Otto Katz nació el 27 de mayo de 1895 en Jistebnice, en Bohemia,
entonces parte del imperio austrohúngaro. De familia próspera y judía, antes de
instalarse en Berlín, pasó por Praga. En los años veinte, la capital alemana era
primera línea del combate bolchevique por la revolución mundial. Katz ejercía de
periodista y también como gerente de la compañía teatral de Erwin Piscator.
Entró en la órbita de Willi Münzenberg, “el millonario rojo”,
cómplice de Lenin en sus tiempos de Zúrich, y que desarrolló en Alemania un
imperio mediático financiado, según la mitología, con los diamantes de la
familia Romanov.
Otto Katz de porte señorial, fue director de la sucursal alemana
de Mezrabpom-Russ Films, productora y distribuidora cinematográfica que difundía
películas como El acorazado Potemkin. En 1931 viajó a Moscú, donde
pasó dos años. Compatibilizó sus obligaciones con cursos intensivos en la
Escuela Internacional Lenin, la academia de los espías comunistas.
Otto ya era miembro del Partido Comunista Alemán (PKD), pero con
su ingreso en el OGPU, el Directorio Político del Estado, la policía secreta de
la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR) y de la URSS, se
puso al servicio directo del estalinismo.
En aquel momento coincidió junto con una inestabilidad de
Europa, el ascenso de los fascismos y el crash de 1929, el mayor y más
catastrófico acontecimiento de la historia económica. El marxismo-leninismo
ofrecía soluciones y la promesa de un paraíso de los trabajadores. Era una
religión reconfortante que atrajo incluso a la aristocracia.
Otto colaboró con Hubertus, un católico que ostentaba el título
de príncipe de Löwenstein y que se había formado en los rituales secretos de la
Orden de Malta. Katz demostró también tener un poder irresistible para la clase
alta británica. Incluso parece ser que en algún momento controló al círculo de
espías de Cambridge, el grupo de Kim Philby.
Otto Katz llegó a usar hasta 21 alias. Uno de los más conocidos
fue el de André Simon. Ha pasado a la historia como el espía soviético y
estalinista, contrario al régimen instaurado por Hitler, que recorrió el mundo
bajo innumerables identidades. Contribuyó al Partido Comunista como escritor,
editor internacional en cinco idiomas, espía entrenado por Moscú, recolector de
fondos, tesorero, experto instigador de desinformación soviética y organizador
de asesinatos políticos. Katz tuvo una importante influencia en la literatura y
el cine y un gran orquestador del espionaje. No sólo publicó en periódicos con
programas y agendas comunistas, sino que también fue el cerebro de diferentes
libros diseñados para difundir ese programa comunista con el fin de derrotar al
fascismo.
No fue lo que normalmente se piensa que es un espía usual: muy
de vez en cuando se encargaba de robar documentos y llevarlos de aquí a allá,
pero su deber primordial fue el de mensajero cultural y político, fundando
revistas y periódicos de carácter fuertemente político en diversos lugares del
mundo; escribiendo y editando libros; organizando reuniones y conferencias.
ARRIBA
Katz pasó un
gran periodo de tiempo en París donde fue instruido por el
activista comunista Willi Münzenberg. Ambos fueron miembros
del Komintern, la Internacional Comunista o Tercera
Internacional. El Komintern fue una organización comunista
internacional, fundada en marzo de 1919 por iniciativa de
Lenin y el Partido Comunista de Rusia (Bolchevique), que
agrupaba a los partidos comunistas de los distintos países y
cuyo objetivo era luchar por “la supresión del sistema
capitalista, el establecimiento de la dictadura del
proletariado y de la República Internacional de los Soviets,
la completa abolición de las clases y la realización del
socialismo, como primer paso a la sociedad comunista”, como
fijaba en sus primeros estatutos. Se creó con el objetivo de
extender la revolución fuera de la URSS.
Münzenberg instruyó a Otto Katz para que viajara a los EEUU y
ganara apoyo para varias causas pro soviética y antinazi. Así fue como Katz
fundó la Liga Antinazi de Hollywood en 1936, que se llenaría de artistas de
Hollywood procedentes de todo el espectro político, ganados al antifascismo por
el testimonio de una oleada de emigrantes europeos que huían de los nazis.
En 1934 rescató al actor Peter Lorre de una pensión parisiense y
le llevó a Londres, donde hizo su primera película en inglés bajo la dirección
de Alfred Hitchcock. El productor era Ivor Montagu, otro agente soviético. Al
año siguiente, Otto llegó a Hollywood con los datos en su agenda de abundantes
exiliados alemanes: Lorre, Billy Wilder, Ernst Lubitch, Fritz Lang y Marlene
Dietrich. La misión californiana era doble. Urgía extraer dinero a los ricos del
cine y para ello Otto contaba fantásticas historias de la lucha clandestina y
solicitaba ayuda para los refugiados de la Alemania de Hitler, aunque el dinero
terminara finalmente en los cofres del partido.
Katz encarnaba la resistencia a Hitler. Hollywood se enamoró de
su personaje y de esa forma trasuntos suyos aparecieron en varias películas. La
más celebrada fue Casablanca, donde se le reconoce como Victor Laszlo,
cabecilla de los resistentes checos, casado con Ilsa Lund (Ingrid Bergman).
En Watch on the Rhine, su papel estaba a cargo de Paul
Lukas, un húngaro que ganó así el Oscar al mejor actor en 1943, desbancando al
previsible triunfador, el Humphrey Bogart de Casablanca. |
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ARRIBA
Otto bromeaba
con el oficio de espía, “la segunda profesión más antigua
del mundo”. Se lo podía permitir, ya que lo suyo era
realmente la agitación y la propaganda. Podía cruzar
fronteras clandestinamente y moverse entre sombras, pero
prefería la respetabilidad del burgués, un bon vivant
que se alojaba en grandes hoteles y alquilaba pisos en
barrios elegantes.
El FBI le describía
como “un hombre extremadamente peligroso”. Otto destacaba por su
ubicuidad. Los servicios secretos occidentales se reconocían
desconcertados con aquel personaje que vivía a todo tren.
Fogueado en Berlín, Otto Katz estuvo en la primera línea de la
lucha contra el nazismo durante los años treinta, viajando entre
París y Londres, entre Nueva York y Los Ángeles.
Parece ser que Otto
se encontraba entre los numerosos amantes, de ambos sexos, que
Marlene Dietrich mantuvo a lo largo de su vida, lo que facilitó
la entrada de Otto en Hollywood. Pero la realidad es que en 1924
Marlene contrajo matrimonio con Rudolph Sieber, con el que tuvo
su hija María. Sieber era asistente de director cinematográfico,
convirtiéndose más tarde en director de la Paramount Pictures de
Francia. El enlace con Sieber fue su única boda. Rompieron su
nexo marital en 1929, si bien mantuvieron una estrecha relación
confidencial.
Según algunos
indicios Marlene Dietrich contribuyó con Otto Katz a la lucha
antinazi aportando grandes cantidades de dinero destinadas a
sacar de Alemania a intelectuales y políticos comunistas
perseguidos por el Tercer Reich. Se cree que es por esta razón
por la que el FBI poseía archivos secretos con el nombre de
Marlene Dietrich, algunos de los cuales fueron destruidos en los
80.
Ya en los cuarenta,
Marlene ayudó a Otto para conseguir un visado para que pudiera
retornar de México a Estados Unidos, cuando el FBI le tenía
fichado como “agente de la Internacional Comunista y antiguo
miembro de la OGPU”, luego conocida como KGB.
ARRIBA
Cuando se
produce el Alzamiento militar de julio de 1936, Katz se
encontraba en Barcelona. Telegrafió a Hollywood para pedir
ayuda con destino a la Cruz Roja española.
Con permiso del
presidente de la Generalidad de Cataluña Lluís Companys,
registraba pisos y oficinas de supuestos agentes de la Gestapo y
localizaba documentos que desembocarían en un libro llamado
The nazi conspiracy in Spain.
Montó en París una
agencia de prensa, Agence Espagne, famosa por su difusión de
mentiras. Otto también era despreciado por líderes republicanos
como Andrés de Irujo por su desconocimiento de la realidad
española.
Andrés de Irujo
Ollo era hermano de Manuel de Irujo Ollo, ministro de Justicia
de la República bajo la presidencia de Juan Negrín López (del 18
de mayo de 1937 al 5 de abril de 1938). Fue uno de los firmantes
del “Manifiesto republicano” del Ateneo de Madrid que estaba
encabezado por Manuel Azaña Díaz. Al comenzar la contienda se
trasladó a San Sebastián participando en la Brigada de Orden
Público donde se encargó de la custodia de las prisiones de
Ondarreta y Kursaal, evitando ejecuciones arbitrarias a cargo de
los frentepopulistas. Cuando su hermano Manuel fue ministro de
Justicia, él estuvo como secretario del ministerio.
Katz actuaba de
cicerone para visitas de delegaciones extranjeras. El viaje
podía incluir una cita con Ernest Hemingway, en la que no
faltaban copiosas comidas y bebidas. A una de esas fiestas
acudió Arturo Barea, que explica en La forja de un rebelde
su asco ante unos oportunistas que estaban en el Madrid sitiado,
por motivos particulares solo ligeramente coincidentes con la
supervivencia de la República.
Fue la ayuda
militar de Stalin lo que permitió que la guerra se alargara
durante tres años, pero pagando un terrible tributo: la
sovietización del Ejército Popular.
Como explicó el
novelista Gustav Regler, voluntario en las Brigadas
Internacionales, el campo republicano sufrió "la sífilis rusa,
la enfermedad de los espías".
ARRIBA
Como hemos
dicho Otto Katz se dedicaba básicamente a la propaganda
comunista creando revistas, editoriales, dando conferencias
y organizando reuniones informativas. Es por eso que la
situación que sufría el pueblo español en aquella época no
pasaría desapercibida para Katz.
Entre los años
1936-1939 se creó, por parte del bando republicano español en
París una delegación de propaganda de la República.
José Giral Pereira
fue, junto a Manuel Azaña Díaz, el fundador de Acción
Republicana y, más tarde, miembro de la Izquierda Republicana.
En 1936 fue encargado por Manuel Azaña para presidir el
Gobierno, tras el intento de Diego Martínez Barrio de formar
gobierno para frenar la sublevación militar del 17 de julio de
1936. Iniciada la Guerra Civil fue partidario de la entrega de
armas a las organizaciones obreras y de la disolución del
ejército sublevado, pero fue perdiendo autoridad a medida que se
alargaba y radicalizaba la contienda. Finalmente, José Giral se
vio obligado a entregar el poder a Francisco Largo Caballero (5
de septiembre de 1936) y se convertiría en ministro Sin Cartera
(25 de septiembre de 1936).
Es en ese momento
cuando José Giral opta por recurrir a Willi Münzenberg para que
se encargue de la batalla contra la política de No-Intervención
adoptada por las principales potencias democráticas tras el
alzamiento.
La actividad de
Münzenberg en pro del Gobierno español hasta diciembre de 1936,
reflejada en un informe enviado a Moscú en marzo del año
siguiente, contribuyó a intensificar el movimiento de
solidaridad con la República suscitado por la sublevación en los
países democráticos. Desde su oficina del Boulevard de
Montparnasse, y a través de colaboradores comunistas como Otto
Katz y de organizaciones de frente como el Comité Mundial contra
la Guerra y el Fascismo, Münzenberg lanzó una serie de
iniciativas dirigidas a la opinión franco-británica pero con
alcance internacional. Finalmente, creo a principios de 1937 la
Agence Espagne, cofinanciada por el Komintern, bajo la dirección
de Otto Katz.
ARRIBA
Willi
Münzenberg nació el 14 de agosto de 1889 en Erfurt, capital
de Turingia (Alemania) hijo de un tabernero. Creció
en la pobreza. En su juventud se involucró en los sindicatos
y en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Tras la
división del SPD en 1914 en una mayoría moderada (partido
conocido como el SPD Mayoritario, MSPD) y la minoría radical
(conocido como SPD Independiente, USPD) sobre el asunto de
la Primera Guerra Mundial, Münzenberg se puso del lado de la
facción independiente.
Durante la Primera
Guerra Mundial visitó a menudo a Vladímir Lenin en su casa de
Zúrich. En 1918, fue uno de los miembros fundadores del Partido
Comunista de Alemania. También fue presidente de la
Internacional Comunista de la Juventud, siendo el delegado de la
misma en el 2º Congreso Mundial de la Internacional Comunista.
En 1924, Münzenberg
fue elegido para el Reichstag, y sirvió como miembro hasta la
prohibición del Partido Comunista de Alemania en 1933.
Durante el periodo
de la República de Weimar (1919-1933), ganó la reputación de
propagandista brillante. Su primer éxito fue su campaña para
recaudar dinero y alimentos para la hambruna rusa de 1921. En
1924 lanzó Arbeiter-Illustrierte-Zeitung, que se
convirtió en el periódico socialista ilustrado más leído de
Alemania. Por añadidura, trabajó cercanamente con el Komintern y
la policía secreta soviética, conocida como la Cheka entre 1917
y 1922 y como el OGPU entre 1922 y 1934, para hacer avanzar la
causa comunista internacionalmente.
Münzenberg fundó
varias organizaciones como la Liga Mundial contra el
Imperialismo, el fondo para Ayuda Internacional de los
Trabajadores y la Defensa Sindical Internacional para propagar
las ideas comunistas. Instruyó a su asistente, agente del
Komintern, Otto Katz, para viajar a los Estados Unidos para
ganar el apoyo de varias causas pro soviéticas y antinazis. Con
la intención de ofuscar los orígenes de sus operaciones,
Münzenberg creó numerosas organizaciones para controlar otras
suborganizaciones. La inteligencia fascista y occidental
generalmente llamaba a este conjunto como el “Grupo Münzenberg”.
Por añadidura, usaba estas organizaciones para hacer inversiones
en negocios, llevando de esa forma un estilo de vida acomodado.
Tras dirigir la
comisión del Komintern del caso Sacco y Vanzetti en 1925,
Münzenberg se convirtió en jefe de la Liga Contra el
Imperialismo, creada en Bruselas en 1927. Su mayor éxito fue el
contra juicio que organizó en Londres en el que culpaba a los
nazis del incendio del Reichstag.
Münzenberg envió al
escritor checo Egon Kisch a Australia donde se dirigió a una
multitud de 18.000 personas en el Domain de Sydney contándoles a
los australianos su experiencia de primera mano contra los
peligros del régimen nazi de Hitler. No obstante, los intentos
de formar un Frente Unido contra el fascismo en Australia no
tuvieron éxito.
ARRIBA
Hasta 1936,
Münzenberg permaneció leal a Stalin y a los propósitos de la
política exterior soviética. Estaba al tanto de los crímenes
de Stalin, habiendo sido testigo del uso de mano de obra
esclava en la construcción del Canal de Moscú, durante la
que unos 22.000 prisioneros murieron, y también el cambio de
rumbo del partido comunista alemán para servir a la política
exterior soviética. Realmente, jamás rompió con Stalin.
Urgido a regresar a Moscú por el exiliado compañero en el
KPD Walter Ulbricht, Münzenberg se negó a acudir, ya que
sospechaba que se le llamaba para ser implicado y liquidado
en las mismas purgas que sus organizaciones habían tratado
de oscurecer mediante desinformación. Ulbricht también lo
sabía, y serviría a Stalin para eliminar a alemanes
“desleales” que luchaban en el bando republicano en la
Guerra Civil española. Münzenberg continuó trabajando en
favor de las causas antifascistas por toda Europa
Occidental, donde colaboró en la organización del
reclutamiento y adquisición de armas soviéticas para las
Brigadas Internacionales para luchar en el lado republicano
en la mencionada guerra en España.
Sin embargo, para
1937 su sentencia estaba firmada. Habiendo sido expulsado del
KPD sobre falsos cargos, Münzenberg finalmente se desplazó a la
oposición abierta a Stalin. De regreso a París, se convirtió en
el líder genuino de los emigrados alemanes antifascistas y
antiestalinistas. Su nuevo periódico, Die Zukunft, fue el
antecesor intelectual de Encounter y otras publicaciones
de la guerra fría.
Sus socios
profesionales más cercanos, como Karl Radek, Heinz Neumann y
otros incontables comunistas alemanes, habían sido asesinados o
trabajaban en campos de trabajo soviéticos.
En junio de 1940,
Münzenberg escapó de París, donde había estado realizando
grabaciones anti-nazis, huyendo del avance de las tropas
alemanas. En el sur de Francia, fue encarcelado por el gobierno
de Daladier en el campo para extranjeros de Chambaran a 47
millas al sur de Lyon. Fue allí donde conoció a un desconocido
prisionero comunista, que entabló amistad con él y que le
convenció para escaparse juntos aprovechando el caos de los días
del Armisticio. Algunas fuentes creen que era un agente del NKVD
de Beria. Münzenberg se mostró de acuerdo, y desapareció con el
extraño y uno o dos jóvenes en los primeros días de reclusión.
Fueron los últimos que le vieron con vida.
El 21 de octubre de
1940, en el bosque de Caugnet, en Saint-Marcellin (Isère)
cazadores franceses encontraron el cadáver parcialmente
descompuesto de Münzenberg a los pies de un roble, con un trozo
de cuerda todavía alrededor de su cuello, a poca distancia del
campo. El veredicto del gobierno de Vichy para su muerte, que no
incluía interrogatorios a sus amigos en el campo, fue
oficialmente que se suicidó. Sin embargo, varios testigos
informarían después, de que Münzenberg mantenía el espíritu
alegre durante sus días en el campo y en los primeros días de
huida, por lo que varios observadores han argumentado que
probablemente fuera asesinado por orden de Stalin.
ARRIBA
La sublevación
militar del 18 de julio de 1936 contra el Frente Popular fue
para Stalin y los dirigentes rusos una sorpresa. Y lo fue
porque no encajaba en lo que “informaban” los dirigentes de
la Internacional Comunista (Komintern) destacados en España
y los del PCE, días antes de esa fecha.
Apoyándose en estos
informes, pensaban equivocadamente que la sublevación sería
cuestión de días. Esto mismo creyeron los dirigentes
republicanos españoles y también los alzados. Todos se
equivocaron, pues no tuvieron en cuenta el tono y las
características que se manifestarían en el transcurso de la
Guerra Civil española, que por otro lado, también fue otra
sorpresa que deparó a los dirigentes soviéticos.
Para examinar la
situación surgida en España, que inmediatamente tomaría el
carácter de conflicto internacional, se reunieron la
Internacional Comunista (Komintern), el Consejo de Comisarios
del Pueblo (Gobierno soviético) y el Partido Comunista de Rusia.
Rusia, que se
manifestaba como supremo poder y dirigente de la revolución
proletaria mundial, observó que la revolución española no se
ajustaba a los patrones y a la táctica impuesta a los demás
Partidos Comunistas que dirigía.
Ello no fue óbice
para que se desentendiera o eludiera la cuestión, además de
imponérselo el deber de solidaridad con el pueblo y los
trabajadores españoles, pues sería un descrédito ante los
trabajadores del mundo entero. Por otro lado Rusia aspiraba a
una alianza militar con Francia y a un entendimiento con
Inglaterra frente a la Alemania nazi. La ayuda era
imprescindible pero le resultaba difícil llevarla a cabo, pues
si se descubría el carácter revolucionario proletario que la
guerra iba adquiriendo por parte republicana además de la normal
defensa del poder gubernamental, se vería comprometido su
entendimiento con Francia e Inglaterra, que desde el primer
momento dejaron claro que admitirían una victoria republicana,
pero que el régimen gubernamental tendría que ser de tipo
burgués y no revolucionario del tipo triunfante en Rusia en
1917.
Como quiera que los
sublevados definieran también rápidamente los objetivos que
perseguían, para lo que se apoyaron en la ayuda alemana e
italiana, que les fue pronto concedida, las cosas quedaron
claras desde los primeros momentos de la Guerra Civil. Ante
ello, la Komintern destacó a Francia y España a varios delegados
y agentes, expertos en conflictos internacionales y figuras
destacadas de la Internacional Comunista: Palmiro Togliatti,
Stoian Petrovich Mineev (“Stepanov”) y Jacques Duclós, se
unieron a los que con carácter permanente había en España:
Vittorio Codovila, Vittorio Vidali (“comandante Carlos”) y
otros. Después llegaría también el agente de la Sección Especial
“G.B.” de la NKVD, el checo Otto Katz y el húngaro Ernö Gerö,
quienes pusieron en marcha el “Plan” que ya tenían trazado para
Cataluña desde el mes de mayo anterior al Alzamiento. Otto Katz,
en unión de Willi Münzenberg, montaron poco después en París, el
Centro de Actividades de la “G.B.”, exclusivo para España.
Rápidamente redactaron un informe de la investigación llevada a
cabo en Barcelona, Valencia y Madrid, ante el que Stalin decidió
llevar a cabo la primera ayuda soviética a la España
republicana, que consistió en mercancías diversas, no
decidiéndose aún por el envío de armamento. Junto con las
mercancías llegaron también varios agentes soviéticos, que
quedaron a los órdenes del denominado “Cónsul General de Rusia
en Cataluña, Vladimir Antonov Ovseenko, también miembro de la
NKVD”.
La llegada del
primer cargamento de ayuda en el barco “Konsomol” al
puerto de Barcelona fue seguida de una desproporcionada
propaganda, presentando al pueblo soviético y a la URSS como los
mayores amigos del pueblo republicano español. Esto fue el
principio de la estrategia diseñada por Stalin para la Guerra
Civil española, que conduciría a su dominio total en el terreno
económico, político y militar. La cuestión sindical quedaba
relegada a un segundo plano, ya que se dio cuenta que un
enfrentamiento con la CNT, dominante en Barcelona, no
facilitaría sus objetivos.
La contribución de
Rusia en hombres en la Guerra Civil española no puede valorarse
por el número sino por la calidad de los mismos. Eran técnicos y
militares muy cualificados, que influyeron decisivamente tanto
en la vida política del bando republicano como en el desarrollo
de las operaciones militares. Si bien alguno de ellos ya habían
llegado a España con anterioridad incluso al 18 de julio de
1936, no fue hasta el mes de agosto cuando llegó el grueso de
los mismos, unos 500 (encargados de negocios, técnicos,
agregados, secretarios, policías y traductores) junto con el
recién nombrado embajador ruso en Madrid Marcel Izvalevic
Rosemberg, incorporado el día 27 de agosto de 1936, al que unos
días antes, el 23 de agosto 1936 se había anticipado en su
presentación oficial el Cónsul General de Rusia en Cataluña
Vladimir Antonov Ovseenko.
Primero actuaron
como “observadores” y luego como “consejeros y asesores”, al
tiempo que técnicos especialistas, aviadores y tanquistas,
empezaron a manejar el material de guerra ruso que iba llegando.
Sutilmente fueron “infiltrándose” en todos los resortes, tanto
del Poder como de las operaciones militares, absorbiendo
totalmente la dirección de la guerra, actuando incluso, a veces,
sin sujetarse al Gobierno republicano, que nunca consiguió
averiguar la exacta realidad del contingente militar ruso.
En septiembre de
1936, se había instalado en el Ministerio de la Guerra
republicano un Estado Mayor ruso.
En ese momento, el
principal consejero militar soviético de la República, era el
general Jan Karlovich Berzin, llamado familiarmente “El Viejo”.
Ostentaba la graduación de general del Ejército de la URSS. A
los 16 años capitaneaba en la Rusia de los Zares una banda de
guerrilleros, siendo herido, capturado, sentenciado a muerte y,
al fin, por su corta edad, conmutada esta pena por la de
destierro a Siberia, de donde logró escapar. Tomó parte activa
en las jornadas rojas de 1917, y Trotsky le distinguió de modo
particular, empujándole en su carrera y llegando en ésta a ser
jefe de Espionaje Militar del Ejército Soviético. Fue enviado a
España, figurando como agregado militar, elevando informes
directos a Stalin y a Vorochilov. Marchó con el Gobierno
republicano a Valencia el día 6 de noviembre de 1936. En Madrid,
a partir de entonces quedó otro general Vladimiro Goriev, quien
participó activamente en la defensa de la capital. Su despacho
se encontraba junto al de José Miaja Menant –que quedó al frente
de la Junta de Defensa de Madrid– en los sótanos del edificio
madrileño del Ministerio de Hacienda.
ARRIBA
Por iniciativa
propia, Indalecio Prieto Tuero ministro de Defensa Nacional,
se habilitaron unos despachos en la Subsecretaría de Marina,
para que fueran ocupados por la denominada “Comisión de
Industrias de Guerra”, que se encargaba solamente del Arma
de Tierra, formada por: coronel Soto (Artillería) – coronel
Vidal (Artillería) – teniente coronel Fuentes (Artillería) –
teniente coronel Morell (Artillería de la Armada) – teniente
coronel Fernández De La Vega (Artillería de la Armada) –
Otros Jefes y Oficiales – Elementos de los Sindicatos. A
finales de agosto de 1936, esta Comisión pasó a denominarse
“Comisaría de Armamento y Municiones”, regida por Indalecio
Prieto. Hasta ella llegaron ofertas de “Consejeros” de
Industrias de Guerra, al margen de los organismos oficiales.
Estas ofertas de
“Asesores” llegarían de la misma forma que en otros sectores
republicanos. La Comisión los aceptó y los fue “acoplando” a
equipos de trabajo que organizaba para planear y dirigir
fábricas y talleres de armamento. Estos “técnicos” adolecían de
aires de suficiencia y empleaban términos autoritarios, lo que
originó enfrentamientos con los trabajadores y Comités de
fábricas y talleres. Entre estos técnicos, había camuflados
elementos políticos y policíacos, que dieron lugar asimismo a
conflictos.
ARRIBA
Conocido como
Emilio Kléber o general Kléber, utilizó también los apodos
de Lazar Stern, Lazar Manfred Stern y Manfred Stern,
convirtiéndose en el primer “asesor” soviético en la España
republicana, recomendando el rápido envío de material de
guerra, especialmente aviones y tanques.
Su misión en España
era mandato directo de Stalin, al igual que los demás
“instructores”, entre ellos Palmiro Togliatti y Vittorio
Codovila. Stalin, tuvo que tomar una decisión que no admitía
demora. Los informes que le llegaban de los “asesores” e
“instructores” eran coincidentes en la urgencia del envío de
armamento.
Stern fue enviado a
España para ser integrado de inmediato en las Brigadas
Internacionales gracias a sus habilidades políticas y su valiosa
experiencia militar.
Una vez en España,
Stern adoptó el nombre de Emilio Kléber, invocando ser un
soldado aventurero de origen austriaco pero nacido en Canadá,
versión que confirmaron ante la República sus jefes soviéticos.
Como militar, mandó la XI Brigada Internacional al empezar los
combates de la Casa de Campo durante la defensa de Madrid en
noviembre de 1936. Al ser repelido el ataque del bando nacional
contra la capital española con una muy buena actuación de las
Brigadas Internacionales, Kléber ganó gran fama internacional
como “salvador de Madrid” en concordancia con la propaganda
auspiciada por la URSS.
La súbita fama como
“general Kléber” le generó a Stern un lugar preeminente entre
los jefes de las Brigadas Internacionales y convertirse en una
celebridad entre los simpatizantes de la República española en
todo el mundo. Esta fama no buscada empezó a generar las
sospechas de Stalin, ya embarcado entonces en la Gran Purga de
1937 y muy desconfiado ante todo líder comunista que ganara gran
reconocimiento público fuera de la URSS.
El general Kléber
participó luego en otros combates importantes, como la batalla
de Brunete y la batalla de Belchite, pero los deficientes
resultados obtenidos en ellas redujeron su popularidad entre los
mandos no comunistas del Ejército frentepopulista. En virtud de
ello, a inicios de 1938 Kléber fue relevado del mando de la XI
Brigada, reemplazado por el comunista alemán Hans Kahle; aún así
Stern siguió en España prestando servicios como agente del
Komintern, enlazando con el gobierno republicano y gozando de un
prestigio militar muy elevado entre los miembros del PCE.
Al abandonar España
con motivo de la retirada de las Brigadas Internacionales en
octubre de 1938, Stern fue llamado a Moscú y recibió una oferta
del jefe de la NKVD en España, Alexander Orlov, que deseaba
integrarlo a su servicio, al temer que la fama obtenida por
Kléber en la guerra española le haría presa fácil de las
suspicacias de Stalin. No obstante el general Voroshilov, jefe
de los asesores soviéticos en España, rechazó la transferencia y
determinó que Stern volviera a territorio soviético.
Una vez en la URSS,
Stern fue arrestado, mediante torturas se le arrancaron
confesiones de supuestos actos de traición cometidos en España,
y en mayo de 1939 se le condenó a 15 años de prisión, siendo
encarcelado en un campo de prisioneros del Gulag. Tras esta
condena, el nombre de Stern y las alusiones al “general Kléber”
fueron borrados de las historias oficiales soviéticas sobre la
Guerra Civil española. Murió de extenuación física en el campo
de trabajo de Sosnovka, en Siberia, el 20 de febrero de 1954.
ARRIBA
A pesar de que
la situación que se iba creando en la zona republicana, no
coincidía con lo que tenía pensado sobre sus planes y
tácticas a desarrollar en España, se dio la orden de
preparar la “ayuda” a la República española, la cual se
organizaba “directamente” entre los asesores soviéticos y
sus dirigentes. Asimismo estos “asesores” fueron aumentando,
infiltrándose en todos los estamentos republicanos, sin que
el Gobierno los hubiese solicitado. Aún cuando en “teoría”
los agentes de Stalin y de la Komintern llegaban para ayudar
a la República, la “realidad” era que se trataba de crear
una avanzadilla política y militar con base en el PCE, al
que darían la personalidad de la que hasta entonces carecía,
logrando captar adeptos a toda costa, especialmente entre
los militares.
Mientras Stalin se
adhería al Pacto de No Intervención, dando publicidad el 28 de
agosto de 1936 a su Decreto por el que se prohibía en Rusia la
exportación, reexpedición o tránsito de armas, municiones,
aviones, barcos o cualquier otro material de guerra con destino
a España, a partir de septiembre de 1936, decidió intervenir con
la mayor intensidad en la Guerra Civil española. Por esas fechas
llegaron a Moscú tres delegados del Gobierno republicano para
adquirir gran cantidad de armamentos, ofreciendo para pagarlo el
oro de las reservas del Banco de España. Ante esta sustanciosa
oferta y no por simple solidaridad con el “proletariado
español”, Stalin decidió entregar material de guerra, eso sí, de
modo encubierto para evitarse problemas internacionales.
Con este fin se
creó una cadena de empresas comerciales ficticias en varias
ciudades europeas, que comprarían el material, incluida Rusia, y
lo expedirían a España por distintas vías y medios de
transporte. Una de las características de las Misiones Militares
soviéticas, que luego siguió empleándose como norma de conducta
en otros países, fue el sigilo, disimulo o discreción de su
actuación, a la que se unió la selección de sus miembros y el
gran poder que adquirieron, ya que no sólo asesoraban o dirigían
la política y las fuerzas armadas, sino que su actuación afectó
a toda la vida del país, ya que además de su injerencia y
absorción de todas las facetas cotidianas por parte de
activistas, diplomáticos y militares, controlaban todo el tejido
industrial, económico, cultural y social del mismo, bajo la
tutela de un impresionante aparato policial que los tenía
atemorizados y que les impedía desviarse lo más mínimo de las
consignas recibidas.
ARRIBA
Nació
el 7 de junio de 1897 en la Gubernia de Ryazan, al sudeste
de Moscú, en una familia campesina de una aldea rural de
Nazarevo. Una vez terminada la escuela rural, se trasladó a
Moscú, empezando a trabajar como metalúrgico. Fue voluntario
en el ejército imperial en junio de 1916, participando en la
Primera Guerra Mundial, donde desempeñó la función de
mecánico.
Meretskov se afilió
al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, en su facción
bolchevique en mayo de 1917. Después de la Revolución de
octubre, fue el jefe de los Guardias Rojos de Sudogod, en el
Óblast de Vladímir, tomando parte en la supresión del
levantamiento de los kulaks. Entró en el Ejército Rojo en 1918 y
durante la Guerra Civil Rusa, tomó parte en la liquidación del
motín de Guardias Blancos en Murom, siendo herido.
Se graduó en 1921
en la academia militar del Ejército Rojo. En 1922 fue el jefe de
Estado Mayor la 1º División de Caballería de Tomsk, luego
ayudante de Estado Mayor de la 15º Cuerpo de Infantería, y
ayudante de Estado Mayor de la 9º División de Infantería del
Don. Entre 1924 y 1931 desempeñó diversos puestos en el Distrito
Militar de Moscú, en el bielorruso, y en el Ejército Rojo
Especial de Lejano Oriente, estando al mando de Kliment
Voroshílov, Ieronim Uborevich y Vasily Blyukher.
En 1928 se graduó
en los cursos de Estudios Superiores de Mando del Ejército Rojo,
siendo destinado ese año como jefe y comisionado de la 14º
División de Infantería.
En 1931 lo mandaron
a realizar entrenamiento secreto a Alemania, y a su vuelta fue
nombrado Jefe de Estado Mayor de distrito militar de Moscú, y
luego del distrito militar de Bielorrusia hasta 1934, y desde
1935 en el Ejército Independiente Bandera Roja del Lejano
Oriente.
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Meretskov fue
enviado a la Guerra Civil española como asesor militar en
octubre de 1936. La situación en ese momento era la de un
cerco casi completo a Madrid por parte de las tropas
nacionales. Meretskov intervino ante Francisco Largo
Caballero, presidente del Gobierno y ministro de la Guerra,
así como con el general José Asensio Torrado, su segundo, y
el Jefe de Estado Mayor Toribio Martínez Cabrera, en la que
se puso en marcha la organización del nuevo ejército
republicano, ya que la mitad del ejército español estaba del
lado de los sublevados, y el resto se encontraba en total
desorganización.
Meretskov participó
activamente mediante los consejeros militares soviéticos en la
organización de 10 de las Brigadas Internacionales en Albacete,
que con escasa preparación fueron enviadas directamente al
frente, así como de 3 Brigadas Internacionales.
También intervino
frente al anarquista Buenaventura Durruti, convenciéndolo para
que trasladase a sus hombres para defender la República en la
batalla de Madrid.
En dicha defensa,
Merestkov colaboró con el general Rojo y con el general Miaja.
En la batalla del Jarama, Meretskov estuvo a punto de ser herido
al visitar la brigada de Enrique Líster.
En la batalla de
Guadalajara, tuvo un papel relevante en los primeros estadios de
la ofensiva italiana, recomendando la reorganización de las
tropas y cambio de mandos, que resultó efectivo, consiguiendo la
detención de la ofensiva y una grave derrota a las tropas
italianas.
Después de la
batalla de Guadalajara, Meretskov recibió la orden de volver a
Moscú. En mayo de 1937 fue nombrado subjefe del Estado Mayor
General del Ejército Rojo. En 1938 fue destinado como comandante
en jefe de las tropas del Volga, y en 1939 fue nombrado jefe del
Distrito Militar de Leningrado.
Falleció en Moscú
el 30 de diciembre de 1968. Considerado por la historia oficial
soviética como uno de los mejores generales de la URSS en la II
Guerra Mundial, siendo uno de los más condecorados. La urna
conteniendo sus cenizas fue enterrada en el Kremlin.
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En 1940, Otto
Katz (tras organizar una serie de congresos en Paris contra
los nazis), con Egon Erwin Kisch (reportero, periodista y
escritor checoslovaco mundialmente conocido) y con Leo Katz
(escritor que participó en la Guerra Civil española)
llegaron a Méjico con el estatus de asilados políticos tras
haberles negado, por su ideología, el gobierno
estadounidense los visados permanentes solicitados.
En cuanto llegaron
a Méjico, los tres decidieron volcarse en obtener visados para
otros refugiados alemanes que se encontraban en Francia en una
difícil situación ya que, tras firmarse la paz entre el gobierno
francés de Vichy y la Alemania nazi los refugiados de origen
alemán o austriaco deberían ser entregados al gobierno germano.
Las organizaciones anti-nazis de EEUU y de Méjico trataron de
ayudarles pero el gobierno estadounidense cerró el acceso al
país a los refugiados sospechosos de ser comunistas. Por ello
muchos de ellos optaron por el exilio en Méjico.
Este exilio
concibió círculos culturales, agrupaciones, organizaciones y
editoriales. Esto unido a la situación mundial hizo que en
Méjico se reconociera la particularidad del pueblo judío y sus
dimensiones culturales. El grupo judío fue visto como una
minoría oprimida económica y nacionalmente, asumiendo la
responsabilidad colectiva del pueblo alemán por la persecución a
la que estaban sometidos. Otto Katz fue uno de los más
sobresalientes redactores de publicaciones comunitarias judías.
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Curiosamente la
mayoría de los hombres de Stalin en España fueran
posteriormente eliminados por el zar rojo. Inicialmente,
Otto se libró. Pasó buena parte de la Segunda Guerra Mundial
en Hispanoamérica, conspirando y organizando. Regresó a
Europa a tiempo de unirse a los vencedores. En 1951 le
detuvieron. Stalin necesitaba chivos expiatorios para cortar
las ansias de independencia –a la yugoslava– de los países
satélites. Y Katz encajaba en demasiados lugares: judío,
viajero, hedonista, inevitablemente relacionado con
servicios secretos extranjeros. Entró en la fracción de la
llamada “conspiración de Slánsky”, con 14 altas
personalidades acusadas de traición y espionaje.
Rudolf Slánsky fue
uno de los primeros comunistas checoslovacos, además de seguidor
de Stalin. En 1944 fue nombrado secretario general del Partido
Comunista checo. Fue uno de los políticos que más hizo por
instaurar el comunismo en su país. Pero la situación de Slánsky
cambió a partir de las purgas de signo antisemitas promovidas
por Stalin a finales de los años cuarenta en la URSS y en
Hungría. Stalin presionó a Gotwald para que aceptara la
celebración de varios juicios con el fin de erradicar la
influencia judía y de Titoist en el Partido Comunista. Así pues,
Slánsky fue detenido el 23 de noviembre de 1951. Torturado y
bajo esta situación admitió los cargos que se formularon contra
él. Junto con otros diez judíos fue sentenciado a muerte el 26
de noviembre de 1952, y ahorcado el 3 de diciembre.
A título póstumo
fue rehabilitado durante la Primavera de Praga.
Otto Katz se
ofreció inmediatamente a confesar lo que fuera necesario. Aun
así, sus captores le maltrataron durante varios días. Le
esperaba la pena de muerte, junto con 10 de sus desdichados
compañeros; tres fueron condenados a cadena perpetua. En sus
últimas palabras a los jueces introdujo una cita literaria que
sus verdugos no captaron: unas líneas de El cero y el
infinito, la novela del húngaro Arthur Koestler sobre las
purgas de Moscú. Sabedor de que el régimen de Praga estaba
radiando fragmentos del juicio, esperaba que sus amigos
occidentales pillaran la referencia e hicieran algo por
salvarle. No hubo tiempo. Cinco días después, los 11 reos fueron
ahorcados. Hay un final particularmente cruel y desagradable. Se
incineraron los cadáveres de los traidores y los restos acabaron
en un saco. Había unos policías encargados de esparcir las
cenizas en un río, pero el invierno de 1953 resultó
especialmente crudo: las aguas estaban heladas. Los ateridos
funcionarios debatieron si valía la pena hacer un agujero.
Optaron por diseminar las cenizas por la carretera. Un año
después fallecía Stalin y comenzaba un breve deshielo del bloque
comunista…
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