El 28 de abril
de 1936 unos pistoleros abatían a tiros a los hermanos Miguel y José Badia
Capell a plena luz del día en la calle Muntaner de la Ciudad Condal. La
Vanguardia del miércoles 29 de abril de 1936 daba a conocer la
noticia en los siguientes términos:
ARRIBA
Cuando la normalidad política en Cataluña
ha pasado a ser un ejemplo para el resto de España, y todos
los partidos, gubernamentales y de oposición, se
desenvuelven dentro de una convivencia civil digna de
elogios, la paz pública se ha visto interrumpida en nuestra
ciudad por un inesperado y bárbaro crimen. Desde hacía
tiempo, las calles barcelonesas no eran testigos de hechos
de esta naturaleza, que parecían ya, desterrados de nuestra
ciudad. Pero su existencia, antaño, como su reaparición
ahora, no entrañan ningún problema político, sino una pura
cuestión de policía. Lo hemos dicho en otras innumerables
ocasiones. Este tipo de delincuencia, que alienta en los
bajos fondos de todas las grandes aglomeraciones humanas,
debe ser batido en sus propios reductos por agentes
especializados, enérgicos y eficaces, en funciones, más que
represivas, de previsión y vigilancia.
Independientemente del juicio que las
victimas pudieran haber merecido por sus actuaciones en
cargos públicos, el repugnante crimen de ayer será, sin duda
alguna, enérgicamente reprobado por todos los partidos
políticos, por todos los
ciudadanos honrados, sin distinción de matices. La
violencia, condenable siempre, criando deriva hacia esos
procedimientos criminales no tiene posible justificación.
¿Se puede esperar que las autoridades competentes segarán en
el acto la mala hierba que amenaza brotar de nuevo en
nuestras vías públicas?
ARRIBA
El ex jefe de los servicios de Orden público,
don Miguel Badía y su hermano don José, fueron muertos a tiros.
Ayer por la tarde, a las tres y media aproximadamente, se
cometió un atentado en la calle de Muntaner, del que resultaron
víctimas el ex jefe de los servicios de Orden público de la
Generalidad, don Miguel Badía, y su hermano don José. Ambos
habían regresado recientemente del extranjero, donde se hallaban
expatriados, acogiéndose a la reciente amnistía. La mortal
agresión se cometió en la calle Muntaner, esquina a Diputación
en la ciudad de Barcelona.
ARRIBA
El atentado, como ya hemos dicho, se perpetró a
las tres y media de la tarde de ayer. El ruido de los disparos
causó la natural alarma entre los transeúntes y en el
vecindario. Rehecho el público, afluyó rápidamente al lugar del
suceso un enorme gentío. De las versiones recogidas en el lugar
del suceso y por las investigaciones iniciadas por parte de la
autoridad judicial y policíaca, se desprende que el atentado se
perpetró de la siguiente manera: A la hora indicada, los
hermanos Badía, tal como tenían por costumbre, salieron de su
domicilio, sito en la casa número 52 de la calle de Muntaner, en
la cual habitaban con su madre, hermana y un cuñado. Dicha casa
está situada casi en el chaflán de la calle de Consejo de
Ciento. Miguel Badía y su hermano bajaban por la misma acera de
los números pares y cuando llegaron a la altura de la casa
número 38, o sea antes de la esquina con la calle Diputación, se
les acercaron dos .individuos por la espalda y haciendo uno de
ellos ademán de llamar a Miguel Badía, cuando éste se volvió, le
disparó a bocajarro varios tiros de pistola, causándole una
primera herida en la cara y dos en el tronco. Al mismo tiempo el
otro desconocido, empuñando también una pistola, disparó contra
José Badía, dirigiendo el primer disparo a la cabeza. Ambos
hermanos, mortalmente heridos, cayeron al suelo, quedando
tendidos en medio de un charco de sangre.
ARRIBA
Los agresores, una vez cometido el hecho, se
dirigieron hacia la calle de Diputación. Según varias versiones,
en la misma calle de Muntaner, frente al lugar donde se cometió
la agresión, había permanecido estacionado durante largo rato,
un coche en el cual estaban apostados otros dos individuos para
proteger la retirada de los agresores.
Las mismas versiones aseguran que éstos, al pasar por aquel
lugar las víctimas del atentado, descendieron del automóvil.
Los autores de la agresión y aquellos que se cree protegían su
retirada, se dieron a la fuga, sin que fuera posible, debido a la velocidad que
emprendieron, poder precisar la dirección que tomaron.
En la calle de Aribau, esquina a la de Diputación, estaban
prestando servicio dos guardias de Seguridad, de a caballo, los cuales, al oír
los disparos, acudieron al lugar del suceso e intentaron perseguir a los
agresores, siguiendo las indicaciones de algunos transeúntes que, decían saber
por dónde habían huido. No obstante, los agresores no pudieron ser detenidos.
Como sea que los agresores, al retirarse del lugar del suceso,
amenazaban con sus pistolas a las personas que pasaban por aquel lugar, no fue
posible acudir en auxilio de los heridos hasta que los pistoleros hubieron
desaparecido. |
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ARRIBA
Las primeras personas que acudieron en auxilio
de los heridos recogieron a éstos, trasladándoles al Dispensario
de la calle de Sepúlveda, donde inmediatamente fueron asistidos
por los médicos de guardia. Miguel Badía presentaba tres
heridas por arma de fuego, todas mortales de necesidad:
una con orificio de entrada por la región malar izquierda
y salida por la región occipital; otra con entrada por el
hipocondrio derecho, y la tercera con entrada por
el segundo espacio del costado izquierdo y salida por la
región escapular derecha.
Su hermano José presentaba una sola herida,
también por arma de fuego, con orificio de entrada por el labio
superior derecho y salida por el occipital. El primero ingresó
ya cadáver en el Dispensario, y el segundo falleció a los pocos
momentos de haber ingresado en aquel establecimiento benéfico.
ARRIBA
Rápidamente cundió por la ciudad la noticia
del atentado y los grupos que se formaron ante el
Dispensario fueron engrosando. De entre el gentío se
destacaron numerosos amigos de los agredidos, los cuales
entraron en el Dispensario a fin de interesarse por
aquéllos. Al saber que habían fallecido dieron muestras de
profunda indignación, condenando, en términos duros, el
atentado. Entre las personas que en los primeros momentos
acudieron al Dispensario figuraba el diputado señor Trabal.
Poco después llegaba e1 consejero de Trabajo, señor Barrera;
el de Cultura, señor Gassol, y el de Gobernación, señor
España.
También acudieron al dispensario el diputado
señor Tomás y Piera y el delegado general de Orden público,
señor Casellas, acompañado del teniente coronel de Seguridad,
señor Sánchez Plaza. Luego fueron llegando el ex consejero de
Gobernación, señor Dencás; el diputado señor Serra Hunter; el ex
comandante Sr. Pérez Farras; el ex comisario general de Policía,
los ex consejeros señores Tarradellas; los diputados señores
Soler Bru, Bru Jardí, Calvet y Batestini; los consejeros
municipales señores Bernades, Altaba, Pía y Carbonell; los
compromisarios señores Llardent y Aguadé (Artemio), además de
otras personalidades de la “Esquerra” y numerosos militantes de
dicho partido y amigos de las víctimas. Entre estos últimos
figuraban gran número de los agentes de Policía de la
Generalidad y personal administrativo de la antigua Comisaría
general de Orden público.
A las cinco y media llegó al Dispensario el
alcalde de la ciudad don Carlos Pi Suñer, quien había regresado
precipitadamente de Sitges al tener conocimiento del hecho.
ARRIBA
A poco de haber sido ingresados en el
Dispensario los hermanos Badía, acudió el Juzgado de
guardia, constituido por el juez municipal suplente, don
Emiliano Vilalta, el oficial criminalista señor Borrás y
otros funcionarios. Asimismo acudió al Dispensario el fiscal
de guardia, señor Solano. El Juzgado inició acto seguido las
primeras diligencias.
A iniciativa de varios elementos de “Estat
Català”, el diputado señor Trabal solicitó de los consejeros del
Gobierno de la Generalidad y del alcalde, allí reunidos, que
gestionaran el que los cadáveres, en lugar de ser trasladados al
depósito judicial, lo fueran al “Casal d'Esquerra de Estat
Català”, sito en la calle de Gerona, del cual era presidente
Miguel Badía.
Dicha gestión dio el resultado apetecido,
ordenando el juez la autopsia de los cadáveres en la misma sala
de operaciones del Dispensario.
A este propósito acudieron los médicos forenses,
quienes tramitaron dicha diligencia, siendo ordenado
inmediatamente el levantamiento de los cadáveres y su traslado
al centro político antes indicado.
ARRIBA
Poco después de las siete de la tarde partió
del Dispensario de la calle de Sepúlveda la comitiva que
trasladó los cadáveres de los hermanos Badía al “Casal
d'Esquerra de Estat Català”, de la calle de Gerona.
Como sea que el gentío que se había reunido
frente al Dispensario y calles adyacentes era muy numeroso,
varios números de la guardia urbana, junto con ciudadanos que se
brindaron espontáneamente, abrieron paso para que pudiera
desfilar dicha comitiva.
Los guardias de Seguridad y Asalto que habían
cuidado del mantenimiento de! orden en los alrededores del
Dispensario, por orden de sus jefes se retiraron, por haber sido
garantizado el orden por elementos organizadores de la comitiva.
Los cadáveres, colocados en camillas y envueltos
en banderas de “Estat Català”, fueron depositados en un coche
ambulancia. En el interior del mismo tomaron asiento los señores
Coll, Cebriá, Mensa y Soler, íntimos amigos de los finados.
El coche ambulancia iba rodeado por elementos
del partido al cual pertenecían los hermanos Badía.
Tras el coche ambulancia se formó una presidencia
constituida por el consejero de Cultura, señor Gassol; el
alcalde, señor Pi Suñer; el doctor Carré Civit, cuñado de los
fallecidos, el diputado señor Batestini, el capitán señor
Medrano y varios dirigentes de “Estat Català”.
A continuación seguía el público. La fúnebre
comitiva siguió por la Ronda de San Antonio, atravesó la plaza
de la Universidad, Ronda de la Universidad, Plaza de Cataluña y
Ronda de San Pedro, hasta la calle Gerona, donde está situado e1
citado Casal político del que era presidente Miguel Badía.
La circulación fue interrumpida durante loa
breves momentos que duraba el paso por los cruces de las calles
por donde siguió la comitiva.
ARRIBA
En el “Casal d'Esquerra de Estat Català” y
en la sala de actos del mismo, habían sido dispuestos dos
túmulos con crespones negros, donde fueron colocados los
cadáveres. Presidía la sala un retrato del primer Presidente
de la Generalidad, don Francisco Macià, y daban guardia a
los cadáveres jóvenes de la citada agrupación política.
Al cabo de pocos momentos de haber sido
instalada la capilla ardiente llegó al local doña Rosa Capell,
madre de los hermanos Badia, y las hermanas de éstos Ana y
Montserrat, desarrollándose la natural escena de dolor.
En una dependencia del mismo Casal se reunieron
los señores Gassol, Pi Suñer y doctor Carré Civit, con los
directivos de aquel centro político, para tratar de la
organización del entierro.
Parece ser que era intención de los compañeros
de los hermanos Badía, efectuar, el sepelio a cargo del centro
político del cual era presidente Miguel Badía.
El público que siguió la comitiva que fue
afluyendo frente al Casal donde habla sido instalada la capilla
ardiente, expresó el deseo de desfilar ante los cadáveres de los
hermanos Badía, cosa a la que se accedió una vez se hubo
organizado la entrada y salida. En primer término desfilaron las
autoridades y personalidades políticas, que también se
encontraban en aquel lugar.
ARRIBA
La Federación de las Juventudes de UCD hace
constar su más enérgica protesta por el atentado que
ha costado la vida a los hermanos Miguel y José Badía,
y reclama de las autoridades, una acción inmediata
para cortar de raíz las actividades delictivas de los
enemigos de Cataluña. (Hasta aquí la crónica de
La Vanguardia del miércoles día 29 de abril de 1936)
ARRIBA
Uno de los
interrogantes de la historia de Cataluña es el asesinato de
los hermanos Badía, militantes ambos de “Estat Català”, el
partido de Francesc Macià. Miquel Badía, que había sido jefe
de la policía de la Generalitat republicana, y Josep, un
activo separatista que casualmente acompañaba a su hermano,
fueron tiroteados por unos pistoleros de la FAI el 28 de
abril de 1936, ochenta días antes del estallido de la Guerra
Civil española. El asesinato conmovió a la sociedad
catalana, pero se perdió en el limbo de la historia, entre
otras razones, por el inmediato Alzamiento y la contienda
bélica. Pero también porque en algunos sectores de aquella
Cataluña interesó el olvido. El presidente Josep Tarradellas
acostumbraba a decir que en aquel asesinato “había mucha
niebla”.
Lo cierto es que
muy poco se ha investigado sobre aquellos hechos. Aparecen por
supuesto reseñados en diversas historias y monografías, siempre
de forma lateral, si exceptuamos la publicada por Jaume Ros i
Serra, un activo ex militante de “Estat Català”. Su libro ‘Miquel
Badia, un defensor olvidado de Catalunya’ (Editorial
Mediterrània, 1996) apenas tuvo difusión a pesar de aportar
datos de interés.
Aquel doble
asesinato fue el desencadenante de una serie de acontecimientos,
algunos de ellos muy sorprendentes, cuya narración se aproxima
mucho a una historia de ficción o de novela negra. Sin embargo,
cuanto se narra en los ocho capítulos de ‘La maldición
de los hermanos Badía’ está documentado, aunque la historia
nunca se puede dar por definitiva. Ningunos de los datos –por
tangenciales que sean– ha sido inventado para facilitar la
narración periodística. El conocimiento de lo que sucedió con
los Badía y la serie de acontecimientos que provocó su
asesinato, permite la aproximación a una Barcelona de mediados
de los años treinta y principios de los cuarenta que muy poco
tiene que ver con el supuesto “oasis catalán” de la actualidad.
Pero, sobre todo, lo más importante es que permite reflexionar
sobre las terribles consecuencias de la violencia política.
Eran las tres y
veinte de la tarde del 28 de abril de 1936 cuando los hermanos
Badía, Miquel y Josep, salieron de su casa de la calle Muntaner,
52, en dirección hacia el centro de la ciudad. Un hombre que
estaba estacionado frente a la vivienda del que había sido jefe
de Policía de la Generalitat, en la acera de numeración impar,
dobló el periódico que simulaba estar leyendo y se puso en
movimiento en paralelo a los dos hermanos. Un Ford de color rojo
oscuro, matrícula B-39763, inició una lenta marcha, en la misma
dirección.
En la esquina de
Consejo de Ciento, el dueño del Bar Bremen, que
declararía horas después a la policía que conocía a los dos
hermanos de verles casi a diario, se percató de que algo raro
ocurría. Le llamó la atención aquel tipo que simulaba estar
leyendo el periódico y que, con un gesto nervioso, se había
puesto a caminar calle abajo. También se fijó en el coche oscuro
que descendía por la calle Muntaner a marcha lenta. Unos
instantes después oyó cinco disparos. Cuando se asomó, vio a los
dos hermanos abatidos en el suelo, frente al número 38, donde
había una tienda de bicicletas.
Otros testigos
presenciales de los hechos contaron que dos de los asesinos
fueron por detrás de las víctimas, hasta alcanzarles. En ese
momento, uno de ellos gritó “¡Badía!” y efectuó tres disparos,
siendo secundado por su acompañante sobre el otro hermano. Todos
coincidieron en que, tras los disparos, los tres individuos
saltaron al interior del Ford que huyó por la calle Diputación
en dirección a la plaza España.
Miquel Badia, de 29
años, tenía tres heridas mortales, en la cabeza, en el hígado y
en el pecho. Su hermano Josep, de 32 años, fue herido en la
cabeza. Ninguno de los dos tuvo tiempo de escapar a la agresión
ni de hacerle frente. Ni hubiesen podido, porque la Generalitat
les había denegado el permiso de armas. Los pistoleros, por su
parte, conocían su oficio. Bien trajeados, sin llamar la
atención, cumplieron su objetivo y, tras amenazar a los
sorprendidos testigos, desaparecieron. Los cuerpos de los
hermanos Badía fueron trasladados de inmediato al Dispensario de
Sepúlveda, apenas a 200 metros del atentado. Miquel llegó muerto
y Josep expiró en la mesa de operaciones.
Inmediatamente
corrió la voz por Barcelona de que los hermanos Badia habían
muerto en un atentado y un numeroso grupo de personas acudió al
dispensario, entre las que se encontraban el conseller Ventura
Gassol y el alcalde Carles Pi i Sunyer. Aquel asesinato provocó
un rechazo unánime, una adhesión que no habían concitado los
Badía en vida. Los primeros en lamentar aquella muerte fueron
las bases de “Estat Català”, el partido del presidente Macià,
muerto tres años antes, que acusaron a la Generalitat de no
haber protegido al “patriota” Miquel Badía, cuando “todos
sabíamos que estaba amenazado de muerte”.
Miquel Badía i
Capell, natural de Torregrossa (Lérida), formaba parte de
aquella masa de jóvenes que llegaban a Barcelona llamados por
las posibilidades de trabajo en oficinas. La figura del
oficinista fue en aquellos años de la posguerra mundial un
potente reclamo para los habitantes de las zonas más pobres de
Cataluña. Josep Badía, el hermano mayor, había emigrado a
Barcelona desde el Urgell en 1919 y, poco a poco, se fue
introduciendo en el comercio de vinos. Miquel llegó a la capital
catalana en 1922 siguiendo a su hermano, para compaginar los
estudios de Náutica –quería ser marino mercante– con el trabajo
en una farmacia de la Riera de Sant Miquel. Después llegarían
sus padres y sus hermanas, Ana y Montserrat.
Los hermanos Josep
y Miquel contactaron con el separatismo a través del atletismo,
el excursionismo y la natación. En los círculos frecuentados por
los Badía se soñaba con el Exèrcit Català, se admiraba a los
voluntarios catalanes que habían ido a luchar al frente en la
Primera Guerra Mundial y estaban deslumbrados por el caso
irlandés. Era aquel primer separatismo catalán que hacía frente
al emergente ultranacionalismo español. El historiador Enric
Ucelay da Cal ha profundizado en la competencia entre los dos
grupos. Unos por defender la expansión de la Administración
estatal como tal, y por tanto en castellano. Otros por la
Administración catalana y, por tanto, en catalán, para cubrir el
déficit de servicios públicos que era cada día más patente en la
sociedad catalana.
Dirigidos por los
Xalabarder, Cardona y Pagès, estos grupos separatistas, con
ansias militares, ensayaron la instrucción en Collserola, en el
Montseny y en el Pirineo, a través de la Societat d’Estudis
Militars. Miquel Badía no tuvo suficiente con jugar a soldados
y, con apenas 19 años, integrado en la Bandera Negra de
Compte, Perelló y Cardona, participó en el subterráneo del
Petit Versalles, de la plaza Universidad, en la preparación
del frustrado atentado contra Alfonso XIII, en mayo de 1925.
Había preparada una potente bomba que debía explosionar al paso
del tren real en un túnel del Garraf. Badía en las memorias que
escribió, cuando se tuvo que exiliar a Colombia por la
revolución del 6 de octubre de 1934, lo siguiente: “no es una
invención de la policía española como muchas veces se ha dicho.
El atentado de Garraf fue planeado por unos jóvenes idealistas
que pretendían, con este acto,
liberar a su Patria”. Hubo una delación que provocó la caída
del grupo y Miquel Badía fue condenado a 12 años en 1926 y
cumplió la pena en varias prisiones, entre ellas Alcalá de
Henares y Ocaña, con varios intentos de evasión. En abril de
1930 salió amnistiado y formó la guardia personal de Macià.
Miquel Badía no
era, pues, un desconocido, cuando en 1931 organiza por orden de
Macià los célebres “escamots” de las “Joventuts d’Esquerra
Republicana i d’Estat Català” (JEREC) para defender las
instituciones catalanas y que tanto darían que hablar. Su papel
de jefe de los “escamots” será la causa de no pocos de los odios
que concitará.
Los “escamots” eran
una organización paramilitar creada por la organización “Estat
Català”, poco después de que éste fuera fundado como
organización política y de combate en 1922. Se crearon como
subdivisiones del llamado Ejército Catalán creado por el “Estat
Català” para protagonizar los Hechos de Prats de Molló (1926)
durante la dictadura de Primo de Rivera.
Jaume
Ros i Serra explica en su biografía de Miquel Badía, que el
presidente Macià, al tomar posesión del gobierno catalán,
encarga la organización de su defensa a Jaume Comte, el
principal condenado por el Garraf y fundador del “Partit Català
Proletari”. Éste, que había coincidido con Badía en varias
cárceles e intentos de evasión, contestó al presidente que él no
era la persona indicada. “El hombre más valiente, el de más “collons”,
ya lo tenéis en vuestra escolta: Miquel Badía”. De ahí que
en círculos catalanistas se conociera a Badía como el “capità
Collons”.
En la fiebre por
buscar un contingente dispuesto a defender las nuevas
instituciones catalanas, se creó en un primer momento una fuerza
de choque con las milicias de “Estat Català”, bautizada como
“Guardia Cívica Republicana”. Pero moderados “d’Esquerra”, como
Lluhí Vallescà, o de “Acció Catalana”, convencieron a Macià de
que era un grave error y que había que solicitar el traspaso de
los servicios de policía. Macià les hizo caso, pero pidió a
Badía que inculcase a los jóvenes el espíritu premilitar de
aquellos grupos que creó en 1922, y que les introdujese en
deportes más duros como el boxeo, la lucha y la gimnasia: los “escamots”.
Su presencia en
aquella Barcelona republicana se hizo pronto evidente, porque
chocaron inmediatamente con los anarcosindicalistas de la FAI
que habían desplazado a los sindicalistas de los órganos de
decisión de la CNT. Aquellos “escamots” fueron utilizados para
romper huelgas, especialmente de los transportes. Jaume Ros
compara en su obra a Badía con García Oliver, dos catalanes
emigrados a Barcelona, uno de Lérida, otro de Reus, frente a
frente, uno en los “escamots”, el otro en la FAI, ambos pasados
por las cárceles por haber atentado contra el Rey, uno en Garraf
y el otro en París. Escribe Ros que Badía se presentó en una
ocasión en el Bar La Tranquilidad, donde acostumbraban a
reunirse los de la FAI, retando chulescamente a los presentes
diciendo: “Soy Miquel Badía y me han dicho que alguien de
aquí me busca”.
Pero no fue
solamente con la FAI con quien los “escamots” de Badía tuvieron
problemas. También fueron objeto de persecución los rivales
políticos, como el grupo “L’Opinió” de ERC, a los que reventaron
algún mitin. Asimismo fue muy polémico el desfile del 22 de
marzo de 1933 en el estadio de Montjuich, en el que unos 8.000 “escamots”,
uniformados con camisas verdes e insignias en el pecho,
desfilaron ante Macià. Aquel acto provocó la reacción airada en
el Parlament donde se acusó al conseller Dencàs y a Badía de
haber organizado un acto “de tipo francamente fascista, con
estos aprendices de nazis”.
Esta
organización juvenil de ERC de Cataluña, también conocida como
“Juventudes de ERC de Estado Catalán”, que, más allá de ser una
fracción del partido, pretendió actuar como una fuerza
nacionalista catalana independiente, en especial a partir de
1934.
El origen de las JEREC se encuentra
en el servicio de orden, formado por Miquel Badía y Capell, que
el 14 de abril de 1931, custodió el edificio del Gobierno de la
República Catalana. Surgió entonces la iniciativa de formar una
Guardia Cívica Republicana, a la cual se sumaron los fines
nacionalistas partidarios de la lucha armada (Daniel
Cardona,
Josep M. Batista i Roca
y Ricard Fages). Pero el 17 de abril de 1931, con el
restablecimiento provisional de la Generalidad de Cataluña, y
Francesc Macià
como primer
Presidente de dicha institución, abandonó la idea de una fuerza
armada catalana.
Cuando algunos nacionalistas
descontentos, en nombre de la pureza, se escinden de ERC y
reclamaron de nuevo de “Estat Català”, Badía y Josep Dencás
(aliados desde el verano de 1931) construyeron las JEREC como
organización juvenil del partido y fueron la base de un poder
alternativo a los dirigentes históricos de “Estat Català” más
cercanos a Macià (como Jaume Aiguader o Ventura Gassol). Durante
el 1932, Badía amplió JEREC, multiplicó los centros propios y se
instaló en centros de otras fracciones, aunque ni él ni Dencás
tenían el favor explícito de Macià.
Sin embargo, existían núcleos de
las Juventudes que no respondían a su dirección. La oportunidad
de Badía y Dencás se presentó a partir de enero de 1933, con el
cese de Josep Tarradellas como consejero de Gobernación, y en
septiembre siguiente con la escisión del Grupo de
La Opinión,
que creó el “Partit Nacionalista Republicà d’Esquerra” (PNRE),
seguido por una parte de la juventud que quería una organización
juvenil genérica, de todo el partido. Badía, nombrado secretario
general de la Comisaría de Orden Público y
después jefe de servicios, conectó con las fuerzas policiales e
impulsó una actuación enérgica contra
el terrorismo anarquista,
transgrediendo ocasionalmente la legalidad, y utilizó las JEREC
durante la huelga de transportes de Barcelona de diciembre de
1933 para garantizar servicios mínimos. Las juventudes habían
comenzado una acción contra los críticos de Macià –ataque a
finales de octubre contra la imprenta Nags, donde se
imprimía
El Be Negre–
acompañada de un despliegue uniformado y paramilitar de
“guerrillas” desfilando por la Gran Vía y la plaza de España
hasta el estadio de Montjuich, que tuvo lugar el 22 de octubre
de 1933.
El debate sobre el “fascismo
catalán” trajo a la Unión Socialista de Cataluña, aliado
electoral de ERC, a amenazar con la ruptura si no se desmontaban
los “comandos”. Finalmente, una Asamblea Nacional Extraordinaria
de las JEREC (3/XII/1933) los disolvió formalmente, pero no en
la realidad.
Cuando muere Macià el día de
Navidad de 1933, Dencás dio su apoyo a Companys, a cambio del
reconocimiento como jefe de fracción. Dado que Companys quería
reincorporar a los sectores opuestos al “macianista”, el acuerdo
no fue difícil. El nuevo presidente contó con las JEREC para
facilitar la presencia de ERC en algunos pueblos rurales o de
disputar algunos predominios locales de la Unión de Rabassaires
o del Bloque Obrero y Campesino (BOC) que representó la fuerza
marxista más importante de Cataluña entre 1930 y 1936. Las JEREC
tuvieron un fuerte arraigo entre los estudiantes universitarios
y de bachillerato de Barcelona (declaraban poseer unos 10.000
afiliados). Las JEREC, bajo Dencás (consejero de Gobernación
desde junio de 1934) y Badía, se propusieron reunir todos los
sectores nacionalistas de acción, como la Agrupación
nacionalista radical Nosaltres Sols! (Nosotros Solos!),
liderada por Daniel Cardona i Civit, que se transformó en la
Organización Militar Nosaltres Sols! al producirse el
estatuto de Núria. Durante la crisis constitucional de 1934 las
JEREC tuvieron un papel destacado: en verano desarmaron al
Somatén y el 9 de septiembre provocaron incidentes en el Palacio
de Justicia de Barcelona a raíz del procesamiento de un
dirigente del PNC. Los hechos comportaron la destitución de
Badía (12 de septiembre de 1934). El resultado fue una actuación
confusa de las milicias nacionalistas el 6 de octubre de 1934,
con el consiguiente descrédito, acentuado porque Dencás fue el
único consejero que se evade en el exilio con Badía.
La victoria del Frente Popular (16
de febrero de 1936) consagró el triunfo de Companys ante el
“fascista” Dencás y el retorno de los dirigentes nacionalistas,
determinó una agresiva ruptura dentro de las Juventudes. Los
partidarios de Dencás y Badía preconizaron la necesaria
“depuración” de las JEREC desde su semanario
Ahora!
(febrero-mayo 1936) y al asesinato de Badía y de su hermano José
(28 de abril de 1936) acentuó el conflicto.
Companys atacó a Dencás con dureza
en el Parlamento (5-6 de mayo), pero aunque se culpó
oficialmente primero a los falangistas y luego a los cenetistas
de la muerte de los hermanos Badía, los nacionalistas radicales
responsabilizaron al presidente. Los diversos sectores
nacionalistas de acción apoyaron a Dencás e iniciaron el proceso
de escisión, que se produjo en el Congreso de las JEREC
(22-25/V/1936), para formar un nuevo “Estat Català”, donde en
junio entraron el PNC,
Nosotros Sólo!
y otros núcleos menores. Como respuesta, el manifiesto
Acción
Unificadora de las Juventudes
(26 de mayo 1936) reclamó una “Comisión Unificadora” que
enderezara las JEREC al servicio de todo el partido. El 28-30 de
mayo, los sectores leales a Companys celebraron el II Congreso
Nacional Ordinario, si bien sus organizadores (Jaume Vachier y
Antoni Perramon) irían al Partido Socialista Unificado de
Cataluña (PSUC), fundado el 23 de julio de 1936 en el Bar del
Pi como producto de la fusión de las Federaciones Catalanas
del PSOE, la Unión Socialista de Catalunya, el Partit Comunista
de Catalunya y el Partit Català Proletari.
ARRIBA
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