En junio de
1961, Enrique Líster mantuvo unas interesantes y reveladoras conversaciones con
Vicente Uribe Galdeano sobre las persecuciones y crímenes cometidos por el
Partido Comunista español.
Vicente Uribe
Galdeano nació en Bilbao en 1897. Obrero metalúrgico,
militante del Partido Comunista de España desde 1923 y dirigente desde 1927.
Representó al Partido en la elaboración del manifiesto electoral del Frente
Popular para las elecciones de 16 de febrero de 1936: El manifiesto electoral
de las Izquierdas. Fue Ministro de Agricultura, ya comenzada la guerra, en
los gobiernos republicanos de Francisco Largo Caballero (5 de septiembre de 1936
al 18 de mayo de 1937) y de Juan Negrín (18 de mayo de 1937 al 1º de febrero de
1939). Fue el principal impulsor de la reforma agraria, promovida por el Partido
Comunista, que intentó llevar a cabo la Segunda República en plena Guerra Civil
española. Tiene el mayor interés su escrito de 1938: El problema de las
nacionalidades en España a luz de la guerra popular por la independencia de la
República Española.
Tras la derrota
de 1939 y el consiguiente exilio de los dirigentes, el Partido decide la
formación de un Secretariado en América: Vicente Uribe y Antonio Mije ya estaban
en México a finales de 1939. Después llegarían Pedro Checa −que falleció en
México en agosto de 1942, y a quien se implicó en el asesinato de León Trotsky,
en su casa de Coyoacán, el 20 de agosto de 1940−, Santiago Carrillo, Juan
Comorera, Fernando Claudín, etc.).
Vicente Uribe
fue el máximo dirigente del grupo comunista español en el “confortable” exilio
mejicano durante los años de la Segunda Guerra Mundial, y quien encargó a
Carrillo, tras la muerte de Checa, las tareas de organización. Después de la
expulsión del Partido de Jesús Hernández, en 1944, pasó a ocupar el segundo
lugar en el escalafón jerárquico del PCE. Abandonó el exilio mejicano y llegó a
París en mayo de 1946, junto con Antonio Mije, para establecerse en Francia.
Desde la retirada por enfermedad de Dolores Ibárruri en el verano de 1947 hasta
la ilegalización del PCE en Francia, se irá fraguando un enfrentamiento interno
entre el dúo Antón-Carrillo frente a Uribe-Mije. En noviembre de 1947 se inicia
en Moscú una depuración interior del PCE, ejerciendo Vicente Uribe y Fernando
Claudín el papel de jueces en esos procesos. El 7 de septiembre de 1950 el
ministro del Interior francés, un socialista, ilegaliza a los comunistas
españoles, que pasan a estar fuera de la ley y son perseguidos en masivas
redadas. Vicente Uribe, Antonio Mije y Enrique Líster se instalan en Praga,
permaneciendo en París, de forma clandestina, Santiago Carrillo y Francisco
Antón (ex compañero sentimental de Dolores Ibárruri, que pronto será relegado
por la dirección de Dolores-Uribe con la ayuda de Carrillo).
En octubre de
1953 propuso Vicente Uribe que el Partido elaborase un documento dirigido
específicamente a los intelectuales. Esta idea se plasmó en abril de 1954 en el
documento titulado: Mensaje del Partido Comunista de España a los
intelectuales patriotas. El V Congreso del PCE (celebrado en Checoslovaquia
en septiembre de 1954) es considerado como el canto del cisne de Dolores
Ibárruri y de Vicente Uribe: Dolores redactó y defendió el informe político,
Uribe el informe sobre el Programa del Partido y Carrillo las cuestiones
organizativas y estatutarias. Al terminar este congreso se asistirá durante dos
años a un combate político entre los jóvenes (Carrillo y Claudín) y los
veteranos (Dolores y Uribe).
En febrero de
1956 asiste Uribe en Moscú al XX Congreso del PCUS. Dolores ha invitado al
Congreso a Fernando Claudín, con la intención de conocer y poner coto al
creciente protagonismo que va consolidando Santiago Carrillo en París. Claudín
imita la condena que en el XX Congreso se hace de Stalin, y no se frena en sus
ataques a Uribe y a Dolores. La crisis abierta en Moscú se intentará salvar en
el Pleno del Buró Político del PCE que se celebra en Bucarest en abril y mayo de
1956. Los nueve miembros del Pleno eran: Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo,
Antonio Mije, Ignacio Gallego, Manuel Delicado, Cristóbal Errandonea, Vicente
Uribe, Enrique Líster y Fernando Claudín. Pero en esos pocos días Dolores ha
pactado con Carrillo, y la crisis se va a resolver con la caída de Vicente
Uribe, convertido en chivo expiatorio y acusado de “culto a la personalidad”, en
pleno fervor depurador pos estalinista. La eliminación de Vicente Uribe,
relegado absolutamente por el grupo triunfante capitaneado por Santiago Carrillo
Solares, se consumará en el Pleno del Comité Central celebrado en la RDA del 25
de julio al 4 de agosto de 1956.
Vicente Uribe
falleció en Praga el 11 de julio de 1961.
ARRIBA
“Hubo diferentes momentos y ocasiones en que
me fui enterando de hechos pasados. Dos de esos momentos
fueron: la reunión del Buró Político que tuvo lugar en
Bucarest y duró del 5 de abril al 12 de mayo de 1956, y,
sobre todo, las conversaciones con Uribe en Praga en 1961.
Estas
conversaciones fueron tres y tuvieron lugar al pasar yo por Praga de regreso de
Cuba, donde había estado cuarenta días invitado por los dirigentes de la
Revolución cubana.
Mi familia y
Uribe con la suya habitaban en la misma casa y en el mismo piso. Yo conocía a
Uribe, personalmente, desde 1935. Desde e1 primer día sentí por él respeto y sus
opiniones pesaron sobre mí durante muchos años. Este respeto comienza a perder
fuerza a partir de 1945, al observar ciertos aspectos de su conducta que no me
gustaban. Su tendencia a la buena vida y la aplicación de métodos incorrectos
aparecían cada vez más visibles. Más de una vez hubo discusiones fuertes entre
los dos, y otras veces yo participé en críticas que se le hicieron en el Buró
Político.
Pero, pese a
todo, ha existido entre nosotros, hasta su muerte, un respeto mutuo y una
lealtad y honestidad completa en nuestras relaciones. Uribe, a pesar de los
efectos negativos que habían producido en él su paso por el Ministerio, su vida
fácil en Méjico y luego en Francia, y a pesar de sus defectos de carácter, fue
un comunista y sus características como tal estaban muy por encima de sus
defectos, errores e insuficiencias.
Al día siguiente
de mi llegada de Cuba, invité a Uribe a mi casa, le conté mis impresiones sobre
el viaje. Al terminar, comenzó él a hablar y yo a ir de sorpresa en sorpresa, al
escuchar las cosas que me contaba. Tuvimos tres largas conversaciones: esa
primera, en mi casa; al día siguiente, otra en el restaurante del Hotel
Alcron, donde comimos juntos; y una tercera, un día después, de nuevo en mi
casa.
Según
avanzábamos en esas conversaciones, yo iba comprendiendo por qué Uribe me hacía
esas confesiones. Un mes más tarde, al tener la noticia de su muerte, lo
comprendí aún mejor. Uribe sentía que su vida física se acababa, como se había
acabado su vida política cinco años atrás. |
|
ARRIBA
En relación con las medidas represivas y
crímenes, me dijo Uribe, entre otras cosas:
“El examen y decisión sobre las
eliminaciones físicas se hicieron siempre en el
Secretariado, y el encargado de asegurar su ejecución era
Carrillo, quien tenía los ejecutores en su aparato. Alguna
vez la ejecución fallaba. Tomemos, por ejemplo, el caso
Comorera. Tú conoces toda la parte política del problema.
Pues bien, Carrillo y Antón propusieron al Secretariado la
liquidación física de Comorera. La propuesta fue aceptada y
Carrillo, encargado de organizar la liquidación. Carrillo
designó dos camaradas para llevarla a cabo; pero Comorera
decidió marcharse del país. A través del informador que
tenía entre la gente de Comorera, Carrillo conoció la
decisión de aquél y luego el lugar de su paso por la
frontera y su fecha. Carrillo envió a sus hombres a ese
lugar para liquidar a Comorera al ir a cruzar la frontera.
Pero éste, que se sentía en peligro y vivía con una gran
desconfianza, a última hora cambió el lugar del paso.
Supimos que había cruzado la frontera cuando ya llevaba
quince días en Barcelona”.
En 1971 y después de leer mi libro ¡Basta!, uno de los
componentes del equipo que debía liquidar a Comorera me completó
la información que me había hecho Uribe. El equipo lo componía
seis, entre ellos el jefe del sector de pasos por donde Comorera
debía cruzar la frontera. Este miembro del equipo me dio los
nombres de los restantes componentes del mismo. Dos siguen con
Carrillo, tres han roto con él, incluido el responsable del
sector de pasos, y el sexto no sé lo que fue de él. Me dijo
también que el tiempo que estuvieron en la montaña esperando el
paso de Comorera fue de tres semanas.
Ante la imposibilidad de la liquidación física, Carrillo, como
buen especialista de las acusaciones y denuncias del más puro
estilo policíaco y provocador, se dedicó a la destrucción moral
por medio de calumnias infames. Dirigida por él, se abrió en
nuestras publicaciones y en nuestra radio una ofensiva de
chivatería denunciando la presencia de Comorera en Barcelona.
He aquí algunas “perlas” de esas denuncias policíacas
reproducidas de artículos de Santiago Carrillo y de otros:
«La vista de los procesos contra los espías
y agentes policíacos descubiertos en las democracias
populares, así como el desenmascaramiento del verdugo del
pueblo yugoslavo, el repugnante Tito, como viejo provocador
al servicio de la burguesía imperialista, ponen sobre el
tapete, ante la clase obrera, y especialmente ante los
comunistas, el problema siempre actual y candente de la
vigilancia política de la lucha contra la provocación.
Para las castas reaccionarias españolas y
sus actuales coayudantes ingleses y americanos, ni los
socialistas ni los anarquistas representan peligro. Sus
dirigentes están −ya no tienen ningún reparo en decirlo− al
servicio del imperialismo americano, a cuyos intereses han
sacrificado los vitales intereses de la clase obrera y del
pueblo. A los socialistas y anarquistas se les permite, se
les facilita su propaganda, su actividad, su trabajo. Por el
contrario, el Partido Comunista y los comunistas en general
son el objeto del odio animal de los reaccionarios de todo
pelaje, y contra los comunistas enfilan las baterías de sus
campañas calumniosas, de sus infundios, de sus ataques, de
sus agresiones criminales y provocadoras.
De cada uno de estos miserables y de otros
parecidos de hoy, por orden de los servicios policíacos de
quienes dependen, se cobijan bajo la bandera pirata del
titismo, dignos cofrades del despreciable provocador que tan
arteramente engañó al pueblo yugoslavo, iremos dando algunos
de sus rasgos característicos y de sus actividades, que
conocemos muy de cerca y que harán comprender a los
trabajadores, y muy especialmente a los comunistas, la razón
que asiste al Partido cuando les llama a estar muy alertas y
vigilantes contra las provocaciones.
No hace muchas semanas, la prensa francesa y
la radio inglesa comunicaban que en Cataluña habían sido
detenidos 22 comunistas e incautadas dos imprentas donde se
hacían, según estos comunicados, Mundo Obrero, órgano
del Partido Comunista, y Treball, órgano del PSUC. La
comedia es finita, señores Molinero y Massip. Todas las
detenciones de comunistas realizadas en los últimos tiempos
en Cataluña son vuestra obra y la de Juan Comorera, al que
denunciamos ante la clase obrera catalana como un agente
policíaco. Y que no piensen Comorera y sus acólitos y
comparsas, en la innoble farsa tan burdamente urdida, que
van a hacer comulgar con ruedas de molino a los trabajadores
catalanes. Juan Comorera y sus cómplices tendrán que
responder ante el pueblo catalán de sus actividades
provocadoras.
Obreros de Cataluña: Juan Comorera es un
provocador, que durante nuestra guerra conspiró contra el
Gobierno Negrín, de acuerdo con el cónsul francés que estaba
en Barcelona, en la famosa crisis de la “charca”. Juan
Comorera es un provocador cuyas actuales actividades es
entregar a los comunistas a la policía, tanto en Francia
como en Cataluña. Y nosotros sostendremos esta acusación
delante de la clase obrera y del pueblo catalán. Juan
Comorera es un enemigo de la clase obrera y como tal hay que
tratarle allá donde se le encuentre».
(De un comentario escrito por Santiago
Carrillo para Radio España Independiente y publicado en
Mundo Obrero del 15 de septiembre de 1951).
«El PSUC de Cataluña es depurado de los
elementos corrompidos y traidores que se habían infiltrado
en nuestras filas como agentes de la burguesía. Comorera,
que hoy está abiertamente al servicio de la policía
franquista cumpliendo el repugnante papel de delator de los
militantes comunistas del interior del país».
(Transmitido por Radio España Independiente,
15 de noviembre de 1953).
«Los imperialistas yanquis y sus satélites,
por lo mismo que sostienen a Franco en el poder, combaten
furiosamente a nuestro Partido. Contra nosotros y contra las
demás organizaciones democráticas lanzan su carroña de
chivatos entre los cuales figuran los perros titistas y
comoreristas».
(De Mundo Obrero, 31 de diciembre de
1953.)
“El traidor y sus amos”. (Mundo Obrero del 30 de junio
de 1954):
«Días pasados, la prensa franquista dio a
conocer que se había “detenido” al traidor Comorera. Para
que no faltase nada en la propaganda a la americana con que
los franquistas han pretendido revestir esta “detención”, un
periódico de Barcelona incluso llegó a publicar una foto de
Comorera en la comisaría conversando con los periodistas.
Para muchos trabajadores revolucionarios que han pasado por
las comisarías y han sido molidos a palos y torturados
salvajemente, no ha pasado inadvertida la vil estratagema
que persiguen los franquistas y su agente Comorera.
Para que los hechos queden en su verdadero
lugar, frente a la inmunda leyenda que los servicios
policíacos franquistas y otros extranjeros han hecho
circular, es necesario decir que el traidor Juan Comorera se
ha entregado a la policía después de haber estado viviendo
durante años en Barcelona, a donde fue llevado para actuar
como delator de los comunistas.
Habiendo sido denunciado por el Partido
Socialista Unificado de Cataluña y por el Partido Comunista
de España como traidor al movimiento obrero, encontrando la
mayor repulsa de los comunistas y trabajadores
revolucionarios, ahora la policía franquista monta esa
tramoya de la “detención” para hacer desempeñar a Comorera
el papel de “resistente” y así poder pretender engañar a
trabajadores y otros antifranquistas.
Los trabajadores y nuestro pueblo han podido
comprobar la justeza de la medida tomada por el Partido
Socialista Unificado de Cataluña al arrojar de sus filas al
traidor Comorera por ser un enemigo de los trabajadores y un
agente policíaco.
Esta experiencia debe servir para mantener
bien despierta la vigilancia revolucionaria no sólo de los
comunistas, sino de todos los trabajadores y antifranquistas
en general, y mostrarse implacables en la denuncia y en el
aislamiento de perros policíacos al servicio de los
enemigos, como el traidor Comorera».
¿Quienes son los delatores? ¿Comorera, que vive y lucha en
Cataluña, o los que le acusan desde fuera?
Cuatro años vivió clandestinamente Comorera en Barcelona. Y
después de otros cuatro en prisión, murió en el presidio en
Burgos el 8 de junio de 1958. Murió dignamente, como dignamente
había vivido, mientras sus acusadores quedarán ante los
verdaderos comunistas y ante el pueblo catalán y español como
vulgares calumniadores.
Y no tratamos ahora de examinar las posiciones políticas de
Comorera durante los años en que fue secretario general del
PSUC. Sin duda, en la actividad de este camarada hay aciertos y
también errores. Pero lo que denunciamos ante los comunistas y
toda persona decente es el método carrillista para deshacerse de
una persona honrada cuyo principal “delito” fue negarse a decir
amén y ha convertirse en un pelele de Carrillo y Antón.
ARRIBA
Otro caso al que se refirió Uribe y que
debiera hacer reflexionar a los que aún siguen creyendo en
Carrillo y aprueban sus métodos, es el de Jesús Monzón, que
si salvó la vida, lo debe a haber sido detenido por la
policía en Barcelona, cuando se dirigía a encontrarse con el
que “tenía que sacarlo a Francia”, pero que en realidad
debía de conducirlo al lugar de su ejecución.
En 1950, Nuestra Bandera decía en su número 4, en un
largo editorial escrito por Santiago Carrillo, y que en lo
fundamental es la repetición de un artículo publicado por él en
Nuestra Bandera de junio de 1948:
«El caso Monzón ha sido llevado a
conocimiento del Partido en 1948. Pero entonces carecíamos
de algunos datos, adquiridos posteriormente, que vienen a
precisar más ciertos aspectos importantes.
Monzón incumple reiteradamente en 1939 las
directivas de marchar hacia América, y contando con el apoyo
de los servicios imperialistas, y probablemente de los
franquistas, permanece en Francia.
Aprovechando la confusión de aquellos
momentos, Monzón, con la ayuda de una militante que ha
quedado encargada de ciertas tareas de solidaridad y
emigración, utilizando la personalidad adquirida en los
tiempos en que fue gobernador de Alicante, inicia la lucha
contra el Partido.
Hábilmente desplaza a los camaradas que han
quedado con la responsabilidad de las tareas más serias del
Partido. Una falta de iniciativa demostrada por éstos
facilita la obra de Monzón. Una vez desplazados esos
camaradas, Monzón crea su propia camarilla incondicional de
elementos turbios y agentes del enemigo, entre los que se
encuentra el viejo provocador Gabriel León Trilla.
Contra todas las directivas del CC, Monzón
se erige en dirección del Partido para “España y Francia”.
¿Quién está detrás de Monzón? ¿Quién inspira
su labor de falseamiento de la línea política del Partido
coincidente, en el fondo, con la de Quiñones, en situar a
aquél a la zaga de las fuerzas reaccionarias y monárquicas,
y llegar a la disolución del Partido dentro de la Unión
Nacional dirigida por los capitalistas y terratenientes
monárquicos?
Detrás de Monzón están los servicios de
espionaje norteamericanos, están los agentes carlistas
españoles.
En el proceso de Budapest ha quedado
demostrado cómo uno de los principales agentes de Allan
Dulle, jefe de espionaje americano en Europa, un llamado
Field, que en apariencia se dedicaba a la “filantrópica”
función de representar en Francia, primero, y en Suiza, más
tarde, al Unitariam Service, organización encargada de
camuflar el espionaje americano so capa de la ayuda a los
refugiados.
Field en persona es el hombre que en Francia
se mantiene en contacto con Monzón durante más de dos años;
es el hombre que enlaza a Monzón con los servicios de
espionaje americanos.
Esto explica la enorme analogía en la
“política” de Monzón y la de los bandidos titistas. Este
hecho arroja toda la luz sobre la “inspiración” que movía a
Monzón.
Simultáneamente, Monzón mantenía un contacto
con los franquistas a través de los agentes carlistas que
venían a visitarle desde España.
Traicionando al Partido, Monzón suministraba
a Field, como está comprobado, informes con los datos más
secretos de la organización de los comunistas en Francia y
en todo lo que conoce de España, sobre la composición y
fuerza de los destacamentos guerrilleros y los sabotajes y
atentados contra los ocupantes alemanes, sobre los planes
del mando guerrillero, etc. Suministraba a Field listas con
millares de nombres de militantes del Partido en Francia,
biografías, características, etc.
Monzón cubre su actividad más fácilmente que
Quiñones. Su lucha contra el Partido, contra su línea y su
CC, la cubre todas cuantas veces es preciso con
declaraciones verbales de adhesión a los dirigentes del
Partido, que están lejos en esos momentos, e imposibilitados
de descubrirle y desenmascararle.
La lucha de Monzón contra el Partido es
realizada por medios más cautelosos de los que utilizó
Quiñones. Conociendo los planteamientos del CC sobre la
política de Unión Nacional, los exalta y lanza su propia
versión, es decir, la versión de los servicios imperialistas
sobre la política de Unión Nacional. Así hace con cada una
de las cuestiones que plantea el CC, ocultarla y falsearla.
De este modo, no sólo desvía al Partido del
cumplimiento de su función de dirigente de la lucha
antifranquista y revolucionaria, sino que se crea un
pedestal de “genio”, de hombre que se “anticipa” al CC, a
los dirigentes del Partido en la comprensión de los
planteamientos políticos. Monzón se traslada más tarde a
España a seguir realizando sus funciones de provocador.
Cuando es descubierto y desenmascarado ante el Partido en el
interior, sólo entonces, la policía lo detiene en
condiciones que se ve claro que su objetivo es revalorizarlo
políticamente, rodearle de la aureola del martirologio, para
que el Partido no entre en el fondo del examen de las
consecuencias de su labor criminal, para que el Partido no
arremeta, por escrúpulos sentimentales, contra el “monzonismo”,
y éste continúe produciendo desastres dentro de nuestras
filas en el interior del país.
Y si Monzón no ha tenido el final de
Quiñones, se debe sin duda, a que los servicios franquistas
e imperialistas aún conservan la esperanza de hacerle jugar
un papel en la lucha contra el Partido; aún piensan en la
posibilidad de utilizarlo, incluso lo utilizan hoy, para
sembrar la confusión dentro de las prisiones franquistas por
las que va pasando e intentando ganar a aquellos que no
están bien informados o que vacilan.
Las consecuencias de las provocaciones de
Monzón en el Partido han sido ya analizadas. Durante su
período facilitó y organizó la penetración en el Partido y
en sus organizaciones clandestinas, en los grupos
guerrilleros, de los agentes del enemigo, de los
provocadores.
Monzón y sus cómplices conocidos fueron
separados; el Partido reaccionó unánimemente contra él y sus
falsificaciones de la política y del carácter del Partido,
se unió en torno al CC y a nuestra secretaria general,
Dolores Ibárruri.
Ya es conocido cómo también en África del
norte se produjo en el Partido un fenómeno parecido. Los
militantes que se quedaron allí al frente del Partido se
ligaron a los servicios americanos y pusieron varios
miembros del Partido en contacto con esos servicios. Algunos
responsables de esta entrega fueron expulsados; otros, que
rectificaron, enviados a la base del Partido. Pero toda esta
experiencia nos enseña que la mala hierba no se arranca
fácilmente y que sus semillas se esconden y resurgen con
facilidad cuando menos se espera».
Como se ha demostrado, todas esas acusaciones eran falsas de la
primera a la última y Carrillo lo sabía, pues todas estaban
fabricadas por él y su aparato. Pero le sirvieron en aquella
ocasión para conseguir sus objetivos, como otras acusaciones del
mismo estilo y tan falsas como aquéllas le han ido sirviendo
luego en su marcha a la Secretaría General del Partido y le
están sirviendo hoy en su funesta labor.
Monzón había cometido dos “crímenes” que no podía perdonarle el
Buró Político, porque constituían una acusación a la propia
cobardía de éste: haberse quedado en Francia cumpliendo con su
deber y haberse marchado luego a España para seguir
cumpliéndolo. El delito de valentía es el que más han odiado
siempre Carrillo y compañía. Monzón, durante sus numerosos años
de cárcel y a pesar de las infames acusaciones de Carrillo,
continuó siendo el mismo combatiente revolucionario, honesto y
fiel a las ideas comunistas, que había sido siempre. Cuando
después de salir de la cárcel, y comprobada la falsedad de todas
las infames acusaciones que se le habían hecho, se le propuso
volver al Partido, respondió que no militaría jamás en el mismo
Partido con calumniadores como Carrillo, Dolores Ibárruri y
otros de la misma calaña.
ARRIBA
Otro caso que prueba con toda claridad que
las acusaciones que se le han hecho por Carrillo son del
mismo estilo que las hechas a Monzón, es el de Quiñones.
«Al terminar la guerra −escribe Carrillo−
Quiñones queda en España con un plan preconcebido. Pasa por
la cárcel. Ante los miembros del Partido presos con él en
Valencia, Quiñones aparece como un hombre que ha sido
bárbaramente torturado pero que se ha mantenido entero. Se
crea una verdadera leyenda sobre la “firmeza” y el
“heroísmo” de Quiñones».
¿Qué crimen había cometido Quiñones contra el Partido? Mientras
no se demuestre lo contrario, el de haberse quedado en España y
haber dedicado todos sus esfuerzos a organizar el Partido y la
lucha contra el franquismo. Quiñones, condenado a muerte, tuvo
que ser llevado por dos soldados al lugar de ejecución, pues
debido a las torturas recibidas ya no podía andar. A pesar de su
estado físico, murió valientemente.
Yo he hablado con no pocos camaradas que conocieron a Quiñones
en aquella época, lo mismo de su actividad en la calle que en la
prisión, y no he escuchado de ellos más que elogios para
Quiñones. Todos me han repetido lo mismo: “Si la dirección del
Partido dice que fue un provocador, ésta tendrá las pruebas,
pero a mí me es difícil creerlo”.
¿Dónde están estas pruebas? Y que Carrillo no nos venga con el
cuento de que las pruebas sólo las tendremos cuando tengamos en
nuestro poder los archivos de la policía franquista. Yo no tengo
dudas de que los archivos de la policía franquista, y de otras,
contienen secretos no sólo interesantes, sino sorprendentes;
pero aquí se trata de un hombre que cayó bajo las balas de un
piquete de ejecución franquista y al que se le acusa de ser un
provocador al servicio de la policía. Y la acusación es clara y
concreta, las pruebas no deben serlo menos. Así lo exige el
honor de los comunistas y el de ese hombre, si se demostrase que
las acusaciones son falsas, como yo hoy no dudo que así será.
ARRIBA
¿Dónde están las pruebas de que Gabriel León
Trilla fuese ese “viejo provocador” que decía Carrillo en
1950? Gabriel León Trilla era un viejo dirigente del Partido
Comunista de España, del que había sido representante en la
Internacional Comunista. En 1932 fue expulsado del Partido
por sectarismo, junto con otros miembros de la dirección. De
ese grupo sectario formaba parte Dolores Ibárruri, que no
fue expulsada porque se separó del grupo. Trilla y Etelvino
Vega, otro de los cuatro expulsados, volvieron de nuevo al
Partido, y durante nuestra guerra tuvieron un comportamiento
ejemplar. Etelvino Vega fue uno de nuestros mejores jefes
militares salidos del pueblo, llegando al mando de un cuerpo
de ejército. Sublevados casadistas le detuvieron en
Alicante, entregándolo a Franco, que lo hizo fusilar. En
cuanto a Trilla, después de haber cumplido durante la guerra
las misiones que el Partido le encomendó, al acabarse ésta
continuó la lucha en la clandestinidad, hasta que en 1945
apareció muerto a puñaladas en Madrid en el Campo de las
Calaveras.
Con el tiempo, Carrillo ha ido “perfeccionando” el sumario de
Trilla sirviéndose para ello de plumíferos sin escrúpulos. Hace
unos años que la editorial carrillista Ebro publicó un
libro de uno de esos plumíferos a sueldo de Carrillo, libro que
constituye un verdadero insulto a la lucha heroica de los
guerrilleros españoles contra el franquismo y el papel positivo
que esa lucha desempeñó. He aquí lo que en ese libro se dice
sobre Trilla:
“Por aquellos días se ajusticia a Trilla.
Gabriel León Trilla había sido un viejo militante antes de
la guerra. Estuvo en el 30 en la dirección del Partido,
junto con Adame y Bullejos. Pero luego fue expulsado.
Actuaba por su cuenta, como un auténtico bandolero,
representando además su labor un peligro para la
organización clandestina y la “seguridad” de muchos
comunistas. Por eso lo ajustició el grupo de Cristino
García”.
Así, con el cinismo y la perfidia que le son propios, va
fabricando Carrillo la historia, cargando sobre otros la
responsabilidad de hechos que él ha ordenado. En este caso, le
cargó el muerto y la responsabilidad a Cristino García,
auténtico héroe de la lucha política y armada en España antes y
durante la guerra; en Francia, contra los ocupantes nazis y
después, de nuevo en España, en las guerrillas. Cristino García
había entrado en España en abril de 1945; mandó la Agrupación
Centro de Guerrilleros, realizando diferentes acciones en las
provincias de Ávila y Madrid; luego, en la capital misma hasta
su detención a últimos de 1945. Fue condenado a muerte el 22 de
enero de 1946 y ejecutado el 21 de febrero. Durante el juicio,
como su defensor quiso presentarlo como un engañado, Cristino
García le interrumpió diciendo que estaba orgulloso de su
actuación y que lo que sentía era el no haber podido hacer más.
La decisión de eliminar a Trilla no fue de Cristino García, sino
de Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri.
En 1971, en Sofía, Antonio Núñez Balsera (ex miembro del CC del
PCE) me explicó cómo en junio de 1945 recibió en Toulouse, de
boca de Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri, la orden que debía
ser transmitida en Madrid a Cristino García de eliminar a
Gabriel León Trilla. Dolores dijo a Núñez que Trilla era un
viejo provocador. Me contó Núñez cómo había cumplido la misión y
también la negativa de Cristino García a ejecutarla él
personalmente, como era la orden, diciendo que él era un
revolucionario y no un asesino. Después de muchos forcejeos,
Cristino designó a dos miembros de su destacamento para llevar a
cabo la eliminación.
También en 1971, Antonio González me explicó en París, con toda
clase de detalles, cómo la sentencia a muerte fue ejecutada
−relatada a él en la cárcel por los ejecutores−, y cómo luego
esos dos mismos ejecutores fueron a su vez asesinados a garrote
vil por los franquistas, por su actividad de guerrilleros.
ARRIBA
Vicente Uribe me había hablado también de la
ejecución de Luis Montero. Su relato lo incluí en el
manuscrito de la primera edición de ¡Basta! Pero
Eduardo García puso muchos reparos a que publicara este
caso. Tanto insistió que, no queriendo hacer de ello un
problema, decidí sacarlo del libro. Pesquisas posteriores me
dieron la clave de su oposición a publicar hechos que, sin
embargo, no negaba. La ejecución de Montero tuvo lugar en el
sector de pasos dirigido por Eduardo García y éste fue uno
de los “méritos” (no el único, pues había otros de la misma
índole, a los que vendrían a sumarse los posteriores) por
los que Carrillo le llevó a su Comité Central y luego a su
Comité Ejecutivo y a la Secretaría de organización.
Luis Montero fue un ferroviario asturiano que se portó como un
héroe durante la guerra, en el Norte. Y así se portó en la
resistencia francesa, y después, en el campo de exterminio de
Mathausen. De él, escribe su compañero de deportación Jáuregui:
«El camarada Montero... era un hombre de
acción, incansable, verdadera alma del AMI (Aparato Militar
Internacional), cuya capacidad de organización, valentía y
firmeza fueron ejemplares... Trabajando en la armería, ese
admirable Montero, a pesar del minucioso y severo control de
los SS, se las ingenió para sustraer algunas granadas,
pistolas y municiones que introdujo en el campo... 6 de mayo
de 1945. Amanece. Algunos responsables del PCE van a visitar
nuestras posiciones, sobre el Danubio, punto neurálgico de
defensa del campo. El auto es ametrallado con numerosas
ráfagas... Sólo Montero queda indemne, y su presencia en la
aldea, donde permanece hasta el final, refuerza la solidez
de nuestro dispositivo... Valiente e infatigable, da
instrucciones sobre el mejor emplazamiento de las armas
automáticas... Junto con Espí, el joven jefe del
destacamento que contuvo los primeros ataques, se encuentra
siempre en los sitios especialmente amenazados, dirigiendo
el tiro de las armas y exaltando con su prestigio y valentía
la moral y el entusiasmo de nuestros combatientes».
Regresó Montero de la deportación con la salud quebrantada, como
todos los que pasaron por aquel infierno. Pero Carrillo empezó a
mandarle a Asturias con misiones para el Partido y los
guerrilleros. En los años 1945-1948, cuando el movimiento
guerrillero y el terror contra éste conocían momentos álgidos,
Carrillo le envió una y otra vez, precisamente a Asturias, donde
era conocido por su pasado de lucha. Y un buen día, Santiago
Carrillo anunció a sus compinches de Secretariado que Montero
había capitulado ante la Guardia Civil. Lo mandó a buscar y unos
kilómetros antes de la frontera francesa pereció.
Manuel Razola y Mariano Constante hablan en un libro repetida y
elogiosamente de Montero en el campo de exterminio nazi:
«Cuando fue creado el aparato internacional (1944), el grupo
español que tenía ya su organización militar, bien desarrollada
y mandada por jefes militares, se puso a su disposición. En la
organización de los grupos de combate españoles, el camarada
Montero jugó un rol primordial... Montero, entrado en Francia en
1945, ha desaparecido trágicamente durante una misión
clandestina en España». ¿Qué conocen de las condiciones en que
tuvo lugar esa desaparición trágica? ¿Por quién se han enterado
de ella?
Pero ¿qué camaradas habían sido detenidos por culpa de Montero?
¿Quién le interrogó en el Partido y qué posibilidad le dieron de
refutar las acusaciones de Carrillo? Incluso en el supuesto de
que hubiese tenido un momento de debilidad ante la Guardia
Civil, ¿quién era culpable? La respuesta es una: los que le
enviaban una y otra vez a España, recién salido del infierno
nazi, mientras ellos llevaban −primero en Toulouse y luego en
París− una vida de ricachones, con chóferes, criadas, escoltas,
“secretarias” y todo lo demás. Ninguno de ellos tendrá la osadía
de decir que miento. Puedo dar los nombres de esos chóferes, de
esas criadas, de esas escoltas, de esas “secretarias”. Y de los
hotelitos a orillas del Marne, en Saint-Germain-en-Laye o en las
alturas de Champigny, donde Dolores lbárruri se bronceaba al sol
mientras los militantes del Partido pasaban las calamidades de
aquella época.
Carrillo no podía perdonar a Luis Montero −como no se lo perdonó
a otros− que no hubiese muerto en los campos de exterminio
nazis. Y le arrebató también el honor.
¿Qué piensan de esto compañeros de cautiverio de Montero,
españoles y de otros países, hoy defensores incondicionales de
Carrillo, Ibárruri y sus secuaces?
ARRIBA
En 1975, me relató G. cómo en diciembre de
1946 recibió de Carrillo y Antón la orden que le comunicaban
en nombre de “la dirección” de salir para Méjico y organizar
allí la ejecución de Jesús Hernández.
Le dieron, además del billete de avión hasta Caracas, vía Río de
Janeiro, 5.000 dólares. Llegó normalmente a Caracas, pero allí
no pudo conseguir el visado para Méjico. Entonces hizo venir a
Caracas a Felipe M. Arconada, responsable de la organización del
PC en Méjico. Con éste planeó la liquidación de Hernández y le
dio los nombres de los miembros del Partido que la “dirección”
había designado para cumplir la misión.
Partió Felipe para Méjico, pero no pudo, o no quiso, conseguir
el visado para G. ni que los designados para cumplir la misión
la aceptaran. G. comunicó todo esto a París y recibió la orden
de regresar, llegando en abril de 1947.
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Me contó también G. cómo en 1950 fue
liquidado un camarada del aparato de Carrillo conocido por
Lino. Fue enterrado en una villa cerca de
Saint-Germain-en-Laye. El trabajo de albañilería lo realizó
el mismo G.
Por esa época Carrillo hizo liquidar a otro miembro de su
aparato, guía de pasos entre Francia y España y conocido por
José el Valenciano.
José San José (Juanchu), de Portugalete. De la JC antes de la
guerra. Estuvo en la Escuela del Partido en Méjico. Enviado a
España por el Partido en 1944. Carrillo le preparó el proceso y
lo hizo liquidar en la frontera.
¿Y cómo murió el Manco, y su grupo de la Agrupación Guerrillera
de Levante?
ARRIBA
En marzo de 1977, al leer una biografía de
Carrillo hecha por María Eugenia Yagüe, publiqué en Mundo
Obrero −rojo− una carta dirigida a esta señora y en la
que, entre otras cosas, decía:
Escribe usted (pág. 37), refiriéndose a la salida de Carrillo de
España en 1939: «Detrás quedaban su mujer y su hija. Se habían
casado en 1936, cuando los dos tenían 20 años. El Partido no le
dejó volver a buscarlas, era un riesgo imposible de correr. ¡Qué
ejemplo de firmeza política! Obedecer la orden del Partido de no
exponer su preciosa vida por salvar a su mujer y a su hija». La
falla de tan enternecedora y dramática prosa estriba en no
compaginar con la realidad... Su mujer y su hija salieron de
España con él −como salieron con Mije y Giorla las suyas−, y el
día 11 de febrero de 1939 yo me encontré con todos ellos, más
Antón, principescamente instalados en el Hotel Regina de
Toulouse.
Y un poco más adelante (pág. 49), prosigue usted el dramatismo:
«La primera mujer de Santiago Carrillo había conseguido salir de
España, pero hacia un campo de concentración francés. Su hija
muere a consecuencia de tantas vicisitudes y miserias. La madre
puede por fin llegar a la Unión Soviética, donde vive en la
actualidad con el sistema nervioso destrozado y su estado físico
lamentable».
Perdone, señora Yagüe, ¿Carrillo le ha hecho ese relato, o se lo
ha imaginado usted? Los hechos son muy diferentes. He aquí los
puntos principales, pues los detalles los encontrará usted en la
segunda parte de mis memorias.
La esposa y la hija de Carrillo salen con él de España el 8 de
febrero de 1939. Se van juntos a la Unión Soviética, donde
quedan hospedados en el Hotel Nacional, que no en el
Lux como afirma Carrillo, hasta que, en unión de Juan
Comorera, salen hacia América a través de Japón. Van a Nueva
York y de allí a La Habana, donde poco después muere la niña.
Es, por lo tanto, en la capital cubana, y no en un campo de
concentración francés, donde muere la niña. De Cuba a Méjico,
para ir después a Buenos Aires y de la capital argentina a
Montevideo. Del Uruguay sale Carrillo en 1944 hacia Lisboa,
dejando allí a su mujer, con orden expresa a Giorla de que no le
permita emprender viaje hacia Europa; pero el 29 de abril de
1945, “Choni”, que era el diminutivo por el que todos conocíamos
a la esposa de Carrillo, y cuyo nombre era Asunción Sánchez
Tudela, desembarca en Toulouse.
Y aquí pongo punto, aunque la historia no termina así. Y
Carrillo le ha mentido a usted, si le ha afirmado que su mujer
estaba en la Unión Soviética.
Ni la señora Yagüe ni el señor Carrillo respondieron una palabra
a lo por mí escrito. ¿Lo harán ahora? Me alegraría, para
completar mi relato, pero estoy seguro que, por lo menos
Carrillo, no lo hará.
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