Nació en Sevilla en 1896. Panadero de profesión desde los once
años, a los dieciocho años ingresó en La Aurora, el sindicato de los
obreros panaderos sevillanos, que poco después se adhirió a la anarquista
Confederación Nacional del Trabajo. En 1917 dirigió una huelga de obreros del
pan y en 1920 participó en la huelga general decretada por la dirección de la
CNT, que se saldó en fracaso.
Al proclamarse la dictadura de Primo de Rivera continuó la labor
sindical en la clandestinidad, por lo que fue detenido en Madrid en 1925. Salido
de la cárcel, en 1927, junto con gran parte de los dirigentes del anarquismo
sevillano, se une al Partido Comunista de España (PCE). En el IV Congreso del
Partido Comunista celebrado en Sevilla en marzo de 1932 fue elegido miembro del
Comité Central. Al decidir los militantes del PCE en un congreso, que el
entonces secretario general José Bullejos, debía ser destituido, en septiembre
Díaz fue elegido en su lugar.
Fue el director general de la revolución en España. Asistió
junto con Dolores Ibárruri “La Pasionaria”, al VII Congreso del Komintern
celebrado en Moscú durante el mes de julio de 1935. En este Congreso se lanzó
oficialmente la política internacional de los “Frentes Populares”. Se reprochó a
los Partidos Comunistas el haber tratado a los partidos burgueses como a
fascistas y se recomendó que defendieran la democracia parlamentaria hasta que
pudieran reemplazarla por una “democracia proletaria”.
A José Díaz le costó convencer a Francisco Largo Caballero para
que entrase en la alianza, pero al cabo de un tiempo, en las elecciones de
febrero de 1936, las izquierdas hicieron causa común en el “Frente Popular”.
Al estallar la Guerra Civil, se pensó en habilitar un fondo de
1.000 millones de francos para ayudar a la República, siendo José Díaz el
miembro del Comité encargado de administrar dicho fondo. A este Comité
pertenecieron también Thorez, jefe del Partido Comunista francés, con Togliatti,
“La Pasionaria” y Largo Caballero.
Coincidiendo con la llegada a Albacete del núcleo principal de
las Brigadas Internacionales, Stalin mandó una carta a José Díaz que fue hecha
pública el 17 de octubre de 1936 en Mundo Obrero:
«La liberación de España del
yugo de los reaccionarios fascistas no es algo que corresponda solamente a
los españoles, sino que constituye la causa común de toda la humanidad
progresiva».
Durante la guerra civil, José Díaz centró toda su actividad en
el Partido no ocupando ningún puesto oficial en la República, predominando en él
la idea de la prioridad absoluta de la victoria militar como objetivo principal,
combatiendo contra las medidas izquierdistas tomadas en las fábricas y el campo
de algunas zonas concretas, mediante las colectivizaciones por las milicias
anarquistas.
Insistió en la necesidad de unificar el ejército y organizar la
industria de guerra. Su postura frente a los trotskistas fue de claro rechazo.
Para él estos no eran más que “agentes del fascismo, que se escudan tras sus
falsos lemas revolucionarios para llevar a cabo su misión de agentes del enemigo
en nuestro propio país”. Sin embargo, cuando el ejecutivo del PCE planteó la
necesidad de la destitución del “derrotista” Largo Caballero, el voto de Díaz
fue uno de los dos que se pronunciaron en contra de la propuesta.
En 1937 marcha a Moscú donde se reúne con los principales
líderes del PCE, Dolores Ibárruri “La Pasionaria”, Santiago Carrillo y Enrique
Líster.
Por su quebrantada salud, el líder del PCE estaba a cargo del
especialista en aparato digestivo, el doctor Bonifaci, el cual explicó que Díaz
tenía una úlcera de estómago y que había sido operado en 1927 en Madrid por el
doctor Cortés, quien, aplicando los conocimientos de la época, abrió un nuevo
orificio en el estómago, en el que conectó el intestino. Con muchos problemas,
José Díaz aguantó durante diez años y en 1937 en el curso de una conferencia que
estaba pronunciando en Valencia sufrió una lipotimia, con la posterior aparición
de deposiciones negras. Se le trasladó a París, donde por medio de una
gastroscopia se le detectó la continuidad de la anterior herida. A finales de
1937, los doctores Moutier y Desmahé le practicaron en la capital francesa una
estomosis –nueva intervención quirúrgica– en la que se deshizo en buena parte lo
realizado en la operación de diez años antes.
El 17 de enero de 1939, Díaz salió de España por la frontera
gerundense, rumbo a París, acompañado de su médico el doctor Bonifaci. A
principios de febrero de 1939, al llegar a Moscú, le fue practicada en el
hospital del Kremlin una tercera operación.
En la capital soviética trabajó como miembro del secretariado de
la Komintern y al producirse, durante la Segunda Guerra Mundial, la invasión
alemana se trasladó a diversas localidades de la URSS hasta fijar su residencia,
con la salud muy deteriorada, en el otoño de 1941 en Tiflis, capital de la
República de Georgia.
La débil salud del secretario general del PCE, tendría un
trágico desenlace el 21 de marzo de 1942, en la población de Tiflis, muerte
ocurrida en “extrañas circunstancias”. Las fuentes oficiales soviéticas y
españolas nada dijeron sobre la causa del fallecimiento del líder. Al paso de
los años se supo que José Díaz se había suicidado arrojándose desde el balcón de
su casa.
Un cierto velo misterioso en torno de la muerte de José Díaz se
ha mantenido hasta fechas bastante recientes, pero siguen sin desvelarse los
motivos que impulsaron a José Díaz al fatal desenlace. Las teorías van desde
depresión por estar desahuciado por su enfermedad hasta la frustración sentida
cuando se afincó en la URSS, pasando por la desesperación ante una previsible
derrota de la URSS en un momento en que los resultados parecían favorables a las
armas alemanas.
Sus restos fueron repatriados a España por el PCE, celebrándose
el 30 de abril de 2005 en Sevilla, un homenaje organizado por la organización
nacional y regional del partido. Al día siguiente, 1º de mayo, antes de su
traslado al cementerio, sus restos fueron llevados al Ayuntamiento, donde el
alcalde leyó el nombramiento de Hijo predilecto de la ciudad otorgado por
unanimidad de todos los grupos políticos municipales.
ARRIBA
Informe pronunciado en el Pleno del Comité Central del Partido Comunista
celebrado en Valencia los días 13 a 16 de noviembre de 1937
Camaradas:
Me vais a permitir que os dé las gracias a todos, a nuestro
Comité Central y a todo nuestro Partido, por el interés que durante el tiempo de
mi enfermedad os habéis tomado cada uno. Podéis suponer lo que para mí ha
representado el estar más de cinco meses alejado del contacto vivo con nuestro
Partido, con nuestros combatientes, con nuestro pueblo; pero después de todo
esto, una cosa me alegra, y es que he podido recobrar la salud, de lo cual tenía
unos deseos enormes, para dar mucho más, todo lo que sea posible, a nuestro
Partido y a la causa antifascista; para contribuir a que cuanto antes ganemos la
guerra. De esta manera, podré dedicar mucho más tiempo a las cosas del partido y
estaré en muchas mejores condiciones para aportar mi grano de arena.
Estoy seguro, naturalmente, de que esta alegría la compartís
vosotros, todo nuestro partido. En estas condiciones es cómo yo, después de
estos cinco meses que ya pasaron, podré dar algo más de lo que daba, porque
entonces estaba en malas condiciones, enfermo, un tanto raquítico; hoy, tengo
una vida más sana, que está a disposición del Partido y del heroico pueblo
español. (Grandes aplausos.)
No sé por qué, en estos momentos, hay cierto confusionismo; hay
una situación un poco enrarecida. Pero de este Pleno ha de salir una orientación
firme, categórica, para que cuando vaya por la calle un comunista, cuando vaya
un militar al frente, cuando pase un obrero, un antifascista, puedan decir, con
un entusiasmo ferviente, con una seguridad aplastante, que, a pesar de todas las
dificultades y a pesar de toda la gravedad de la situación, a pesar de que
todavía llegarán momentos más difíciles que el presente, el pueblo español
triunfará sobre los invasores y sobre el fascismo interior. Que esto se sepa en
España entera y en el mundo. Páginas gloriosas de heroísmo se han escrito ya en
nuestra lucha; sin embargo, no son nada en comparación con las que se han de
escribir.
Balance de nuestra lucha. La situación es grave. Nuestra fe en
la victoria es inquebrantable.
Se reúne este Pleno del Comité Central de nuestro Partido en un
momento grave en la lucha que el pueblo de España sostiene, desde hace más de
quince meses, contra los generales traidores y contra la invasión del fascismo
alemán e italiano. Si se examina la situación en que nos hallábamos en los
primeros meses de la insurrección facciosa y de la invasión extranjera; si se
examina también la situación de nuestra lucha cuando cayó el gobierno Largo
Caballero y fue sustituido por el gobierno actual, y se hace una comparación con
la situación de hoy, es evidente que se comprueban progresos enormes. Estos
progresos se comprueban tanto en lo que se refiere al gobierno, como en lo que
respecta a la organización militar y a la vida económica del país.
El primer gobierno, después de la sublevación facciosa, era un
gobierno extremadamente débil; le faltaba la ligazón con las masas populares y
la clara visión de la situación del país y de sus perspectivas; le faltaba la
capacidad de guiar al pueblo y de resolver rápidamente, apoyándose en el
entusiasmo y en la acción de las masas, los problemas de la guerra y de la
revolución popular antifascista. |
|
ARRIBA
Surgió del
gobierno Largo Caballero, gobierno que desde el primer
momento gozó de los apoyos que le hubieran permitido hacer
una política firme de Frente popular y llevarnos a la
victoria con el consentimiento de todas las organizaciones
de masas del país, y cayó por no realizar esta gran tarea.
Hoy, todavía
pagamos los errores que este gobierno ha cometido, errores que
tuvieron consecuencias fatales, sobre todo en el desarrollo de
la guerra.
La incomprensión
testaruda, el recelo partidista, la ausencia de espíritu de
organización, el retraso enorme con que el jefe del gobierno se
venía convenciendo de la necesidad de plantear y resolver
problemas de importancia trascendental -como el de la formación
de un Ejército regular-, su posición falsa en lo que se refiere
a otras muchas cuestiones de orden vital; todo esto, nos permite
afirmar que si la situación es grave, si todavía se comprueba un
gran retraso en la organización de las condiciones de nuestra
victoria, la mayor parte de la responsabilidad recae sobre la
política falsa de Largo Caballero.
Derrotas graves y
dolorosas, como la caída de Málaga y también la caída del Norte,
sólo se explican si se tiene en cuenta esta política. Largo
Caballero manifestó, como jefe del gobierno y como ministro de
la Guerra, una debilidad que no exageramos al calificarla de
criminal para con los enemigos del pueblo, los agentes del
enemigo y los mandos traidores. Algunos de los que fueron sus
consejeros, como Asensio, están hoy en la cárcel, y con un dolor
profundo hemos de comprobar que si el jefe del anterior gobierno
hubiese prestado atención a las advertencias que de todas partes
le fueron hechas con respecto a estos señores, probablemente una
parte preciosa del territorio nacional no se encontraría hoy
bajo el talón del invasor extranjero. La política de Largo
Caballero nos conducía a la catástrofe.
ARRIBA
El gobierno
actual, que recibió, hay que reconocerlo, una herencia
grave, ha dado pasos importantes para resolver algunos de
los principales problemas de la guerra. Existe hoy en
nuestro país más orden, más disciplina que antes. Nuestro
partido, que desde el primer momento de la lucha proclamó la
necesidad de la disciplina y del orden republicanos,
reconoce los éxitos logrados en esta dirección.
También estamos de
acuerdo cuando el gobierno manifiesta su energía y su autoridad.
Sabemos que, para dar un impulso enérgico a la vida del país,
para recuperar el tiempo que se ha perdido, reparar los errores
que se cometieron y marchar hacia la victoria, es precisa mucha
energía. Es necesario que el gobierno dé pruebas de una energía
implacable para aplastar a todos los enemigos del pueblo y
depurar de agentes enemigos los mandos militares, la burocracia
gubernativa y toda la retaguardia. El pueblo también lo
comprende así, y en primer lugar la clase trabajadora.
Contra esta energía
nadie tiene que protestar, y nadie protestará. La fuente de esta
energía está en el pueblo mismo, y cuantos más esfuerzos haga el
gobierno por ligarse con el pueblo en forma cada día, más
estrecha, tanto más fuerte será y tanto más rápidamente podrá
marchar por el camino que todos queremos: el camino de la
victoria.
Pero, entiéndase
bien, esta energía la desea y la quiere el pueblo contra sus
verdaderos enemigos. Que no haya equivocaciones que lamentar,
porque bien definido está quiénes son nuestros amigos y quiénes
nuestros enemigos.
ARRIBA
En lo que
concierne a la organización y actuación militar, ya está
lejos el período en que nuestro Partido, solo o casi solo,
pedía con insistencia la creación de un Ejército regular con
mando único como condición elemental y absoluta para poder
combatir contra los rebeldes y los invasores. Hoy, este
Ejército existe, y es un gran Ejército del pueblo que ya ha
demostrado que sabe oponer una barrera de granito al ataque
del enemigo, además de saber maniobrar y batir al enemigo en
campo abierto. Nuestro Ejército tiene hoy sus mandos; muchos
de ellos proceden del antiguo Ejército y son leales a la
República. Yo quiero dar algunos nombres de estos militares
profesionales que, ligados al pueblo, han demostrado su
lealtad desde el primer momento hasta la fecha. Tenemos al
general Miaja (grandes aplausos), este gran militar,
que podemos decir es del pueblo y vive para el pueblo.
Tenemos al general Pozas, a Rojo, Sarabia, Ortega, Cordón,
Prada, Márquez, Burillo, Gallo, Moriones, Heredia, Bertomeu,
Menéndez y tantos otros. (Grandes aplausos.) Tenemos
también jefes militares salidos del pueblo y ligados al
pueblo de una manera irrompible. Tenemos al camarada Cartón
(aplausos); tenemos al camarada Modesto (aplausos);
tenemos al camarada Lister (aplausos); tenemos al
“Campesino” (aplausos); a Mera, Silverio Castañón,
Pérez Toral, Tagüeña, Durán, del Barrio, Vivancos, y tantos
otros que no cito por no hacer esta lista interminable. (Aplausos.)
Pero hoy, todos por igual, son jefes y oficiales del
ejército regular.
Esto quiere decir
que con estos jefes de nuestro Ejército no es posible que
todavía haya quien pueda pensar en un Ejército apolítico. Es un
Ejército que se ha forjado en la lucha contra el fascismo y
contra el invasor extranjero. El espíritu patriótico y el odio
contra el fascismo son para nuestros soldados y para nuestros
oficiales una sola cosa. ¡Qué nadie se atreva a desviar a este
Ejército de su tarea, que es arrojar del suelo de nuestra patria
al invasor, aplastar para siempre al fascismo y garantizar las
libertades y las conquistas revolucionarias de nuestro pueblo!
¡Qué se convenzan todos que en nuestro Ejército vive,
profundamente, una conciencia política y revolucionaria que no
será posible desviar, y que él luchará hasta el fin con el mismo
coraje, con el mismo heroísmo que lo ha hecho hasta el día de
hoy: hasta ganar la guerra, entiéndase bien, y la revolución
popular. (Aplausos.)
ARRIBA
En el terreno
económico, también se ha liquidado gran parte del desorden
que existía, sin destruir las conquistas revolucionarias de
las masas. La industria funciona, y las recientes decisiones
del Comité Nacional de la más potente central sindical del
país, de nuestra UGT, ofrecen al gobierno la posibilidad de
eliminar hasta los últimos fenómenos del desorden del
egoísmo corporativo, del derroche burocrático, y levantar el
entusiasmo productivo de todas las masas.
En el campo,
también se han corregido mucho los errores cometidos por
quienes, no comprendiendo el carácter de nuestra lucha en el
momento actual, querían imponer por la violencia a los
campesinos formas de organización y de trabajo ajenas a su
voluntad. La masa fundamental de los campesinos ha comprendido
que la República democrática, que se basa sobre el Frente
Popular, se ha impuesto como tarea histórica, antes que nada, el
resolver radicalmente y para siempre el problema de la tierra,
dando y garantizando la tierra a quien la trabaja y destruyendo
para siempre las cadenas de esclavitud que durante siglos
enteros han impedido el desarrollo y el porvenir de una sana y
fuerte economía campesina. El mejoramiento de la situación en el
campo ha permitido crear un principio de organización estatal de
los abastecimientos y del conjunto de la vida económica del
país.
Pero, camaradas,
hay que reconocer que el lograr estos resultados nos ha costado
mucho tiempo, demasiado tiempo, por falta de unidad, por falta
de una lucha enérgica contra los enemigos del pueblo, por falta
de una verdadera política del Frente Popular.
ARRIBA
El enemigo ha
aprovechado este retraso y nos ha dado algunos golpes muy
duros: hemos perdido Málaga, hemos perdido Bilbao,
Santander, Asturias. Pienso que, en el transcurso de los
trabajos del Comité Central, los camaradas del Norte van a
exponer aquí en detalle, una vez más, las causas de nuestra
derrota en aquella región. Pero es necesario destacar
algunos hechos que tienen una gran importancia, para hacer
un balance general de nuestra lucha.
Primero.
Considero falsa la opinión de quienes piensan que la pérdida del
Norte era inevitable, por estar esta región aislada del resto
del territorio republicano. ¡No! El Norte se hubiera salvado si,
por parte de todos, y, en primer lugar, del gobierno Largo
Caballero, se hubiera hecho otra política. También de Madrid
hubo quien dijo que su defensa era imposible, y, a pesar de
todo, Madrid se ha defendido, Madrid se ha salvado, Madrid es
nuestro. El enemigo ha perdido muchos miles de hombres ante sus
puertas, y fue rechazado por un pueblo entero, levantado hasta
el último hombre y la última mujer, entusiasta en la defensa de
su libertad.
El pabellón de
nuestro Partido y de la Juventud Socialista Unificada de Madrid,
el pabellón del Frente Popular, fue colocado muy alto en la
lucha heroica por su defensa. El sacrificio de los comunistas,
de los jóvenes socialistas unificados y de los militantes de las
demás organizaciones antifascistas no fue baldío. Madrid se
salvó.
¿Por qué fue
posible este hecho histórico? No se produjo ningún milagro. Fue
la acción enérgica de las masas. Mientras en Madrid, para
organizar su defensa, todos los partidos y organizaciones se
movilizaron y, a su vez, pusieron en tensión todas las energías
del pueblo, incitándole, a través de millares de mítines, a la
resistencia, en el Norte, y fundamentalmente en Bilbao y
Santander, se prohibían los mítines, la propaganda necesaria,
que hiciera comprender al pueblo el inmenso sacrificio que era
necesario realizar para defender la libertad y las conquistas de
la revolución. Mientras en Madrid se realizó un inmenso trabajo
político en el Ejército, que permitió fortalecer la moral
combativa de los milicianos y transformar las milicias en
Ejército regular, en el Norte este trabajo imprescindible se
consideró como “proselitismo” y siguieron las Milicias de
partidos y organizaciones sindicales sin cohesión, sin mando
único, sin disciplina.
Mientras en Madrid
surgían los Comisarios políticos educadores de los soldados,
colaboradores inmediatos de los mandos, ejemplo de autoridad y
de heroísmo, en el Norte eran rechazados.
Si en el Norte se
hubiese hecho participar intensamente al pueblo en las medidas y
en la lucha verdaderamente popular y revolucionaria, si se
hubiese realizado en el interior del Ejército un verdadero
trabajo político, y los Comisarios hubiesen sido aceptados a su
tiempo, para que hubiesen jugado el papel que han desempeñado y
siguen desempeñando en todas las unidades de nuestro Ejército;
si se hubiese ido rápidamente a la transformación de las
milicias de los partidos y organizaciones en el Ejército
Popular, seguramente que la situación sería hoy completamente
distinta. Esto es lo que es necesario que tengan en cuenta todos
los que hablan todavía de ejército apolítico, de no dar mítines,
de no permitir la prensa. ¿Qué han comprendido de la situación
los que así piensan?
Pero todo esto, que
era una política clara, completamente clara, y que estaba
garantizada por los resultados prácticos de Madrid no se ha
llevado a cabo en el Norte. Se ha seguido otro método; el método
que nos ha llevado a la derrota y a la pérdida de aquellas
provincias. ¡Cara se ha pagado la política del gobierno vasco,
la política de Aguirre y de los dirigentes nacionalistas, a la
cual, desgraciadamente, dio su asentimiento el consejero del
Partido Comunista vasco, Juan Astigarrabia, asentimiento que
representa una complicidad con tal política! Vosotros, Comité
Central, que tenéis el deber de velar por la conducta política
de todos los comunistas, en el caso de Astigarrabia, por
tratarse de un miembro del Comité Central, debéis pronunciaras
sobre su conducta, tomando como base su propia declaración.
Segundo.
Aun si no hubiera, sido posible defender el Norte hasta el
triunfo, aseguro que hubiera sido posible prolongar la
resistencia dos, tres meses más, y obligar al enemigo a perder
ante nuestras trincheras dos y tres veces más cantidad de
hombres y de material bélico, y todos comprenderéis lo que esto
hubiera significado. Pero una tal resistencia encarnizada, que
agote al enemigo, sólo es posible cuando las organizaciones
antifascistas se unen en un bloque de hierro para levantar toda
la población en una lucha heroica, como se hizo en Madrid, y
como puede hacerse siempre cuando por parte del gobierno se hace
una verdadera política de cara a las masas.
Una tal resistencia
no es posible cuando reina la discordia y ciertos dirigentes
tienen miedo a una verdadera movilización revolucionaria de todo
el pueblo.
En tercer lugar, es
preciso decir aquí abiertamente que la pérdida del Norte tendrá
consecuencias graves, ante las cuales no podemos cerrar los
ojos. Las reservas del enemigo en hombres y en material bélico
aumentan considerablemente, lo que le permitirá una mayor
libertad de maniobra y concentrar fuerzas en cantidad mayor que
las nuestras en un punto decisivo. Además, si no se desarrolla
una acción eficaz, hay capas populares que pueden caer bajo la
influencia de la propaganda desmoralizadora del enemigo y de sus
agentes. Esto puede y debe evitarse. La moral de nuestro
Ejército, la moral de todo nuestro pueblo, no puede decaer ni un
momento, y, para ello, Madrid da el ejemplo. El camino lo ha
marcado Madrid. En cada ciudad, en cada frente de lucha, en cada
soldado, hay que elevar el heroísmo al máximo, hay que grabar la
consigna que movilizó a Madrid para su defensa: “¡NI UN PASO
ATRÁS!” “¡NO PASARÁN!”
ARRIBA
A pesar de todo
esto, a pesar de los errores cometidos y del retraso en
resolver problemas vitales; a pesar de la debilidad que aún
subsiste; a pesar de la caída de Málaga y del Norte, tenemos
confianza y fe inquebrantables en la victoria, y esta
confianza y esta fe no son cosas románticas, sino
consecuencias de un examen muy frío de todos los elementos
de la situación.
Conocemos las
reservas inagotables de energías, de entusiasmo revolucionario y
de heroísmo de nuestro pueblo.
Conocemos nuestro
Ejército, y sabemos que está penetrado de la voluntad de vencer.
Conocemos los
recursos de nuestro país, y sabemos que, con una sabia
administración de ellos, pueden suministrar todo lo que nos
falta.
Conocemos también
la fuerza de nuestro partido, creación maravillosa de nuestro
pueblo, guía que nunca faltará a su deber, que en cada momento
sabrá levantarse para mostrar el verdadero camino, para
desenmascarar a los vacilantes, a los timoratos y aplastar sin
contemplaciones a los traidores. (Aplausos.)
Sabemos que
nuestros hermanos de clase y de combate, los socialistas;
sabemos que los anarquistas y republicanos están animados de la
misma voluntad que nosotros, de luchar hasta el final, de lograr
la victoria definitiva sobre el fascismo y los invasores, cueste
lo que cueste. La unidad nos dará la victoria.
La situación exige
de todos, en el momento actual, lo siguiente:
Primero.
Que todas las fuerzas de España sean movilizadas y
concentradas con el único fin de ganar la guerra; que la
unidad del Frente Popular sea completa e inquebrantable.
Segundo.
Que, por parte de la dirección política del país
-comprendiendo en estas palabras lo mismo al gobierno que a
la dirección de los partidos y demás organizaciones
antifascistas-, no se cometan más errores. ¡Basta ya de
errores! La sangre derramada exige de todos un mejor
conocimiento de la gravedad de la situación, para aplicar
las medidas justas, si es que de verdad queremos asegurar
nuestro triunfo.
Tercero.
Que los agentes del enemigo, los espías, la Quinta Columna,
los trotskistas, traidores al pueblo, los especuladores sean
aplastados con mano de hierro.
Cuarto.
Que la conciencia de la gravedad de la situación actual
penetre en las masas populares, soldados, obreros,
campesinos, mujeres, jóvenes, todos, todos unidos y en todos
se levante un entusiasmo combativo irresistible.
Quinto.
Que nuestro Partido, Partido bolchevique, cumpla con energía
y decisión las tareas que le indique su Comité Central y que
procede, naturalmente, de la situación actual.
Vamos a entrar en
el análisis de la situación actual, para sacar en conclusión
cuáles son nuestras tareas.
ARRIBA
Contra
cualquier forma de compromiso con el enemigo, por la unidad
de todas las fuerzas obreras, de la democracia y de la paz
Desde el primer
momento de la insurrección facciosa, nuestro partido destacó el
carácter internacional de la lucha que nuestro pueblo está
sosteniendo. Hoy, está demostrado que las primeras armas que
utilizó la mano criminal de los generales rebeldes, que los
primeros aviones que sembraron el fuego y la muerte en nuestras
ciudades indefensas salieron de Italia y Alemania algunos días
antes de que estallara la sublevación militar contra el gobierno
legal de la República. Desde aquel día hasta hoy, durante
dieciséis meses, España es objeto de una agresión infame por
parte del fascismo internacional. Unidades completas del
ejército regular italiano, con sus mandos, intendencia y
armamento, fueron y son continuamente enviadas a España. Los
éxitos que ellos han logrado obtener, después de la derrota que
nuestro ejército les ha infligido en Guadalajara, son exaltados
por la prensa fascista y por el jefe del gobierno de Italia como
victorias “nacionales” del fascismo italiano. Aviones italianos,
que salen de aeródromos del ejército italiano, y con tripulación
italiana también, bombardean nuestras ciudades, asesinan
bárbaramente a mujeres y niños indefensos; armas, cuadros
militares, técnicos en cantidad enorme, salen de Alemania cada
día con dirección a nuestro país y permiten a los generales
facciosos continuar la lucha criminal contra nuestra patria.
España se halla hoy
en esta situación: dos países donde el fascismo está en el
poder, le hacen la guerra, sin haberla declarado, pero abierta,
descarada y bárbaramente, violando todas las leyes del derecho
internacional, todo sentido de humanidad y civilización. ¿Por
qué esta agresión? ¿Qué quieren estos países que nos hacen la
guerra?
En primer lugar,
quieren transformar España en una colonia italo-alemana, en el
primer país colonial de Europa. Los generales facciosos no son
otra cosa que el instrumento que ellos emplean para lograr este
fin. ¿Qué significaría para nosotros si los agresores pudieran
lograr su objetivo? Significaría el fin de nuestra existencia
como Estado independiente, como nación unida y libre, dueña de
su propia suerte.
No hay en España un
solo hombre, una sola mujer, que sea indiferente ante estas
perspectivas. Se rebela contra tal perspectiva toda nuestra
conciencia de españoles, hijos de un pueblo que nunca toleró la
agresión extranjera; toda nuestra conciencia de hombres libres y
también nuestra conciencia de proletarios. Sí; nuestros obreros
tienen bastante madurez ideológica y política para comprender lo
que es una verdad fundamental del marxismo: que la independencia
nacional es la premisa de cualquier forma de progreso social. No
queremos ser, no seremos nunca el primer pueblo de esclavos de
una Europa subyugada por el fascismo.
ARRIBA
La agresión de
la cual somos víctimas no está dirigida sólo contra
nosotros, sólo contra España. ¡No! Objeto de esta agresión
son todos los pueblos libres independientes de Europa. Y la
tragedia consiste en que estos pueblos, engañados o
ilusionados por las palabras de sus gobiernos, hasta ahora
no han logrado comprender esta verdad.
¿Cómo es posible
que no comprenda el pueblo de Francia, que precisamente es tan
celoso de su independencia y de su libertad, que el día que
empezó la invasión del territorio de España por los fascistas,
aquel mismo día empezó la guerra del fascismo internacional
contra Francia? Las posiciones que alemanes e italianos
conquistan en España, intentando apoderarse de las islas del
Mediterráneo y de la frontera pirenaica, son posiciones que
ellos necesitan para atacar al pueblo francés en su propia casa,
en su propio territorio.
Tampoco les hará
falta declarar oficialmente la guerra a Francia, cuando piensen
que el momento oportuno para atacarla ha llegado, puesto que ya
poseen en Francia misma sus agentes, personalizados en las
organizaciones fascistas y en sus jefes traidores, que actuarán
como han actuado en España los Franco, los Mola, los Queipo de
Llano, abriendo las puertas de la patria al invasor extranjero.
¿Cómo no comprenden
ciertos dirigentes obreros de Praga, de Bruselas, de Londres y
de Estocolmo, que la suerte que hoy corren nuestras ciudades,
donde las mujeres y los niños son asesinados en las calles y en
las escuelas por los asesinos fascistas, es la suerte que les
espera mañana a todos ellos, si España es sometida, si el
fascismo no encuentra en nuestro país quien le rompa la espina
dorsal?
Hoy, pesa sobre
nuestro pueblo la tarea gloriosa de derramar su sangre en las
trincheras avanzadas de la civilización, en defensa de la
libertad y de la paz de todo el mundo.
Comprendemos esta
tarea y la cumplimos; pero esperamos que los pueblos de Europa
que amen su libertad e independencia comprendan también que,
ayudando al pueblo español a obtener la victoria sobre el
fascismo, aseguran asimismo la paz y la libertad de sus propios
países, aseguran sus propios intereses.
ARRIBA
Estuvieron a
nuestro lado, desde el primer momento, para ayudarnos
activamente a hacer frente a la agresión fascista, dos
fuerzas solas: la de la Unión Soviética y la de la parte más
avanzada del proletariado internacional.
La importancia
decisiva de la ayuda de la Unión Soviética es conocida por todo
nuestro pueblo. Como muy bien ha dicho el señor Martínez Barrio,
presidente de las Cortes y del Partido de Unión Republicana, sin
la ayuda de la Unión Soviética nuestra República habría dejado
ya de existir. Esto es cierto. La ayuda vino en el momento
justo, permitiéndonos superar la hora crítica de nuestra lucha y
resolver con nuestros esfuerzos los grandes problemas de la
guerra. Sólo la Unión Soviética comprendió, en aquel momento
trágico, que se jugaba la causa de la paz de todo el mundo. Sólo
la Unión Soviética nos defendió abiertamente, en todas las
reuniones internacionales, contra la sucia intriga de los
agresores y contra la debilidad, ciega y criminal, de la
diplomacia de los países democráticos.
La gratitud, el
cariño de nuestro pueblo por el pueblo soviético, por el gran
partido que le dirige y por su jefe, el camarada Stalin (grandes
aplausos), han sido bien demostrados en la conmemoración del
XX Aniversario de la Revolución Rusa. Nuestra tarea consiste en
explicar cada día que la ayuda de la Unión Soviética sólo ha
sido posible porque en este país el poder está en manos de la
clase obrera y el socialismo ha triunfado. (Aplausos.)
La ayuda de la
parte más avanzada del proletariado internacional también ha
sido grande, y ha jugado, en algunos momentos, un papel de
primera importancia. Eterna será también la gratitud de nuestro
pueblo hacia la Internacional Comunista y su glorioso timonel,
el gran luchador antifascista, camarada Dimitrov (grandes
aplausos), que sin descanso ha luchado y lucha para que en
la ayuda a España se unan y actúen juntas todas las fuerzas del
proletariado internacional. A pesar de esta ayuda preciosa y a
pesar de la simpatía que nos manifiestan todos los pueblos del
mundo entero, el fascismo ha podido continuar desarrollando
hasta hoy sus planes criminales de invasión. ¿Por qué? A esta
pregunta quiero dar una contestación exacta, lo más completa
posible, porque una justa posición en esta cuestión nos
permitirá fijar con exactitud las perspectivas de nuestra lucha
y nuestras tareas.
ARRIBA
Primero.
La agresión de la Italia fascista y de la Alemania
hitleriana contra la República española ha podido
desarrollarse hasta hoy gracias al apoyo del gobierno
conservador y de la burguesía reaccionaria de Inglaterra.
También la
burguesía fascista de Francia apoya a Franco y quiere la
victoria de los facciosos. Los fascistas franceses son traidores
a su patria y agentes descarados de los enemigos de su país. Los
conservadores ingleses, si bien no se les puede hoy considerar
como verdaderos fascistas, de hecho coinciden con la posición y
con la política del fascismo. Animados por la defensa de sus
intereses egoístas de clase, de casta, e incitados también,
posiblemente, por el deseo de debilitar a Francia, aceptan el
sofisma fascista de que en España la lucha es entre el fascismo
y el bolchevismo. Su ceguera les impide ver que en España se
lucha hoy por defender las que son reivindicaciones y conquistas
fundamentales de la revolución democrático-burguesa: la
libertad, la independencia nacional, la fraternidad entre los
pueblos, el respeto a la moral y al derecho internacional.
La lucha que se
desarrolla en España es una parte del combate mundial entre la
democracia y el fascismo que quiere destruirla. Bajo la máscara
de la lucha contra el bolchevismo, se reúnen en un bloque de
guerra los bandidos que quieren incendiar a todo el mundo. Esto,
y no otra cosa, es el eje Berlín-Roma-Tokio, y se engaña
profundamente la burguesía reaccionaria de Inglaterra si cree
que, apoyando a Franco y a los agresores fascistas, puede evitar
la guerra mundial. No se evita la guerra incitando, favoreciendo
a los que la preparan y la están haciendo. La política
reaccionaria de Inglaterra no evita, sino que acelera la
preparación de una guerra, en la que los bandidos fascistas se
lanzarán a, la destrucción de las libertades de todas las
naciones europeas.
Los conservadores
ingleses, no sólo pisotean todas las tradiciones liberales,
democráticas y pacifistas del pueblo inglés, sino que actúan
directamente contra los intereses del pueblo inglés, que no
tiene ningún interés por la guerra, que odia la guerra, que en
la próxima guerra verá amenazados su bienestar, su libertad,
todas sus conquistas económicas y políticas por el mismo enemigo
que nos amenaza hoy a nosotros.
Segundo.
La agresión fascista contra España fue y es favorecida por la
falsa política de los demás países democráticos y de las fuerzas
de la democracia europea en general.
Como en Alemania,
como en Asturias, en el período en que el fascismo se organizaba
y luchaba por tener en sus manos todo el poder, la democracia
pequeñoburguesa vacila, cae, una vez más, con los ojos cerrados,
en el error fatal que consiste en creer que se puede parar al
fascismo cediéndole una posición tras otra. De capitulación en
capitulación, los jefes socialdemócratas de Alemania y de
Austria han terminado su carrera política en el campo de
concentración, y los obreros, que ellos han desarmado, sufren
hoy los horrores de la dictadura fascista. De capitulación en
capitulación, los jefes demócratas y socialdemócratas de
Francia, Inglaterra, Checoslovaquia y de los demás países
democráticos, amenazan con arrojar a toda Europa en el abismo de
una guerra mundial.
¿No comprenden los
jefes del movimiento laborista que la tarea de la clase obrera
inglesa consiste, hoy, no en marchar a la cola del gobierno
conservador, sino en tomar en sus manos, enérgicamente, la
defensa de los intereses del país y del pueblo inglés, olvidados
o traicionados por la burguesía reaccionaria? ¿No comprenden los
jefes demócratas franceses que lo que el fascismo no puede
tolerar y quiere destruir son las conquistas de esa gran
Revolución Francesa, cuya tradición aún vive en el alma de los
obreros y campesinos franceses? El objetivo próximo e inmediato
de los bandidos y asesinos fascistas es destruir la
independencia de Francia.
La política del
gobierno francés, desde que empezó la invasión de España, es una
política de ceguera y de ayuda práctica a estos bandidos. Pero,
yo creo que ha llegado ya el momento de que el pueblo francés
imponga su voluntad de paz, poniendo fin a las vacilaciones de
sus gobernantes.
Tercero.
La ayuda activa del proletariado internacional aún no ha podido
ser lo bastante amplia y enérgica, por falta de unidad y como
consecuencia de la falsa política de algunos jefes de la
socialdemocracia, que están ya más cerca de la burguesía
imperialista y reaccionaria que del proletariado.
Sabemos que la
Internacional Obrera Socialista ha aprobado muchas resoluciones
sobre la ayuda a España, exponiendo posiciones justas. Sabemos
que la IOS y la Federación Sindical Internacional nos han dado
alguna ayuda práctica de importancia: voluntarios y oficiales
socialistas que luchan en las Brigadas Internacionales, codo a
codo con comunistas y republicanos. Pero sabemos también que hay
gobiernos, dirigidos por socialistas, que practican, en relación
con España, una política diferente de la que exponen las
resoluciones de la Internacional Obrera Socialista. Hemos
comprobado que los acuerdos de Annemase, que el pueblo
español saludó con entusiasmo, como el comienzo de una acción
unida y decisiva de todas las organizaciones del proletariado
internacional, no fueron seguidos por la acción que todos
esperábamos, y esto no por culpa de la Internacional Obrera
Socialista, sino por la oposición de una parte de los jefes de
la socialdemocracia, en particular de los ingleses, que llegaron
a amenazar con la escisión de la Segunda Internacional, si ésta
se hubiera decidido a marchar junto con la Internacional
Comunista en la defensa de España.
Sabemos también, y
queremos decirlo aquí abiertamente, que hay jefes de la
socialdemocracia internacional que todavía no han comprendido
qué es la unidad de acción de la clase obrera y la unidad del
Frente Popular, que han permitido al pueblo español resistir
victoriosamente al fascismo, y cuando vienen a España no
consagran todas sus fuerzas, como sería preciso, al
fortalecimiento de esta unidad, sino que, algunas veces,
trabajan contra ella. Esta política falsa, estas vacilaciones,
estos errores, han impedido hasta ahora que la solidaridad del
proletariado internacional jugara el papel que ha jugado en los
años 1919 y 1920 en su ayuda al pueblo ruso, para aplastar la
intervención contrarrevolucionaria de los ejércitos
imperialistas.
No sólo mítines hay
que organizar en el extranjero para expresarnos la solidaridad
necesaria, sino acciones de masas con objetivos concretos,
inmediatos; en primer lugar, con el objetivo de impedir todo
transporte de armas y municiones u otra ayuda a Franco, con el
objetivo de aislar y boicotear a los agresores de España; las
organizaciones obreras, particularmente del transporte marítimo
y terrestre, pueden jugar aquí un papel decisivo, y a ellas nos
dirigimos, pidiéndoles que actúen, que actúen pronto, y con
energía, como nosotros luchamos.
ARRIBA
En este
ambiente de apoyo abierto al fascismo por la burguesía
reaccionaria inglesa, de incomprensión de lo que ocurre en
España, de capitulación y de vacilaciones de las fuerzas
democráticas y de una parte de los jefes de la
socialdemocracia, surgen proposiciones más o menos abiertas,
se desarrollan maniobras oscuras con el fin de proponer y
lograr un compromiso con los generales facciosos y con los
invasores fascistas. Se habla de restauración monárquica, y
hasta hay quien tiene preparado un pequeño rey, dispuesto a
jugar el papel de “emperador”, como el que los militares
japoneses han puesto sobre el trono de Manchuria,
transformada en colonia japonesa.
Los últimos
trabajos del Comité de No Intervención y sus proposiciones
pueden también servir como máscara para las maniobras en este
sentido.
¡Hay que estar
alerta! Nuestro Partido tiene el deber, ante estas maniobras, de
proclamar abiertamente su posición, que es la posición de todo
el pueblo de España.
No puede haber paz,
mientras quede un solo soldado de los ejércitos invasores
pisando el suelo de nuestra patria. (Gran ovación.)
No puede haber paz,
hasta que sean definitivamente aplastados todos los enemigos y
todos los que tratan de implantar en España un régimen fascista.
No puede haber
compromiso de ninguna suerte con los generales traidores a su
patria, ni con el invasor extranjero.
Arrojar al invasor,
aplastar a Franco, destruir al fascismo para siempre en nuestro
país: éste es el único compromiso posible. (Gran ovación.)
En el último
manifiesto de nuestro Comité Central decíamos: En el momento en
que los fascistas y sus agentes en el extranjero y en el país,
con el fin de sembrar la duda y la desmoralización; difunden
absurdas voces de posibles compromisos con los asesinos
facciosos y con los invasores fascistas, nosotros proclamamos,
seguros de interpretar el sentimiento profundo de todo el pueblo
español, que en nuestro país ni un minutó podría mantenerse en
el poder aquel hombre que siquiera pensara en la posibilidad de
llegar a transacciones o compromisos con el enemigo.
El pueblo, estoy
completamente seguro, no consentiría en nuestro gobierno la
presencia de traidores.
El pueblo de España
no quiere volver atrás, hacia el pasado maldito de opresión, de
miseria y de vergüenza que el 17 de julio terminó para siempre
en España. Nuestros campesinos no quieren volver a trabajar como
esclavos y morirse de hambre para pagar sus rentas a los nobles
y ociosos. Nuestros obreros nunca volverán a trabajar en un
régimen de esclavitud y de absolutismo. Nuestro pueblo sabe ya
lo que vale la libertad y nunca renunciará a ella.
Rechazando con
indignación cualquier intento de compromiso con el enemigo que
hay que aplastar, sabemos que servimos la causa de todos los
pueblos, la causa del progreso y de la paz. El compromiso con el
fascismo en España sería una victoria, del fascismo sobre toda
Europa.
Nos sentimos lo
bastante fuertes para luchar hasta que el enemigo sea
definitivamente aplastado.
Tenemos también la
convicción profunda de que nuestra decisión inquebrantable de
continuar la lucha hasta la victoria tendrá como consecuencia
movilizar nuevas fuerzas en nuestra ayuda en el terreno
internacional. No hemos perdido todavía la confianza en
despertar a las fuerzas de la democracia y de la paz. Y estamos
seguros de que la clase obrera logrará su unidad de acción para
ayudarnos.
Ya hemos visto que
la resistencia heroica de Madrid, en primer lugar, que las
operaciones con gran éxito de Brunete y Aragón, después, fueron
seguidas de un sensible mejoramiento de nuestra situación
internacional. Nuestra resistencia y nuestra victoria mostrarán
el camino a todos los que tienen interés en apoyar nuestra
lucha. Hay un terreno sobre el cual todos los Estados
democráticos pueden unirse y actuar juntos. Es el terreno de la
defensa de su propia existencia, contra el agresor de todos: el
fascismo; el terreno de la defensa contra la guerra que los
amenaza a todos. Hay un terreno sobre el cual pueden unirse
todas las organizaciones obreras, con un programa mínimo de
acción que nosotros proponemos como base de acción práctica
común: impedir toda ayuda a Franco, poner fin a la intervención
armada extranjera en España, restituir a la República española
sus derechos internacionales, luchar por el respeto del derecho
internacional.
Sobre esta base
mínima pueden unirse todas las fuerzas obreras, la Internacional
Socialista y la Internacional Comunista, todos los sindicatos,
todas las fuerzas de la democracia y de la paz. El pueblo
español, que nunca estuvo aislado, que siempre ha sentido a su
lado la solidaridad del mundo entero, sabrá ajustar para siempre
las cuentas a los generales traidores a su patria.
ARRIBA
Mientras los
facciosos instauran un régimen de esclavitud y de terror,
nuestro deberes fortalecer nuestra democracia
España se encuentra
hoy dividida en dos zonas. Cada una de estas zonas tiene un
régimen distinto. ¿Cuál es el régimen de la zona fascista? Allí
continúa el régimen de opresión, de tiranía, de crímenes,
anterior al 16 de febrero anterior a la República. Las castas
semifeudales, la Iglesia, el ejército, los grandes capitalistas,
no sólo han recuperado sus privilegios seculares sino que los
han aumentado. Aquella parte de España ha vuelto a los más
negros días de la Inquisición y del despotismo. El Estado que
Franco intenta crear está trazado sobre los ejemplos del
fascismo alemán e italiano; es decir, sobre el más espantoso
terror. La Iglesia ha recuperado el predominio que tenía en
España, no en los años transcurridos de este siglo, sino en la
época de Felipe II. Es un delito, que se paga con la muerte, no
acudir a las funciones religiosas.
La casta militar
constituye otro poder semejante. Un poder con fuero propio y con
autoridad para disponer a su antojo de vidas y haciendas.
Nosotros tenemos
muchos datos del terror en la zona facciosa; cartas de los
obreros que viven allí, referencias de los evadidos,
informaciones de la prensa extranjera. Últimamente, hemos tenido
también el libro Doy fe, del secretario judicial de
Burgos, un hombre católico y nada sospechoso de hacer nuestra
propaganda. ¿Qué nos cuenta? Las horribles matanzas de obreros y
antifascistas que cometen la Guardia Civil y los fascistas por
cuenta propia. Matan sin proceso, por el simple hecho de
sospechar que las víctimas no son fascistas.
El poder de la
llamada Junta de Burgos, apoyado en la Iglesia y en el Ejército,
está al servicio de los grandes capitalistas y terratenientes.
Una de sus primeras disposiciones ha sido abolir las leyes
favorables a los campesinos y a los obreros agrícolas. Ha
desaparecido la ley de Yunteros, las que amparaban los derechos
de los arrendatarios y colonos, las que reglamentaban la jornada
de trabajo en el campo y las que protegían a los obreros
agrícolas y a sus organizaciones. Se ha vuelto a la jornada de
sol a sol y a los salarios de hambre. Los campesinos y obreros
agrícolas jóvenes, y aun adultos, han sido obligados por la
fuerza a incorporarse al Ejército. El verano pasado, los
soldados que no estaban en el frente fueron obligados a recoger
la cosecha, y no les pagaron más que los setenta y cinco
céntimos diarios que Franco paga a los hombres que obliga a
combatir en sus filas.
No se publican más
periódicos que los de Falange. Nadie puede expresar la más leve
discrepancia. La única ley del Estado es la voluntad de Franco,
jefe supremo y absoluto. Sus decisiones son indiscutibles y
deben ser acatadas por todos. El estatuto del llamado partido de
Falange Española y Tradicionalista de las JONS lo ha proclamado
así.
La pequeña
burguesía, los comerciantes, los pequeños industriales, los
intelectuales, todas las capas trabajadoras, viven bajo el mismo
terror. Los pequeños comerciantes y pequeños industriales sufren
la usura de los bancos y de los grandes capitalistas. Nadie
puede expresar su pensamiento de palabra ni por escrito, si no
hace incondicional acatamiento al terror y al déspota. La
justicia es asunto de la Guardia Civil y de los bandidos de
Falange.
ARRIBA
Este régimen de
terror tiene una característica más bochornosa todavía. El
territorio que domina Franco ha sido entregado a los
invasores para que hagan de él una colonia extranjera. ¿Cómo
se gobierna en la España facciosa? Franco manda; la Iglesia,
el ejército y la Guardia Civil oprimen y asesinan al pueblo;
los terratenientes y los grandes capitalistas explotan a los
trabajadores. Pero el jefe supremo de este aparato no puede
tomar ninguna decisión importante sin consultar a los
dictadores extranjeros: Hitler y Mussolini. Estos comparten
el poder con Franco, y en algunos sitios tienen gobernadores
propios. El conde Rossi ha sido hasta hace poco el
gobernador civil y militar absoluto de Mallorca, responsable
sólo ante Mussolini. El embajador alemán en Salamanca tiene
en toda la España facciosa un poder omnipotente; incluso
decide, de acuerdo con el Estado Mayor alemán, las
operaciones militares. Las mejores riquezas del país están
íntegramente entregadas a los extranjeros. Los alemanes
explotan las minas de hierro de Marruecos y de Euskadi.
Hitler dijo en su discurso de Würtzburg, el 27 de julio de
este año: “Nosotros procuramos comprar hierro en todas las
partes del mundo y queremos el triunfo nacionalista español
para obtener el hierro de España.” Esta es una de las
razones de la invasión alemana: llevarse el hierro español.
Los italianos, por
su parte, se han apoderado de las minas de carbón de Asturias,
del aceite de Andalucía. En las proposiciones que Ciano llevo a
Hitler en su visita a Berlín del verano último, había una
propuesta concreta para el reparto de las riquezas españolas.
Ciano proponía emprender inmediatamente una gran ofensiva por
Pozoblanco. ¿Qué buscaba con esta ofensiva? No buscaba terminar
la guerra pronto, porque los fascistas saben que una victoria en
este frente no habría decidido la suerte de la guerra. Buscaban
apoderarse del mercurio de Almadén y contrapesar, de éste modo,
la posesión alemana del hierro de Marruecos y Euskadi.
En estas
condiciones, la España facciosa es un país semicolonial. Pero,
no obstante, el terror y la identidad de apetitos de los
invasores, el régimen encuentra grandes dificultades. Por un
lado, las masas trabajadoras, oprimidas y esclavizadas, luchan
contra él en la medida de sus fuerzas: en las fábricas, en los
ferrocarriles, en los campos, son muy numerosos los actos de
sabotaje. Muchas veces habréis leído en la prensa que las bombas
fascistas no han explotado: ésta es la obra de los obreros, de
nuestros hermanos en la zona facciosa. Los fascistas ocultan
bien sus datos; por eso no conocemos las proporciones del
despilfarro de material en las fábricas, las voladuras de
puentes, la destrucción de trenes y polvorines. Pero todo esto
se hace, y lo hacen los obreros y campesinos, y muchas veces lo
pagan con su vida.
En el orden
político, los antagonismos de Falange Española con los
tradicionalistas han llegado a tomar caracteres sangrientos. Las
bandas de unos y otros han andado a tiros en Pamplona, en
Zaragoza y en los propios frentes. Entre los empresarios
fascistas extranjeros también se manifiestan contradicciones:
las contradicciones inevitables del imperialismo. Además,
alemanes e italianos se unen para invadir España, pero cada uno
de ellos mira de reojo cómo llevarse la mayor parte de la presa.
Dentro de un
sistema tan lleno de contradicciones y antagonismos, no es
posible la edificación de un Estado sólido y permanente ni la
convivencia civil de un país civilizado, ni la libertad y el
bienestar de los trabajadores, ni el desarrollo de las fuerzas
del progreso. Si España fuera sometida a este régimen, caería
cada vez más en la barbarie, hasta convertirse en un país
miserable y destrozado, cuyos despojos se disputarían a
dentelladas los imperialistas europeos.
Ningún español que
ame de veras a España, que desee su independencia y su
prosperidad, puede permanecer indiferente ante estas
perspectivas de destrucción y de barbarie que el fascismo tiende
sobre nuestro país. En la zona facciosa viven miles y miles de
españoles honrados, que ven y sienten de cerca los horrores de
aquella situación. Ellos tienen que ayudarnos a establecer en
toda España el régimen de libertad, de democracia, de bienestar,
de progreso y de paz que anhela todo el pueblo español. ¿Cómo
ayudamos? Entorpeciendo la producción; impidiendo que los
explotadores fascistas se aprovechen al máximo de nuestras
fábricas y de nuestras minas; obstaculizando lo más posible los
abastecimientos de tropas; proporcionándonos informaciones de
carácter militar, político y económico; destruyendo cuanto pueda
servir al enemigo para sus movimientos militares; saboteando la
producción de guerra, la labranza de los campos; y la recogida
de las cosechas; haciendo una activa propaganda entre las masas
trabajadoras de la zona facciosa, para que los que aún no han
comprendido la diferencia profunda entre el régimen de opresión
y de sangre de la zona facciosa y el régimen de libertad y
democracia de nuestra España, se incorporen a la acción activa
de todo el pueblo contra los invasores. Pero esto exige por
nuestra parte, por parte del gobierno y de todos los partidos y
organizaciones antifascistas, que les ayudemos intensamente,
desarrollando más ampliamente la campaña de propaganda hasta
inundar todo el territorio enemigo. Con ello, llevaremos aliento
a nuestros hermanos que viven en territorio faccioso, para
seguir la lucha contra los invasores y los traidores a la
patria.
No hacer esto es no
comprender nada del carácter de nuestra guerra.
Para expulsar al
extranjero, es necesaria la unión de todos los españoles que
quieran la independencia de su patria; la lucha de todo el
pueblo por la independencia nacional.
La España libre y
feliz que estamos conquistando es para que la disfruten todos
los españoles honrados, todos los que no la hayan traicionado y
vendido al fascismo extranjero; los que hoy trabajan y luchan a
nuestro lado y los que viven en el infierno fascista.
ARRIBA
Veamos ahora
nuestro propio régimen. Por primera vez en la historia, el
pueblo de España ha organizado, en la zona leal, un régimen
democrático más sólido y más efectivo. Nuestro régimen
político, social y económico tiene las características de
una verdadera democracia. ¿Sobre qué bases se sienta esta
democracia? En nuestra España, se han destruido ya los
viejos privilegios de castas, las antiguas camarillas
políticas, el aparato feudal de las masas, el dominio de la
Iglesia en la vida política, el poder de los caciques y la
tiranía sangrienta de la Guardia Civil. Luchamos por
destruir todas las raíces del fascismo en el orden político
y económico.
Hoy, no existen
grandes señores con derechos heredados a la explotación de los
trabajadores y al dominio de España. Las fábricas, las tierras,
los bancos están en manos de los obreros y campesinos, en manos
del gobierno del frente Popular. El aparato de represión que les
sostenía ha quedado deshecho. Las fuerzas armadas no están ya al
servicio de una casta privilegiada, sino al servicio del pueblo.
Tampoco existe el dominio de la Iglesia en la vida política; la
Iglesia ha perdido todos sus bienes, toda su influencia en el
Estado y toda su participación en las funciones sociales y
educativas. Una nueva cultura, un horizonte lleno de
perspectivas ha abierto la República a todo nuestro pueblo
ansioso de saber. Ya no hay caciques, esos hombres que eran los
amos de todo, particularmente de la libertad de los
trabajadores.
Nuestra democracia
se basa también en la participación activa de las masas en la
vida política del país. ¿Qué discuten hoy los obreros en los
sindicatos, en las asambleas, en los comités? Discuten los
problemas políticos, los problemas de la guerra y de la
revolución; señalan la manera de resolverlos, adoptan decisiones
que transmiten al gobierno y a todos los representantes del
Estado. Esto también se hace en muchos países capitalistas; pero
en éstos las decisiones que adoptan los trabajadores se quedan
sobre el papel. En nuestra República democrática y parlamentaria
de nuevo tipo, muchas de ellas tienen, en cambio, su aplicación
en la realidad. Todos tendréis presente en la memoria la
reciente Conferencia de Mujeres Antifascistas. Delegadas de
millares y millares de mujeres, que apenas hace dos años vivían
apartadas de las preocupaciones políticas del país, han
discutido los problemas fundamentales del momento y han trazado
directrices para resolverlos, colaborando así, con entusiasmo y
eficacia, con el gobierno en la obra de ganar la guerra y de
consolidar nuestro régimen de libertad y de bienestar. ¿Cuándo
se ha permitido en nuestro país una conferencia semejante? Esta
intervención de las mujeres en la vida política es un dato
característico del despertar político de las masas. (Grandes
aplausos.)
Contamos con un
gran desarrollo de las organizaciones de masas. ¿Por qué han
crecido todas estas organizaciones en proporciones tan enormes?
Naturalmente, no es por casualidad. Es porque las masas obreras
y antifascistas sienten hoy la necesidad de participar en la
vida política del país. Van a las organizaciones con deseos de
capacitarse para la dirección de la vida económica del país y
para ayudar al gobierno.
¿Qué ha pasado en
este tiempo con los viejos partidos de la burguesía? ¿Qué queda
de aquellos partidos conservadores o pretendidamente liberales,
que representaban los intereses de los grandes capitalistas, de
los terratenientes y de la Iglesia? No queda nada; todos ellos
han muerto bajo la avalancha del despertar político de las masas
populares.
ARRIBA
Surge, en
cambio, la organización política más vasta y más profunda
que ha tenido jamás el pueblo español: el Frente Popular. En
el Frente Popular, a través de los partidos y
organizaciones, están uniéndose todas las capas del pueblo,
las masas obreras y campesinas, la pequeña burguesía
democrática y revolucionaria, los intelectuales, todos los
hombres liberales, y demócratas del país. Se vinculan a él
con el anhelo de realizar las aspiraciones que el pueblo ha
tenido y por las que ha sostenido una lucha de siglos, con
triunfos y derrotas transitorias.
Nuestro Frente
Popular recoge de la historia de España las aspiraciones de los
liberales y progresistas que desde las Cortes de Cádiz han
venido luchando, con fugaces momentos de victoria, por liberarse
de la opresión absolutista e inquisitorial, las aspiraciones,
aplastadas durante medio siglo, de los fundadores de la primera
República, las aspiraciones del pueblo que luchó contra la
tiranía sangrienta de Fernando VII, de Cánovas, de los
reaccionarios monárquicos, clericales y militares; los anhelos
de independencia nacional que inspiraron a las masas en la
guerra contra Napoleón; las aspiraciones de las masas obreras
que han luchado con las armas en la mano en la Semana Trágica de
Barcelona, en el año 1917, en Asturias y Madrid, en las jornadas
gloriosas de 1934 y en mil episodios heroicos de las luchas
obreras; la aspiraciones nacionales de los pueblos de Cataluña,
Euskadi y Galicia, oprimidos por el despotismo monárquico.
Nuestro Frente
Popular recoge todas estas aspiraciones del pueblo; por ellas
lucharon nuestros padres, nuestros abuelos, y nosotros los
españoles de hoy, que también hemos luchado por ellas, nos
unimos bajo una sola bandera para realizarlas.
Es la primera vez
que todas las fuerzas políticas del pueblo se unen sobre la base
de un programa común de reivindicaciones, que abarca a todas las
capas del pueblo laborioso y que puede desarrollarse sin
límites.
Esto es nuestro
Frente Popular: la organización de la lucha contra el fascismo,
contra los opresores tradicionales y contra los invasores. Su
función no ha terminado todavía ni puede terminar en mucho
tiempo. No ha terminado ni puede terminar hasta que no haya
realizado las reivindicaciones que han llevado a él las grandes
masas del pueblo; porque el Frente Popular no es una simple
coalición de partidos ni la reunión de unos cuantos dirigentes:
es una política, un programa, una plataforma de realizaciones;
porque el Frente Popular, como órgano que aglutina a todas las
fuerzas antifascistas, es una necesidad sentida por todos. Jamás
llegó a alcanzar la idea de la unión antifascista, sobre la base
del Frente Popular, mayor extensión.
Los periódicos de
todos los partidos, de todas las organizaciones sindicales
expresan este sentimiento de unidad, aunque –hay que declararlo–
algunos de ellos se han enzarzado en una polémica bizantina
alrededor de una frase. Lo importante en la discusión sobre el
Frente Popular no es si debe llamarse Frente Popular
Antifascista o Frente Popular a secas; lo fundamental es el
contenido, el objeto que perseguimos al agruparnos; es el cómo
llegara la coincidencia que nos permita unimos cuanto antes a
todos: a todos, entiéndase bien.
Queremos convencer
a los que dudan de la eficacia de esta forma de unidad,
ampliándola a la CNT y a la UGT. Nada tenemos, ni hemos tenido
nunca, contra la participación de la CNT en el Frente Popular.
Queremos trabajar juntos con los camaradas anarquistas; queremos
que entre nosotros no existan más que lazos de fraternidad, y,
juntos con las otras fuerzas antifascistas, repartimos el peso
de la gran tarea de conducir a nuestro pueblo a la victoria. (Aplausos.)
Esto no es una idea
de ahora: en el Pleno de nuestro Comité Central de marzo dije,
en mi informe: “Queremos colaborar asiduamente con los camaradas
anarquistas, no sólo durante la guerra, sino después de ganar la
guerra, y lo queremos hoy, con el fin de ganar la guerra, y
mañana también, con el fin de construir con ellos una España
nueva, una España grande, libre y feliz, una España en que
puedan vivir y gozar ellos como nosotros, como todo el pueblo
antifascista.”
El despertar
político de las masas y su incorporación activa a la vida
política del país han determinado el crecimiento enorme de
nuestro partido.
¿Por qué se ha
desarrollado nuestro Partido en proporciones grandes y reúne hoy
en sus filas centenares de miles de los mejores luchadores y
combatientes antifascistas? Porque las masas han visto en el
Partido Comunista una fuerza de dirección política consecuente,
un guía seguro del pueblo en la conquista de un régimen de
libertad y de justicia.
Nuestro Partido
continúa las mejores tradiciones del socialismo español, de la
vieja y heroica lucha de las masas obreras y campesinas contra
sus opresores, y marcha perfectamente unido con el viejo Partido
Socialista. Nuestra unión con el Partido Socialista ha creado ya
las condiciones de madurez y de unificación necesarias para ir a
la fusión de ambos partidos en un partido único del proletariado
y de los campesinos más avanzados. ¿Qué significa la creación
del partido único, con respecto a nuestra democracia? La
creación del partido único no es un hecho antidemocrático; no
tiene nada de común con el totalitarismo fascista; no se trata
de un partido que obligue por la fuerza a todos los trabajadores
a pertenecer a él, bajo amenaza del terror. El partido único
será una fuerza democrática y revolucionaria. En él tendrá el
pueblo español su guía, su dirección y su conductor más firme y
consecuente.
La creación del
Partido único no significará, la supresión o absorción de los
demás partidos, sino la creación de una fuerza de orden, de
disciplina consciente y de apoyo al gobierno y a las
reivindicaciones de las masas; será el cimiento del Frente
Popular, porque aportará a la unión de todas las fuerzas
antifascistas en el Frente Popular la fuerza de la unidad
política del proletariado.
Sobre la base del
Partido único, el Frente Popular podrá desarrollarse cada vez
más y más atrayendo a las organizaciones antifascistas a los
millares de trabajadores que aún no están en ellas, y haciendo
cada vez más eficaz su colaboración con el gobierno.
ARRIBA
Camaradas: en
el momento actual, precisamente porque estamos en una
situación grave, que exige una atención máxima de todas las
fuerzas del pueblo, la democracia de nuevo tipo antifascista
que hemos instaurado tiene que ser fortalecida. ¿Cómo?
Aumentando la participación de las masas que militan, en los
partidos y organizaciones en la vida política del país, y no
sólo de los jefes y dirigentes de estos partidos y
sindicatos.
Aún hay grandes
masas sin partido o inorganizadas que es necesario despertar,
organizar y dirigir; en la medida que las incorporemos a la vida
política activa, reforzaremos nuestro frente de lucha contra el
fascismo.
Pero la tarea de
intensificar la incorporación a la vida política activa de las
grandes masas sin partido e inorganizadas, no es la tarea de un
solo partido, no; es una tarea de todas las organizaciones
antifascistas del Frente Popular. Es el Frente Popular quien
tiene que movilizar a todas las capas antifascistas, para que
participen activamente en las cuestiones políticas del país.
Esta movilización y
actividad democrática de las grandes masas tiene que reflejarse
también en los organismos representativos, como son los Consejos
provinciales y locales, y con mucho más motivo en el Parlamento.
¿Es que en estos
organismos se reflejan hoy exacta y completamente el estado
político, la correlación de fuerzas, la opinión del pueblo?
Veámoslo: El
Parlamento actual fue elegido en una época en que el gobierno de
la reacción estaba en el Poder. La mayoría de los diputados ha
desaparecido; unos, porque se han pasado al enemigo; otros
porque han sido asesinados por los fascistas. Una gran parte de
las masas populares que hoy intervienen en la lucha contra el
fascismo no pudo participar en las elecciones; no pudo expresar
libremente su opinión. Es indudable que el pueblo español votó
contra el fascismo el 16 de febrero, que, a pesar de la opresión
reaccionaria, las masas eligieron una mayoría antifascista. Pero
después del 18 de julio se han producido cambios profundos en la
vida del país; masas enormes, que antes eran obligadas por las
coacciones del poder a permanecer apartadas de la vida política
del país, participan hoy en ella con gran actividad e incluso
defienden la libertad, y la democracia con las armas en la mano.
Y bien: ¿se reflejan exactamente todos estos cambios en el
Parlamento actual? No. El Parlamento actual no refleja,
exactamente, todos los cambios que se han producido en las
relaciones de clase en el país durante el período de la guerra
civil.
Por otra parte, es
evidente que la sublevación de los fascistas españoles, apoyada
en las tropas de ocupación italianas y alemanas, han levantado
contra ella a todo el pueblo español que lucha por su
independencia nacional. Pero la propaganda fascista, la prensa
reaccionaria e incluso algunos políticos conservadores ingleses
y otros reaccionarios franceses dicen que nuestro pueblo está
sometido a una dictadura comunista, que no sé qué diablo de
dictadores rojos impiden que se manifieste libremente su
opinión. En estas condiciones, una consulta democrática al
pueblo, organizada bajo la bandera del Frente Popular, tendría
la significación de un verdadero plebiscito nacional y
demostraría al mundo entero la verdad; demostraría que, en el
momento mismo en que los Estados burgueses democráticos permiten
la agresión del fascismo alemán e italiano al pueblo español,
éste, en su inmensa mayoría, está al lado del gobierno del
Frente Popular, de la democracia y contra el fascismo.
ARRIBA
Esta consulta
democrática al pueblo movilizaría más todavía a las masas en
la lucha contra el fascismo; aumentaría su entusiasmo;
aumentaría y consolidaría la autoridad del gobierno del
Frente Popular; crearía las condiciones para terminar
victoriosamente la guerra cuanto antes.
Tenemos muchos
ejemplos de consultas al pueblo realizadas en período de guerra
y precisamente para reforzar la lucha revolucionaria del pueblo
contra sus enemigos. Tenemos el ejemplo de la Unión Soviética,
donde se eligieron los soviets y se organizó todo un sistema
político, basado sobre la más amplia actividad de las masas en
el momento mismo en que se organizaban las victorias en los
frentes de la guerra civil. Tenemos también el ejemplo de la
gran Revolución Francesa: las elecciones a la Convención
Nacional coincidieron con el punto más alto del entusiasmo
revolucionario de las masas, con triunfos decisivos en la lucha
armada contra el invasor extranjero.
En nuestra propia
guerra, tenemos el ejemplo de Madrid de 1936: fue la
movilización política del pueblo lo que salvó a Madrid. La
actividad política de las masas corrigió los errores de los
gobernantes y de los comités, impuso una solución justa de
problemas tan graves como el del Ejército Popular, la creación
de las reservas, las fortificaciones, la organización general de
la defensa. Estos ejemplos demuestran que la movilización
política de las grandes masas populares sólo puede contribuir a
aumentar enormemente nuestra capacidad combativa y la fuerza del
gobierno. (Aplausos.)
Ningún partido,
ninguna organización antifascista puede tener miedo a una
consulta electoral, a una más amplia actividad política de las
masas.
¿Quiénes son los
únicos que pueden temerla? Los políticos personalistas y sus
grupos incondicionales, los que se alegran de las alternativas
desfavorables de la guerra y pretenden utilizarlas como arma
contra el gobierno y contra el Frente Popular; los que defienden
a los traidores y espías del POUM. Éstos son los únicos que
pueden tener miedo a consultar al pueblo. (Grandes aplausos.)
¿Por qué? Porque
serían repudiados por la inmensa mayoría del pueblo. Porque
quedaría demostrado que esos elementos no tienen arraigo alguno
en las masas populares.
El gobierno, por el
contrario, sacaría de su contacto con las masas una fuerza
mayor, más poderosa, para continuar la guerra hasta la victoria.
Yo repito aquí las
palabras del gran Stalin: “Mientras mantengamos el contacto con
el pueblo, contaremos con todas las posibilidades de ser
invencibles.” Esa es la única razón. (Aplausos.)
La necesidad de una
consulta al pueblo proviene también, en lo que respecta a los
Consejos Provinciales y a los Ayuntamientos, del origen mismo de
estos organismos. ¿Cómo fueron constituidos los Consejos
Provinciales y los Ayuntamientos actuales? Fueron nombrados por
decreto del gobierno; su misma composición política demuestra
que no corresponde a la situación actual de las fuerzas
políticas del país.
Los ayuntamientos y
los Consejos Provinciales tienen hoy a su cargo tareas muy
complicadas. Tienen que resolver los problemas del
abastecimiento, del transporte urbano, del alojamiento de la
población civil y de los evacuados, de la higiene, etc. Estos
problemas reclaman, para resolverlos eficazmente, la
participación de todas las fuerzas del Frente Popular.
Crear en los
organismos provinciales y locales del gobierno una normalidad
democrática; no es sino vincularlos más estrechamente a las
grandes masas populares.
En cuanto al nuevo
Parlamento que pueda elegirse, su significación antifascista
será más acentuada. ¿Qué representan las Cortes actuales? Yo
bien sé que representan la voluntad antifascista del pueblo
español, pero esta voluntad puede expresarse hoy una vez más y
de manera más formidable todavía. La consulta al pueblo será la
prueba palpable de nuestra fuerza, de nuestra solidaridad y de
la confianza en nosotros mismos.
Contra las
objeciones que pudieran hacerse a la convocatoria electoral, yo
me adelanto a la respuesta.
ARRIBA
Estos temores,
si lo hay, son infundados. Por el contrario, se reforzará la
unidad. Porque una consulta al pueblo no debe ser motivo de
lucha entre diferentes fracciones del frente antifascista,
sino servir para estrechar más su unidad. La consulta al
pueblo tampoco crearía una diferencia política entre la
retaguardia y los frentes, porque los soldados –lo deben
comprender todos bien– también deben votar. (Grandes
aplausos.) En la Unión Soviética los soldados tienen
voto. También los jóvenes, desde la edad de dieciocho años,
tienen derecho a votar, pues bien ganado lo tienen por lo
que aportan a la lucha contra el fascismo. (Aplausos.)
Las fuerzas antifascistas que en el régimen anterior se
abstenían de participar en las luchas electorales
participarán hoy en la consulta con gran entusiasmo, y de
este modo se incorporarán con mayor firmeza aún al Frente
Popular.
Todas las fuerzas
antifascistas verán en la consulta electoral el medio de
fortificar más todavía el frente de lucha contra el fascismo y
contra los invasores.
Esta enorme
movilización política de las grandes masas populares
repercutirá, sin duda, en la zona facciosa. Las masas oprimidas
por el fascismo verán la diferencia de un régimen en el que sólo
hay para ellos hambre, opresión y muerte, con un régimen
democrático, en el que las masas participan activamente en la
creación de los organismos del poder; verán la diferencia que
hay entre nuestra España democrática y parlamentaria y la España
oprimida y hambrienta de Franco. De este modo, fortaleciendo
nuestra democracia, le damos un buen golpe al enemigo.
Después de este
Pleno del Comité Central, nuestro partido planteará la cuestión
de la consulta electoral a los otros partidos y organizaciones
antifascistas. (Aplausos.) Yo estoy seguro de que la
consulta al pueblo nos va a dar armas poderosas para obtener la
victoria. (Grandes aplausos.)
ARRIBA
La grave
situación actual, que he analizado anteriormente, nos crea
necesidades imperiosas. Tenemos que hacer frente a estas
necesidades con el mismo espíritu de sacrificio, con la
misma decisión con que nuestro pueblo ha afrontado todas las
graves situaciones de la guerra.
En el momento
actual, la necesidad más imperiosa es la de fortalecer nuestro
Ejército. Nuestro Ejército se ha forjado en la lucha,
organizándose sin abandonar los combates. Esta circunstancia ha
determinado que aún no hayan podido corregirse, aunque el
gobierno ha hecho mucho en este sentido, todas sus debilidades.
Tenemos que mirar al Ejército como lo que es: como un Ejército
regular, surgido de las antiguas milicias de combatientes, pero
que ya es muy diferente del primitivo Ejército de voluntarios.
Ahora, es un Ejército de reclutas, de todo el pueblo.
ARRIBA
La primera es
no ser todavía, en algunos frentes, un verdadero Ejército
regular; la segunda es que de una manera general carece de
un dominio suficiente del arte militar, y la tercera, que
aún no se le ha depurado a fondo. Estas son las principales
debilidades, que debemos corregir inmediatamente, porque en
la medida en que sean corregidas con mayor rapidez,
aumentaremos su capacidad combativa y nos acercaremos más
pronto a la victoria.
ARRIBA
Reservas
Primero.
Hay que dotarlo de una enorme cantidad de reservas. Nuestro
pueblo es una inmensa cantera de combatientes antifascistas.
Miles y miles de hombres jóvenes y aptos para las armas
quieren ir a combatir a los frentes contra el fascismo;
quieren defender en las trincheras la independencia
nacional. A pesar de su juventud, han conocido los horrores
de la época reaccionaria; saben lo que ocurre en la zona
facciosa; son hijos de obreros y campesinos, de
antifascistas; muchos de ellos han luchado contra el
fascismo antes de la guerra o se han incorporado a la lucha
después de julio. Estos jóvenes, lo mismo que los adultos
aptos para las armas, tienen un alto espíritu combativo,
desean repetir la gesta de sus abuelos, que lucharon también
por la independencia nacional y expulsaron de España al
invasor. Con ellos, hay que formar muchos batallones, muchas
brigadas que sean las reservas inagotables de nuestro
Ejército; que impidan que en una nueva oportunidad, nuestras
tropas no puedan continuar victoriosamente una acción por
falta de tropas de reemplazo.
Pero estas
reservas, para que puedan ser utilizadas con eficacia al
entrar en fuego, necesitan conocer perfectamente el manejo
de las armas, los movimientos militares, la manera de
aprovechar el terreno, en resistir y en avanzar,
entrenándolas en el frente a través de una política de
relevo. Nuestro Ejército debe caracterizarse, desde el
primer soldado hasta el último, por su combatividad, por su
movilidad.
Fortificaciones
Segundo.
Tenemos que fortificar nuestros frentes. Entiéndase bien: yo
hablo de la necesidad de las fortificaciones, teniendo en
cuenta la situación actual. Fortificar los frentes, las
costas y las ciudades es necesidad normal de la guerra. Todo
Ejército que esté combatiendo al enemigo necesita disponer
de un buen sistema de defensas y fortificaciones. Pero en la
situación actual, en que la guerra va a desarrollarse muy
pronto con la intensidad con que no se ha desarrollado hasta
ahora, la necesidad de las fortificaciones es más grande.
Hace falta construir fortificaciones más poderosas. El
enemigo cuenta con medios de combate muy superiores a los
que contaba en los primeros meses de guerra, y aun en los
días de noviembre, cuando se acercaba a Madrid. Las
fortificaciones que tienen que resistir sus ataques deben
estar en relación con los elementos de guerra de que dispone
el enemigo.
La consigna de
no ceder un palmo de territorio vale también para las
piedras y para las defensas que protejan nuestros frentes.
Contra ellas tienen que estrellarse los ataques enemigos; en
ellas tiene que ser aniquilada la ferocidad de los
invasores.
Construir
fortificaciones y defensas es un deber de guerra de todo el
pueblo. No sólo deben construirlas todos los antifascistas,
estén o no enrolados en los batallones especiales de
fortificación. Madrid nos ha demostrado que la movilización
general en la población para construir fortificaciones, que
el trabajo voluntario en las obras de defensa, da muy buenos
resultados. Pero en la situación actual, las fortificaciones
no pueden construirse como se construyeron en los días de
noviembre en Madrid. Hoy, sólo pueden construirse bajo la
dirección técnica y el control del gobierno. El gobierno se
ocupa de ello. Pero, para facilitar su labor, para colaborar
con él, todos los hombres aptos deben ponerse a su
disposición para que los utilice en la medida que sea
necesario. Los sindicatos, las organizaciones obreras y
antifascistas deben dar también al gobierno las máximas
facilidades. Yo estoy seguro de que el gobierno no vacilará
en utilizar el concurso de todos.
Capacitación
técnica del Ejército
Tercero.
Hay que elevar la capacidad técnica de nuestro Ejército.
¿Qué significa
esto? Significa que la capacitación no debe detenerse en los
mandos; que no sólo los oficiales y jefes necesitan adquirir
rápidamente una sólida preparación técnica; que no sólo los
cabos y sargentos necesitan hacer un trabajo intensivo de
capacitación para sustituir a los cuadros superiores en los
momentos necesarios. Los soldados también la necesitan. No
me refiero a la instrucción militar normal que debe dárseles
a los reclutas; me refiero a la instrucción técnica que la
guerra moderna exige a los simples soldados. Hoy se combate
con máquinas y con elementos que hacen necesario que el
soldado tenga una preparación adecuada para poder combatir
con eficacia, lo mismo cuando resiste que cuando ataca. El
fascismo alemán e italiano ha enviado contra el pueblo
español los mejores elementos de combate; los está probando
en esta guerra. Esto obliga a preparar a nuestros soldados
de acuerdo con las características de aquellos elementos.
Naturalmente,
la capacitación tiene que ser más honda y más rápida en lo
que respecta a los oficiales. La mayoría de la oficialidad
de nuestro Ejército proviene de las filas obreras y
antifascistas; no ha tenido ninguna educación militar antes
de la guerra; se ha formado en la guerra misma; apenas ha
tenido tiempo de adquirir los conocimientos más elementales,
y muchos de ellos los ha adquirido en las propias
trincheras. Ahora, hace falta que se la capacite
técnicamente con la mayor rapidez y que se la ponga en
condiciones de ser por sus conocimientos técnicos, la
verdadera conductora de un gran Ejército, como ya lo es por
su bravura y heroísmo.
¿Por qué señalo
con tanta insistencia la necesidad de la capacidad técnica
de nuestro Ejército? ¿Por qué insiste tanto nuestro Partido
en plantear este problema? Porque es una necesidad imperiosa
para nuestra victoria, y porque esta necesidad se hace más
fuerte en la situación actual. Pero también porque la guerra
nos ha demostrado que nuestros soldados, si están bien
instruidos y tienen mandos eficientes, son superiores al
enemigo. Y esta superioridad necesitamos crearla y
aumentarla para obtener la victoria.
Depuración
Cuarto.
Hay que depurar a fondo los mandos del Ejército.
Ya se ha hecho
bastante; nuestro ejército ya no tiene con tanta frecuencia
aquellos mandos que en los primeros meses de la guerra, y
mucho después, nos traicionaban a la luz del día; ya no son
tan frecuentes los actos de sabotaje, consistentes en enviar
las armas a un sitio y las municiones a otro, o en crear
obstáculos para que no pudieran funcionar los servicios de
aprovisionamiento. Pero la situación actual exige que se
lleve a cabo una depuración tan rigurosa, que permita
descubrir hasta el último emboscado, hasta el último espía o
agente del enemigo, por muy oculto que esté. No descubro
ningún secreto si digo que el enemigo hace todo lo posible
por infiltrar sus agentes en las filas de nuestro Ejército,
sobre todo aprovechando los últimos llamamientos de quintas.
El enemigo nos ha demostrado que trabaja bien en el
espionaje y la provocación.
Debemos tener
el ojo muy alerta. Vigilar, vigilar y vigilar sin descanso;
hay que saber cómo viven, qué hacen durante todas las horas
del día y de la noche muchos de los que pertenecen al
Ejército, los que trabajan en los organismos militares, en
las fábricas de guerra, en todo lo que se relacione con el
Ejército, y en cuanto se descubra a un agente fascista, a un
enemigo emboscado, aplastarlo sin piedad. (Aplausos.)
Moral de
sacrificio y de victoria
Quinto.
Nuestro Ejército debe tener una moral de sacrificio y de
victoria, porque la victoria sólo podremos obtenerla a costa
de sacrificios heroicos, y éstos tienen que ser más grandes
para nuestros soldados. La guerra será larga y dura. Pero
también fueron muy duros los días de noviembre en Madrid, y
los pasamos victoriosamente. ¿Por qué hemos detenido durante
un año al enemigo a las puertas de Madrid? Porque los
defensores de Madrid comprendieron, en el momento preciso,
que la victoria sólo se obtiene con sacrificios. No sólo con
el sacrificio de la vida de quien tenga el honor de caer en
las trincheras, sino también con el sacrificio constante, de
cada hora, para resistir sin fatigas ni desalientos las
penalidades de la lucha. Esta moral nos la da la convicción
de que estamos luchando por una causa sagrada. Es la
convicción que debemos infundir a nuestro ejército por medio
de la propaganda, de nuestro trabajo diario en sus filas, de
nuestro ejemplo en la retaguardia.
ARRIBA
Otra necesidad
de nuestro Ejército es la intensificación de la labor del
Comisariado. Yo la señalo, aunque tantas veces la hemos
señalado, porque nunca será bastante la insistencia en
demostrar a todos, al pueblo y al Ejército, la importancia
capital de la obra de los Comisarios, y mucho más en los
momentos actuales, en que es preciso sostener entre nuestras
tropas una moral muy alta. Los Comisarios son el alma
política de nuestro Ejército, los que alientan su heroísmo,
los que mantienen su compenetración ideológica, los que
estimulan su fe, y al lado del mando militar, le conducen a
la victoria. En un Ejército como el nuestro no puede
prescindirse del Comisario ni disminuirse su papel. Pero,
para que la labor de los Comisarios de todos sus frutos es
preciso que se liquiden ciertos métodos burocráticos, que, a
veces, impiden todavía que realicen un buen trabajo político
y militar. (Ovación.)
Hay que acabar con
el Comisario señorito, que jamás vio un frente, que nunca trató
a los soldados, pero no hay que juzgar al Comisariado a través
de este tipo de comisario. El Comisariado es una institución de
la que no puede prescindir nuestro Ejército, porque el cuerpo de
Comisarios ha sabido verter su sangre al lado de los mandos y de
los soldados, y ha sido y será uno de los factores fundamentales
de la victoria de nuestro ejército popular.
No ceder ni una
sola pulgada más de nuestro territorio; acumular e instruir
nuevas fuerzas en cantidades enormes; prepararse para las luchas
decisivas: éstas son las consignas con las que nuestro Ejército
debe hacer frente victoriosamente a la gravedad de la situación
actual.
ARRIBA
Ligado a los
problemas del Ejército, está el problema de la industria de
guerra. ¿Qué hemos hecho en este sentido? Ya se han logrado
algunos progresos. Nuestra industria de guerra existe. Pero,
¿es suficiente para satisfacer las necesidades de la
situación actual? No. Se ha comenzado a creada con mucho
retraso, y, cuando se ha comenzado, no se ha ido con la
rapidez y energía que eran necesarias. Todo el pueblo está
convencido hoy de que la necesidad de disponer de una
potencia industria de guerra es inaplazable; la reclaman los
combatientes, los obreros, todo el que anhela crear
rápidamente las condiciones de la victoria. ¿Por qué,
entonces, no se toman las medidas para creada y desarrollada
en la proporción que es necesaria? Porque todavía existe
cierta lentitud para resolver los problemas de la guerra.
Sin embargo, el de
la industria de guerra no admite más retraso. Hay que afrontarlo
resueltamente y con el ánimo de resolverlo con la rapidez que la
situación exige. Yo afirmo que este problema no se podrá
solucionar satisfactoriamente, si no se plantea con toda
energía. Hay que tomarlo por la base. La primera cuestión que
urge resolver es la de nacionalizar las industrias básicas.
¿Cómo podría crearse una potente industria de guerra, si las
fábricas y talleres que son precisos para ello no están en poder
del Estado y bajo el control absoluto del gobierno? Yo no creo
que hoy haya nadie que se oponga a la nacionalización, o que
trate de obstaculizada. Aquí tengo algunos párrafos de un
manifiesto de la Federación Nacional de las Industrias
Siderometalúrgicas de la CNT, fechado el 23 de octubre.
ARRIBA
“...Estamos
dispuestos, como siempre, a cooperar en todas las formas y
con quien sea que honradamente esté dispuesto a ello, para
ayudar con nuestros brazos a todos nuestros compañeros que,
en los campos de batalla, están dando la vida por la
destrucción definitiva del fascismo.”
“Como final,
recopilando las conclusiones de nuestro último Pleno
Nacional de la Industria, en que decimos: primero, ofrecer
incondicionalmente la colaboración entusiasta de los
metalúrgicos de la CNT al gobierno, para lograr la victoria
sobre el fascismo.”
La CNT declara que
no es un obstáculo para que el gobierno proceda rápidamente y
tome las medidas pertinentes que permitan crear la industria de
guerra que necesitamos.
ARRIBA
¡No! Todo lo
contrario. En la última resolución de su Comité Nacional
declara:
“Que con toda
urgencia se proceda a la nacionalización de las industrias
básicas.”
“Que se adapten
a la producción de guerra aquellas industrias que sus
características lo permitan y lo aconsejen las
circunstancias.”
Esta declaración de
los obreros metalúrgicos de la CNT y del Comité Nacional de la
UGT tenemos qué interpretarla como el deseo de dar toda clase de
facilidades para la creación y desarrollo de la industria de
guerra.
¿Qué temores, qué
reparos puede tener el gobierno para no decidirse a nacionalizar
las industrias de guerra y todas aquellas que sean consideradas
básicas?
ARRIBA
Todos los
países han tomado, en época de guerra, las medidas más
enérgicas para asegurar el abastecimiento de armas y
municiones a sus ejércitos con sus propios medios. Durante
la Gran Guerra, Francia, Inglaterra y los Estados Unidos
pusieron bajo el control absoluto del Estado todas las
fábricas y talleres que podían ser utilizados en la
industria de guerra. El Ministerio de Municiones, que
regentó Lloyd George en Inglaterra, tomó en sus manos todas
las fábricas que podían serle útiles, y en los Estados
Unidos el propio Estado se incautó de gran parte del aparato
fabril de la nación para dedicarlo a la fabricación de armas
y municiones. ¿Por qué se tomaron estas medidas? Porque la
creación de una potente industria de guerra tiene que
hacerse, sobre la base de poner en manos del Estado todas
las fábricas y talleres que sean precisos.
Para desarrollar
nuestra industria de guerra en la medida de las necesidades de
nuestro ejército, tenemos que nacionalizar las industrias
básicas.
Y, unida a esta
medida, debe ir la de militarización del personal de las
industrias de guerra y de los transportes. Todos los
trabajadores, que intervienen, en ellas deben estar al servicio
directo de la guerra y, naturalmente, bajo el control del
Ministerio de Defensa, que es quien conoce las necesidades
inmediatas del ejército.
Estas medidas no
anulan el carácter democrático de nuestro régimen; no están
dirigidas contra el pueblo, contra las masas obreras y
campesinas y sus organizaciones. No están dirigidas contra las
conquistas que las masas han logrado en el terreno económico y
político en sus luchas contra el fascismo. Al contrario,
constituyen una defensa de la democracia, una defensa de las
conquistas de la revolución.
El problema de la
industria de guerra, como el de la producción en general, es en
gran parte un problema de colaboración y de entusiasmo colectivo
de las masas. Los obreros que se dedican a la producción de
guerra deben ver, constantemente, que su esfuerzo y su capacidad
son recompensados con distinciones y con mayores salarios.
En la industria de
guerra hace falta la misma moral que en el Ejército; que los
obreros estén convencidos de que, fabricando armas y municiones,
luchan también como los soldados en los frentes, de que deben
dedicar al trabajo el mismo heroísmo y la misma abnegación que
los combatientes en las trincheras. Yo sé que lo están.
Para que se avive
el entusiasmo productivo de las masas es preciso, también,
realizar una lucha implacable contra el burocratismo y por la
depuración de los aparatos ministeriales; arrojar de ellos a los
enemigos abiertos o encubiertos.
Si se quiere tener
una buena industria de guerra bien organizada y dirigida, tiene
que estar, naturalmente, bajo la dirección y control de un
ministerio especial. Las funciones que debe realizar el
organismo encargado de ella son muy amplias. Por esto yo señalo
la conveniencia de crear el Ministerio de Industria de Guerra.
ARRIBA
Otro de los
problemas que hay que acometer sin vacilaciones, con toda
energía, es el de la lucha contra los espías, contra la
“Quinta Columna”.
Tenemos que
emprender una lucha a muerte contra los enemigos del pueblo en
nuestra retaguardia. Éstos son más peligrosos que los enemigos
descubiertos, los fascistas que están frente a nuestras
trincheras. De éstos se encargan nuestros soldados y nuestros
cañones. Pero los emboscados, los provocadores, los espías nos
atacan en la sombra y por la espalda.
Los principales
enemigos del pueblo en la retaguardia son los trotskistas; son
los enemigos más encarnizados de nuestra causa, los agentes
directos de Franco en nuestras filas. ¿Cuál es la labor de los
trotskistas en nuestra retaguardia? Minar las bases de la unión
antifascista, desmoralizar a los obreros, servir de espías. Las
relaciones de los trotskistas con Franco, los servicios de
espionaje y de provocación que el POUM presta al fascismo se han
demostrado ya suficientemente. Los numerosos descubrimientos de
la policía lo han comprobado. Contra los provocadores del POUM,
no sólo existen ya las pruebas políticas de los artículos de su
prensa, de sus discursos, de las hojas clandestinas, que
reparten; existen las pruebas criminales de las claves, las
cartas y los documentos encontrados por la policía en sus
locales y en poder de sus dirigentes.
Qué son los
trotskistas descubiertos últimamente en Barcelona, según la nota
oficial del jefe superior de policía de aquella ciudad,
publicada en la prensa, más que una partida de bandidos?
Precisamente, este
descubrimiento ha demostrado la extensión del espionaje y la
ruindad de la traición trotskista.
Con estos
criminales no se puede tener piedad ninguna. Hay que aplastarlos
con el mismo rigor con que se aplasta a los fascistas. (Ovación.)
El gobierno ha
tomado ya algunas medidas: los descubrimientos de la policía, el
encarcelamiento de los dirigentes del POUM, la entrega de muchos
de ellos al Tribunal de Espionaje y Alta Traición son hechos
positivos en defensa de nuestra causa. Pero aún hace falta mayor
energía por parte del gobierno, por parte del Ministerio de la
Gobernación y, particularmente, del Ministerio de Justicia. (Gran
ovación.) ¿Quién puede pedir ya más pruebas para juzgar a
estos bandidos? ¿Qué antifascista honrado pide más pruebas
cuando se descubre a un espía con cartas cifradas y documentos
militares? No; ya no hacen falta más pruebas. Todos debemos
considerar al POUM como una organización clandestina al servicio
de Franco. Tenemos la obligación de descubrirla. Los
descubrimientos de la policía han probado que los falangistas y
los “poumistas” trabajan unidos en el espionaje y en la
ilegalidad. Pues bien; si trabajan juntos, hay que aplastarlos
juntos. (Gran ovación.)
Lo que se ha dado
en llamar “Quinta Columna” está campando hoy por sus respetos.
Cada día que pasa, la organización de los espías, de los
provocadores y traidores se fortalece. Se descubren
organizaciones de este tipo no solamente en las ciudades, sino
dentro del aparato mismo del Estado, en los órganos de seguridad
del Estado, en el Ejército, en los tribunales.
Y, a pesar de ello,
sigue tratándose con benevolencia a los complicados, a los
acusados de traición. Los tribunales no condenan con la
severidad con que los propios códigos exigen que se castigue al
traidor. El espía, el provocador, si es condenado, lo es a penas
que le permiten recobrar pronto su libertad y reforzar su
trabajo.
ARRIBA
El pueblo pide
qué el pelotón de ejecución funcione para acabar con los
traidores y los terroristas, con los especuladores y
agiotistas. (Aplausos.) ¿Por qué, lo exige así?
Porque ya ha costado bastante sostener una política débil
contra nuestros enemigos de la retaguardia.
¡Todo para la
guerra!
¡Todo para la
guerra!
Con esta consigna
tenemos que movilizar todas las fuerzas de la producción, todos
los recursos y todas las energías del país.
La condición
indispensable del orden y de la disciplina en la economía es una
severa política contra el derroche, contra el burocratismo, por
la intensificación del trabajo. Desde los más altos puestos del
gobierno hasta los más humildes de una fábrica, todos los
obreros y antifascistas que intervienen en la administración del
país y en la producción deben ser activos vigilantes del ahorro
en el empleo de materiales y en los gastos en general; enemigos
encarnizados del burocratismo; entusiastas propagandistas de la
intensificación del trabajo.
ARRIBA
La garantía
suprema de la victoria final es la unidad del pueblo, de
todas las fuerzas antifascistas. En este sentido tenemos que
registrar hoy algunos progresos. Después de la caída del
gobierno Largo Caballero se manifestó la tendencia a la
formación de un bloque de oposición al gobierno del Frente
Popular. El eje de este bloque era el grupo derrotado de
Largo Caballero, que ha caído bajo la influencia del
trotskismo, y que por un lado se ligaba al trotskismo
contrarrevolucionario, mientras por el otro hacía esfuerzos
por atraer a la CNT a una política antigubernamental. Los
camaradas anarquistas habrán visto ya en la tendencia del
grupo Largo Caballero una política contraria a los intereses
de la causa antifascista; nosotros creemos que ya es hora de
que los camaradas anarquistas rompan definitivamente con ese
grupo que ha pretendido arrastrarlos a una acción contra el
gobierno.
ARRIBA
¿Qué representa
hoy el grupo Largo Caballero?
Representa el
centro de atracción de todos los descontentos, de todos los
cansados, de los que han perdido la fe en la victoria, de los
que no creen en el pueblo. Son nombres que nunca han tenido
confianza en las fuerzas del pueblo para ganar la guerra. Hoy,
resentidos por haber salido del gobierno, despechados por sus
fracasos, atacan al gobierno; intentan dividir a las fuerzas
antifascistas; pretenden desalentar a las masas que luchan con
todo entusiasmo, seguras de la victoria. Sus frases
“extremistas” ocultan su desaliento, su desconfianza, su falta
de fe. Esta política derrotista sólo puede crear un ambiente en
el cual prospere la idea del compromiso.
A esta misma
política corresponden las tentativas de escisión que el grupo
Largo Caballero ha llevado a cabo en el seno de la UGT.
Nosotros, tenemos que combatir encarnizadamente a todo el que
intente dividir a la UGT. La unidad de la UGT es sagrada.
Quien intente
romperla, quien maniobre para dividir sus filas, como lo ha
hecho el grupo Largo Caballero, hace una política ajena por
completo a los intereses del pueblo español.
El grupo Largo
Caballero lucha también contra el Frente Popular. Es el
complemento de su política escisionista y derrotista. No es una
casualidad el que este grupo se haya convertido en el protector
oficial del general Asensio y de los “poumistas”. Sus
vinculaciones con Asensio y con los espías trotskistas son parte
de su misma política.
Ataca también a la
Unión Soviética, el amigo más fiel y desinteresado del pueblo
español. Todos recordareis el discurso del Pardiñas en
Madrid. Es el ataque más brutal que se ha lanzado a la Unión
Soviética desde nuestra España; desde la España en que todo el
pueblo vibra de amor y agradecimiento hacia la Unión Soviética y
sus dirigentes.
Yo estoy seguro de
que los obreros socialistas de la antigua izquierda no están de
acuerdo con la política de este grupo. Estoy seguro de ello,
porque lo vemos en las resoluciones y en los acuerdos de las
asambleas formadas por los obreros que estaban con Largo
Caballero. La resolución de la asamblea de Transportistas de
Madrid, el acuerdo de unidad de la asamblea de Ejecutivas de
Alicante; la actitud contra la escisión de las Federaciones de
Industria de la UGT, son buenos ejemplos de que los obreros
socialistas de la antigua izquierda repudian hoy al grupo
escisionista y derrotista de Largo Caballero. Yo les invito
desde aquí a hacer más firme, más resuelta aún su actitud contra
esa política. Los obreros socialistas de la antigua izquierda no
deben dejarse desorientar por las palabras; deben fijarse en los
hechos.
Contra esa
política, contra la política de división de las masas, de ataque
al gobierno y de lucha contra el Frente Popular, nuestra línea
consiste en fortalecer la unidad en todas sus formas.
ARRIBA
Nuestro Partido
es el campeón de la unidad. Nuestro Partido sostiene en alto
la bandera de la unidad, porque es la bandera de la
victoria.
La unidad de todo
el pueblo sólo puede realizarse en el Frente Popular.
¿Qué, debe ser el
Frente Popular? El Frente Popular debe ser un organismo de ayuda
y apoyo al gobierno y de movilización y unificación de todas las
capas populares. Ha habido casos en que un organismo del Frente
Popular ha intentado transformarse en un órgano ejecutivo y de
gobierno. Pero ésta no es su función, ni puede tolerarse que los
comités del Frente Popular se conviertan en sustitutos de las
autoridades legítimas del gobierno y de los Ayuntamientos.
Ahora, se ha
reorganizado el Comité Nacional del Frente Popular. Este es un
buen ejemplo. Pero yo tengo que decir que no es todavía sino un
principio, un primer paso, y bastante tímido. Todos los
organismos del Frente Popular tienen que ser puestos en gran
actividad. Bajo el control del Comité Nacional, todos los
comités provinciales y locales del Frente Popular,
reorganizándose los que estén en suspenso por las
circunstancias, y creándose donde no existan, tendrán que
funcionar dentro de los límites de su propia esfera de acción
que es la de colaboradores de las autoridades legítimas del
gobierno, de los Consejos provinciales y de los Ayuntamientos.
Nuestro Partido
prestará el más decidido apoyo para el buen funcionamiento de
todos los organismos del Frente Popular
El eje de la
política de nuestro Partido son sus relaciones con el Partido
Socialista. Nosotros consideramos que la unión con los
socialistas es una necesidad histórica indispensable para ganar
la guerra y consolidar y desarrollar la revolución. Por eso
queremos, y trabajamos por ella, la fusión de ambos partidos en
un partido único. Nadie debe creer que el acuerdo de socialistas
y de comunistas va dirigido contra otro partido u organización
antifascista. Por el contrario, la unión de socialistas y
comunistas, es un paso firme, que favorece la unión antifascista
y robustece el Frente Popular. Por eso interesa a todos los
demás partidos y organizaciones antifascistas; todos deben
mirarla con simpatía y estar en guardia contra los que quieran
sembrar la discordia entre nosotros.
Los enemigos de la
unidad, enemigos, por tanto, del Partido Único, para crear
recelos entre comunistas y socialistas, hablan de absorción, de
desplazamiento. No creo que esta campaña divisionista haga mella
entre los compañeros socialistas. Pero, por si alguno de los
camaradas socialistas tiene alguna duda, por si la cizaña
divisionista ha mordido en su ánimo, yo declaro, una vez más,
que el Partido Comunista, no quiere absorber a ningún otro
partido; los comunistas no quieren desplazar a nadie. En el
Partido Único, hay sitio para todos; todos son necesarios; todos
tenemos que trabajar juntos en las grandes tareas que tendrá el
Partido Único, el partido que se formará por la fusión cordial y
en plan de igualdad de los partidos hermanos.
Algunos compañeros
socialistas no han comprendido todavía completamente la
necesidad de un acercamiento a la CNT y a los compañeros
anarquistas. Tienen ciertos recelos, vacilan. Esos compañeros no
aprecian, sin duda, debidamente el valor de las modificaciones
que han experimentado en el transcurso de la guerra las
posiciones ideológicas y políticas de los anarquistas.
Pero, para evitar
recelos, para que los compañeros socialistas comprendan bien mi
pensamiento, afirmo, al mismo tiempo, que nuestro deseo de
colaboración y acercamiento al campo anarquista no significa, de
ninguna manera, una maniobra contra el Partido Socialista; no
significa que disminuya nuestro deseo de unión con los
socialistas y nuestra decisión de ir con ellos hasta el fin,
hasta la fusión.
Desde el principio
de la guerra hasta hoy, se ha producido en nuestro país un
acontecimiento político que tiene una gran importancia. Me
refiero a la evolución del anarquismo español. Antes de la
guerra, los camaradas anarquistas tenían una posición
intransigentemente antigubernamental. Durante la guerra, esta
posición se ha modificado sustancialmente, por las enseñanzas
mismas de los hechos; los camaradas anarquistas han llegado a
colaborar como ministros en un gobierno del Frente Popular. Al
principio de la guerra, los anarquistas eran enemigos del
Ejército regular y sostenían la teoría de que al fascismo debían
vencerlo las milicias de organizaciones y partidos; tampoco
aceptaban el mando único; no querían poner la industria en manos
del gobierno ni someterla a ningún control del Estado.
Estas posiciones
han sido modificadas. Los anarquistas forman hoy parte del
Ejército regular, se subordinan a los mandos y a las
organizaciones militares; reconocen la necesidad del mando
único; muchas organizaciones de la CNT han expresado su deseo de
que la industria sea nacionalizada y de que el gobierno asuma la
dirección de la industria de guerra. ¿Qué representa esta suma
de hechos que marcan la evolución más profunda del anarquismo
español?
Representa la
incorporación de las masas de la CNT al bloque político de lucha
contra el fascismo, al conjunto de fuerzas que ha de consolidar
y desarrollar la revolución popular.
El carácter
positivo de esta evolución de los anarquistas hace que hoy
podamos plantear como problemas prácticos e inmediatos:
Primero.
La incorporación definitiva de la Confederación Nacional del
Trabajo al Frente Popular.
Segundo.
El acercamiento cada vez más estrecho entre la UGT y la CNT
hasta la conclusión de una pacto entre estos dos organismos
que no sólo sea un pacto formal, de no agresión, como el
realizado por Largo Caballero, sino un pacto sustancial, de
realizaciones prácticas con relación a los problemas
fundamentales de la guerra y de la producción en general. Un
pacto que tenga como perspectiva la fusión a través del
trabajo en común de las dos grandes centrales sindicales de
nuestro país.
Nosotros, los
comunistas, estamos dispuestos a colaborar con los anarquistas
en todos los campos de nuestra actividad. Sólo les pedimos, y se
lo pedimos abiertamente, que rompan con los enemigos de la
unidad, que tomen posiciones claras contra ellos. Les pedimos
también un mayor control en sus filas. Todavía hay dirigentes
anarquistas que no han abandonado completamente la vieja
táctica, que piensan en la posibilidad de realizar las mismas
acciones.
No. La evolución
que he señalado y que ha dado ya buenos ejemplos, tiene que
realizarse con todas sus consecuencias.
Nada de métodos
antiguos, de formas de lucha que si eran ineficaces bajo el
imperio de la reacción, hoy tendrían un nombre muy duro, muy
duro. Los dirigentes anarquistas que mejor han comprendido las
nuevas circunstancias, que reconocen las necesidades del
momento, de la guerra y de la revolución, deben convencer a los
más rezagados hasta hacerles emprender el verdadero camino que
se debe seguir.
Nuestra línea
continuará siendo la de la colaboración más estrecha con los
anarquistas, en el Ejército y en las organizaciones económicas.
Al mismo tiempo que
la unidad del pueblo en el Frente Popular, hay que fortalecer y
estrechar más la unidad de todos los pueblos de España en la
lucha por la independencia nacional. ¿Cómo se estrecha y
fortalece esta unidad? Con el respeto absoluto a las libertades
y a las aspiraciones de esos pueblos. Hay que tener un respeto
absoluto por las libertades de Cataluña. Porque Cataluña lucha
al lado de España precisamente para defender estas libertades y
acrecentarlas. En la medida en que respetemos las libertades de
Cataluña y tengamos una comprensión cordial de los problemas
catalanes, Cataluña intensificará su colaboración con España, y,
juntos los dos pueblos, trabajaremos y lucharemos para ganar la
guerra.
ARRIBA
Un magnífico
ejemplo de unidad nos lo han dado los jóvenes. Yo saludo con
verdadera satisfacción la creación de la Alianza Juvenil
Antifascista. Saludo también a la JSU, que ha sido la
iniciadora y la más constante defensora de la unidad de toda
la juventud española, y saludo también al Comité Nacional de
la Juventud Socialista Unificada, a los dirigentes de la
juventud que, después de haber dado un magnífico ejemplo de
unidad y de haber estado desde el primer momento en los
frentes de combate, se han reincorporado al Ejército. La
juventud ocupa así su puesto en la vanguardia de la lucha. (Gran
ovación.)
Miles de jóvenes
han caído. Muchos otros miles los han reemplazado en las
trincheras. Toda nuestra guerra está llena del heroísmo de
nuestra juventud. Debemos estar seguros de que los jóvenes
españoles de todas las tendencias, que están con las armas en la
mano, no cederán un paso al enemigo. (Grandes aplausos.)
Unidad de todas las
fuerzas antifascistas, de todas las fuerzas del pueblo para
ganar la guerra, para consolidar y desarrollar la revolución
popular. Esto –yo lo afirmo aquí una vez más– es la idea central
de nuestra política de guerra, de nuestra política
revolucionaria: la unión de todo el pueblo español es la más
segura garantía de la victoria. (Estruendosa ovación.)
ARRIBA
Una vez
analizados aquellos problemas que considero más importante
exponer ante el Comité Central en los momentos actuales,
pasemos a hablar de nuestro Partido. Siempre, naturalmente,
es obligado, en cada reunión del Comité Central, hablar del
Partido, puesto que es éste quien lo celebra, pero hablamos
siempre de los progresos y también de los defectos y de las
debilidades. En este Pleno del Comité Central me vais a
permitir que, fundamentalmente, dedique casi toda esta parte
a las deficiencias y a la manera de mejorar el trabajo. ¿Por
qué? Porque así lo exige la situación. Tenemos un gran
Partido, pero este gran Partido necesita reforzar en estos
momentos ciertas condiciones de trabajo, que yo espero que
una vez planteadas ante el Comité Central, y cuando éste
termine, van a constituir, en relación con los problemas
planteados, la base fundamental de nuestro trabajo, que debe
conocer todo comunista, todo obrero, todo campesino, todo
intelectual, todo combatiente, todo el pueblo antifascista.
Creo que no es
necesario, ante nuestro Comité Central, destacar una vez más lo
que para nosotros, comunistas, es una verdad elemental: que la
realización de las tareas que tiene planteadas todo nuestro
pueblo, en la grave situación actual, no es posible sin un
trabajo continuo, tenaz, de nuestro Partido. Lo que hay que
destacar es lo que la situación actual exige de nuestro Partido,
de todos sus órganos, desde el Comité Central y el secretariado
del Partido, hasta la última célula de todos sus militantes, sin
excepción alguna: una tensión máxima de todas sus fuerzas, de
toda su capacidad política y de trabajo, de toda su voluntad de
resistencia y de lucha. Una vez más, como en Madrid en noviembre
de 1936, nuestro trabajo, junto, al de nuestros aliados,
hermanos de clase y amigos, decidirá toda la situación. La
situación actual exige el fortalecimiento y el desarrollo de
nuestro Partido, en todos los campos de su actividad, sobre la
base de una política justa. Para lograr este resultado no estará
mal si en este Pleno nuestro Comité Central somete la actividad
del Partido a un examen crítico, con el fin de discutir errores,
debilidades, tendencias e ideas falsas, e indicar el camino para
superarlas.
ARRIBA
El orgullo por
el gran desarrollo de nuestro Partido, especialmente después
del mes de julio de 1936, es una cosa legítima y que no está
en contradicción con la modestia, que ha de ser cualidad de
los verdaderos revolucionarios. El hecho de que nuestro
Partido haya despertado, organizado y llevado a una vida
política activa a masas que antes estaban desorganizadas y
pasivas, es, ante nuestros ojos y ante los ojos de todos los
antifascistas, un mérito. Pero hay que tener siempre
presente cómo hemos logrado este hecho. Esto fue porque los
militantes de nuestro partido, en momentos en que los
gobernantes faltaban a su tarea, se lanzaron con todas sus
energías a la solución de los problemas vitales para nuestro
pueblo y dieron, una ayuda decisiva en la solución de
algunos de ellos.
En nuestro Partido,
en su línea política y en su actuación cotidiana, algunas capas
populares encontraron la defensa más firme de sus intereses
inmediatos y de sus aspiraciones. En fin, todo el pueblo de
España vio que en cada instante de la lucha el Partido Comunista
ponía por encima de todo los intereses generales de todo el
pueblo y la causa de la unidad de todas las fuerzas
antifascistas.
Hoy, la situación
en que trabajamos es una situación nueva, diferente de las
anteriores; diferente, en modo particular, de la de los primeros
meses de la lucha contra el fascismo. Es preciso comprender las
características de esta nueva situación y trabajar como ellas
exigen, cosa que muchos de nuestros camaradas, muchas de
nuestras organizaciones, todavía no han logrado comprender del
todo.
ARRIBA
Algunos de los
peligros que amenazan a nuestro Partido están vinculados a
su mismo crecimiento. El camarada Stalin, el grande y
glorioso jefe del proletariado mundial, ha llamado muchas
veces la atención de los comunistas sobre los peligros que
llevan aparejados los éxitos.
“Los éxitos,
como todo en el mundo –dice Stalin–, tienen también sus
lados sombríos. En las gentes poco expertas en política, los
grandes éxitos engendran, no pocas veces, la incuria, la
benevolencia, el engreimiento, un sentimiento excesivo de
confianza en sí mismo, la afectación, la fanfarronería.”
Y si bien es verdad
que los éxitos obtenidos por nosotros no son ni lejanamente
comparables a los grandiosos triunfos de la construcción
socialista que ha logrado el gran Partido Bolchevique, me parece
que estas palabras de Stalin pueden tener también una
significación actual para nuestro Partido. También en nuestro
Partido hay el peligro de que los éxitos y el crecimiento del
Partido hagan perder la cabeza a algunos camaradas poco expertos
en política.
Este peligro se ha
manifestado de una manera bastante clara, particularmente –y
quiero que prestéis mucha atención a esto– después de la caída
del gobierno Largo Caballero, caída en la cual nuestro Partido,
como todos conocen, ha jugado, efectivamente, un papel de primer
orden. En algunos camaradas se formó entonces la opinión falsa
de que nuestro Partido podía convertirse en el único factor de
la situación actual, lo que significaba entrar en contradicción
con nuestra línea política fundamental, que es una línea de
alianza firme, de colaboración estrecha, hasta la fusión, con el
Partido Socialista, y de consolidación y extensión del Frente
Popular.
Otros camaradas,
bajo la influencia de críticas y ataques injustos que se
dirigían contra nuestro Partido, se dejaban arrastrar a fórmulas
falsas, según las cuales el Partido Comunista debería,
fatalmente, en la etapa actual de la revolución, enfrentarse con
todas las otras fuerzas políticas de nuestro país. Tales teorías
son falsas, porque olvidan que el papel de nuestro Partido
consiste precisamente en lo contrario: en ayudar a la
unificación de todas las fuerzas antifascistas.
Quizá bajo la
influencia de estas teorías falsas, algunos periodistas del
Partido olvidan a veces la moderación con que deben
desarrollarse hoy las discusiones y polémicas de prensa, cuando
no están dirigidas contra los enemigos del pueblo y sus agentes,
los enemigos de la unidad y del Frente Popular.
Quiero llamar
también la atención de todos los camaradas sobre la posibilidad
de que se manifiesten en nuestro Partido, hoy, en una situación
grave, difícil, complicada, ciertas impaciencias que pongan en
peligro la unidad del movimiento obrero y el desarrollo del
Frente Popular. Nunca hay que olvidar que en nuestro país no
existe un régimen soviético ni un régimen de dictadura del
proletariado y que nuestro Partido ni tiene ni puede tener en
sus manos todo el poder.
El gobierno actual
es un gobierno de coalición de diferentes partidos del Frente
Popular. Es claro que no siempre sus decisiones pueden
corresponder totalmente con la posición de nuestro Partido, pero
podemos afirmar que, hasta hoy, no hay ninguna decisión o medida
del gobierno que impida a nuestro Partido trabajar, con toda su
fuerza, por el fortalecimiento del Ejército, por el desarrollo
de una sólida industria de guerra y, sobre todo, por el
fortalecimiento de la unidad antifascista, del Frente Popular. A
la cabeza de nuestro Partido está su Comité Central, está su
Buró Político, que ya han dado bastantes pruebas de ser celosos
vigilantes de los intereses del pueblo, y en los cuales deben
tener confianza completa todos los militantes. (Aplausos.)
Algunas veces, en
vez de reaccionar de una manera nerviosa ante una u otra medida
del gobierno, perdiendo la visión completa de la situación, es
preciso que nuestros camaradas piensen más seriamente, más
profundamente, en la manera de cómo se deben aprovechar las
fuerzas y posiciones de nuestro Partido para lograr los
objetivos comunes de todas las fuerzas antifascistas de España.
ARRIBA
Para eliminar
todos estos errores, vacilaciones y tendencias falsas es
preciso que todos los militantes del Partido se acuerden,
siempre, de que la política del Partido Comunista de España
es y debe ser una política firme y consecuente de Frente
Popular. Que esto no se olvide jamás.
¿Qué significa
esto, desde el punto de vista del trabajo práctico del Partido?
Esto significa, esencialmente, dos cosas:
Primera.
Que el Partido debe mantener en todo momento el contacto más
estrecho con las masas, ser el defensor más enérgico de sus
intereses y del interés general de nuestro pueblo, en su
lucha contra el fascismo y la invasión extranjera.
Segunda.
Que el Partido no debe hacer nada que vaya contra la unidad
de todas las fuerzas antifascistas; que debe ser el mejor
campeón de la unidad cada día más estrecha de estas fuerzas.
En lo que concierne
al primer punto, entiendo que se debe luchar sin piedad contra
toda forma de burocratización del Partido. Esto es también un
peligro. En el momento en que muchos camaradas son llamados a
ocupar puestos en el aparato del Estado, altos mandos militares,
etc., conservar en ellos la sencillez de militante
revolucionario y el contacto inmediato con la masa popular es
una virtud del comunista. Esto es una necesidad absoluta, si se
quiere evitar el peligro de que se produzcan degeneraciones
oportunistas. El fortalecimiento de nuestros vínculos con las
masas significa también trabajar más en los sindicatos.
Eliminar estas
debilidades es una tarea inmediata a cumplir, en la cual cada
organización deberá concentrar lo mejor de sus fuerzas. También
en la masa femenina, a pesar del trabajo realizado, hay un
terreno enorme que cultivar, máximo en el momento en que la
incorporación en masa de la mujer a la producción se impone como
una medida para ganar la guerra.
El fortalecimiento
de nuestros vínculos con las masas exige también que se trabaje
con más intensidad entre los sin partido, para evitar que se
conviertan en un semillero de descontentos o sean presa de la
propaganda del enemigo. Encontrar nuevas formas de organización
de estas masas, adaptarlas a cada capa de la población y a cada
situación local, es una tarea de la más grande importancia.
En lo que concierne
al segundo punto, creo que hay que recomendar a nuestros
camaradas que algunas veces sean más modestos, lo que les
permitirá jugar un papel más eficaz junto con los socialistas,
con los republicanos, con los anarquistas, etc. Luchando por la
unidad, continuaremos desarrollándonos y fortaleciendo nuestras
filas.
ARRIBA
Quería también
recordar aquí que el crecimiento de nuestro Partido ha sido
más rápido de lo que nosotros podíamos esperar. En
consecuencia, muchas de las posiciones que hemos logrado no
están todavía sólidamente conquistadas. El desarrollo del
Partido tiene un poco el carácter de espontaneidad, y para
consolidar nuestras filas es preciso mucho, mucho trabajo.
No debemos olvidar que la situación en que se desarrolla la
revolución española y se combate en esta guerra por nuestra
independencia nacional es muy complicada. No son muchos los
camaradas de los cuales podríamos decir que sabrían
orientarse independientemente –entiéndase bien–, en los
virajes rápidos que puedan esperarnos en el porvenir.
Por esto, el
trabajo para la formación de cuadros del Partido fuertes
ideológica y políticamente formados, debe ser acelerado en todas
sus formas.
Esto significa, no
solamente que se deben organizar escuelas en el centro y en cada
organización local. Esto significa que se deben abrir las
puertas al avance de nuevos cuadros en los puestos de dirección
del partido, en todos los grados de la organización. Queremos
que se ponga fin, de una vez y para siempre, a la situación en
que se hallan muchas de nuestras organizaciones, donde todo el
trabajo de dirección está concentrado en manos de un número
extraordinariamente reducido de camaradas.
¡Adelante los
jóvenes, que nunca han cubierto puestos de dirección, pero que
tienen una capacidad de trabajo y de dirección que sacan del
contacto con las masas en el lugar mismo de trabajo y en los
sindicatos! (Grandes aplausos.)
Esta crítica va
dedicada también a los camaradas que dirigen nuestra
organización de Madrid. En una ciudad como Madrid, con una
organización tan rica en fuerzas magníficas, y en experiencias,
y que tiene raíces tan profundas en el pueblo, no es posible que
la actividad de dirección del Partido se concentre en uno, dos o
tres camaradas.
¡Más audacia en la
elevación de nuevos cuadros a puestos de dirección! (Aplausos.)
Los comités
provinciales que acaban de perder elementos dirigentes, por
haber sido movilizados, deben seguir esta directriz, y ésta será
una manera de acelerar el desarrollo y el fortalecimiento del
partido.
Un magnífico
ejemplo nos lo han dado los dirigentes de las JSU, constituyendo
una nueva dirección de su organismo con elementos jóvenes, que
en la nueva tarea que les incumbe se formarán como dirigentes.
¡Al Comité Nacional
de las JSU, que, incorporándose a filas ha dado un ejemplo de
disciplina a todo nuestro pueblo, envío desde esta tribuna el
saludo más fervoroso del Comité Central de nuestro Partido! (Gran
ovación.)
ARRIBA
La última
cuestión, sobre la cual quiero llamar vuestra atención y la
de todo el Partido, es la vigilancia revolucionaria. El
mismo crecimiento del Partido nos impone ser vigilantes. No
solamente existe el peligro de que elementos trotskistas y
otros enemigos del pueblo penetren en nuestras filas; existe
también el peligro de que penetren en la mente de camaradas
jóvenes o nuevos e inexpertos elementos extraños a nuestra
ideología, que es la ideología del marxismo y del leninismo,
como nos fue enseñada por Marx, Engels, Lenin y Stalin. Hay
enemigos del pueblo que piensan que el hecho de tener en su
bolsillo el carnet del Partido puede permitirles ocultarse
mejor para continuar su obra criminal de desorganización, de
desmoralización, quizá también de provocación y espionaje.
El Partido debe ser el más vigilante en la limpieza de sus
filas y, al mismo tiempo, colaborar con todas las demás
organizaciones antifascistas en el gran trabajo común de
lucha contra la provocación. La posesión del carnet del
Partido no siempre es suficiente para demostrar que se es
digno de confianza absoluta. Es necesario el trabajo, el
contacto con las masas y, además, el control severo de los
dirigentes del Partido, particularmente sobre los elementos
que ocupan puestos de responsabilidad en el aparato del
Estado, en el ejército, en los sindicatos. La observación
atenta, el estudio del pasado de cada militante y de su vida
actual son instrumentos indispensables de este control.
ARRIBA
Camaradas:
Todos los problemas, todas las tareas que he indicado en
esta última parte de mi informe, dedicada al desarrollo del
Partido, se pueden concentrar en un problema único: el de la
unidad del Partido. La tensión enorme de nuestras fuerzas
que la situación actual exige, podremos lograrla si estamos
unidos, compactos, disciplinados como un verdadero ejército.
La unidad del Partido es nuestro bien supremo, es lo que nos
ha permitido hasta ahora lo que nos permite y permitirá, en
el porvenir, hacer frente a las situaciones más graves,
reaccionar rápidamente ante problemas y situaciones nuevas.
Sería una ventaja demasiado grande para el fascismo si esta
unidad fuera quebrantada. Pero no será quebrantada nunca,
porque sus cimientos no consisten solamente en la disciplina
y preparación ideológica de los miembros del Partido, sino
también en la convicción profunda, que penetra hasta el
último de nuestros militantes, de que la línea de nuestro
Partido es justa, corresponde exactamente a la situación
actual, interpreta exactamente las aspiraciones e intereses
de la clase obrera y del pueblo de España, y de que a la
justeza y firmeza de esta línea política; bajo la dirección
de la Internacional Comunista, se unen la firmeza y el
acierto de nuestro Comité Central, que en los momentos más
graves ha sabido cumplir perfectamente su tarea de dirigir
al Partido entero por el camino justo y mostrar la senda del
triunfo, junto con nuestros hermanos socialistas, a toda la
clase obrera y a todo el pueblo español.
¡Camaradas del
Comité Central!
He examinado
los problemas que, a mi entender, son tos más fundamentales
en la situación actual. A vosotros os los someto para su
discusión, seguro de que nuestras resoluciones sobre los
mismos alumbrarán el camino a todo nuestro partido, a todo
nuestro pueblo en la lucha implacable contra el fascismo.
Sólo me resta
una cosa. Gritar:
¡Viva la
unidad de nuestro Partido!
¡Viva el
Partido Único del Proletariado!
¡Viva el
Frente Popular!
¡Viva el
Ejército de la victoria!
(El Pleno del
Comité Central contesta clamorosamente a estos vivas y los
subraya con una formidable ovación que dura varios
minutos. Todos, en pie, entonan la “Internacional”)
ARRIBA
|