Hace
exactamente 56 años, a finales de febrero de 1956, el XX Congreso del PCUS,
llamado el de la desestalinización, clausuraba uno de los capítulos más
dramáticos de la historia de la URSS.
El gran
protagonista de este Congreso histórico fue Nikita Kruschev, convertido en
secretario general del partido cuando murió Stalin en 1953, aunque éste había
nombrado a Malenkov como sucesor. Desde los tres primeros años de su reinado,
Kruschev y sus próximos fueron distanciándose discretamente del antiguo
dictador. Primero dejaron en libertad a los nueve profesores de medicina
acusados por Stalin de haber tramado “el complot de las batas blancas”. Luego
habría otras liberaciones del Gulag y, por vez primera, se empezó a hablar de
“culto a la personalidad”.
Estos cambios
simbólicos intrigaban extraordinariamente a Occidente, donde se ignoraba que, a
finales de diciembre de 1955, la dirección del PCUS había encargado a Piotr
Pospelov, la redacción de un acta de acusación contra Stalin. Pospelov había
sido uno de los autores del Compendio de la historia del PCUS bajo Stalin,
manual obligatorio para todos los soviéticos. Aunque para la lectura del informe
de Pospelov estaba previsto un discurso de dos horas, Kruschev tomó la palabra
durante cinco y se permitió algunas improvisaciones y digresiones salpicadas de
detalles picantes. Además, la transcripción completa del discurso nunca se
publicaría. Kruschev pronunció este discurso durante una reunión a puerta
cerrada en la que no participaba ningún dirigente de los partidos hermanos, ni
por supuesto la prensa. Los 5.000 delegados presentes quedaron atónitos, en un
silencio absoluto, y abandonaron la sala igualmente silenciosos después de los
aplausos de rigor. Al día siguiente recibieron un texto resumido que tampoco era
el informe de Pospelov. Se suponía que tenían que debatirlo cuando regresaran a
su región y los dirigentes de las democracias populares a sus países. Es como
decir que el informe secreto tenía que ser secreto para siempre. En nombre del
PCF, Maurice Thorez había aludido a él antes de pretender que se trataba de un
informe “atribuido” a Kruschev. En Roma, en cambio, Palmiro Togliatti no
desmintió el informe Kruschev y publicó unos comentarios críticos.
En junio de
1956, primero el New York Times y luego Le Monde publicaron este texto traducido
del polaco y lo dieron a conocer al mundo entero. La amplitud de los crímenes
dejó a la opinión mundial tan atónita como a los delegados del XX Congreso.
Kruschev afirmaba en él que en 1934 Stalin había ordenado asesinar a Serguéi
Kirov porque sospechaba que aspiraba a sustituirle en el cargo. A ello le había
sucedido una represión salvaje. Más tarde, al principio de la II Guerra Mundial,
inmerso en la desesperación, según Kruschev, Stalin ya no lograba gobernar y fue
necesario ejercer presiones para que aceptara, dos semanas después de la
agresión alemana, dirigirse al país. Estudios posteriores demostraron que a
Kirov lo había asesinado un psicópata y que Stalin había estado en cambio muy
activo en la fase inicial de la guerra. Pero el objetivo de Kruschev era
destruir la imagen de un generalísimo que lo había dirigido todo con mano de
hierro.
No era la única
característica del extenso informe. Kruschev hacía caso omiso de los tres
grandes procesos de Moscú de 1936 a 1938, en los que se había visto a la vieja
guardia bolchevique confesar crímenes inverosímiles. Ni una palabra tampoco
sobre el proceso a puerta cerrada del mariscal Tukachevski, también condenado a
muerte, ni sobre la suerte del millón de trotskistas o sospechosos de serlo que
fueron fusilados en 1937-38. El leitmotiv del orador era que también las
víctimas de Stalin eran estalinistas. Un epílogo curioso a este congreso de
“vencedores” al que le sucederían otras represiones contra los fieles al
dictador.
Otra página
importante del informe trataba de la incapacidad militar de Stalin: no sólo no
había estado nunca en el frente, sino que además habría seguido el curso de los
acontecimientos militares en un mapamundi. El culto a la personalidad le
permitiría luego atribuirse todas las victorias del Ejército Rojo. Con toda
evidencia, Nikita Kruschev no tenía elección: para desarticular la fe de acero
que el pueblo alimentaba en el vencedor de un fascismo mucho más potente
militarmente, había que reventar el estereotipo del bien amado jefe. Sin
embargo, esta argumentación se veía desmentida por los testimonios de la mayor
parte de personalidades occidentales que habían estado juntos a Stalin durante
la guerra. Más aún, ningún mariscal o militar de alta graduación del Ejército
Rojo suscribió esta versión. Aunque aliado de Kruschev, el mariscal Jukov no
quiso tomar partido.
¿Qué proponía
entonces el “jefe de la desestalinización”? Prometía volver a la legalidad, lo
que significaba el fin de los extraños desplazamientos de población que había
provocado el terror estalinista en el país. Había que mantener las posiciones
adquiridas y convertirlas en hereditarias mediante la continuación de los
privilegios de las élites. Para el pueblo esto significaba muy poco.
Cinco años más
tarde, en 1961, con ocasión del XXII Congreso del PCUS, Kruschev decidía
expulsar a Stalin del mausoleo de la Plaza Roja y proponía un programa de
desarrollo sobre un periodo de 20 años. De creerlo, en 1981, la URSS sería la
primera potencia mundial. Las cifras sobre la producción de acero, de carbón, de
petróleo, de productos agrícolas, etcétera daban fe de la inminencia del triunfo
del comunismo. Pero nadie se dejó engañar por estas estadísticas. El golpe que
provocó el XX Congreso en las conciencias en la URSS llevó a una despolitización
general y a un abandono masivo de la acción colectiva. Nadie protestó pues
cuando se cesó a Kruschev en 1964 ni cuando, años más tarde, uno de sus
sucesores, Leonid Bréznev, instauró el culto −más bien ridículo− de su
personalidad.
Hubo que
esperar todavía dos decenios antes de que, al menos en marzo de 1985, Mijaíl
Gorbachov intentara enlazar de nuevo con la herencia de Kruchev lanzando la
perestroika. Pero era demasiado tarde: la situación socioeconómica y la
conciencia colectiva del país habían cambiado profundamente.
ARRIBA
La Comisión se ha familiarizado con una gran
cantidad de material existente en los archivos de la NKVD y
con otros documentos, y ha establecido muchos hechos que
conciernen la fabricación de cargos contra comunistas, las
falsas acusaciones y los descarados abusos de la legalidad
socialista que tuvieron como consecuencia la muerte de gente
inocente. Es obvio que muchas de las actividades del
Partido, del Soviet y de la economía se tildaron en
1937-1938 de “enemigas”, cuando en realidad no las
realizaban ni enemigos ni espías ni saboteadores, etc., sino
comunistas honrados. Se trataba de gente acusada
injustamente, que −no pudiendo soportar tanta bárbara
tortura− se autoacusaban, por orden de los jueces
investigadores y de los falsificadores, de toda clase de
crímenes graves e increíbles. La Comisión ha presentado al
Presidium del CC un material extenso y bien documentado
referente a las represiones en masa llevadas a cabo contra
los delegados del XVII Congreso del Partido y contra
miembros del CC elegidos en ese Congreso. Este material ha
sido estudiado por el Presidium del CC y éste ha comprobada
que de los 139 miembros y candidatos del CC del Partido que
se eligieron en el XVII Congreso, 98 de ellos, es decir el
70 %, fueron detenidos y fusilados, la mayor parte entre
1937 y 1938. ¿Cuál era la composición de los delegados que
participaron en el XVII Congreso? Se sabe que el 80 % de los
participantes con voto del XVII Congreso ingresó en el
Partido en la época de la conspiración anterior a la
revolución y durante la guerra civil; esto significa antes
de 1921. El origen social de la masa de los delegados era la
clase trabajadora (60 % de los miembros con voto). Por esta
razón es inconcebible que un Congreso así constituido
eligiese al CC una mayoría compuesta por enemigos del
Partido. La única razón por la cual se tildó al 70 % de los
miembros del CC y de los miembros elegidos al XVIII Congreso
de “enemigos del pueblo y del Partido”, es porque se difamó
a comunistas honrados por medio de acusaciones fabricadas,
minando así gravemente la legalidad revolucionaria.
El mismo
destino hallaron no sólo los miembros del CC, sino también la mayoría de los
delegados al XVII Congreso del Partido. De los 1.906 delegados que fueron allí
ya sea para votar o para aconsejar, 1.108 fueron apresados y acusados de
crímenes contra la revolución, es decir un número superior a la mayoría. Este
mero hecho demuestra cuán absurdos, cuán contrarios al sentido común fueron los
cargos de crímenes “contra-revolucionarios” esgrimidos en contra de ellos, ya
que no nos es posible entender cómo la mayoría de los componentes del XVII
Congreso pudiesen haber merecido tales acusaciones.
Recordaremos
que el XVII Congreso, del Partido se conoce históricamente como el Congreso de
los Victoriosos. Los delegados a ese Congreso habían participado activamente en
la construcción del Estado Socialista; muchos de ellos habían sufrido y
soportado lo indecible por el Partido durante los años pre-revolucionarios.
Ellos lucharon contra el enemigo valientemente y enfrentaron la muerte cara a
cara, sin temor. ¿Cómo nos va a ser posible creer que esa gente se demostrase
posteriormente traidora y que hubiese ingresado en las filas de los enemigos del
socialismo durante el período posterior a la liquidación política de los
zinovievistas, trotskistas y derechistas y después de las grandes conquistas de
la construcción socialista? Lo cierto es que todo esto fue el resultado de la
forma en que Stalin abusó del poder y comenzó a utilizar el terror contra los
jefes del Partido.
¿Cuál es la
razón por la cual las persecuciones en masa contra los activistas se
incrementaron más y más después del XVII Congreso? Es porque en este tiempo
Stalin se había colocada por encima del Partido, por encima del país, de tal
modo que había dejado de tomar en cuenta tanto al CC como al Partido. Stalin
siguió considerando en cierto modo la opinión colectiva hasta el XVIII Congreso,
pero después de la liquidación política de los trotskistas, zinovievistas y
bujarinistas, cuando −como resultado de la lucha y de las victorias socialistas−
el Partido había logrado la unidad, Stalin dejó de valorar aún en grado mínimo a
los miembros del CC del Partido y aun a los del Buró Político; Stalin pensó que
ahora podía decidirlo todo por su cuenta, y que necesitaba sólo la ayuda, de
datos, estadísticos, y lo cierto es que trataba a todos los que no estudiaban
las estadísticas, de un modo tal que sólo les era posible escucharle y alabarle.
Después del
asesinato criminal de S. M. Kirov, el amigo más íntimo de Stalin, miembro del
Politburó y jefe del Partido en Leningrado (su asesinato en 1934 fue el pretexto
para iniciar una gran purga), comenzaron las persecuciones en masa y las
violaciones brutales de la legalidad soviética. En la tarde del 10 de diciembre
de 1934, por iniciativa de Stalin (sin la aprobación del Politburó), el
Secretario del Comité Central Ejecutivo, Yenukidze, firmó la siguiente
directiva:
1. - Se
ordena a los servicios de investigación que aceleren los casos de las
personas a quienes se acusa de la preparación y ejecución de actos de
terror.
2. - Se
ordena a los organismos judiciales que no aplacen las ejecuciones de las
penas de muerte dictadas por crímenes de esta categoría para examinar las
posibilidades de indulto, porque el Presidium del Comité Central Ejecutivo
de la URSS no considera posible aceptar peticiones de esta índole.
3. - Los
organismos del Comisariado de Asuntos Interiores deben ejecutar las penas de
muerte contra los criminales de la categoría arriba mencionada
inmediatamente que se dicten las sentencias. (Yenukidze, uno de los más
antiguos amigos de Stalin, ejecutado en 1937).
Esta directiva
fue la base de una serie de acusaciones en masa y de abusos contra la legalidad
socialista. Durante muchos de los juicios fabricados se acusó a los reos de
preparar actos de terrorismo; esto les privaba de la posibilidad de que sus
casos fuesen reabiertos aun cuando ellos declararan ante el Tribunal que se les
había hecho confesar a la fuerza o cuando, de un modo convincente, rechazaban
las acusaciones esgrimidas contra ellos. |
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ARRIBA
Debe afirmarse que hasta el momento las
circunstancias que rodean el asesinato de Kirov encubren
muchos asuntos inexplicables y misteriosos que exigen un
examen más cuidadoso. Hay razones que permiten suponer que
el asesino de Kirov, Nikolayev, fue ayudado por uno de los
hombres asignados para proteger la persona de Kirov. Mes y
medio antes del asesinato, Nikolayev fue apresado por
suponérsele un comportamiento sospechoso, pero se le dejó en
libertad y ni siquiera se le registró. Es causa de sospecha
el hecho de que cuando el miembro de la Cheka designado para
proteger a Kirov fue conducido para ser interrogada el 2 de
diciembre de 1934, murió en un accidente automovilístico,
del cual salieron ilesos todos los otros ocupantes del
vehículo. Después del asesinato de Kirov, altos funcionarios
del NKVD en Leningrado fueron condenados sin severidad, pero
en 1937 se les fusiló. Podemos presumir que se les fusiló
con el objeto de cubrir los rastros de los organizadores del
asesinato de Kirov.
Las persecuciones en masa aumentaron inmensamente de 1936 en
adelante y después de un telegrama de Stalin y Jdanov (antes de
su muerte repentina en 1948, se consideraba a Jdanov como el
posible sucesor de Stalin) fechado en Sochi el 25 de septiembre
de 1936 y, dirigido a Kaganovich, Molotov y otros miembros de
Politburó. Este telegrama decía lo siguiente:
“Consideramos absolutamente indispensable
que el camarada Yejov sea nombrado Comisario del Pueblo para
los asuntos interiores. Yagoda ha demostrado ser incapaz de
desenmascarar al bloque trotskista-zinovievista. La OGPU
lleva un atraso de cuatro años en este asunto. Ello lo han
notado todos los militantes del Partido y la mayoría de los
representantes de la NKVD”.
Yagoda y Yejov fueron jefes de la Policía Secreta en períodos
sucesivos. Yagoda, después de iniciar la gran purga cayó preso
en ella y fue liquidado en 1938, Yejov asumió la dirección de
las purgas y las prolongó enormemente, hasta que fue reemplazado
por Beria en 1938, quien −aparentemente− lo hizo ejecutar.
Esta formulación estalinista de que la NKVD (término
intercambiable con OGPU) llevaba cuatro años de atraso en sus
investigaciones represivas y de que era necesario recuperar el
tiempo perdido, indujo a los miembros de la NKVD a realizar
ejecuciones y detenciones en masa.
Debemos recalcar que se impuso esta formulación a la Sesión
Plenaria del Comité Central del Partido Comunista, celebrada
entre febrero y marzo de 1937. La Sesión Plenaria aprobó la
resolución basándose en el informe Yejov intitulado “Lecciones
que surgen de las actividades nefastas de espionaje y diversión
organizadas por agentes japoneses, alemanes y trotskistas”. Por
lo cual se acordó lo siguiente:
“El Pleno del Comité Central del Partido
Comunista Bolchevique considera que todos los hechos
revelados durante la investigación de una actividad anti-soviética
de origen trotskista, apoyada por sus secuaces en las
provincias, demuestran que el Comisariado del Pueblo de
Asuntos Interiores se ha atrasado por lo menos cuatro años
en el trabajo destinado a desenmascarar a los inexorables
enemigos del pueblo”.
Es así que las persecuciones en masa se estimulaban en este
tiempo en nombre de la lucha contra el trotskismo. ¿Es cierto
que los trotskistas en ese tiempo constituían un peligro para el
Partido y el Estado Soviético? Debemos recordar que en 1927, en
vísperas del XV Congreso del Partido, el movimiento trotskista-zinovievista
de oposición sólo obtuvo 4.000 de los 724.000 votos emitidos.
Durante los diez años que transcurrieron entre el XV Congreso
del Partido y el Pleno de febrero y marzo del CC del Partido, el
trotskismo se había debilitado del todo, muchos trotskistas de
antes habían variado de opinión y trabajaban en diversos
sectores por la construcción del socialismo. Queda en claro que
la marcha de la construcción socialista era tal que no
justificaba el terror y las represiones en masa por todo el
país.
Lo cierto es que Lenin enseñó que sólo era necesario recurrir a
la violencia revolucionaria cuando existía resistencia de parte
de las clases explotadoras y tenían poder. Tan pronto como la
situación política de la nación hubo mejorado, cuando en enero
de 1920 el Ejército Rojo se apoderó de Rostov, logrando su más
importante victoria sobre Denikin, Lenin dio órdenes a
Deherjinsky (primer jefe de la Policía Secreta Bolchevique) de
cesar el terror y de abolir la pena de muerte. Lenin justificó
esta importante medida política del Estado Soviético del
siguiente modo en su informe a la Sesión del Comité Central
Ejecutivo del 2 de febrero de 1920:
“Nos vimos obligados a recurrir al terror
debido a que el terror lo practicó la Entente cuando
poderosas potencias del mundo lanzaron sus hordas contra
nosotros. No hubiésemos durado dos días si no hubiésemos
respondido a estos atentados de la oficialidad y de la
Guardia Blanca sin dar cuartel. Tuvimos que recurrir al
terror, pero fue la Entente, debido a sus métodos
terroristas, la que nos obligó a hacerlo. Pero tan pronto
como logramos una victoria decisiva y aún antes de que
terminase la guerra, inmediatamente después de la toma de
Rostov, renunciamos a la pena de muerte, probando así
nuestra decisión de llevar a cabo nuestro programa en la
forma en que lo habíamos prometido. Decimos ahora que
nuestra decisión de recurrir a la violencia es consecuencia
de nuestra determinación de neutralizar a los explotadores,
los grandes terratenientes y los capitalistas. Tan pronto
como se logró esto, abandonamos el uso, de métodos
despiadados. Lo hemos probado en la práctica”.
Stalin renegó de estos claros preceptos de Lenin. Stalin lanzó
al Partido y la NKVD a una política de terror cuando las clases
explotadoras de nuestro país habían sido liquidadas, por lo cual
no había razón que la justificara.
Este terror tenía como objeto no eliminar los restos de las
clases explotadoras, sino perseguir a trabajadores honrados del
Partido y del Estado Soviético; contra ellos se esgrimieron
acusaciones difamantes, falsas y absurdas, atribuyéndoseles
intenciones ocultas de espionaje, sabotaje y la preparación de
complots ficticios, etc.
En el Pleno del Comité Central celebrado entre febrero y marzo
de 1937, muchos de sus miembros pusieron en duda la justeza del
curso que se había impuesto a los acontecimientos al mantener
las represiones en masa bajo el pretexto de que se combatía
intenciones ocultas.
El camarada Postyshev, jefe del Partido en Ucrania, quien
desapareció en 1937, expresó con mucha habilidad sus dudas al
respecto, observando:
“Mi pensamiento me induce a considerar que
los severos años de lucha han terminado; los miembros del
Partido que han perdido su vigor, se han desmoralizado y
unido al campo del enemigo; elementos saludables siguen
luchando por el Partido. Estos han sido los años de la
industrialización y la colectivización. No me es posible
pensar que después del período de severidad, Karpov y gente
como él se encuentren junto al enemigo. (Karpov fue un
miembro del Comité Central Ucraniano que Postyshev conocía
bien). Y ahora, según lo que aquí se muestra, resulta que
Karpov fue reclutado en 1934 por los trotskistas.
Personalmente no creo que en 1934 un miembro honrado del
Partido, que durante largo tiempo marchó sin cejar por el
duro camino que imponía la lucha contra los enemigos del
Socialismo y del Partido, podría traicionar en esa forma. Yo
no lo creo... No me puedo imaginar que sea posible estar con
el Partido durante los años difíciles y luego, en 1934,
pasarse a los trotskistas. Esto es algo muy raro...”
Utilizando la formulación de Stalin que establece que mientras
más cerca nos hallamos del socialismo, más enemigos le surgen, y
basándose en la resolución aprobada por el Plena del CC
celebrado entre febrero y marzo y que es consecuencia del
informe de Yejov, provocadores que se habían infiltrado en los
organismos de seguridad del Estado comenzaron a proteger −en
nombre del Partido− la persecución en masa que se realizaba
contra los miembros del Partido, los líderes del Estado
Soviético y los simples ciudadanos soviéticos. Basta anotar que
el número de personas apresadas por crímenes
“contrarrevolucionarios” aumentó diez veces entre 1936 y 1937.
La mayoría de los miembros y candidatos del Comité Central
elegidos durante el XVII Congreso y apresados entre 1937 y 1938,
fueron expulsados ilegalmente, lo que constituye un abuso brutal
de los Estatutos del Partido, por cuanto el CC reunido en Pleno
jamás estudió sus casos.
Ahora bien, cuando se examinaron las acusaciones contra estos
presuntos espías y saboteadores se encontró que se habían
inventado sus crímenes. Las confesiones de culpabilidad de
muchos de esos presuntos enemigos del pueblo se obtuvieron
sometiéndolos a torturas inhumanas y crueles.
Al mismo tiempo Stalin, según nos han informado los miembros del
Politburó de ese tiempo, jamás mostró a ese organismo las
declaraciones hechas por los acusados ante el Tribunal Militar,
en las cuales, negaban sus confesiones y solicitaban que se
reabriera su proceso. Declaraciones de ese tipo había muchas y
Stalin las conocía.
El CC considera indispensable informar al Congreso acerca de
muchos de estos casos fabricados contra los miembros del Comité
Central del Partido elegidos en el XVII Congreso.
Un ejemplo de provocación vil, de falsificación detestable y de
violación criminal de la legalidad revolucionaria es el caso del
que fuera candidato al Politburó del Comité Central, un eminente
trabajador del Partido y del gobierno soviético, el camarada
Eikhe, que había ingresado en el Partido en 1905. Se detuvo al
camarada Eikhe el 29 de abril de 1938 a raíz de un informe
difamante, sin la sanción del fiscal de la URSS, que se recibió
finalmente quince meses después de que se le detuviera. La
investigación del caso Eikhe se verificó de un modo que violó la
legalidad soviética en forma absoluta y sobre las bases de una
falsificación consciente de los hechos.
Se le obligó a Eikhe, bajo tortura, a firmar antes de tiempo un
protocolo de sus confesiones preparado por los jueces a cargo de
la investigación, que lo acusaban de actividades antisoviéticas.
El 1° de octubre de 1939 Eikhe envió una declaración a Stalin,
en la cual negó categóricamente su culpabilidad y solicitó que
se revisara su caso. En esa declaración decía: “No hay miseria
más grande que estar sentado tras las rejas de una cárcel del
gobierno por el cual uno ha luchado con todas sus fuerzas”. Una
segunda declaración de Eikhe, que él envió a Stalin el 27 de
octubre de 1939, se ha conservado. Se puede leer en ella lo
siguiente:
“El 25 de octubre de este año se me informó
que una investigación de mi caso había culminado y se me
permitió acceso a los documentos de esa investigación. Si
fuese cierta la centésima parte de los crímenes de que se me
acusa no me habría atrevido a enviarle esta declaración
antes de que se me ejecutara: no obstante no soy culpable de
una sola de esas acusaciones y mi corazón se encuentra
limpio aún de la sombra de una bajeza. Jamás en mi vida le
he dicho a Vd. una sola mentira y ahora que tengo mis dos
pies en la tumba, tampoco le miento. Todo mi caso es un
ejemplo típico de provocación, difamación y violación de las
bases elementales de nuestra legalidad revolucionaria... Las
confesiones que se incluyen en mi expediente no sólo son
absurdas, sino que contienen además declaraciones difamantes
acerca del CC del Partido Bolchevique y del Consejo de
Comisarios del Pueblo, por cuanto resoluciones correctas del
Comité Central del Partido Bolchevique y del Consejo de
Comisarios del Pueblo, que no se tomaron a raíz de una
iniciativa mía y en las cuales no intervine, se presentan
como actos hostiles de organizaciones contrarrevolucionarias
realizados por insinuación mía.
Ahora me refiero a la parte más vergonzosa
de mi vida, o sea, a mi confesión de estar envuelto en
actividades contrarrevolucionarias... El caso es el
siguiente: No me fue posible soportar las torturas a que me
sometieron Ushakov y Nikolayev (oficiales de la NKVD), y
especialmente el primero, que, sabiendo que tenía las
costillas rotas y que ellas todavía no se habían soldado, me
causó mucho dolor, obligándome así a acusarme a mí mismo y a
otros.
La mayor parte de mi confesión me fue
sugerida o dictada por Ushakov, el resto es mi
reconstrucción del material proporcionado por la NKVD
referente a Siberia Oriental y por él asumo toda
responsabilidad. Cada vez que alguna parte de lo que se
había dictado, o sea, de la historia fabricada por Ushakov,
se mostraba inconsistente, se me obligaba a firmar una
modificación.
Le ruego y solicito que estudie nuevamente
mi caso y no con el objeto de que se me indulte, sino con la
finalidad de desenmascarar la vil provocación que como una
serpiente se ha envuelto en torno a muchas personas como
consecuencia de mezquindad y difamación criminal. Yo nunca
lo he traicionado a Vd. ni al Partido. Sé que muero debido
al vil y mezquino trabajo de enemigos del Partido, del
pueblo, que han fabricado esta provocación contra mí”.
Parecería que una declaración tan importante merecía llevarse al
CC para que él la examinara. Esto no se hizo y la declaración
fue enviada a Beria mientras se seguía maltratando al candidato
al Politburó, camarada Eikhe. El 2 de febrero de 1940 se llevó a
Eikhe ante el tribunal.
El 4 de febrero, Eikhe fue fusilado. Ahora se ha establecido en
forma definitiva que el caso de Eikhe fue fabricado enteramente;
se le ha concedido una rehabilitación póstuma.
El camarada Rudzutak, candidato a miembro del Politburó, miembro
del Partido desde 1905, que había sufrido diez años de
encarcelamiento durante el régimen zarista, renegó absolutamente
ante el Tribunal de la confesión que se le había obligado a
firmar. Los protocolos de la sesión del Colegio del Tribunal
Supremo Militar contienen la siguiente declaración de Rudzutak:
“... La única petición que hace el Tribunal
es que el Comité Central del Partido Comunista Bolchevique
sea informado de que la NKVD cuenta entre los suyos con un
núcleo que hábilmente fabrica documentos acusatorios que
obligan a gente inocente a confesar; no se le da a uno
oportunidad de demostrar que no ha participado en los
crímenes que las confesiones de otras personas establecen.
Los métodos de investigación son tales que obligan a mentir
a las personas y a difamar a gente enteramente inocente
fuera de los que ya soportan una acusación. Le pide al
Tribunal que se lo permita informar al CC del Partido
Comunista Bolchevique acerca de todo esto por escrito. Él
asegura al Tribunal que personalmente no ha tenido nunca
intenciones malignas respecto a la política de nuestro
Partido, porque siempre ha estado de acuerdo con la política
del Partido en lo que concierne a las actividades culturales
y económicas”.
Esta declaración de Rudzutak se ignoró a pesar de que Rudzutak
era en ese momento jefe de la Comisión de Control Central que se
había organizado de acuerdo con las concepciones de Lenin con el
objeto de luchar por la unidad del Partido... De este modo cayó
el jefe de este alto organismo víctima de una voluntad bestial y
antojadiza; ni se le hizo comparecer ante el Politburó del CC,
porque Stalin no quería hablar con él. En veinte minutos se
decidió su sentencia y fue fusilado. Después de estudiar
cuidadosamente este caso en 1955, se estableció que la acusación
contra Rudzutak era falsa y que se basaba en material difamante.
Rudzutak ha sido rehabilitado después de su muerte. La forma en
que trabajaba la NKVD para fabricar diversos centros ficticios
antisoviéticos y bloques de la misma índole con la ayuda de
métodos provocadores se esclarece en la confesión del camarada
Rosenblum, miembro del Partido desde 1906, a quien se detuvo en
1937 en Leningrado por orden de la NKVD.
ARRIBA
Durante el examen a que fue sometido en 1955
el caso de Komarov, se supo lo siguiente acerca de Rosenblum:
Cuando Rosenblum fue detenido en 1937, se le torturó en
forma terrible y se le ordenó que confesara informaciones
falsas respecto a su persona y a otras. Entonces se le llevó
a la oficina de Zakovsky (alto oficial de la Policía
Secreta), quien le ofreció su libertad a condición de que
confesara ante el Tribuna lo que se había fabricado contra
él en la NKVD en 1937, referente a sabotaje, espionaje y
trabajo en un centro terrorista de Leningrado. Con cinismo
increíble Zakovsky habló revelándome cómo operaba el vil
mecanismo para la ingeniosa creación de complota
antisoviéticos ficticios.
“Con el objeto de informarme al respecto
−dijo Rosenblum− Zakovsky me insinuó varias posibles
variantes de la organización del centro de Leningrado y sus
sucursales. Después de explicarme la organización en
detalle, Zakovsky me dijo que la NKVD estudiaría el caso de
este centro, observando que el juicio sería público. Ante
los tribunales se acusaría a cuatro o cinco supuestos
miembros de este centro, a Chudov, Ugarov, Smorodin, Pozern,
Shaposhnikova (esposa de Chudov) y otros, conjuntamente con
dos o tres miembros de las sucursales de éste centro... Vd.
mismo, dijo Zakovsky, no necesitará inventar nada. La NKVD
preparará para Vd. una reseña respecto a cada sucursal del
Centro; la tendrá que estudiar muy bien y recordar en
detalle las preguntas y las respuestas que puedan surgir en
el Tribunal. Este caso estará listo dentro de unos tres o
cuatro meses o quizás medio-año.
Durante todo este tiempo Vd. ha de
prepararse de modo que no comprometa ni la investigación ni
a su persona. Su futuro dependerá del desenlace del juicio y
sus resultados. Si Vd. comienza a mentir y atestiguar
falsamente, cúlpese Vd. mismo. Si logra soportarlo, salvará
su cabeza y nosotros lo alimentaremos, y vestiremos a
expensas del gobierno hasta el día de su muerte”.
Este es el tipo de vileza que se practicaba en ese tiempo.
Kamarov, un viejo bolchevique, fue liquidado en la gran purga y
rehabilitado en 1955. Rosenblum cayó víctima de la gran purga.
La práctica de la falsificación de casos puesta en marcha por la
NKVD afectó aún más a las provincias que a la metrópoli. El
material de investigación de ese tiempo demuestra que en casi
todas las regiones y provincias de la República existían
supuestos grupos de derechistas-trotskistas dedicados al
espionaje y al terror, organizados en centros de sabotaje y lo
curioso es que los jefes de todas estas organizaciones, no
sabemos por qué razón, eran siempre los Primeros Secretarios de
los Comités Centrales del Partido Comunista en las provincias o
repúblicas de la Unión Soviética.
Muchos miles de comunistas inocentes y honrados han muerto como
resultado de estas monstruosas falsificaciones y como
consecuencia del hecho de que se aceptó todo tipo de confesiones
difamantes obtenidas por la fuerza y en las cuales existían
autoacusaciones y acusaciones a otro. De esa manera se
fabricaron los casos contra los eminentes trabajadores del
Estado y del Partido: Kossior, Chubar, Postyschev, Korsaryev y
otros.
Durante esos años se aplicó la persecución en gran escala y de
ello resultó la pérdida de muchos leales servidores del Partido.
Se aceptó la viciosa práctica de permitir que la NKVD preparase
lista de personas cuyos casos caían bajo la jurisdicción del
Colegio Militar y las sentencias de esas personas se preparaban
de antemano. Yejov enviaba estas listas a Stalin para que él las
aprobara en persona y sugiriera el castigo. Entre 1937 y 1938,
383 de estas listas que contenían los nombres de muchos miles de
miembros del Partido, del Gobierno, del Komsomol, del Ejército y
de la Economía se enviaron a Stalin. Él aprobó esas listas.
Un gran número de estos casos se está revisando ahora y muchos
de ellos se han anulado porque se basan en falsificaciones.
Basta que se diga que desde 1954 hasta el momento, el Colegio
Militar del Tribunal Supremo ha rehabilitado a 7.679 personas,
muchas de las cuales están muertas. Detenciones en masa de
trabajadores del Partido, de la Economía, del Soviet y del
Ejército han causado enorme daño a nuestro país y a la causa del
desarrollo socialista. La persecución en masa tiene una
influencia negativa sobre las condiciones político-morales del
Partido, puesto que crean una situación de incertidumbre y un
ambiente de sospechas malsanas que destruye la confianza entre
los comunistas. Todo tipo de difamadores y de trepadores se
aprovechó de esta circunstancia.
Las resoluciones del Pleno del CC del Partido Comunista,
celebrado en enero de 1938, habían mejorado en parte la
organización del Partido. No obstante, en 1938 continuaban las
persecuciones. Sólo porque este Partido tiene a su disposición
un fondo moral y político tan poderoso ha podido sobrevivir tras
la difícil etapa de 1937-1938.
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Con justicia acusamos a Yejov por las
prácticas degeneradas que puso en marcha en 1937. Pero
debemos contestar las siguientes preguntas: ¿Es posible que
Yejov detuviera a Kossior sin el consentimiento de Stalin?
¿Hubo un cambio de opiniones o alguna decisión del Politburó
al respecto? No, no hubo, como tampoco lo hubo en otros
casos semejantes. ¿Podría Yejov haber decidido por su cuenta
un asunto tan importante como el que atañe a la vida de un
eminente miembro del Partido? No sería ingenuo creer que
toda esto es la obra particular de Yejov. Es obvio que estos
asuntos los decidía Stalin y que si él no hubiese ordenado y
sancionado todo, Yejov no habría podido operar.
Hemos examinado los casos de Kossior, de Rudzutak (uno de los
miembros del Politburó, que desapareció en 1938), de Postyshev,
de Kosaryev y otros y los hemos rehabilitado. ¿Por qué causa se
detuvo y sentenció a estas personas? Al revisar la evidencia, no
se encuentra razón para ello. Ellos, como muchos otros, fueron
detenidos sin el conocimiento del fiscal. En tal caso no hay
necesidad de que se sancione nada y ¡qué sanción se iba a
necesitar cuando Stalin lo decidía todo! Él era en estos casos
el fiscal. Stalin no sólo estaba de acuerdo con estas
detenciones, sino que él las ordenaba por iniciativa propia.
Debemos decir esto para que los delegados del Congreso puedan
valorar los hechos y llegar a las debidas conclusiones. Los
acontecimientos prueban que muchos de los abusos fueron
ordenados por Stalin sin tomar en cuenta ninguna de las normas
del Partido o de la Ley Soviética. Stalin era un hombre
desconfiado, enfermizamente suspicaz; nosotros lo conocíamos,
porque trabajábamos con él. Podía mirar a un hombre y decir:
“¿Por qué están tan esquivos tus ojos hoy?” o “¿Por qué vuelves
los ojos hacia otro lado y evitas mirarme de frente?” Sus
enfermizas sospechas creaban en él una desconfianza general que
envolvía aun a los más destacados miembros del Partido que
conocía desde hacía muchos años. En todas partes veía enemigos,
agentes dobles y espías. Puesto que poseía un poder ilimitado,
daba rienda suelta a su carácter voluntarioso, asfixiando moral
y físicamente a las personas. Surgió una situación que hacía
imposible que uno expresara su voluntad. Cuando Stalin decía que
era necesario detener a tal o cual persona, había que aceptar
dogmáticamente que se trataba de un “enemigo del pueblo”.
Mientras tanto la pandilla de Beria, que dirigía los organismos
de seguridad del Estado, se superaba fabricando las pruebas de
la culpabilidad de los detenidos y de la veracidad de los
documentos que falsificaba. ¿Y qué pruebas se ofrecían? Las
confesiones de los detenidos; y los jueces instructores
aceptaban estas confesiones. ¿Y cómo es posible que una persona
confiese haber realizado crímenes que no ha cometido? Sólo si se
aplican métodos de tortura física que la reduce a un estado de
inconsciencia, que la priva de su juicio y la despoja de su
dignidad de ser humano. De esta manera se obtenían las
confesiones.
Cuando la ola de detenciones en masa empezó a disminuir en 1939
y los líderes territoriales de las organizaciones del Partido
comenzaron a acusar a los miembros de la NKVD de usar métodos de
presión física, entonces Stalin despachó un telegrama en clave,
el 20 de enero de 1939, al Comité de Secretarios de Regiones y
Territorios, a los Comités Centrales de los Partidos Comunistas
de las Repúblicas Populares, a los Comisarios de Asuntos
Interiores y a los jefes de la NKVD. Establecía este telegrama:
“El Comité Central del Partido Comunista de
la Unión Soviética precisa que la aplicación de métodos de
presión física por la NKVD es aceptada desde 1937 de acuerdo
con el permiso dado por el Comité Central del Partido
Comunista Bolchevique en 1937... Es cosa sabida que todos
los servicios policíacos de los burgueses, utilizan medios
físicos para influir sobre los representantes del
proletariado socialista y que los usan en sus formas más
escandalosas. Cabe preguntarse: ¿por qué el Servicio de
Inteligencia Socialista ha de ser más humanitario con los
enloquecidos agentes de la burguesía, con los mortales
enemigos de la clase trabajadora? El Comité Central del
Partido Comunista Bolchevique considera que se debe
presionar físicamente, aunque sólo cuando se trate de
conocidos y obstinados enemigos del pueblo, siendo en estos
casos justificable y apropiado”.
De esta manera sanciona Stalin, en nombre del CC del Partido
Comunista Bolchevique, la más vil violación de la legalidad
socialista, la tortura y la opresión, todo lo cual condujo a
difamantes acusaciones por parte de gente inocente.
Estos y otros muchos hechos demuestran que todas las normas
correctas del Partido para la solución de diversos problemas se
anularon, de modo que todo dependía del capricho de un hombre:
Stalin.
(Parte del
discurso de Nikita Kruschev del 25 de febrero de 1956)
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