La manipulación verde.

Alfonso Ussía. La Razón, 08/12/2006.  

Desde que fuera fundada por Javier Girón y Ezpeleta, duque de Ahumada y marqués de las Amarillas, la Guardia Civil no ha obligado a ningún español a pertenecer al instituto armado. Para ser guardia civil hay que aprobar unas oposiciones de ingreso, estudiar y formarse en su Academia y cumplir el período de estudios con buena nota y mejor espíritu. También se puede acceder a la Guardia Civil desde las academias militares, lo que da a entender el claro espíritu militar de la institución. La pretensión de desmilitarización de la Guardia Civil es un viejo sueño de la izquierda y los nacionalismos. Siempre leal al poder instituido, siempre sacrificada, siempre benéfica y siempre disciplinada. Lo que jamás podría ser una institución plenamente civil, dominada por impulsos sindicales e intereses adversos a la función fundamental de la Benemérita, que no es otra que el servicio total y sin grietas a la sociedad. Desmilitarizar a la Guardia Civil equivale a terminar con la Guardia Civil, que desde 1844 ha sabido mantener sus dos dependencias, la civil y la militar, y cuyo sistema de funcionamiento y su preparación profesional han llamado la atención de muchas sociedades faltas de una Institución como la bien llamada Benemérita.

Pocas cosas se pueden ver tan lamentables como una manifestación de guardias civiles uniformados. Lo son, y llevan ese uniforme, por propia voluntad, sabedores de lo que significa y de sus deberes reglamentados. Si la Guardia Civil pierde su condición militar, lo mejor es que desaparezca, que es lo que sueñan la izquierda no pensante y los nacionalismos excluyentes.

En Madrid, ante la oficina del Defensor del Pueblo, y encabezados por el secretario general de la Asociación Unificada de Guardias Civiles, Joan Miquel Perpinyá, doscientos guardias civiles uniformados solicitaron amparo al Defensor del Pueblo para obligar al Gobierno a que cumpla su promesa de desmilitarización. El tal Perpinyá dijo cosas peregrinas. Que el Gobierno no cumple su promesa por la presión de los generales y sus «amenazas soterradas». Eso, en boca de un guardia civil, más que una bobada es una vileza, además de una mentira descomunal. El Gobierno, como aquel añorado de los principios de Felipe González, pudo prometer la desmilitarización de la Guardia Civil cuando no tenía información suficiente de lo que significa la Institución Armada. En 1983 se llegó a pedir su disolución por varios diputados comunistas. Pero insisto en el punto básico y principal del enredo. Nadie ha obligado a esos doscientos guardias civiles que tan mal vistieron su uniforme en una manifestación a ser guardias civiles. Nadie los ha engañado para que cursen sus estudios y accedan al servicio y al escalafón. El que quiere ser guardia civil sabe lo que busca y lo que se encuentra, muchos más deberes y sacrificios que derechos y canonjías. Lo que tienen que hacer los guardias civiles que no se han enterado qué son los guardias civiles es colgar el uniforme voluntaria e inmediatamente. Sólo espero que el guardia civil Joan Miquel Perpinyáno pertenezca a Tráfico. Este me sorprende a cinco kilómetros más de velocidad que la permitida y me cruje vivo. Abandone la Guardia Civil, Perpinyá. Con los suyos.

 

Artículo extraído de la página: www.generalisimofranco.com