SINIESTRO PERSONAJE SOVIÉTICO EN ESPAÑA

Alexander Orlov responsable del traslado del "oro de Moscú" y del asesinato de Andreu Nin

Por Eduardo Palomar Baró.   

Alexander Mijailovich Orlov cuyo verdadero nombre era el de Leiba Lázarevich Felbing, nació el 21 de agosto de 1895 en Babruysk provincia de Maguiliou en Bielorrusia. Acudió al Instituto Lázarevsk en Moscú, pero lo dejó a los dos semestres para estudiar Leyes en la Universidad de Moscú. Sus estudios, sin embargo, fueron cortados por el estallido de la Primera Guerra Mundial y su llamada a filas.

Al comenzar la Guerra Civil Rusa, Orlov se unió al Ejército Rojo y se convirtió en oficial de contrainteligencia en el frente polaco. Planificó y condujo personalmente diversas operaciones de sabotaje en territorio enemigo. Posteriormente sirvió con los guardias de fronteras de la GPU en Arjángelsk. En 1921 se retiró del ejército para reanudar sus estudios de Derecho en Moscú. Orlov trabajó varios años en el Alto Tribunal bolchevique bajo la tutela de Nikolái Krylenko. En mayo de 1924 su primo Zinovi Katznelson, jefe del departamento económico de la OGPU (EKU), envió a Lev Nikolski (su nombre oficial desde 1920) a unirse a la policía secreta como oficial de la Sección Financiera 6.

Cuando su primo fue trasladado para supervisar a los guardias de fronteras de la OGPU (Directorio Político del Estado, policía secreta de la URSS hasta 1934) en Transcaucasia, ofreció a Orlov la oportunidad de trasladarse a Tiflis, con su familia, como jefe de la guardia fronteriza allí destacada. En esa ciudad su hija enfermó de fiebres reumáticas, por lo que Orlov pidió a su amigo Artur Artuzov que le trasladara a un destino en el que su hija pudiera ser tratada por doctores europeos. Subsecuentemente, en 1926 fue transferido al INO, la rama del NKVD responsable de operaciones ultramarinas, dirigida por su amigo Artuzov y enviado a París como oficial de la delegación comercial soviética, bajo el nombre falso de Léon Nikolaeff.

Tras un año en Francia, Lev Nikolski, fue transferido a un puesto similar en Berlín. Retornó a Moscú a finales de 1930. Dos años después fue enviado a los Estados Unidos para establecer relaciones con su pariente en aquel país y obtener un genuino pasaporte norteamericano que le permitiría viajar libremente por Europa. Lev Nikoláyev (Nikolski-Orlov) llegó a los EE.UU. a bordo del trasatlántico alemán SS Europa el 22 de septiembre de 1932, procedente de Bremen. Tras obtener el pasaporte con el nombre de William Goldin, partió el 30 de noviembre en el SS Bremen de vuelta a Alemania. En Moscú Nikolski solicitó nuevamente un destino en el extranjero, ya que quería que su hija enferma fuera tratada por el Dr. Karl Noorden en Viena. Le fue concedido, y en mayo de 1933 Leon Nikoláyev se trasladó con su mujer e hija a la capital austriaca, instalándose en la cercana localidad de Hinterbrühl. Al cabo de tres meses fue a Praga, cambió su pasaporte soviético por el americano y viajó a Ginebra. Su grupo operativo, que actuaba contra el Deuxième Bureau francés, incluía a Aleksandr Korotkov, un joven ilegal, a su mujer Maria, y un correo, Arnold Finkelberg. Su operativo, llamado en clave EXPRESS, no tuvo éxito, por lo que en mayo de 1934 Orlov se reunió con su familia en Viena. Allí se le ordenó viajar a Copenhague para servir de ayudante a los residentes Theodor Maly (París) e Ignace Reif (Copenhague). En junio de 1935, el propio Orlov se hizo residente en Londres con su nombre falso de William Goldin. No intervino en el reclutamiento de Kim Philby o los demás miembros de los Cinco de Cambridge, y cesó en el puesto en octubre de aquel año, volviendo a Moscú. Allí se le retiró de Asuntos Exteriores, pasando a ocupar un puesto de segunda fila como segundo jefe en el Departamento de Transportes (TO) del NKVD (Naródniy Komissariat Vnútrennij Del) (Comisariado del pueblo para asuntos internos). Además de sus funciones de seguridad del Estado y de sus funciones policiales, algunos departamentos del NKVD manejaban otros asuntos, como transporte, bomberos, guardias fronterizos, etc.). El NKVD fue sucesor de la OGPU (Obedinennoe Gosudarstvennoe Politicheskoe Upravlenye).                          

 

Orlov en España

En julio de 1936 Orlov fue enviado a España como enlace del NKVD con el Ministerio de Interior de la Segunda República española. Se dice que Orlov fue enviado a España después de que una joven secretaria, con la que él había tenido una relación, se suicidara en frente de la Lubianka porque Orlov rechazó dejar a su mujer. Orlov llegó a Madrid el 15 de septiembre de 1936.

El 14 de septiembre e1 1936, se celebra una reunión en Moscú, en los locales de la Lubianka, para coordinar el envío de material de guerra a España.

[N. del A.] La plaza Lubianka, cercana a la Plaza Roja, es conocida sobre todo por el gran edificio de ladrillos amarillos, que sirvió primero como sede de una compañía de seguros y posteriormente como cuartel general de los servicios secretos soviéticos en sus diversas etapas (Checa, OGPU, NKVD, MVD, NKGB, KGB). El edificio también servía como calabozo para los disidentes del estalinismo. “Las negras fauces de la Lubianka” así llamaba Alexander Solzhenitsin al portón de mármol negro que da acceso a la tétrica sede.

Los envíos de armas y personal a España queda bajo la supervisión del NKVD y se confirma al veterano miembro de la misma Alexander Orlov (de verdadero nombre Nikolski), que ya estaba destinado en España, como oficial superintendente de la operación. Según sus declaraciones posteriores ante el Senado de los Estados Unidos, su misión en España era de asesor en temas de «espionaje, contra espionaje y lucha de guerrillas». En contra de lo que se piensa, nunca supervisó la actividad de la guerrilla detrás de las líneas franquistas, la cual fue organizada por su colega de la NKVD Grigori Syroyezhkin.

 

Orlov y el “Oro de Moscú”

El 27 de agosto de 1936 llegaba a Madrid el embajador soviético Marcel Rosenberg juntamente con asesores militares soviéticos y miembros de los servicios secretos. Rosenberg transmitía a Moscú la desesperada situación militar de la República, insistiendo en que si no recibía ayuda urgente su futuro se presentaba muy incierto. A mitad de septiembre de 1936 Stalin dio el visto bueno, aprobándose la “Operación X”, nombre secreto que se dio a la ayuda militar soviética a España. En la reunión, que tuvo lugar en la Lubianka, asistió Alexander Orlov, que más tarde sería nombrado representante de la NKVD en España. Asimismo al jefe de los Servicios de Inteligencia en Europa occidental, Walter Krivitski, se le asignó para establecer unas redes comerciales dedicadas a la importación y exportación de armas, para vendérselas a la Comisión de Compras de París.

Había una indudable simpatía por parte de algunos miembros del Gobierno hacia los rusos, tales como el propio Largo Caballero, el “Lenin español” o Álvarez del Vayo, y también la de muchos militantes del PSOE, por no citar la clara inclinación procomunista de los sindicatos. Incluso Negrín, que tenía la ventaja de hablar ruso, había sido uno de los promotores de la Asociación de Amigos de la URSS.

El ministro de Hacienda, Juan Negrín, firmó un decreto reservado el 13 de septiembre de 1936, con el respaldo del presidente Largo Caballero, para el traslado de la mayor parte de las reservas de oro del Banco de España a la URSS. El presidente Largo Caballero negoció con el embajador de la URSS en España, Arthur Stashevski, el traslado del oro del Banco de España a la Unión Soviética.

El Ejecutivo de Largo Caballero no informó de esta medida al jefe del Estado, Manuel Azaña, pero suplantaron su voluntad en el Decreto. “Se decidió que no lo supiera ni el presidente de la República, el cual se hallaba en un estado espiritual verdaderamente lamentable”, argumentaba Largo Caballero. Nunca se produjo la rendición de cuentas a las Cortes.

El Decreto reservado decía lo siguiente:

«Ministerio de Hacienda. Excmo. Sr.: Por su excelencia el Presidente de la República, y con fecha 13 del actual, ha sido firmado el siguiente Decreto reservado de este Departamento ministerial.

La anormalidad que en el país ha producido la sublevación militar aconseja al Gobierno adoptar aquellas medidas precautorias que considere necesarias para mejor salvaguardar las reservas metálicas del Banco de España, base del crédito público. La índole misma de la medida y la razón de su adopción exigen que este acuerdo permanezca reservado. Fundado en tales consideraciones, de acuerdo con el Consejo de Ministros, y a propuesta del de Hacienda, vengo en disponer, con carácter reservado, lo siguiente:

 Artículo 1º: Se autoriza al Ministro de Hacienda para que en el momento que lo considere oportuno ordene el transporte, con las mayores garantías, al lugar que estime de más seguridad, de las existencias que en oro, plata y billetes hubiera en aquel momento en el establecimiento central del Banco de España.

Artículo 2º: El Gobierno dará cuenta en su día a las Cortes de este decreto".

Lo que comunico a V.E. para su conocimiento y efectos oportunos.

Madrid, trece de septiembre de mil novecientos treinta y seis. Juan Negrín López – Manuel Azaña».

Al día siguiente de la publicación del Decreto, aparecieron en el Banco de España las primeras fuerzas de Carabineros y Milicias. Los responsables del vaciado de los sótanos del Banco de España fueron el ministro de Hacienda, Juan Negrín López, y más directamente, el director general del Tesoro, Francisco Méndez Aspe.

El gobernador del Banco de España informó al resto del Consejo Extraordinario del traslado del oro. El cajero principal del Banco de España se suicidó y los consejeros Martínez Fresneda y Álvarez Guerra denunciaron la extracción del oro por constituir una ilegalidad y presentaron su dimisión.

El ministro de Hacienda, Juan Negrín, y Alexander Orlov pactaron el envío de las reservas a la URSS. El traslado desde las cámaras de acero del Banco de España hasta la estación de ferrocarril se realizó en camiones custodiados por milicianos y elementos del Sindicato de Madrid. Se efectuaba de noche y se tardó más de una semana.

El 15 de septiembre hacia las 11:30 de la noche salió la primera expedición compuesta por 800 cajas, desde la estación de ferrocarril del Mediodía, llegando a Cartagena a las 4:30 de la tarde del día 16. Las 7.800 cajas fueron depositadas en los polvorines de La Algameca.

Los tanquistas soviéticos de la base de Archena cargaron el oro español en los buques soviéticos atracados en el puerto de Cartagena durante las noches del 22, 23 y 24 de octubre de 1936.

Durante la operación de salida del oro del Banco de España, Stalin mandó a Alexander Orlov un radiograma cifrado en Moscú, y que decía:

«Junto con el embajador Rosenberg, arregle con el jefe del Gobierno español, Largo Caballero, el envío de las reservas de oro de España a la Unión Soviética en un vapor ruso. Todo debe hacerse con el máximo secreto. Si los españoles le exigen un recibo por el cargamento, rehúselo, repito, rehúse firmarlo, y diga que será entregado un recibo oficial en Moscú por el Banco del Estado. Le hago personalmente responsable de la operación. Firmado: Ivan Vasilyevich». Este era el nombre en clave de José Stalin (cuyo verdadero nombre era Iósiv Vissariónovich Dzhugashvili).

El 25 de octubre de 1936, los buques soviéticos Kim, Jruso, Neva y Volgoles, con las 510 toneladas de oro en sus bodegas, zarparon del puerto de Cartagena en dirección a la Unión Soviética. El oro del Banco de España llegó al puerto ucraniano de Odessa el 2 de noviembre de 1936. Las cajas se trasladaron a los vagones de un tren especial estacionado en una vía muerta. El viaje se prolongó durante cuatro días. La primera parada del viaje fue Kiev y la segunda fue la estación central de Moscú, término del viaje que tuvo lugar el 6 de noviembre de 1936. Una vez descargado el oro español ingresó en el Depósito de Metales Preciosos del Estado (el Gokhran), donde quedó almacenado.

La Unión Soviética se apoderó de las 510 toneladas de oro del Banco de España, que según el precio oficial desde el año 1934, valían 518,3 millones de dólares, en cobro por la ayuda militar prestada al bando republicano en la Guerra Civil. Esta ayuda consistió en el envío de soldados, asesores, técnicos, aviones y tanques. De esta forma, la URSS incumplía (al igual que Italia y Alemania) el acuerdo de No Intervención en España para evitar la internacionalización del conflicto español. Buena parte de la ayuda soviética llegó al bando republicano a través del puerto de Cartagena.

Orlov que como hemos visto fue nombrado responsable del lado soviético en el traslado del denominado «Oro de Moscú» desde España a la Unión Soviética, fue galardonado con la «Orden de Lenin».

Stalin recibió con gran satisfacción la noticia de la llegada de las reservas de oro, puesto que ya había iniciado el embarque de armas a España y el pago sólo podía ser garantizado mediante la posesión física del oro.

Stalin celebró la llegada del oro con un banquete en el Kremlin al que asistieron los miembros del Politburó, y en el cual dijo las siguientes palabras: “Los españoles no verán más el oro, del mismo modo que nadie puede ver sus propias orejas”, expresión basada en un proverbio ruso.

Largo Caballero en su libro Mis recuerdos decía: “Con el oro pagamos el material que nos llegaba desde Rusia y, a través de la cuenta del banco BCEN de París, situado en la avenida de la Ópera, las armas y los víveres que comprábamos en otros lugares”.

Terminada la guerra civil, Indalecio Prieto se empeñó en negar que él hubiese tenido conocimiento del envío del oro, cosa increíble teniendo en cuenta que era ministro de Marina y responsable de la Base Naval de Cartagena, por lo que tuvo que estar informado del trasiego del oro.

Así se consumó una de las más tristes, vergonzosas y deplorables operaciones de la historia de España, siendo sus principales protagonistas y responsables, el presidente de la República, Manuel Azaña Díaz, el presidente del Gobierno, Francisco Largo Caballero, conocido como “el Lenin español”, y el ministro de Hacienda, Juan Negrín López.

 

Artículo del “Journal American”

El jueves 3 de octubre de 1957 el diario de Nueva York  “Journal American” publicaba un artículo de su redactor E. F. Tompkins, que decía:

«El Subcomité Eastland dio hoy a la publicidad la historia íntima del robo por Rusia de la reserva del oro nacional del pueblo español. Lo que se releva fue hecho en testimonio bajo juramento prestado por Alexander Orlov, un antiguo miembro de la Policía secreta soviética, que vino a este país como fugitivo en 1938. Orlov testificó que él perpetró el robo por órdenes directas de Stalin. Orlov dice que fue enviado a España en 1936, al comienzo de la guerra civil, como “diplomático soviético” y “asesor del Gobierno republicano español en materias de espionaje y táctica de guerrillas”.

Cuando el general Franco parecía a punto de capturar Madrid, Orlov recibió instrucciones de Stalin para acordar personalmente con Largo Caballero el embarque de las reservas de oro de España a la Unión Soviética.

Se le dijo que colaborara con el embajador Rosenberg, otro diplomático soviético en España. El embajador Rosenberg y yo –declara Orlov– quedamos atónitos cuando se nos dijo que el Gobierno español estaba dispuesto a confiar a Stalin todos los ahorros de la nación española.

Las órdenes de Stalin fueron explícitas. Esta operación –dijo– debe llevarse en el máximo secreto. Niéguese a firmar nada, y diga que el recibo formal será emitido en Moscú por el Banco del Estado.

Orlov ejecutó la operación con arreglo a las instrucciones, con la complicidad de las autoridades del Gobierno republicano español y la ayuda de las dotaciones de los tanques soviéticos que acababan de llegar a España.

Hubo una discrepancia extraña, sin embargo. Según la cuenta española, el oro –unas 600 toneladas, valoradas en unos 600 millones de dólares o más– estaba empacado en 7.900 cajas; no obstante, el recibo soviético fue sólo de 7.800. “Yo pienso –explicó Orlov– que Stalin probablemente decidió que él podría usar unas 100 cajas de oro, quizá para algún trabajo del Komintern o cosa semejante. El oro está todavía encerrado en las cajas subterráneas del Kremlin».

Y el propósito de Stalin fue el de que se quedara allí siempre. Después del robo, Orlov fue visitado por el jefe de la NKVD soviéticas. “Me dijo con toda autoridad –refiere Orlov– que el oro, según Stalin, no sería nunca devuelto a España”.

Stalin tenía experiencia en bandidaje de oro –en los comienzos de su carrera ayudó a financiar la revolución atracando un tren zarista en Tiflis, al estilo de Jesse James–. Y el régimen de Kruschev, aunque denuncia los crímenes de Stalin, no ha ofrecido nunca la restitución a España».

 

Orlov y la purga a los disidentes soviéticos

Sin embargo, la tarea principal de Orlov en España consistió en purgar a los disidentes soviéticos. Los documentos recientemente desclasificados de los archivos del NKVD revelan la lista larga de los crímenes de Orlov en España. Fue el responsable de fabricar pruebas que condujeron a la detención y la purga de los líderes del POUM. Las pruebas también sugieren que dirigió el secuestro y ejecución del líder del POUM Andreu Nin. En un informe a sus superiores en Moscú, fechado en agosto de 1937, Orlov perfilaba su plan para la captura y liquidación del socialista austriaco Kurt Landau. También desaparecieron en España Erwin Wolf, antiguo secretario de Trotsky, y Mark Rein, hijo de un líder menchevique y tuvo parte en la desaparición del oficial ruso y agente doble del NKVD, Nikolái Skoblin.

 

Persecución del POUM y detención de Andreu Nin

La persecución despiadada contre el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) corrió a cuenta exclusiva de los mandatarios de Moscú.

El 9 de mayo de 1937, en un mitin en Valencia, el comunista José Díaz Ramos acusa al POUM de agente de Franco y pide su disolución. El periódico Claridad, ahora en manos comunistas, publica en recuadro: “A muerte los agentes del fascismo. Disolución inmediata del POUM, avanzada fascista en la España leal. Disciplina en las organizaciones antifascistas”. En Barcelona los muros se cubren con un cartel del PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña) en el cual aparece una figura, el POUM, que se arranca una máscara con la hoz y el martillo y deja al descubierto una horrible faz con la cruz gamada.

El 14 de mayo de 1937, Rosenberg, embajador soviético, visita a Largo Caballero para pedirle la disolución del POUM.

El 14 de junio de 1937, se reúne el consejo ejecutivo del POUM en la Virreina, como todos los días. La víspera, recién llegado a Barcelona, Gorkín ha despedido a un grupo de soldados que recibieron instrucción en el cuartel Lenin para incorporarse a la 29ª división, y con ellos unos milicianos poumistas que habían estado de permiso. El principal objeto de la reunión era la preparación del importante congreso del POUM que debe empezar dentro de dos días. Cuando salen de la reunión, un camarada de guardia les advierte que un militar que decía ser simpatizante del POUM ha avisado que la policía tenía orden de detener a los miembros de la ejecutiva. Poco después, cuando ya están en sus despachos, preguntan por Nin y lo detienen. Lo introdujeron en un coche y mientras se aleja, los camaradas que lo han visto avisan por teléfono a los demás miembros de la comisión. El mismo día la policía ocupa la redacción de “La Batalla”, el diario del POUM, y los locales que tenía el partido en Barcelona. Detiene a todos los alojados en el hotel Falcón que queda convertido en cárcel. Son policías de la “secreta” venidos de Madrid. Toda la policía madrileña está en manos del Partido Comunista.

Orlov, como jefe del GPU (Policía política rusa) en España, fue el que ordenó detener a todos los dirigentes del POUM. El ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes-Sanidad, el comunista Jesús Hernández Tomás, informado por el director general de seguridad Antonio Ortega, se entrevista con Orlov, quien le dice que el Gobierno no debe conocer esa orden, ya que el ministro Julián Zugazagoitia era amigo de los detenidos, y que tenía pruebas de que estaban en contacto con espías fascistas. Jesús Hernández se entrevista con el dirigente comunista José Díaz Ramos que se enfurece al recibir la noticia. Se cree que Nin fue trasladado a Alcalá de Henares, donde Orlov tenía su prisión particular instalada en la Catedral, y donde fue interrogado por los soviéticos y posteriormente conducido al Pardo. Jamás ha dicho nadie lo que allí ocurrió. Jesús Hernández Tomás, miembro del Comité Ejecutivo del Partido Comunista, director del órgano del Partido “Mundo Obrero” y Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes (4 de septiembre de 1936 al 5 de abril de 1938) y Ministro de Sanidad (15 de mayo de 1937 al 5 de abril de 1938) afirmó que lo torturaron y que se les murió en las manos. Valentín González “El Campesino” manifestó que lo mataron y lo enterraron en los jardines del palacio.

Los muros y paredes de Barcelona y de otras poblaciones se ornamentaban con la pregunta: “Gobierno Negrín ¿dónde está Nin?”

Cuarenta y nueve días después de la detención del secretario político del POUM, el gobierno publica una nota para el público:

«Por los informes recogidos aparece que Nin ha sido detenido por la policía de seguridad general al mismo tiempo que otros miembros del POUM, que ha sido trasladado a Madrid, a un preventorio habilitado al efecto, y que de allí ha desaparecido».

Arquer, que luego sustituiría a Nin en la secretaría del partido, visita al ministro de Justicia, Manuel Irujo y Ollo, bajo cuya jurisdicción están legalmente todas las prisiones, le dice: “Nin está en un prisión privada de Madrid. No intente encontrarlo, porque ningún salvoconducto oficial podría protegerle a usted”.

Debajo de la pregunta de “dónde está Nin”, en muchas paredes, van añadiendo la respuesta que flota en el ambiente, como si fuese ya la “vox populi”, pero es la voz de la propaganda calumniosa: «¿Dónde está Nin? –En Salamanca o en Berlín». O más simplemente, -«En Alemania».

Años más tarde, el misterio ya no es tal. Se ha escrito mucho sobre el tema. De las memorias de Azaña y otros escritores como Víctor Alba, consigna las dificultades del gobierno Negrín para descifrar los hechos y dar una explicación plausible al montón de telegramas llegados de todas partes del mundo. Companys envió directamente a Miravitlles para descifrar el enigma e intentar salvar a Nin.

[N. del A.] Víctor Alba, pseudónimo de Pere Pagés i Elies, estudió Derecho en la Universidad de Barcelona. Afiliado al Bloque Obrero y Campesino (BOC) terminó en el POUM. Durante la guerra civil fue el director de La Batalla. Tras los hechos de de mayo de 1937 de Barcelona fue arrestado pero finalmente absuelto.                                           

Jesús Hernández en su libro Yo fui un ministro de Stalin escribe: «Por esta explicación de Togliatti deduje que él sabía ya toda la trama de Orlov, y que su visita a la embajada no había sido ociosa. Nin estaba secuestrado y lo entregarían cuando el “affaire” tuviera estado oficial».

Al visitar a Negrín y ver sobre su mesa un montón de telegramas que desacreditaban al gobierno, el entonces ministro comunista Jesús Hernández le dijo:

«No hay más remedio que tomar en las manos del gobierno la responsabilidad del proceso contra el POUM. Al darle estado oficial, cesarán los ataques contra el  trabajo de la GPU como autora de este “affaire” a espaldas de las autoridades españolas, que es el punto fuerte de todas las protestas».

Mientras las rotativas de los diarios imprimían el comunicado oficial del Ministerio de Justicia, la mano alevosa de Orlov consumaba uno de los crímenes más sucios de que se tenía memoria en los anales de la criminalidad política de nuestra historia: Nin era asesinado por los esbirros de la GPU de Stalin.

Siguiendo a Víctor Alba parece posible reconstruir del siguiente modo los hechos que llevaron a la muerte al secretario político del POUM, que como consejero de Justicia de la Generalitat de Cataluña (26 de septiembre de 1936) bajo la presidencia de Josep Tarradellas i Joan, había establecido los Tribunales Populares de tan infausta memoria para muchos inocentes:

«Nin fue conducido a Valencia y desde allí, a Alcalá de Envares, cerca de Madrid, donde los comunistas tenían una casa aislada, dispuesta ya para recibirle y en la que declaró ante la policía. Estas declaraciones, en que contra toda costumbre no se hace constar ni el lugar ni el agente que las tomó, tuvieron lugar los días 18, 19, 20 y 21 de junio de 1937. Durante la noche del 22, un grupo de hombres “atacó” la casa, invadió la celda de Nin, y se lo llevaron. Parece ser que en este grupo estaban Orlov y Vittorio Vidale (miembro del Partido Comunista de Italia, que durante la guerra civil actuó como comisario político en diversas unidades y fue fundador del Quinto Regimiento, siéndole atribuidas ejecuciones políticas. Posteriormente se incorporó a las Brigadas Internacionales. Trabajó con los pseudónimos de Sormenti, Comandante Carlos, José Díaz y Carlos Contreras). Para que se creyese que se trataba de una “salvación” que llevaban a cabo agentes de Hitler, hablaron alemán –se seleccionaron diez alemanes de las Brigadas Internacionales– y ataron a los dos guardianes. También abandonaron en la celda una cartera que contenía, evidentemente, varios documentos, algunos de ellos en alemán, que relacionaban a Nin y al POUM con el espionaje. Estos documentos también fueron “secuestrados” o robados poco después, antes de que se pudiera proceder a su “análisis”. Había también algunos billetes de ferrocarril y de marcos alemanes. Los documentos fueron sustraídos del despacho del comisario de Orden Público de Madrid, David Vázquez. Para impedir la investigación, también se intentó detener al juez especial Miguel Moreno Laguía, nombrado por el Ministro de Justicia Manuel Irujo y Ollo.

Parece ser que los verdugos tuvieron varios días a Nin sometido a torturas y cuando vieron que no cedía, que no “confesaba”, aplicaron métodos menos refinados: arrancar las uñas, descargas eléctricas, la “bañera”. Andreu Nin resistía porque sabía que sólo de su resistencia dependía la vida de sus camaradas, el buen nombre del POUM y de su movimiento obrero.

 Orlov, aunque fue el principal oficial del NKVD en España, negaría más tarde su participación en estos y muchos otros asesinatos realizados por oficiales de la NKVD y sus agentes.

 

Orlov y los hornos crematorios comunistas en España

Según César Vidal, la represión soviética –que, de hecho, pretendía implantar un régimen estalinista en España– adoptó durante la guerra civil formas que serían después empleadas de manera masiva por los nazis durante el Holocausto. Una de ellas fue la construcción de hornos crematorios para deshacerse de los cadáveres de los asesinados. Este hecho, horrible desde cualquier punto de vista, no fue conocido hasta 1992, cuando

Vasili Nikitich Mitrokhin, alto funcionario del KGB –antes NKVD– decidió pasarse a Occidente a través del Reino Unido. Fue tal la impresión que le causó la maldad contenida en algunos informes secretos, que decidió de forma clandestina tomar y guardar notas y copias de esos informes.

En el año 1937 en España, Orlov disponía de su propio horno crematorio para deshacerse de los cadáveres de sus víctimas, y que dicho horno estaba supervisado por el coronel del NKVD, Stanislav Alekseyevich Vaupshasov, condecorado con cuatro órdenes de Lenin, dos órdenes de la Gran Guerra Patria y un largo listado de medallas. Durante los años veinte, pertenecía a una unidad de la  OGPU –la sucesora de la Cheka– con la que realizó incursiones en las fronteras de Lituania y Polonia. A inicios de los años treinta ya era un experto en asesinatos de la NKVD y, al estallar la Guerra Civil española, Vaupshasov fue enviado a España con la misión de construir y vigilar crematorios que permitieran deshacerse de los cadáveres de las víctimas de la represión desencadenada por el Frente Popular. Según las propias fuentes soviéticas, muchos de los destinados a la muerte fueron incluso asesinados en el edificio donde se encontraban los crematorios.

El enlace español fue un salmantino nacido en 1910 y militante del Partido Comunista, llamado José Castelo Pacheco, más conocido como José, Panso y Teodor y hombre de la máxima confianza de Orlov, como así lo demostraría con su silencio a lo largo de toda su vida. Reclutado en 1936 por Leonid Aleksandrovich Eitingon, uno de los hombres de Orlov, y al que Castelo sirvió con fidelidad a sus jefes soviéticos en la tarea de deshacerse de los cadáveres.

Preocupado José por el futuro económico de los suyos, había dado instrucciones en caso de que él faltase, podían ponerse en contacto con sus camaradas. Tras su fallecimiento, su viuda se dirigió por carta al Gobierno soviético en el año 1982 solicitando una pensión, por los especiales servicios que su marido había prestado al NKVD durante la Guerra Civil española.

El dossier de Castelo en los archivos del KGB deja de manifiesto que el comunista se había comprometido a no revelar nada sobre sus actividades en los crematorios. Sin embargo, los mandos de la inteligencia soviética decidieron no correr riesgos. En enero de 1983, la viuda de Castelo fue citada para celebrar una reunión en el consulado soviético de Madrid. En el curso de la misma, le informaron de que no tenía ningún derecho a recibir una pensión, pero que, a pesar de todo, se le haría entrega de 5.000 rublos convertibles, el equivalente a 6.680 dólares de la época.

José Castelo Pacheco no hizo pública confesión de sus labores en el horno crematorio, y su misteriosa confidente también guardó silencio.

En su libro Paracuellos-Katyn, César Vidal escribe, haciendo referencia a los hornos crematorios durante la Guerra Civil española, lo siguiente:

«Es sabido –por lo que sucedió durante el Holocausto– el uso que se pudo dar a los crematorios. Realmente horroriza pensar cómo hubieran podido utilizarlos las fuerzas del Frente Popular tras obtener la victoria en la guerra. Con seguridad, los crematorios no sólo hubieran facilitado las labores de exterminio, sino, especialmente, la desaparición de las huellas de crímenes contra la Humanidad cometidos por los frentepopulistas»

Aunque sigue habiendo muchos interesados en ocultar los crímenes, las mentiras y las miserias del comunismo, mal que les pese, las checas, los gulags y los hornos crematorios, no fueron inventos de los criminales nazis.

 

Deserción de Orlov

En 1938, la Unión Soviética se hallaba sumida en los horrores de la Gran Purga, con la que Stalin pretendía eliminar a la vieja guardia revolucionaria. Orlov vio que asociados y amigos suyos eran detenidos y fusilados uno a uno. Cuando fue invitado a reunirse en Amberes con un jefe anónimo del NKVD (que pensaba debía ser el asesino Sergey Spigelglas) decidió desertar. En lugar de acudir a la reunión, Orlov robó 60.000 dólares de la caja para operaciones del NKVD local y huyó con su mujer María Roznetski su hija Verónika (Vera) al Canadá. Es posible que tomara parte, actuando nuevamente bajo la tapadera de diplomático, en el asesinato de Rudolf Klement, antiguo secretario de Lev Trotsky, en París el 13 de julio de 1938, el mismo día que dejó la capital francesa rumbo a Quebec.

Mientras estuvo en Canadá, envió una carta al Comisario del Pueblo en Asuntos Interiores (NKVD) o también conocido como Director de la Policía Secreta Soviética, Nikolái Yezhov, advirtiéndole que si él o su familia eran asesinados, todo lo que sabía sobre las operaciones de la inteligencia soviética saldría a la luz. Adjuntaba una lista con los nombres en clave de algunos de los agentes y topos soviéticos en Occidente. También envió una carta a Lev Trotsky alertándole de la presencia del agente de la NKVD Mark Zborowski (nombre en clave TULIP) en el entorno al hijo de su segunda mujer Natalia Sedova, Lev Lvovich Sedov, pero Lev Trotsky desdeñó la carta considerándola una provocación. A continuación, Orlov se trasladó a los Estados Unidos para esconderse.

 

La historia secreta

Poco después de la muerte de Stalin en marzo de 1953, y exactamente 15 años después de su deserción, Orlov reapareció y publicó el libro “The Secret History of Stalin's Crimes” (La historia secreta de los crímenes de Stalin). Esta obra, inspirada por la homóloga de Procopio de Cesarea (destacado historiador bizantino del siglo VI cuyas obras constituyen la principal fuente de información sobre el reinado de Justiniano), presenta una serie de anécdotas inéditas sobre el submundo homicida de la Lubianka en pleno terror estalinista. Es una historia extraoficial, escrita sin referencias a fuentes primarias o documentos, en ocasiones basada en rumores oídos al albur de un dispensador de agua del NKVD o en un café francés, citando con frecuencia diálogos. Ya en el momento de su publicación, la mayoría de los hechos narrados eran casi imposibles de verificar, puesto que prácticamente todos los testigos habían sido purgados. Además, en un momento en que el comunismo aún mantenía un elevado prestigio internacional, Orlov perfilaba el más abyecto despotismo, una era de crimen y duplicidad sin precedentes, en que los rumores más descabellados podían ser ciertos, y las confesiones juradas solían ser completamente falsas.

La comparación del texto de Orlov con la obra de Walter Krivitsky “In Stalin's Secret Service” revela que la fuente de ambos autores para los Procesos de Moscú fue Abram Slutsky, director de la sección de Exteriores del NKVD. Muchos historiadores creen que hay fondo verídico en las historias de Orlov, aunque el lector debería recordar que las anécdotas contadas son de segunda mano, que el propio Orlov fue deliberadamente deshonesto sobre su complicidad en los crímenes de Stalin y que el dinero fue la razón principal por la que Orlov escribió “The Secret History of Stalin’s Crimes”.

 

El espía sin patria

Después de la publicación de “The Secret History of Stalin’s Crimes”, Orlov fue forzado a volver. La CIA y el FBI estaban avergonzados por la revelación de que un alto cargo oficial de la NKVD (Orlov fue un Comandante de la Seguridad del Estado, igual que un mayor general del ejército) había estado viviendo en la sombra en EE. UU., durante quince años sin su conocimiento. Orlov fue interrogado por el FBI y dos veces apareció en Sub-Comités del Senado, pero siempre redujo su papel en los eventos y continuó ocultando los nombres de los agentes soviéticos en el Oeste. En 1956 escribió un artículo para LIFE Magazine titulado “The Sensational Secret Behind the Damnation of Stalin” (El sensacional secreto tras la condenación de Stalin). Esta fantástica historia sostenía que los agentes de la NKVD habían descubierto papeles en los archivos de Tsarist (en relación con el zarismo) que probaban que Stalin había sido un agente de la Ojrana y sobre las bases de este conocimiento el NKVD había planeado un golpe de Estado con los líderes del Ejército Rojo.

[N. del A.] Ojrana fue el cuerpo de policía secreta del régimen zarista en Rusia desde finales del siglo XIX. El régimen zarista caía en 1917 con la revolución bolchevique. Si bien ya no tenía sentido la Ojrana, los bolcheviques la “reconvirtieron” y utilizaron para su causa. Se multiplicaron los agentes y se cambió el nombre por el de Checa, en 1920 por el GPU, posteriormente NKVD y finalmente en KGB.

Recientemente, algunos autores rusos, basándose en documentos de archivo, empezaron a comprobar que la principal afirmación de Orlov era que Stalin era, de hecho, un agente de la Ojrana. Stalin encubrió el complot y este fue el motivo detrás del secuestro secreto y ejecución del Mariscal Soviético Mijaíl Tujachevsky y la purga del Ejército Rojo.

Orlov y su mujer continuaron viviendo en secreto y modestamente en EE. UU. En 1963 la CIA le ayudó a publicar otro libro, “The Handbook of Counter-Intelligence and Guerilla Warfare” (Manual de contra-inteligencia y guerrilla), y le ayudó a encontrar un trabajo como investigador en la Escuela de Leyes de la Universidad de Michigan. Se trasladó a Cleveland donde primero murió su mujer de un ataque al corazón y después él la siguió el 25 de marzo de 1973.

Al final, este hombre solitario nunca renunció en su desprecio hacia Stalin. El último libro de Orlov, “The March of Time” (La marcha del tiempo), fue publicado en EE. UU. en 2004 por su seguidor legal, el ex-agente especial del FBI Edward Gazur, con el que había mantenido una larga relación de amistad.

La obra es otra historia anecdótica, una pieza desenterrada de la era de la Guerra Fría.

 

Epílogo

Alexander Orlov fue el hombre más importante del NKVD en España en septiembre de 1936. Este siniestro, sombrío y criminal personaje, por otro lado, ha sido el soviético más esquivo de todos los que fueron enviados a España.

El corresponsal de prensa norteamericano de izquierdas Louis Fischer en su libro Men and Politics, tampoco nos aporta nada nuevo:

«…Rosenberg me presentó a dos secretarios de Embajada, Orlov y Belayev. Me senté con ellos en una sala, y nos pusimos a charlar sobre Rusia. Algo me hizo hablar del GPU, y por la manera con que me escuchaban, supe que mi intuición no me había engañado: eran hombres del GPU. Luego me enteré de que Orlov era el jefe de los agentes del GPU en territorio republicano. Hablaba bien el inglés, vestía con pulcritud, era un hombre bien parecido y muy inteligente. También se le conocía por el nombre de Liova».

A finales de 1936 el Gobierno republicano experimentó un estado de euforia al comenzar a llegar la ayuda soviética, coincidiendo también con la derrota del intento de Franco de tomar Madrid y el Frente Popular consolidó sus fuerzas con la entrada en las funciones gubernamentales de comunistas y anarquistas. El envío de armas de los soviéticos a la República les dio mucho prestigio, aumentando a su vez el número de militantes que se unieron al Partido Comunista español.

Los consejeros soviéticos asumían el control de cuanto sucedía en España. La NKVD se propuso destruir en España a todos los opositores a Stalin. Así es cuando en agosto de 1936, Stalin envió a Alexander Orlov a España oficialmente para ocupar el puesto de “agregado político”, pero en realidad para organizar la seguridad, el contraespionaje y la formación y adiestramiento de grupos de guerrilleros que operarían en territorio nacional y encargarse entre bastidores de cualquier problema que surgiera. Su misión primordial consistía en eliminar a quienes desde posiciones marxistas revolucionarias se oponían a los comunistas, esto es, al POUM.

Los comunistas conservaban puestos estratégicos esenciales en la policía, entre otros la Dirección General de Seguridad. Así podían erosionar progresivamente las posiciones anarquistas, demasiado fuertes todavía como para atacar de frente al movimiento libertario. El Partido Comunista utilizó su poder para entrar a fondo en la administración republicana y hacer que, por medio de Orlov, lo tentáculos de la NKVD llegaran a todas las checas privadas, las de las juventudes socialistas-comunistas y otras, preparando el camino para una matanza de miembros de POUM y otros marxistas antiestalinistas en España, igual que la que se estaba produciendo en Rusia.

La etapa siguiente fue la liquidación del POUM  y de su jefe Andreu Nin, víctima de una infame maquinación. Orlov la había diseñado con la ayuda de un agente provocador: mandó hacer documentos que “demostraban” la inteligencia de los jefes poumistas con la Falange y los servicios de espionaje de Franco. Organizó luego un “registro de rutina” en una librería de Gerona, donde se “descubrió” una cartera que contenía documentos falsos.    Luego informó a Jesús Hernández Tomás de que estaba en posesión de las pruebas de la traición de Nin y sus amigos y, con la ayuda del nuevo director de Orden Público, el coronel Ricardo Burillo, muy próximo al PCE, mandó tomar el 16 de junio de 1937 el hotel Falcón, sede del POUM, y arrestar a cuarenta dirigentes, entre ellos a Andreu Nin, que no reapareció jamás. José Díaz y los ministros comunistas del Gobierno de Negrín, sobre todo Jesús Hernández Tomás, encajaron muy mal el increíble abuso de poder de Orlov y sus esbirros.

En mayo de 1937 había estallado en Barcelona la violenta crisis entre anarquistas y comunistas. Se enviaron tropas republicanas para restablecer el orden. Escudándose en esto, Orlov y sus acólitos entraron en acción y asesinaron o arrestaron a decenas, algunos dicen que miles, de miembros de la CNT y del POUM.

Orlov, como hemos visto, fue el responsable de la preparación y dirección de la purga estalinista del POUM, que condujo al infame asesinato de Andreu Nin, que fue despellejado vivo, y de otros seguidores de Trotski y opositores al gobierno republicano respaldado por Moscú.

Curiosamente los agentes soviéticos que montaron la trampa, Antonov-Ovseenko, Berza, Stachevski y Orlov, reclamados en Moscú, fueron posteriormente eliminados sin piedad, salvo Orlov que clandestinamente solicitó asilo en Estados Unidos donde murió.

 

Documento extraído de la página: www.generalisimofranco.com