varias reuniones. Y así
fue. Tenía 37 años edad, cuando fue fusilado el 8 de octubre de
1936
Hermano
Laurentino (Mariano Alonso Fuente)
Nació el 21 de noviembre de 1881 en
Castrecías (Burgos). En 1897 inició el noviciado. En 1899
comenzó el apostolado en Cartagena, de cuyo colegio fue nombrado
director en 1905. A los 31 años tomó la dirección del colegio de
Burgos, uno de los más importantes de España. Su acierto fue
total. Tuvo ocasión de formar a un gran número de Hermanos
jóvenes. El H. Eoldo, Visitador, solicitó sus servicios como
adjunto, pues la Provincia
de España era muy grande, con 800
Hermanos y más de 60 casas.
Pero el H. Eoldo fue
enviado a México y el H. Laurentino se encontró solo en
la función de Visitador. En 1928, el H. Laurentino fue llamado a
dirigir la Provincia de
España. En Canet de Mar, en el Santuario de la Virgen, renovó la
consagración que allí mismo había hecho 31 años antes y puso en
manos de María el trabajo que le era encomendado. El día 19 de
julio de 1936 se desencadenó la persecución religiosa en
Barcelona y por la tarde centenares de iglesias y conventos
fueron pasto de las llamas. El 3 de octubre de 1936 el H.
Laurentino envió al H. Atanasio a Murcia, a socorrer a los
Hermanos que estaban en la cárcel, encomendándole que llevase
consigo el Santísimo Sacramento y le dio este mensaje: “Diga a
los Hermanos que desde que estalló esta sangrienta revolución no
vivo más que para ellos, me acuerdo de ellos continuamente y no
dejo de encomendarles a la protección de la Santísima Virgen”.
Laurentino tuvo facilidades para trasladarse a Italia, pero
prefirió quedarse con sus Hermanos perseguidos. Logró hacer
pasar a Francia a 117 jóvenes. Pero él y otros 106 Hermanos
cayeron en una trampa tendida por los perseguidores. El 7 de
octubre de 1936, fueron hechos prisioneros en el puerto de
Barcelona en el buque Cabo San Agustín, que tendría que
haberles llevado a Francia, según lo acordado con la FAI.
Durante la noche del día 8 de octubre, 46 de ellos, entre los
cuales el H. Laurentino, de 54 años, fueron asesinados.
Hermano
Carlos Rafael (Carlos Brengaret Pujol)
Carlos nació en
Sant Jordi Desvalls (Gerona) el 11 de julio de 1917, en el seno
de una familia de agricultores. A los once años ingresó en el
juniorado de Vich (Barcelona) y el 2 de julio de 1934 pronunció
los primeros votos. Una vez terminado su tiempo de formación,
los superiores le destinaron al colegio de Mataró (Barcelona).
Al estallar la guerra civil, salió de Mataró y se dirigió a su
pueblo natal. Cuando se enteró del plan que había para pasar a
Francia en barco, se despidió de su familia y acudió al puerto
el 7 de octubre de 1936. Encerrado en la checa de San Elías, al
saber que los presos que iban saliendo no volvían porque los
sacaban para darles muerte, calculando que él tendría la misma
suerte, dijo sonriente a un vecino suyo: “Así moriremos mártires
e iremos al cielo. ¡Qué dicha!” Estaba en la mente de todos que
era por Cristo por quien morían. Contaba 19 años de edad, siendo
la víctima más joven del grupo de maristas asesinados en Moncada
(Barcelona).
ARRIBA
José Serra
participó en muchos más asesinatos. Al volante de su camión
Chevrolet, pintado de rojo y negro –colores
anarquistas– con las siglas FAI en blanco, se prodigó en
palizas, secuestros, confiscaciones, atracos y asesinatos
sin miramientos, detallados en su bloc de tapas negras y
hojas amarillas. Reconoce que su actividad predilecta, al
menos la que más dinero le propició, fueron los saqueos
indiscriminados de iglesias y mansiones de la alta
burguesía. Afirma que hacía las confiscaciones para la causa
anarquista, pero se guardaba una parte del botín.
Sin embargo,
también les llegó a ellos la hora del peligro. Pero Serra anduvo
listo. Cuando a mediados de 1937 los anarquistas pasaron de
perseguidores a perseguidos, preparó rápidamente su salida del
país. Se valió de un brigadista amigo que había conocido en
Barcelona y al que sobornó con un buen pellizco de la fortuna
esquilmada, a cambio de ayuda para huir. Tenía que enviarle
documentación desde Londres y darle una dirección postal a la
que ir remitiendo el tesoro robado. Entre octubre de 1937 y
noviembre de 1938, se dedicó a empaquetar sus rapiñas y
mandarlas a Inglaterra. En enero de 1939 llegó a Londres,
procedente de Francia, y recogió el tesoro que le aguardaba
intacto... cruces de altar de plata y oro, candelabros de los
mismos metales preciosos, custodias, retablos, cuadros de gran
valor, sillas de época, joyas diversas... aparte del generoso
depósito de dinero en metálico reunido con sus extorsiones.
“Empezamos a vender todas las piezas religiosas y joyas. Lo
hicimos en anticuarios y coleccionistas particulares de Londres
y ciudades próximas. Sacamos bastante dinero que nos ayudó a
vivir sin problemas económicos”. Naturalmente, a su llegada
a Inglaterra se agenció una nueva identidad, que fue la misma
con la que lo enterraron. No necesitó trabajar para vivir,
comprando un piso en Kesington-Chelsea, al que fue a vivir en
1948, con la única mujer que se le ha conocido: Lilianne Groove,
viuda de un soldado fallecido en el desembarco de Normandía.
José Serra
desvalijó cuatro pisos, que los Valls Taberner poseían en
Barcelona en la avenida Diagonal esquina al Paseo de Gracia. Con
las pertenencias de los hermanos José y Fernando, fabricante de
tejidos el primero, historiador y diputado de la Lliga Catalana
el segundo, llenaron dos camiones.
Todas las
pertenencias documentales así como el diario del asesino y
ladrón Serra no fueron desempolvadas hasta la muerte de su
viuda, fallecida en al año 2000. Fue entonces cuando Mauricio,
ahijado del bandido y acompañante cuando salía en sus patrullas
asesinas, recibió una carta en su buzón que lo señalaba como
único heredero de la fortuna y pertenencias de Serra. “Fui yo
–explica Mauricio– quien le pidió que escribiera sus memorias en
el transcurso de una visita que le hice en 1951. Había que
desvelar uno de los aspectos menos tratados del período de la
Guerra Civil, el de las acciones revolucionarias perpetradas por
la FAI, cuando una cierta historiografía oficial suele pasar de
puntillas sobre la violencia y el expolio anarquista”. Mauricio
encontró el cuaderno de Serra en su piso londinense; y además
halló el grueso del archivo documental de la FAI –de un valor
histórico incalculable– así como un carné de la FAI con la foto
de Serra.
José jamás se
arrepintió de sus crímenes... “Cuando abrí los hojos a la
ingusta realitat de la vida fue un frío día de enero delaño 1914
en el puerto de Barcelona, cuando un cura nos vendía a todos los
soldados que forzados nos enviaban a marruequos para
luchar contra los moros”... (sic). “Éramos carne fresca
que enviaban al matadero para defender los intereses de los
ricos capitalistas españoles”.
Su primera acción
de pistolero fue en 1919, ya afiliado a la CNT, asesinando al
encargado de la empresa textil, Vapor Vell. Le reventó la cabeza
de un tiro y la sangre y los sesos le mancharon los pantalones.
Vomitó y luego se puso los pantalones del muerto. Escribió que
no se arrepentía de nada, y su despedida fue clara... “Siento
como se me va el tiempo y me ronda la muerte. Pero no le tengo
miedo, ya que a todos nos llega el final. Aunque nunca pierdo la
esperanza de poder volver algún día a España, en la masía donde
nací”.
José Serra murió en
Londres el 28 de diciembre de 1974 (para más inri el día de los
Santos Inocentes) a los 81 años de edad.
Esto también es
“memoria histórica”…
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